Un asunto de mujeres y vinilos
-Junio 2, 2019
Fotografía
Cada semana, el colectivo Los Rulos Vinyl Club se reúne en una tienda de discos de Chapinero para rendir culto a la buena música en vinilos y al arte de ejercitar la lengua. Una sororidad de melómanas en tiempos de nostalgia, feminismo y acetatos.
[De izquierda a derecha: Marcela Rubiano, Juanita Olaya, Valeria Zarama y Eugeny Yunis.
Algunas de las mujeres con las que empezó Los Rulos y que hoy lideran el colectivo]
El altillo no supera los 20 metros cuadrados. Diez mujeres y un par de hombres ocupan el espacio. Valeria preside la sesión frente a dos tornamesas conectados por una consola. De los parlantes salen cánticos ancestrales que se esparcen sobre un golpeteo rítmico sintético, una cumbia electrónica lenta. Las demás escuchan y hablan. Tres mujeres tratan de ponerse de acuerdos sobre cuáles de ellas deberían tocar en una fiesta que se avecina y una recién llegada las interrumpe para mostrarles emocionada uno de sus discos más preciados: el primer álbum de La Pestilencia, La Muerte… Un compromiso de todos. Una a una, las seis mujeres suben al altillo con vinilos bajo el brazo, durante las tres horas siguientes alternarán con su música frente a las tornamesas.Algunas de las mujeres con las que empezó Los Rulos y que hoy lideran el colectivo]
El ritual se repite semanalmente en el tercer piso de una vieja casa de Chapinero. La tienda de vinilos se llama Three Little Birds (TLB) y ellas, las mujeres que comparten este encuentro semanal de ensayos y culto a los acetatos, se han bautizado Los Rulos Vinyl Club, un nombre que reúne los dos placeres que comparten: el de la música en vinilo y el de echar rulo.
[Lina, conocida como Rocknrolina, heredó el gusto por los vinilos y el rock de su papá. Hoy se dedica a tocar indie y rock clásico]
—He estado trayendo los mismos discos a los ensayos porque estoy practicando para un toque que tengo el viernes. Sí, estoy un poco nerviosa —dice Lina, o Rocknrolina, refiriéndose al evento en el que tocará junto a un artista uruguayo, Juan Wauters, y la banda bogotana Nicolás y los fumadores.La mujer detrás de la consola prepara otro disco sobre el segundo tornamesa: busca el surco que indica el inicio de la próxima canción y lo marca con la aguja. Cuando se acerca el final de la cumbia, baja el volumen del primer tornamesa y sube el volumen de los tambores con la mano izquierda. Así lo hará durante la media hora de su turno, antes de que Carolina, también llamada Soul Turner, pase a poner sus discos. Así son las sesiones de Los Rulos Vinyl Club: algunas veces se ven los miércoles, otras los lunes, pero siempre en TLB, siempre entre vinilos y siempre entre mujeres.
Los Rulos fue una iniciativa de Eugeny Yunis, una caleña que junto a su novio, Nicolás, creó TLB en 2014, cuando lo que hasta entonces era una tienda de ropa online se fue convirtiendo en una tienda de discos online. Ese año, asistieron con unos cuantos discos al Mercado del Vinilo, un evento organizado por una de las figuras del mercado de los acetatos en Bogotá, Rodrigo Duarte. Fue uno de sus primeros pasos para entrar en una escena que se estaba cocinando en la ciudad alrededor del formato y fue también el impulso para empezar a buscarle un local a la tienda.
[Cuando no está en la tienda, Eugeny Yunis trabaja en turismo.
Cada viaje es una oportunidad para regresar con una pila de discos nuevos para Three Little Birds]
—Cuando abrimos la tienda física empezó todo el tema de los eventos, de conocer DJs y coleccionistas que pusieran música. Durante los cinco años que ha durado la tienda hemos armado nuestro círculo de amigos en este medio y han nacido los dos colectivos que tenemos, Los Rulos Vinyl Club y Vinileros del Trópico. Los Rulos empezó como un evento cada dos o tres meses en la tienda. Lo que yo hacía era llamar a unas cuatro chicas que compraban o que sabía que eran DJs para que tocaran. Así empezamos —cuenta Eugeny.
A diferencia de los Vinileros del Trópico, un colectivo que ella y algunos de sus amigos armaron alrededor de la música tropical, la creación de Los Rulos no tuvo que ver con el interés por un género musical, sino con la necesidad de tener un espacio exclusivo de mujeres en medio de una movida cada vez más grande y, sobre todo, masculina.
—Con lo de la tienda y los toques, yo veía que había muchos DJ y coleccionistas hombres pero muy pocas mujeres. Y si las había, no era con la misma intensidad. Esa fue una de las razones por las cuales empecé el club. Y la otra es porque siento que mucha gente piensa que las mujeres somos complicadas para trabajar y que no podemos hacer nada juntas. Esa es una afirmación que me molesta muchísimo, por eso decidí hacer esto.
La inspiración también viene de colectivos de mujeres vinileras de otros países, principalmente de Chulita Vinyl Club, un colectivo de “mujeres, disidentes de género, no binarias, LGBTQ+, que se identifican como étnicamente diversas”. Así se describen. Chulita, como Los Rulos, empezó con la inquietud de una mujer, Claudia Saenz, una aficionada a los vinilos que conocía mujeres DJ en Texas, y que también era consciente de la falta de espacios para mujeres en la escena de esa ciudad. En 2014, nació Chulita Vinyl Club como un espacio sobre todo de latinas y mujeres de la cultura chicana en Estados Unidos. En esos cinco años, el colectivo ha creado capítulos propios en siete ciudades de Texas y California, cada uno con cerca de una decena de integrantes o más. Al mes, hay unos 15 eventos en los que las siete partes de Chulita Vinyl Club participan como invitadas o que organizan ellas mismas a nombre del colectivo. A la fecha cuentan con unos 80 mixes propios, todos disponibles en su página de SoundCloud.
En 2016, Eugeny conoció lo que hacía Chulita, y a mediados de 2017 empezó a organizar toques en su tienda con las mujeres que sabía que eran DJ o con las que simplemente se dedicaban a coleccionar vinilos. Las primeras convocadas fueron Astrid Ávila, Luisa Cobos, conocida como TuquituquiLulú o Guerechuchu, y Marcela Rubiano. Esa fue la semilla. Con ellas empezó a crecer un colectivo al que llegaban otras mujeres que se enteraban del colectivo por sus visitas a la tienda o por las redes sociales de Los Rulos.
—Todo empezó con un amigo que me trajo a este lugar. Fuimos a La Rock N Rolla [una tienda de ropa a pocos metros de TLB], de casualidad pasamos por acá y me dijo que había un sitio súper chévere de vinilos. El primer amor por los vinilos vino antes, desde la torna Sony que era parte esencial en mi casa. Ese día conocí TLB y también Los Rulos. Ahí empecé a comprar discos de Madness, que es mi banda favorita de ska. Así empezó todo. Ahora me dedico a tocar más punk y rock, pero no dejo de lado la salsa, el vallenato, la cumbia y el rock colombiano—, dice Viviana, o Villana, una de las integrantes que desde hace más o menos un año hace parte del colectivo.
[Viviana, o Villana, con La muerte… Un compromiso de todos de La Pestilencia,
un vinilo con el que le piden fotos cada vez que lo lleva a toques de punk]
Con las nuevas integrantes, y con los encuentros más o menos periódicos, Los Rulos se fue volviendo un espacio de amigas que se reunían para mostrarse sus discos, ponerlos y compartir por unas horas su gusto por la música. Dos años después de la creación del colectivo, siete de sus integrantes hablan en un día de práctica de su experiencia en el grupo y de su relación con la música. Cada una habla de sus colecciones, de sus primeros discos y de los favoritos, las demás reaccionan con la emoción de coleccionistas, se preguntan sobre precios, lugares en los que los consiguieron, ediciones. Cuando alguna de ellas pone música en los tornamesas, otras se acercan y miran, se dan consejos sobre cómo poner la aguja. Laura, quien viene por primera vez a Los Rulos, sonríe y le muestra el pulgar a Natalia, detrás de los tornamesas, cuando escucha los primeros acordes de guitarra y sintetizadores de “Ghost Town”, de The Specials.un vinilo con el que le piden fotos cada vez que lo lleva a toques de punk]
En esas tertulias, el nombre que Eugeny le había dado al colectivo fue cobrando otro significado: ella lo había bautizado “Los Rulos” pensando en su abuela y en la costumbre de señoras de otra época que usaban esos tubos de plástico en la cabeza. Cuando el colectivo dejó de ser una idea de Eugeny y se convirtió en una construcción a varias manos, el término pasó a ser una alusión al acto de “echar rulo”: sentarse, entre mujeres, a tertuliar.
—También me encanta el soul, pero más el northern soul —dice Viviana cuando Laura comenta lo variado de los géneros que acaba de mencionar.
—Sí, el northern soul es diferente —agrega Carolina, o “Soul Turner”, la hermana de Laura.
—Pero creo que mi disco favorito es el de La Pestilencia, La Muerte… Un compromiso de todos. Es muy especial porque no se consigue fácil. A mí me han invitado a toques de punk podrido y ese disco la rompe.
—Toques de punk podrido de comer con la cédula —dice Soul Turner, las demás ríen.
—Sí, literal. Todos se quieren tomar fotos con el disco, tengo que cuidarlo mucho, no me puedo emborrachar por cuidar el vinilo —dice Viviana, mientras las risas continúan.
[“Esto es cañonazo tras cañonazo”, dice Carolina, Soul Turner, sobre el Songs in the Key of Life de Stevie Wonder, uno de los vinilos más importantes de su colección]
Este año las aspiraciones de Los Rulos se volvieron más grandes: ya no querían solo ensayar en la tienda, querían salir como colectivo vinilero a tocar en fiestas, a organizar sus propios eventos. El Son(set) de la Alianza Francesa y un toque en Espacio KB fueron sus primeras salidas, el primero en febrero de este año, el segundo poco después de eso. Para quienes tocaron entonces, esos dos primeros eventos no fueron un problema: la mayoría de ellas —las primeras integrantes del colectivo— ya habían tocado en fiestas antes. Esta era solo la primera vez que salían como colectivo, como Los Rulos.—De mi parte sí hubo nervios. Yo siempre tengo nervios, pero esa vez abrí entonces no había nadie cuando toqué —dice Eugeny entre risas—. Siempre que toco tengo que concentrarme y salirme de mí para pasarla bien, además porque tocar vinilos es difícil, los tiempos son distintos a los del digital. Es otro cuento.
Para ella, esos dos eventos fueron el indicador de que era momento de organizarse y convertir lo que era un encuentro más o menos privado en algo más profesional.
—Ese día fue muy especial, todo se sincronizó perfecto. Sí hubo nervios de por medio, míos, siempre, yo siempre tengo nervios, pero esa vez abrí entonces no había nadie cuando toqué. Y las otras chicas la mayoría ya habían tocado en otras partes. Esa fue la primera vez que salimos como lOS Rulos pero ya habían hecho algún evento por ahí. A mí siempre me dan muchos nervios. Tengo que concentrarme y como salirme de mí para pasarla bien. principalmente porque estamos empezando y tocar vinilos es difícil, los tiempos son distintos a los del digital entonces es otro cuento.
Una vez más, la inspiración vino de otros colectivos: Eugeny acababa de conocer en México el trabajo de Mujeres Vinileras, un colectivo organizado por una amiga suya que en tres meses había convocado a 80 mujeres.
—Estaban organizadísimas. Jennifer Rosado, la líder de Mujeres Vinileras, me contó todas las pautas que ellas tenían y eso nos ayudó un montón a estructurarnos. También a comprometernos y a emocionarnos con la organización—, dice. Así, gracias a ese impulso, Los Rulos se volvió un colectivo con comités de redes sociales, de booking y de tesorería, una estrategia para crecer y poder comprar sus propios equipos. Actualmente son unas 30 mujeres, según calcula Eugeny por las integrantes del grupo de WhatsApp, aunque aclara que son unas 12 las más activas.
Los colectivos de DJ de vinilos no son una cosa nueva. Ya en los setenta, mucho antes de los CD y de la música en formato digital, congregarse era la forma más fácil de conocer nueva música, de compartir vinilos y de tener acceso a equipos que resultaban muy caros. Fue al interior de esos colectivos que, por ejemplo, nacieron géneros y culturas como la del Hip-Hop en el Bronx —que a su vez trajo consigo técnicas como el sampling o el scratching—. Sin embargo, muchas veces los colectivos servían sobre todo para crear un sentido de identidad colectiva: compartir discos, equipos y técnicas daba pie también a crear un sentido de comunidad que, en el caso del Hip-Hop en los setenta, le daba un lugar propio a la población negra estadounidense y que hoy, con Los Rulos, le abre un espacio de pertenencia a las mujeres.
Pero, a diferencia de lo que tal vez podía pasar hace cuarenta años, hoy lo que parece convocar a varias de las mujeres que hacen parte de Los Rulos no es la pretensión de volverse DJ, sino un gusto puro por el formato, por el vinilo, y la posibilidad de compartir ese amor por el objeto con otras.
—Cuando tú pones un vinilo es toda una experiencia sensorial. Es la manera en que lo coges, lo pones, la forma en que lo tienes que mirar, la luz que debes tener para poder ver el surco. Es toda la experiencia, solo ponerlo es una cosa muy distinta a darle play a una canción en digital. Tiene que ver con el objeto pero también con lo que hay alrededor, con educar el oído y la vista—, dice Soul Turner.
Esa afición por el objeto es clara en las colecciones de vinilos y en las historias de cada una de las integrantes. Para Carmen, o Tea, no se trata de una colección grande, sino de la vez que por una hora trató de convencer a un hombre de que le vendiera un disco de La Lupe en el que estaba “Que te pedí”, una canción que hace tiempo estaba buscando. Para Lina, o Rocknrolina, es el disco de Los Speakers que heredó de su papá y que ahora hace parte de su colección de más de 150 vinilos, incluyendo una selección de discos lanzados el año de su nacimiento. Para Carolina, o Soul Turner, y para su hermana Laura, se trata del Acid Queen de Tina Turner, un disco que no se encuentra en Spotify ni en YouTube y con el que descubrieron que la Turner no solo cantaba baladas sino que podía ser “re funky”. Para Valeria, es el Prender el alma de Nicola Cruz, un disco que además de conectarla con sus raíces nariñenses la acompañó durante una etapa crítica de salud.
[La colección de vinilos de Natalia Ordóñez empezó con un disco de INXS que encontró en un mercado de Sao Paulo. Desde entonces, no ha parado la búsqueda]
—No es lo mismo leer un libro físico que en digital —dice Valeria, una de las cinco integrantes que actualmente cumplen la función de líderes—. Es lo mismo. Es el acto de coger el objeto, el vinilo, y decir: sé que la canción que quiero poner es la cuatro del lado B, sé que dura cuatro minutos y sé cómo acaba para luego poder mezclarla. También está el tema de las carátulas de los discos, que son incluso una muestra sociológica. Los discos de los 14 cañonazos, por ejemplo, que muestran una cultura machista. Creo que las carátulas también le agregan al valor de objeto anclado en una época.
Para cada una de las mujeres de Los Rulos, la pasión por los vinilos empezó más o menos igual: con una colección heredada —casi siempre de papás o abuelos— o con un solo disco encontrado en un mercado que, sin saberlo, fue el primero de una colección a venir. Pero para todas, el proceso ha terminado en obsesiones similares que tienen que ver con la materialidad del vinilo: discos que coleccionan por haber sido prensados en distintos países, ediciones de aniversario, diseños de carátulas distintos del mismo álbum, discos piratas, discos que no son circulares —como el disco de Phoenix en forma de corazón que Lina tiene en su colección—, discos de colores, con transparencias, con motivos impresos en el acetato y, claro, discos imposibles de conseguir. En el fondo se trata de una pasión por la música que el objeto refuerza y acentúa.
—A mí me emocionó mucho cuando supe que el grupo existía porque esta colección que hemos tenido, con mi hermana, es algo muy bonito, pero hay algo chévere en saber que puedes compartirla. Es como tener cosas muy bonitas en tu casa que ahora le puedes mostrar a los demás. Eso a mí me ha hecho muy feliz, creo que cada vez que las veo les digo—, dice Soul Turner.
[A Valeria, el gusto por los vinilos se lo contagió su pareja, un DJ con una colección que supera los 3.000 discos. Lo de ella son los ritmos tradicionales fusionados con sonidos electrónicos]
De hecho, para muchas de ellas lo más valioso de Los Rulos, y lo que las convocó en primer lugar, no es el hecho de tratarse de un grupo exclusivamente de mujeres, sino hacer parte de un colectivo que comparte música y habla de vinilos. Otras integrantes sí ven un valor agregado en el hecho de que sea un espacio solo para mujeres.
—A mí sí me parece importante, te lo digo —dice Valeria que comparte con Eugeny la percepción de que la escena local de DJ de vinilos era un espacio muy masculinizado—. Los Rulos se trata de un espacio al que nos convoca la música donde hay aprendizaje, trabajo en red, empoderamiento y visibilización de las mujeres selectoras de música en Bogotá. También se trata del proceso de cada una, pero en colectivo somos una fuerza poderosa. Cuando hicimos el aniversario [los dos años de existencia que celebraron en abril] fue muy chévere sentir la vibración de cada una, de sus selecciones, la diversidad y la fuerza que tenemos en colectivo. Si solo fuera una la que tocara en medio de diez hombres, sería otra cosa. Sí hay un poder femenino que podemos destacar en esto de ganar espacios para nosotras.
[Las sesiones de práctica de Los Rulos transcurren alrededor de las tornas de TLB.
También organizan talleres en los que un instructor invitado les ayuda a perfeccionar la técnica]
Para Valeria, quien ha trabajado como gestora de proyectos sociales y culturales con enfoque de género, el hecho de que en la escena de vinilos no haya tantas mujeres tiene que ver también con un problema social estructural: a las mujeres se las ha limitado a las labores del cuidado y del hogar, mientras los hombres han podido tener el tiempo libre para ocuparse de sus hobbies.
—Eso es algo que puedes hacer cuando las necesidades de la casa y del cuidado están cubiertas por una mujer. Los hombres han podido disfrutar más de los espacios del juego, tienen tiempo libre, así pueden coleccionar álbumes o carros.
Lina, Rocknrolina, la escucha y responde que sí, que de hecho hace poco vio unas cifras de asistencia a Rock al Parque y a Jazz al Parque según las cuales la mayoría eran hombres.
—Es como si el consumo de música fuera más masculina —dice.
Laura agrega que la experiencia con la música es distinta cuando se es hombre o mujer. Cuenta de la vez que en un toque un hombre intentó cogerle el culo cuando estaba entre las primeras filas del público, por eso decidió irse hacia atrás, donde encontró a filas enteras de mujeres. Ahí se dio cuenta de que en los toques las mujeres solían hacerse atrás.
—El video es que si eres una chica, no es fácil que tus papás te dejen salir sola e ir a un toque. En cambio para los chicos es un poco más fácil. Yo siento que por lo menos en el caso de Caro y mío, el gusto por la música se ha cultivado a puerta cerrada, en lo privado. Vamos a conciertos y tal, pero la música que uno descubre y ama es a puerta cerrada —dice Laura.
Independientemente de si Los Rulos es sentido por sus integrantes como un lugar de reinvención política como mujeres aficionadas a la música, o simplemente como un rato a la semana de distensión para compartir y descubrir música, sí se siente en el ambiente una calidez particular. Las tardes-noches de práctica de Los Rulos se sienten inundadas de una camaradería única —que algunas llamarían sororidad— y que tal vez es particular a un ambiente dominado por mujeres, un espacio de exploración y aprendizaje propio lejos de un mundo de hombres. Después de todo, en eso consiste echar rulo.
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