¿Quién dibuja las nubes que hay en el cielo?
Todos los días sucede algo que puede convertirse en una metáfora. Así es la vida de Néctor Mejía.
Néctor Mejía no tiene ningún ritual extraño ni solemne para empezar a crear, simplemente hace café antes de empezar, porque trabaja siempre con un pocillo de tinto al lado, legado que le dejó su abuelo, que tenía una cafetería a la que Néctor iba desde muy niño a tomar café.
“Yo creo que el ritual que tengo para crear es el de la disciplina, porque todos los días pinto”.
La herencia de su abuelo no solo se evidencia en el aroma de cada taza de café; en cada pincelada cobran matices los recuerdos familiares que marcaron la vida de Néctor y que son su principal fuente de inspiración. Fotografías del álbum familiar –ese baluarte que ahora es cosa del pasado–, sueños, o simplemente recuerdos embellecidos por el filtro de la nostalgia, son la fuente directa de su obra: es por esto que la memoria adquiere un papel fundamental en su proceso creativo.
“Hay cosas que aparecen en los sueños y en los recuerdos, pero aparecen abstraídas; por ejemplo, en una de mis obras hay un color azul plano que el personaje está mirando, y es porque en los sueños o en los recuerdos que tengo con mi abuelo, aparece solamente el cielo, únicamente ese azul. Lo que hice entonces fue ir con una fotografía a un lugar en el que entonan pinturas [preparan colores] y pedí que me hicieran ese azul específicamente. Esa fotografía fue tomada en Puerto Triunfo, el cielo estaba totalmente despejado”.
Néctor Mejía estudió Artes Plásticas en la Escuela Popular de Arte de Medellín (EPA) y en la Universidad de Antioquia; con 38 años, ha recibido varias distinciones por su trabajo, tanto a nivel nacional como internacional, entre ellas cabe destacar que en lo que va corrido de 2015 ha presentado sus obras en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid (España) JUST MAD 6 y en la Latin American Art In Newquay en Inglaterra, además de ser seleccionado para el catálogo ARTBASE, selección oficial 2015 Colombia. En el año 2014, participó en la muestra Contemporary Art Selection, Wynwood Art District; también fue seleccionado para el calendario y exposición de arte latinoamericano Goodyear, Wynwood Art District; e hizo parte de exposiciones como Spectrum, Contemporary Art Fair Miami y la Art Cube Gallery, en Laguna Beach, California; en 2013 hizo presencia en la Latin American Art Showcase en Singapur; y en 2009 fue seleccionado para representar a Colombia en la Bienal Internacional de Arte de Bolivia, SIART.
“A pesar de que invadimos la naturaleza, siempre he sentido que el espacio que habitamos no nos pertenece, sino que es un lugar prestado. No es que me sienta diminuto frente al mundo, sino que entiendo al mundo como un espacio amplio, bonito, pero prestado. Un día estamos en un lugar, otro día estamos en otro, los paisajes que habitamos son lugares momentáneos y efímeros”.
Símbolos como casas, árboles secos, nubes, pájaros, barcas, brújulas, mapas, aparecen recurrentemente en sus pinturas, en sus dibujos y en los objetos que realiza. Todos obedecen a la necesidad de construir una metáfora a partir de la recopilación de imágenes. Una serie en particular se llama Diálogo con los amigos de Pedro. A través de ella, Néctor intenta recuperar las charlas que tenía su abuelo con los animales; por eso aparece un pájaro casi a escala humana con el que el artista entabla una conversación, intentando escuchar eso que les decía Pedro, quien siempre inculcó en el artista un profundo respeto por los animales.
El hogar y el viajar, son dos instancias contrarias que se articulan en las creaciones de Néctor, los espacios internos a menudo se funden con los externos y la casa se convierte en un contenedor de recuerdos.
“Cuando me siento con mi mamá, con mis hermanos o con mi sobrinita a recordar cosas que sucedieron, es como si estuviéramos trayendo esos lugares hacia la casa, entonces pueden aparecer elementos del paisaje rural o del urbano, dentro de esas cuatro paredes que podría denominar mi casa. Se crea un híbrido de espacios cerrados o arquitectónicos con elementos del paisaje”.
Al ser una obra autobiográfica, en muchas de las imágenes se encuentran autorretratos, en algunos de los cuales Néctor aparece dándole la espalda al espectador. En realidad no es que el artista le esté dando la espalda a nada, o pretenda ignorar algo, simplemente le está dando el frente a un paisaje.
El proceso creativo de Néctor es constante, todo el tiempo va acompañado de libretas y lo que va sucediendo lo escribe o hace un garabato. En su estudio pulula un sinnúmero de papelitos pegados por doquier, salvaguardando del olvido ideas, escritos, fechas, fotografías, dibujos que posteriormente van a detonar en una imagen.
“Todos los días sucede algo que puede convertirse en una metáfora, en una imagen poética para hablar de mi vida”.
Para Néctor, hacer arte es más que un oficio: la pintura, el dibujo y la escultura, terminan siendo parte de una necesidad interna que por momentos no es muy fácil de controlar. Su experiencia al crear es comparable con una forma de meditar, de salirse del mundo cotidiano y de volver a lugares y a experiencias pasadas.
“Es algo muy bonito: muchas veces la necesidad es tan explosiva que en cualquier lugar en el que estoy, quiero irme para mi taller y empezar a producir; no es que esté aburrido, sino que la sensación de paz, tranquilidad y gozo al estar trabajando es tan buena que no la cambio por muchas cosas”.
Algunos de los artistas que influencian la obra de Néctor son Giorgio de Chirico, René Magritte, y el colombiano Luis Fernando Peláez; sin embargo, la literatura también es una gran protagonista detrás de sus lienzos, algunas de sus series han sido influenciadas por obras como Noches Blancas, de Dostoievski y La flor más grande del mundo, de José Saramago.
Si bien las barcas tienen relación con recuerdos de paseos familiares, son un símbolo que cobró gran importancia dentro de la obra de Néctor una vez que nació la serie Metáforas de un naufragio; para el artista, un naufragio es un tiempo que se pierde pero también un tiempo de reflexión.
“Mi mejor amigo una vez tuvo un pequeño naufragio, y a raíz de eso se convirtió en una persona totalmente distinta, se volvió más humilde, más consciente, más bonito, más sencillo, entonces, en ese momento empecé a hacer barcas hablando de ese naufragio como una metáfora”.
Si la obra de Néctor tuviera un sabor sería agridulce, a ratos acaramelada, a ratos no tanto, pero nunca es del todo amarga ni tampoco del todo dulce.
“Tiene sus escenarios melancólicos y puede nacer de experiencias tristes, pero a través de ella busco todo el tiempo convertir esos recuerdos en algo mejor”.
Hay montones de recuerdos que definen la obra de este artista, pero uno en particular marcó toda su vida y fue el día en que su madre tuvo que abandonar la casa. Eso detonó en una serie denominada Sobre el desalojo, una propuesta conformada por casas rodantes, casas que se desplazan y se van para otro lugar, y que sí o sí hay que dejar que se vayan.
¿Surrealismo o su-realidad? ¿Cómo puede clasificarse la obra de Néctor Mejía? Podría decirse que es una suma de varias realidades, es una especie de collage, un híbrido de recuerdos y cosas que terminan conformando una realidad nueva y diferente. Muchas veces los seres humanos tratamos de vislumbrar una silueta entendible en aquello que es lejano, volátil e inasible a través de la imaginación. Eso hace de la vida algo menos pavoroso y la convierte en juego divertido, en el que muchas veces no hay que entender nada, sino imaginarlo.
“Tío ¿quién dibuja las nubes que hay en el cielo?”. Esta cuestión, de la que nace una serie denominada Constructores del paisaje, se la planteó a Néctor su sobrina un día que en el patio de su casa miraban el cielo y jugaban a buscarle formas a las nubes.
“Entonces empecé a preguntarme cómo era la manera en que los niños veían las cosas, porque ellos piensan que todo está puesto por alguien, y que las nubes las dibujó un ser y las puso en el cielo para que nosotros lo miráramos”.
El color de la infancia de Néctor es el azul; fortaleza, humildad, respeto y admiración son las palabras con las que define a su abuelo y a su madre, esas personas que celebraron el día que decidió ser artista. Su comida preferida son las pastas; duerme dos, a veces tres horas; no puede crear sin escuchar música y la infancia para él fue una etapa que simplemente no se quiso ir.
“A pesar de que ya soy grande, nunca he sido consciente de que ya crecí, de que soy un profesional, de que tengo que hacer un montón de cosas, porque siempre me siento muy pequeño. Es bonito porque mis amigos y un montón de gente se creen ya muy grandes y yo a veces me siento como si fuera un niño al lado de ellos”.
Para cerrar, les dejamos una playlist con algunas de las canciones que escucha Néctor en su taller:
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