Las hierbas que nos cuidan
Una dosis de calor líquido, naturaleza en una taza y cuidado casero puede ser la clave para acompañar los días fríos, los insomnios o los malestares del cuerpo. Esta nota rinde homenaje al suave poder de las aromáticas.
En casa siempre hubo hierbas aromáticas. Tengo ramilletes de recuerdos: mi abuela sonriendo mientras arrancaba flores de sauco en la calle, tíos preparando el baño de hierbas dulces para atraer la buena suerte cada fin de año, mamá secando en la ventana sobre cajas o canastos las hojas de la hierba Martín Galvis o del paico para hacer infusiones más tarde. Quizás por imitación, entre esos recuerdos también tengo el de un juego mío hacia mis seis años: salía con una bolsa a recorrer los jardines exuberantes del conjunto residencial de mi abuela en busca de hojas frescas o secas que olieran bien y que luego ponía a hervir en una olla que me llevaba al baño para echarme encima a totumadas. La idea detrás era simple, clara, lapidaria como una verdad: si olía bien, tenía que ser bueno.
Lo cierto es que con los años, fue mamá la que me comenzó a indicar cómo usar lo que ella guardaba en dos docenas de frascos de mermelada que se apilaban en la alacena detrás de los condimentos. En cada uno de esos recipientes de vidrio tenía residencia permanente alguna de las hierbas que ella secaba o compraba deshidratada para preparar tisanas después. Había boldo, hinojo, canela, caléndula, manzanilla, yerbabuena, Martín Galvis, paico, jengibre, flor de jamaica, clavo, anís de estrella, semilla de anís, romero, tomillo, té, entre otras. Y del agua hervida con alguna de esas matas surgía el alivio para cualquier amigo o familiar que llegara a casa con gripa, dolor de estómago, nervios alterados o algún otro tipo de descompensación.
Como en mi casa, son miles los hogares donde las hierbas aromáticas se han hecho un lugar cerca al corazón y al bienestar de sus integrantes. Es sorprendente que independientemente de sus orígenes geográficos, la mayoría de ellas se consiguen y crecen en todas partes del mundo y han producido recetas variadas incluso entre sociedades vecinas. Los seres humanos las hemos llevado de aquí a allá como condimentos, control de plagas y base para tratamientos medicinales (y hoy farmacéuticos). Y con un buen motivo. Guardan en su interior, además de vitaminas, macronutrientes y minerales, varios tipos de compuestos que les dan sus característicos colores, sabores y aromas: aceites esenciales, flavonoides, polifenoles y taninos, entre otros. Estos compuestos volátiles tienen la capacidad de interactuar en nuestro organismo estimulando su funcionamiento, conservándolo gracias a su capacidad para contrarrestar el estrés oxidativo que deteriora a la larga nuestras células, y poniéndole más difícil a virus, hongos y bacterias la tarea de colonizarnos.
Ahora bien, la dosis importa y exagerar con la cantidad puede terminar en un malestar mayúsculo que puede ir desde solturas estomacales hasta bajas de tensión, nerviosismo, náuseas o dolores de cabeza, por hablar apenas de lo más frecuente. Pasar de un par de clavos de olor a una cucharada o dos, puede llevarnos a una genuina taquicardia con sudoración y nerviosismo. Por eso, este artículo pretende sólo ofrecer una guía de partida sobre algunas plantas cuyos beneficios para la salud han sido estudiados, pero en cualquier caso se sugiere que si usted sufre de alguna condición (como alergias o trastornos de salud mental), enfermedad (como una cardiopatía, diabetes, hipoglucemia, colon irritable, entre otras…) o si está en embarazo consulte con su médico y un nutricionista sobre las hierbas recomendadas para los síntomas que quisiera llevar con aguas aromáticas como parte de su tratamiento, y también para que tome nota sobre cuáles evitar durante la gestación o según su historia clínica.
Los básicos para gripas y vías respiratorias
Hay dos hierbas y una raíz que tienen amplio uso como infusiones para las vías respiratorias: la moringa, el sauco y el jengibre, gracias a su contenido en vitaminas y fitonutrientes con actividad antioxidante y antimicrobiana. Las hojas de moringa contienen polifenoles, flavonoides, alcaloides, taninos, ácidos grasos, potasio, calcio, hierro y magnesio, además de vitaminas A, C, E y algunas del grupo B. La flor de sauco contiene aceites esenciales, flavonoides, taninos, vitamina C, sitosterol, rutina y sambunigrina con propiedades antiinflamatorias que estimulan el sistema inmunológico y favorecen el alivio de los síntomas gripales, el dolor de estómago o de garganta y la secreción paranasal. La raíz de jengibre tiene actividad antiinflamatoria, antipirética, antimicrobiana y antioxidante, gracias a su riqueza en aceites esenciales, vitaminas B y C, antioxidantes como el gingerol y el shogaol, ácidos grasos, flavonoides y minerales. La extracción puede hacerse más suave infusionando rebanadas o más potente infusionando rayadura.
Cualquiera de estas infusiones se puede acompañar con miel en el fondo de taza, que también es antiinflamatoria y mejora considerablemente el sabor de las bebidas con dulzor y, en el caso del jengibre, balanceando el picante.
Cólicos: canela, manzanilla, salvia
Además del jengibre, la canela es uno de los remedios mejor reputados para el dolor por cólicos menstruales. Gracias a sus cualidades antiespasmódicas, antiinflamatorias y analgésicas, la infusión de esta corteza tiene la capacidad no sólo de disminuir el dolor, sino la duración de las punzadas y del síntoma general. Este es también el caso de la infusión de hojas de salvia, planta cuyos extractos tienen actividad especialmente en el sistema nervioso central, y cuyo efecto en el manejo de la dismenorrea primaria ha sido corroborado en algunos estudios clínicos. Las flores de manzanilla se suman también a este grupo de hierbas con capacidad antiespasmódica, tranquilizante y antiinflamatoria con efecto analgésico sobre el dolor menstrual, ampliamente corroborado por la investigación clínica. Un puñado de estas hierbas puede ser añadido a unas tres tazas de agua, previamente hervidas y después de reposar unos cinco a diez minutos, tomar a lo largo del día.
Estómago: hinojo, paico, boldo, anís
Las semillas secas de hinojo, como el amargo extracto concentrado que se vende en algunas farmacias naturistas, tienen una capacidad asombrosa para ayudar con la pesadez de digestiones difíciles, aliviar la distensión abdominal causada por los gases y estimular la secreción de orina, por lo cual resulta útil para combatir la retención de líquidos. Lo consigue gracias a su contenido rico en aceite esencial compuesto por polifenoles y ácidos, entre otras moléculas con actividad antimicrobiana, antiespasmódica y antioxidante. Además, el bulbo crudo de la planta y sus hojas se pueden integrar en ensaladas para aprovechar su contenido en vitamina C, fibra y potasio.
Las hojas de paico (o epazote) y del boldo, por su parte, sirven para preparar tés menos amargos, pero tan útiles como las semillas del hinojo para aliviar las molestias de estómago e intestinos. Es más, un par de pizcas de paico o sus semillas se pueden integrar picadas en preparaciones de granos para prevenir la nefasta flatulencia que puede desencadenar su digestión. El paico, además, ha reportado amplias capacidades desparasitantes, corroboradas incluso en animales. Los efectos contra los gases y la indigestión del anís, tanto en estrella como en semilla, son también conocidos. Una infusión con una pizca o cucharadita de cada una de estas hierbas secas o molidas puede ofrecerle un tremendo alivio.
Mente: manzanilla, cidrón y valeriana
La manzanilla además de calmar los cólicos menstruales, calma el ánimo. Como el cidrón (también llamada hierba luisa), han sido usados históricamente para el manejo de los nervios, la ansiedad y el insomnio gracias a sus propiedades calmantes en el sistema nervioso central e hipnóticas. El cidrón además ha mostrado una actividad antioxidante notable y a destacar. Pero claro, hace falta mencionar a la más famosa y potente valeriana, cuyo té tiene un efecto sedante e hipnótico mucho más fuerte, por lo cual está contraindicada en personas que tomen antidepresivos, antiepilépticos y somníferos, pues podría potenciar sus efectos dopantes y también adversos.
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