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¿Qué hacen las apps de citas con nuestra información?

¿Qué hacen las apps de citas con nuestra información?

Las apps de citas cambiaron cómo nos conocemos con otros pero, por ese camino,  terminan sabiendo más sobre nosotros que cualquiera de nuestros prospectos sexoafectivos. ¿Qué hacen con todo eso?

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Pensar que el mundo será el mismo después de la pandemia es una de las peores formas de engaño. Creímos que después de la distancia, la reflexión y el silencio volveríamos a ser los de antes. Lo cierto es que hoy por hoy la mayor parte de los Estados Unidos compra a través de portales como Amazon, por lo que la economía de los centros comerciales ha colapsado después de haber sido un modelo exitoso por casi cuatro décadas. La manera como nos relacionamos con el otro también se ha transformado vertiginosamente y esto se traduce también, y de manera más evidente, en las aplicaciones para citas.

Durante el encierro las aplicaciones de citas alcanzaron un punto extremo en popularidad, convirtiéndose en el segundo negocio por Internet más rentable, después de la pornografía. En un artículo de 2018, titulado “Dating apps like Tinder and Bumble are free. But people say paying for them is worth the money”, Rebecca Jennings explica que, de manera similar a la economía de las aplicaciones de juegos, la gente está dispuesta a pagar grandes cantidades de dinero por tener un beneficio adicional dentro de los servicios de citas en línea que, aunque gratis, mejoran significativamente la experiencia del usuario cuando se accede a sus planes pagos.

Para 2022, el mercado mundial de citas en línea se valoró en US$7‘939,2 millones de dólares y se prevé que crezca a una tasa anual del 7,6 % hasta 2030. A la luz del lugar que tienen en la cultura contemporánea, es importante considerar cuán seguras son estas plataformas para los usuarios. Más allá de los efectos negativos que puedan tener en nuestro autoestima, nuestra percepción del otro como un sujeto digno de admiración y cariño y de nuestro propio cuerpo con relación a un número aparentemente infinito de prospectos que compiten con nosotros por la atención de nuestros intereses sexuales o sentimentales, hay peligros físicos, financieros y sociales permanentes a los que podemos vernos expuestos si utilizamos estos servicios de manera irresponsable (o incauta). 

Si lo pensamos desde un punto de vista actual, resulta particularmente impactante revisar cómo se maneja la información que le estamos ofreciendo a estas aplicaciones. Las aplicaciones de citas en línea pueden darnos la oportunidad de conocer a nuestra alma gemela, pero también para el catfishing, el acoso, las fotografías no solicitadas, las estafas, el abuso físico y sexual e incluso el asesinato. Y para evitar estas conductas u ofrecer trazabilidad, las aplicaciones nos piden nuestros datos para confirmar nuestra identidad. Paradójicamente esos mismos datos pueden terminar sirviendo para más que para evitar la creación de perfiles falsos. Revisamos cuatro de las aplicaciones más populares para ver cuán expuestos estamos cuando nos unimos a una comunidad digital en busca del amor verdadero o de un encuentro sexual fortuito libre de arrepentimientos. En la era de los datos, cada aspecto suma. 

De eso tan bueno no dan tanto

Al utilizar cualquier tipo de red social, de las que las aplicaciones para citas pueden ser vistas como una forma sofisticada, tenemos que saber que estamos accediendo a un servicio que puede recolectar nuestros datos personales, para venderlos a terceros que luego pueden utilizarlos para ofrecernos bienes y servicios. Esto es casi una obviedad, pero lo cierto es que no somos conscientes de que estamos cediendo libremente nuestra información a una empresa que puede hacer con ella lo que mejor disponga.

“La información que recogemos ayuda a fortalecer la App y a verificar a nuestros Usuarios (los robots no son bienvenidos). Información de registro como tu preferencia sexual, nombre y nombre de usuario puede estar visible a otros Usuarios en la página de tu perfil”, explica Bumble, una plataforma diseñada para darle el poder de decisión a las mujeres, en su política de privacidad, esos términos que uno generalmente acepta sin considerar. Las plataformas como Tinder, Happn o Grindr explican que esta información que se recoge sirve para perfeccionar el algoritmo y mostrar una lista mejor definida de candidatos, pero lo cierto es que un estudio de 2020 probó que estas compañías de hecho sí estaban comercializando estos datos, lo que resulta particularmente alarmante si tenemos en cuenta cuánta información de hecho recogen de nosotros al vincular nuestro perfil de citas con otras redes sociales que utilizamos.

Hace seis años la periodista Judith Duportail solicitó a Tinder, la primera gran plataforma de citas en implementar este modelo a los teléfonos inteligentes, que le entregara toda la información que tenía sobre ella, cobijada por la Ley de Protección de Datos de la Unión Europea. “Me entregaron unas 800 páginas que contenían información como mis "likes" de Facebook, enlaces a dónde habrían estado mis fotos de Instagram si no hubiera eliminado previamente la cuenta asociada, mi educación, el rango de edad de los hombres que me interesaban, cuántos amigos de Facebook tenía, cuándo y dónde sucedió cada conversación en línea con cada una de mis citas... la lista continúa”, explicaba Duportail.

Esto podría ser aún más alarmante con otras plataformas como Bumble, que no sólo permite, sino que recomienda vincular otras cuentas como Instagram o Spotify a nuestro perfil de citas. Y es cierto, muchas veces el sesgo político, la decisión de tener hijos en un futuro o que Ventino se encuentre en la lista de artistas más escuchados de una mujer que me resultó atractiva, me hizo desistir de contactarla. Pero, a la luz de la manera como la publicidad o la política han aprendido a manipular mis preferencias, este es un riesgo que ya no sé si vale la pena tomar. 

“Al subir Tu Contenido en Bumble, nos garantizas que tienes los derechos necesarios para hacer eso y automáticamente nos das el derecho no exclusivo, perpetuo, con licencia a nivel mundial para usar Tu Contenido de cualquier manera (incluyendo, sin límite, edición, copia, modificación, adaptación, traducción, creación de trabajos derivados, anuncios, distribución y cualquier otra forma necesaria para hacerlo disponible para el resto de usuarios como Contenido, tanto en parte como en su totalidad, en cualquier formato conocido o desarrollado en el futuro)”, indican sus condiciones.

Verificación de perfil

Si bien es cierto que el usuario que estamos construyendo en redes sociales no es una versión exacta de nuestra singularidad, pues nadie quiere admitir públicamente que sufre de una vertiginosa aversión a la soledad y que ello lo ha llevado a relacionarse de manera codependiente con personas que no le hacían bien, lo cierto es que esta proyección digital de nosotros mismos comparte rasgos de nuestra identidad, así sea una idealización propia de lo que queremos mostrar.

Sin embargo, ¿qué garantía hay de que esa persona con la que estoy interactuando es una persona real y no alguien malicioso? La vinculación de un perfil de redes sociales es el primer paso para corroborar la identidad real de las personas, pero desde que los correos masivos de un príncipe árabe con sus millones congelados en su país empezaron a circular, se sabe que no es difícil inventar una identidad falsa. Para ello, muchas aplicaciones han empezado a implementar un sistema de verificación y certificación para el perfil de los usuarios. Esto permite que la persona que intenta conectarnos, de hecho, sepa que nuestras fotos son reales.

Happn, una aplicación que genera posibilidades de conectar con base a personas que nos hayamos cruzado, tiene un sistema muy interesante que utiliza los datos biométricos para certificar que una persona sea quien dice ser, por lo menos en función de su apariencia. Es decir, que sus fotos sean reales. Happn pide al usuario que imite una serie de poses con la cámara de su teléfono que la aplicación le va presentando, luego esas imágenes se comparan con las fotos que el usuario ha subido. Si la verificación es exitosa el perfil se certifica. De manera similar Bumble y Tinder utilizan tecnología biométrica, aunque la de la segunda se hace a través de un video, por lo que es más difícil “trucar” la identidad. Por último, Inner Circle, que llegó hace poco al país, funciona por solicitudes y listas de espera, por lo que un equipo revisa la información de cada persona que quiera pertenecer a este “selecto club”. 

Encriptación y protección de datos

Para 2021, Kaspersky, uno de los principales servicios antivirus en el mundo, presentó un estudio sobre la seguridad en las aplicaciones de citas: “Desde un punto de vista meramente técnico, la seguridad de las aplicaciones de citas ha mejorado mucho en los últimos cuatro años. Todos los servicios que estudiamos ahora utilizan el cifrado y resisten los ataques de tipo man-in-the-middle. Además, la mayoría de las aplicaciones cuentan con programas de bug bounty o recompensa que ayudan a reparar las vulnerabilidades graves en sus productos”, explicaba.

Mejorar los sistemas operativos y la seguridad de uso de sus aplicaciones es una necesidad para que cada una de estas plataformas funcione y pueda hacer una ganancia de su uso “gratuito” por parte de los usuarios. En un momento en el que el mercado depende del momento cero en la compra –esto es, que los consumidores se informan antes de adquirir un producto– no hay nada peor que una mala publicidad. Una sola reseña negativa por parte de una persona que perdió los ahorros de su cuenta bancaria es suficiente para afectar la credibilidad del servicio.

Ahora bien, en materia de privacidad, como se ha hecho énfasis, las cosas no funcionan tan bien: “las aplicaciones no intentan evitar que los usuarios tengan que compartir demasiado. Con frecuencia, la gente publica mucha más información personal de lo que es razonable, mientras olvidan o ignoran las posibles consecuencias: doxing, acoso, filtración de datos y otros problemas online”, explicaba Kaspersky en el mismo artículo. 

A este respecto, no se puede hacer mucho: las plataformas, como lo dice la pantalla de aceptación de términos de Happn, está interesada en recolectar la mayor cantidad de datos de sus usuarios. Está en cada uno de nosotros determinar si vale la pena exponernos tan públicamente (o al menos hacerlo a conciencia, escogerlo conscientemente). Porque, aunque sepamos que detrás de la pantalla hay una persona real y podemos conocer su verdadero rostro, siempre nos queda imposible determinar sus verdaderas intenciones (y las de la app que nos conectó). 

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Ignacio Mayorga Alzate

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

Literato e historiador del arte, selector de vinilos y periodista cultural. Aprendió a leer en silencio para que no se lo llevara el Diablo. Fanático de lo periférico, lo terrorífico y lo sangriento. Escribe frases largas y párrafos extensos. No muestra su rostro en video.

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