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ropa de trabajo que se volvió tendencia

Jeans, botas y una camiseta: ropa de trabajo que se volvió tendencia

Ilustración

Muchas personas vamos por el mundo como Andy en El Diablo Viste a La Moda: sin conocer la fascinante historia que sus prendas favoritas llevan entre costuras. Y la que probablemente es su pinta de hoy tuvo su origen en las clases trabajadoras. La autora nos invita a explorar la historia de estas tres prendas favoritas de todos los armarios, y que tiene tintes de colonialismo y racismo, como de rebelión y cultura pop en cada metro de tela.

El Jean

El emblemático jean, un clásico en cualquier armario. Antes de volverse jean, este fue material agrícola: algodón e índigo. Dos materias primas que alimentaron las arcas de Gran Bretaña y Estados Unidos, y fueron la base de la industrialización.

Según la escritora Aja Barber, la producción del algodón fue un boom en la India y la British East Company se dedicó a colonizar y oprimir para quedarse con el mercado. Por su parte, Estados Unidos no lo hizo mucho mejor. Según la activista Maxine Bedat, quienes satisficieron el ansia de Oro Blanco de Europa fueron las personas negras e indígenas esclavizadas en el sur del país. También se dice que fueron los esclavos africanos quienes trajeron el índigo a los Estados Unidos de América. Una planta que, por sorpresa, no es azul sino verde: se vuelve azul por oxidación al contacto con la tela y el ambiente.

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Según Catherine Mackenley, las personas africanas eran expertas en el uso del índigo y las prendas que hacían con él suponían el lugar donde guardaban su alma. Fue su sabiduría la que hizo posible los jeans hoy usamos. Pero, como siempre, fue la hija de un colono la que se llevó el crédito, la botánica Eliza Lucas que lo comercializó. Y si eso no los hace decir, como el meme, ¡marica ya!, el racismo no paró ahí. Cuando esas dos materias primas se convirtieron en pantalón, este fue llamado Negro Cloth, porque era una pieza usada por los esclavos.

Para 1870, los jeans los llevaba toda la clase trabajadora hasta que se desgastaban y rompían. Fue ahí cuando Jacob Davis se ingenió ponerle remaches en los sitios donde estos más se rasgaban y se alió con su proveedor de algodón y víveres secos, Levis Strauss, para producirlos. Así nacieron los jeans durables que conquistaron primero a mineros, mecánicos, carpinteros, granjeros y constructores. Muchos de los cuales eran chinos, víctimas de xenofobia en San Francisco por “quitarle los trabajos a los locales”. ¿Suena familiar?

Para 1930, empezó a funcionar la irónica maquinaría de la moda, que se encarga siempre de devorar las expresiones de clase y contracultura para su beneficio y regurgitarlas en piezas vacías de significado e historia en forma de tendencia. Las personas adineradas de las ciudades que tenían nostalgia por un Viejo Oeste blanqueado que nunca existió, empezaron a usar jeans en sus granjas de vacaciones para sentirse como héroes vaqueros de Hollywood. Ignorantes del linaje colonial de la pieza y usándola sin tener que someterse a los horarios, peligros y opresiones que sufrió y sufre aún la clase trabajadora.

De ahí en adelante el resto es una historia de tire y afloje, de ser comodificado y al tiempo usado con sentido social: el jean se convirtió en un símbolo patriótico con Rosy the Riveter; en la panacea de lo rebelde, con Marlon Brando; en el uniforme de los Peace Corps; en la expresión de unión del estudiantado negro y la clase trabajadora, en la lucha por los derechos civiles; en un lienzo de creatividad y reciclaje, con los hippies; en una forma de vender lo sexy, con Brooke Shields y Calvin Klein; en el uniforme del hip hop en los 90 y el total look de Britney Spears en los 2000.

La Crew Neck

La Crew Neck o camiseta de cuello redondo es la arepa paisa de las partes de arriba de nuestros atuendos: es blanca y le queda todo lo que le quieras echar encima. De un solo tono, con un pequeño logo o como un lienzo de protesta social y ambiental, esta prenda ha sido una de las más versátiles y usadas de nuestros tiempos. En un TED Talk de 2017 se estimaba que se vendían 2 billones de camisetas al año. Cuántas se pueden estar vendiendo hoy con el advenimiento de la pronta moda tipo ultra fast fashion y marcas como SHEIN o TEMU.
La historia de esta camiseta, también empieza con el algodón. Porque esta, como el jean, también tiene su origen en la opresión colonial y esclavitud moderna. Sin embargo, vale la pena anotar que el algodón no solo fue recogido y tratado por esclavos en el pasado.En China, en 2021 se estaba produciendo el 20% del algodón mundial con trabajo forzoso en la región de Xinjiang, como parte de un programa de limpieza étnica y “re educación” del gobierno. Este programa estaba dirigido a uyghures, poblaciones turcas y musulmanas. Y esto es solo en la parte de materias primas.

La crewneck en su infancia fue ropa interior, un enterizo manga larga  llamado Unión Suit. Fue diseñado para mujeres y luego acogido por hombres, especialmente mineros, granjeros y soldados. Cuando este enterizo se separó en dos piezas, nacieron las camisetas y los long johns. Estas camisetas fueron producidas en masa por primera vez por la fuerza naval de los EUA. Y se dice que de ahí viene su nombre: porque eran las que usaba el crew naval como camiseta interior.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los soldados empezaron a usarla para salir a la calle cuando estaban de civiles. Esto sacó del cajón de los cucos a nuestra querida camiseta para convertirla en un básico de la moda casual. Pero fueron actores cómo Marlon Brando y James Dean quienes cimentaron su carácter rebelde en películas cómo Rebel without a cause y A streetcar named desire.

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En su versión de lienzo blanco fue luego acogida por la escena del Hip Hop, tanto que le dedicaron la canción White Tee y la inmortalización en su versión XXXXXL en su video músical. Desafortunadamente, este nexo con la cultura Hip Hop llevó a que prejuicios racistas asociaran esta prenda y a quienes la usaban, con vándalos involucrados en la violencia pandillera. De hecho, en el 2006, muchos colegios, clubes y asociaciones prohibieron su uso porque la veían como un símbolo de criminalidad.

Pero la crewneck no quería ser solo una camiseta blanca: quería que le echaran queso y guiso. Y esto ocurrió con la invención de la serigrafía en los años sesenta que permitió la estampación barata. Por esta época, un ejemplo que muestra el carácter contradictorio del poder de la camiseta estampada es la famosa creación de la del Ché Guevara por el artista Warren Dayton que mezclaba cultura pop con política: irónica la venta de una camiseta de un líder socialista como un artículo de consumo.

Y es que esto es lo que pasa con la moda: la industria tiene la capacidad de convertir muestras de contracultura y rebeldía como la camiseta estampada –usada por los hippies, las negritudes, las feministas y las personas queer en sus marchas– en una prenda completamente vacía de significado.

Esto sucedió, por ejemplo, con las camisetas de We should all be feminists de Dior, un guiño a la activista y escritora Chimamanda Ngozi Adichi. Esta camiseta luego fue reelaborada por Stradivarius con el estampado Everybody Should Be Feminist. En ninguno de los dos casos se sabe en qué condiciones fue hecha la camiseta y lo más probable es que haya sido hecha de forma indigna, violenta y pagando salarios ínfimos. 

En este caso, la producción contradice el mensaje, pues no es feminista una camiseta que oprime a otras personas para ser fabricada. La mayoría de las confeccionistas y trabajadoras de la industria de la moda son mujeres. Una trabajadora en Bangladesh puede estar ganando 75 dólares al mes, es decir 3 dólares por día, por hacer las camisetas que nosotros nos ponemos. Esto pasa allá, en LA y en Colombia, con el trabajado a destajo. 
Como usuarios de la versátil crew neck entonces podemos y debemos preguntarnos por las manos que la hicieron y comprar, en la medida de lo posible, unas que sean hechas en condiciones humanas y sostenibles.

Las botas

Ahora es normal andar con botas de trabajo o senderismo así lo único que pisemos sea el asfalto de las lluviosas ciudades y el único trabajo que hagamos sea sentados frente a un computador. Pero las botas impermeables amarillas con remaches y acordonado no empezaron siendo un objeto de moda para las masas de treintañeros
Nacieron en los bosques madereros de New Hampshire, Estados Unidos. Su creador fue el migrante y zapatero ruso, Nathan Swartz. Con su familia, entendió que debía encontrar la manera de hacer unas botas durables y robustas para los trabajadores de los molinos y la madera. Teniendo en cuenta el clima lluvioso que caracterizaba a la zona en la que se encontraba Swartz, este empezó a experimentar con distintas maneras para crear una bota de cuero que fuese realmente impermeable. Lo logró con la técnica del moldeo de inyección y metiendo en un balde (cuál trapero de la casa) los zapatos para ver dónde tenían fugas.

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En 1973, nació la icónica bota impermeable amarilla de la marca Timberland (bosque maderero, en inglés), hecha con cuero Nubuck. Unas botas hechas para trabajadores que buscaban algo que resistiera el sobre uso, el paso del tiempo y las condiciones inclementes. 

Sin embargo, fue el italiano Giuseppe Veronesi quien vio el potencial que estas tenían para las masas. Este ideó la famosa campaña mostrando las ‘Tims’ sucias con el eslogan “If you love me, treat me like dirt” (si me amas, trátame como una mierda). Esto las convirtió en un símbolo de una vida rebelde, de una vida de aventura, de quien no le importa ensuciarse y revolcarse. Fue su genio del marketing el que hizo que las Tims se convirtieran en el uniforme de los milaneses que se llamaban así mismos “Paninari”. Los Paninari se vestían con chaquetas Monclair, jeans Levi’s y Tims amarillas. Les gustaba ostentar su riqueza, eran exuberantes y llamativos. Su ícono de moda fue Tom Cruz en su época dorada de la película Top Gun

Más tarde en los Estados Unidos, las Tims empezaron a ser usadas también por trabajadores urbanos, personas en el ámbito de la construcción que llamaron la atención de los grandes del Hip Hop. Fueron estos últimos quienes se encargaron de volver las botas unos objetos de culto, unas piezas en furor. El cantante Rakim describió su afinidad con las Tims diciendo: “They are rough and rugged like us”. Biggie siempre se ponía Tims y Tupac las llevaba incluso en la alfombra roja.

Luego vinieron mujeres como MC Lyte o Salt & Pepper que hicieron de las botas una pieza que usaban todos los géneros. El uniforme era Tims, hoodies y gorras al revés. De la calle a la pasarela, fueron estas mujeres del Hip Hop, el R&B y el rap las que convirtieron a las botas de trabajo en un look como ellas decían: fly. Pero Timberland, en un principio, no estuvo dispuesta como marca a aceptar que su dinero y su prestigio venía de la cultura negra de la calle.

Cuando los amigues cayeron en cuenta de lo poco inteligentes que estaban siendo, crearon una brillante campaña: “Give racism the boot”, que bien se podría traducir por “patea el racismo con la bota”. Una campaña que fue apropiada por la comunidad.

***

Pocas veces pensamos en la historia que trajo hasta nuestros armarios el par de botas, jeans y camisetas que nos ponemos cada día. ¿De dónde viene, de qué está hecha, quién la hizo, en qué condiciones? En este caso, historias de trabajo obrero, maderero, naval e incluso militar. Una historia que también está llena de trabajo, cansancio y dolor, sí, además de esclavitud, claro que sí, y de opresión. Pero es también la historia de rebeldía, contracultura y liberación que perdura en el tiempo tanto como las piezas mismas, cuando son construidas para resistir y transformarse con nosotros.

Adela Cardona
es co-fundadora de Nulmedia, plataforma de contenidos y eventos para mujeres que no comen cuento. Le interesan temas desde la moda, pasando por el género, la literatura, la sostenibilidad y la salud mental. Ha escrito en medios como SillaVerde, El Malpensante y Shock. Es co-host del podcast sobre mujeres creativas, La Bombillera.

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es co-fundadora de Nulmedia, plataforma de contenidos y eventos para mujeres que no comen cuento. Le interesan temas desde la moda, pasando por el género, la literatura, la sostenibilidad y la salud mental. Ha escrito en medios como SillaVerde, El Malpensante y Shock. Es co-host del podcast sobre mujeres creativas, La Bombillera.

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