Un café es suficiente: el café pendiente
Un café le pone el punto final a nuestro almuerzo. Un café le da la bienvenida a un nuevo día.
Un café no nos deja dormir cuando de la noche necesitamos. Un café es el pretexto de esa visita inesperada. Un café es la mejor compañía para mirar el atardecer. Pero ¿Un café es suficiente para ayudar a los demás?
Sí, un café, tinto, latte, espresso, capuchino, con leche, pequeño, mediano, sin azúcar, con panela… en fin, un café puede no significar mucho para la mayoría, pero existe una iniciativa mundial que basa su ideal humanitario en este producto campesino: Café Pendiente.
Este proyecto nació en Nápoles, Italia, con el nombre de Caffe Sospeso. Consiste en pagar uno o varios cafés, de manera anticipada, a personas que tal vez no tienen cómo comprar uno. Gracias a las redes sociales, hoy la iniciativa se ha extendido por varias partes del mundo. En Bogotá, la cifra de establecimientos que se unen al proyecto es cada vez más grande, así como en Medellín, Santander y otras regiones del país.
Café Pendiente visita cada bar, restaurante, panadería, café, y demás establecimientos, donde se venda café, que se quieran sumar al grupo. En los lugares donde se incorpore la iniciativa, se pegan unos autoadhesivos con el logo de Café Pendiente y un afiche con la información. Los clientes, se toman su café y pueden dejar otro pago, para que ahí mismo o en un momento diferente, alguien que no tenga los recursos pueda reclamarlo.
Una buena idea, un buen lugar, un buen café, un buen corazón. Un café sí puede ayudar a los demás y Bacánika lo comprobó. Pagamos varios cafés en diferentes establecimientos y esto fue lo que sucedió:
Él es Isidro, un caminante sin destino, sin ruta, de andar lento
y con la esperanza de que la vida le cambie.
Hace 24 años trabaja en la calle, reciclando lo que le sirve y pueda vender. Tiene una hija de 14 años. Vive en el centro, en una residencia que le cuesta $9.000 la noche. Arrastra un mini carrito de balineras con sus cosas, y cuando se acaba su jornada, busca un parqueadero donde lo pueda dejar toda la noche. Un café fue suficiente para verlo sonreír.
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Manuel y su esposa, Elena, han trabajado toda su vida como recicladores.
Viven en Ciudad Bolívar y tienen 3 hijos. Él es el reflejo de la tenacidad y sacrificio que un hombre necesita para sacar su familia adelante. Una yegua es su herramienta de trabajo, la cual, tendrá que entregar pronto para recibir a cambio una camioneta nueva que pondrá a producir en acarreos o servicios especiales. Un café fue suficiente para calmarle el acelere.
Nubia vive en Usme, tiene 4 hijos y Paloma es la menor.
Se rebusca la vida vendiendo Supercocos en la calle.
Carga a Paloma porque no tiene dónde dejarla. Es tímida y desafortunadamente no le ha sido fácil conseguir un trabajo estable. Paloma, a pesar de todo, sonríe todo el tiempo. Le gusta posarle a la cámara y comer galletas. Un café fue suficiente para que descansaran de tanto caminar.
Este caleño de 23 años vende chicles en la calle.
Hace cuatro meses llegó de Cali para probar suerte en la capital.
Vive en Bosa, le gusta jugar Play Station y bailar salsa. Tiene una novia en Cali pero piensa que ya se consiguió otro. Se come 4 chicles al día y ya después se cansa de masticar. Un café fue suficiente para ponerlo a hablar.
Dos músicos empíricos. A las 6 de la tarde, cuando el transporte público está al tope, ellos salen a las calles para subirse a los buses y cantar.
Diego es Carpintero. Carlos es decorador de interiores. Junto con otro integrante conforman un trío de cuerda. Dan serenatas y tocan en diferentes lugares cuando los contratan. Ódiame de Julio Jaramillo es la canción que mejor les suena. Son felices, amables y coloquiales. Un café fue suficiente para sacarlos de la rutina.
Todos ellos fueron parte de este bonito proyecto, que como muchos, busca ayudar a los que más lo necesitan, con pequeños detalles que alegren el espíritu, levanten el ánimo, y den muestra de que a pesar de todo, siempre habrá alguien de buen corazón. Un café es suficiente para alegrar a otro, para sanar el frío y engañar el hambre. Un café es suficiente para recargar energías, charlar confiablemente y pasar un rato agradable. Un simple café es suficiente para apretarle la mano al extraño y decirle “que tenga un buen día”.
Él es Juan Guerra y es el encargado de llevar la bandera de Café Pendiente por toda Colombia. Junto con su esposa, Catalina Acosta montaron el proyecto para nuestro país, con Página Web oficial y redes sociales. Usted puede contactarse con ellos, preguntar cómo adherirse al proyecto y ayudar a los demás con un Café Pendiente.
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