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Canorá, muebles de manos que saben

Canorá, muebles de manos que saben

Este emprendimiento colombiano conjuga el diseño y la creatividad de un amante de las bicicletas y del LEGO para crear extraordinarios muebles.

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Hay un lugar donde el arte, el diseño y la arquitectura se encuentran directamente con la vida de la gente: los muebles. Por eso me gusta tanto la noción de la arquitectura y el diseño como artes aplicadas, prácticas, muy cerca de la vida”, me dice Juan Camio Mariño, diseñador colombiano de mobiliario y creador de Canorá. Es difícil no compartir su opinión viendo las fotos de su trabajo: sillas, mesas, muebles para almacenamiento en madera y acero en un punto medio entre el diseño contemporáneo, limpio, liso, de volúmenes regulares y unas texturas más orgánicas, vivas y familiares que ofrecen las maderas con que están hechos. Su apuesta ya le ha valido grandes encargos de mobiliario a la medida de clientes tan variados como Errante, diferentes hoteles y algunos privados para viviendas propias.

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Muchos años antes de comenzar a hacer los muebles de Canorá que hoy le han dado un reconocimiento envidiable a sus veintinueve años, Juan Camilo Mariño ya traía una larga historia de amor con el diseño. Bogotano y ciclista empedernido, sonríe junto a su bicicleta de ruta mientras me cuenta que desde muy niño empezó este gusto. “A mí LEGO me dañó la vida”, dice soltando una carcajada. “Yo no los armaba con las instrucciones, sino que comenzaba de una vez a hacer las cosas como se me iban ocurriendo. Me aburría seguir la secuencia de pasos, mientras que amaba vivir el proceso propio y personal de encontrar cómo hacer que las cosas encajen. Y es más, el juguete más preciado de toda mi infancia era una caja de ferretería que tenía llena con rueditas, bloques, otras piezas y tuerquitas. Es algo que siempre ha estado ahí.”

Sin embargo, en la universidad el oficio del diseño llegó vía Artes Visuales en la Pontificia Universidad Javeriana, la carrera por la que empezó. “Me encantó toda la parte de fotografía por un lado y por otro la del trabajo manual. Así fue que llegué un día al taller de madera y fue toda una sorpresa. Trabajando allí, me encontré con que eso lo conocía, fue una sensación muy especial. Se sentía como algo muy familiar. Después de esa clase de artes nació la idea de estudiar también diseño y arquitectura. Paradójicamente terminé diseño, pero estudié las tres hasta donde pude, cuando ya me llamó el trabajo y tuve que seguir adelante. Aunque la idea que terminó siendo Canorá, ya había nacido en la tesis.”

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En ese entonces, Juan Camilo diseñó un proyecto de mobiliario con enfoque social que buscaba maximizar el poder adquisitivo estrecho que muchas familias tienen haciendo muebles durables, artesanales y multifuncionales para cubrir varias necesidades en un solo objeto. Gracias a esto y a su propuesta, logró ganar una patente que reconoció a nivel internacional su idea y su producto como innovación. Sin embargo, los años siguientes Juan Camilo se dedicó a trabajar en empresas de diseño mobiliario para hoteles u oficinas en Colombia y Estados Unidos. Fue un par de años más tarde cuando comenzaron a aparecer encargos, por este mismo camino del interiorismo para restauración y hospedaje –y por el de los muebles a medida para vivienda–, que finalmente surgió la oportunidad de abrir camino propio. “Ahora los multifuncionales son algo que sigue estando allí, pero no es el centro de todo. Canorá es una marca de muebles artesanales y una empresa dedicada al desarrollo de mobiliario por encargo, pero que se caracteriza ante todo por rescatar el valor de los oficios y la labor artesanal de los trabajos con la madera y el acero. Nada de lo que hacemos se hace sin oficio, sin ese saber hacer manual que tiene todo artesano.”

“Es hermoso porque hoy la gente entiende más qué es un oficio, qué significa y qué no es un mueble hecho en serie industrialmente. Ahí también la labor comercial es fundamental: hay que comunicar ese valor agregado para recordarle al usuario, al cliente que vale la pena. Y con los amigos siempre es tenaz, porque todo el mundo quiere descuento, cuando son ellos justamente los que deberían pagar a precio completo siempre, apoyarnos ya que saben cuánto esfuerzo y trabajo hay detrás.”

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Le pregunto a Juan Camilo en qué se puede ver esa diferencia de valor en términos materiales y concretos en los objetos hechos a mano. “Esto se refleja a todos los niveles, aunque en los detalles y los acabados es especialmente notorio. Por ejemplo, nosotros sellamos las maderas con cera de abeja y otros tratamientos que cuidan el material, mientras que en el mundo industrial prácticamente todo es plástico, hasta la madera la sellan así. ¿Tú puedes creer eso? Además ese revestimiento plástico comienza a despegarse a pedazos y con el tiempo obtienes ese típico envejecimiento feo en donde hay unos poros abiertos que parecen enfermos en la madera. Pero mira que toda la propuesta de optar siempre por el trabajo a mano también está a nivel de producción. De hecho: nuestro primer dilema surgió cuando tuvimos el presupuesto para comprar maquinaria por primera vez. Nuestra primera máquina podía ser para corte manual o computarizado. Y nos fuimos por lo primero. Es hermoso porque hoy es toda una apuesta por las manos de los seres humanos desde el diseño, que incluso tiene sus versiones más ambiciosas en el Lo-Tek.”

Cuando le pregunto a Juan Camilo cuál de sus diseños es el que recuerda o atesora con mayor afecto, sonríe y dice “La silla origen”. Me río y le digo que me parece una respuesta muy propia de un diseñador, que la mayoría seguramente ignoramos por qué eso que se ve tan elemental suele ser la firma predilecta de tantos diseñadores. “Para mí no hay nada más difícil de diseñar que una silla,” me responde con una sonrisa de nuevo. “Todo lo que tú ves, piensas y quieres ofrecer tiene que caber en sus 90 centímetros de altura. Y no sólo es ergonomía, que por supuesto hace de cualquier silla un placer o una desgracia. Va más allá. Una silla puede decir mucho sobre su dueño, sobre el lugar y la función que se espera de ella: la silla que alguien tiene en su sala habla de qué hace, a qué invita, cómo acoge, si lee, cómo come, todo está ahí.”

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La silla origen de Canorá es un mueble de apariencia ligera y forma trapezoidal en madera con un tejido de mimbre en su asiento. Le pregunto a Juan Camilo por qué le guarda tanto afecto. “Fue un proceso hermoso. Estaba diseñando el mobiliario para un apartamento que daba a una terraza que mira a los cerros orientales y toda la arquitectura del lugar estaba orientada hacia esa vista. Yo quería que la silla también lo hiciera. Así que todo el diseño comenzó desde el dibujo, el perfilamiento y la reflexión sobre los cerros y en darle unos cortes a la silla que estuvieran inspirados en ellos. Ese mismo perfil en trapecio la hace estructuralmente más sólida y estable. Para el tejido del asiento quise también que la materialidad recordara a esos muebles de las abuelas, esas que uno podría ver sentadas en muebles de mimbre mirando esos mismos cerros en la ventana. La nostalgia es todo un ingrediente actualmente muy olvidado y ausente en el diseño. Y es una lástima porque nuestra memoria encuentra algo íntimo y muy particular en esos tejidos –materiales y sociales– que ofrecen ciertos materiales, ciertas técnicas.”

Cuando le pregunto cuáles son sus referentes inagotables, Juan Camilo se queda pensando un momento. “Qué pregunta tan difícil, hay muchos.” Entonces le pregunto qué cree que es lo que más le ha interesado de esos muchos. “El proceso. Y mira, ahora que me preguntas eso te puedo decir que mi referente más grande no es un diseñador, sino un chef: Virgilio Martínez, la mente detrás de Central, el restaurante de Lima. El proceso creativo de ellos es increíble. Trabajan investigando por todo Perú pero haciendo algo más que buscar recetas, es la cultura y son los conceptos que encuentran allí lo que buscan aterrizar en sus platos. Lo que uno encuentra en procesos como ese es la posibilidad de desnaturalizar tu relación con lo que haces a través de la investigación para poder innovar, pero también es loco ver cómo tienen que hacer después para vender eso, cómo cuentan que eso importa, que ahí está el valor. Y por el lado del diseño industrial, para mí sin duda hay que destacar a Tucurinca: ellos rescataron los muebles costeños tejidos a mano en PVC y llevaron esas formas al alto diseño contemporáneo, lo refinaron, pero respetando los procesos y técnicas manuales de fabricación. Además ha sido muy especial porque he podido incluirlos y meterlos en proyectos míos. Es extraordinario poder trabajar con un referente tuyo. Ellos además así han dado una gran respuesta a cuál es la silla costeña, pero para nosotros, ¿cuál es la silla bogotana? Creo que no es tan claro, aunque a mí me gusta creer que está cerca del mimbre y la madera.”

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Desde su inicio en 2017, Canorá ha logrado hacerse con un número suficiente de encargos y clientes para crecer y contratar, incluso a pesar de los embates de la pandemia. “Es increíble, sí”, me responde Juan Camilo. “A veces es difícil, las cuentas son una cosa dura.” Le pregunto cómo lo logra, qué es lo que ha aprendido en términos comerciales y de producción llevando empresa en medio de todo esto. “Lo que entra por los ojos tiene que ser impecable: en términos eso es innegociable. Todo lo que está en redes tiene una oportunidad muy corta y si no tienes una foto perfecta nadie va a parar a verla. El día que pasamos de tomar fotos con celular a usar cámara profesional el despegue en redes fue extraordinario. Es que no tomó ni dos días. En eso no se puede escatimar ni rebajar nada. Y por el lado de la producción, el mayor aprendizaje ha sido que, trabajando con proveedores y en general con todas las personas que están envueltas en nuestra cadena, el factor humano es lo más importante. La persona que está detrás de cada parte del proceso, incluso si es más cara que otros en el mercado, tiene que ser la que cree en lo que hace para nosotros. Detrás de las marcas hay humanos y sin confianza y entrega no hay nada que hacer, incluso si tienes los mejores materiales, ideas y precios. Para que te hagas una idea: al hijo de nuestra proveedora de madera, lo contratamos en Canorá. A ese nivel de confianza e intimidad hemos llegado, y los productos son una muestra de esas relaciones personales.”

Para terminar, le pregunto qué me diría si fuera un diseñador que aún está estudiando, que está dudando si intentar hacer algo propio, que tiene una oportunidad y no sabe si atreverse a intentarlo. “Que nunca hay un momento ideal para empezar: eso no existe. Uno nunca está completamente preparado ni reúne todas las condiciones para no correr riesgos. Hay que dar el salto al vacío y ya. Pero si lo vas a dar, más te vale que tengas una idea clara y que estés seguro hasta los huesos de que es buena. Porque después hay que tener los oídos muy atentos y los ojos bien abiertos para avanzar, ver qué es lo que te está pidiendo el entorno. A veces está ahí delante tuyo y no puedes correr el riesgo de ignorarlo sin más.”

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Puede seguir a Canorá en sus redes, visitar su página web canora.co o comunicarse con ellos para agendar una visita a su showroom en la calle 68 # 16-53 en Bogotá.

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Jorge Francisco Mestre

Escritor, periodista e historiador. Ha publicado dos libros de poesía, Música para aves artificiales (2022) y Música de los abismos moleculares (2024), y el ensayo Enema of the State (2024). Ha sido colaborador de El Malpensante, Bacánika, Bienestar Colsanitas y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Cuando las estrellas se alinean, escribe sobre astrología en esta revista como Mestre Astral. Fanático del café y las historias contadas con calma.

Escritor, periodista e historiador. Ha publicado dos libros de poesía, Música para aves artificiales (2022) y Música de los abismos moleculares (2024), y el ensayo Enema of the State (2024). Ha sido colaborador de El Malpensante, Bacánika, Bienestar Colsanitas y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Cuando las estrellas se alinean, escribe sobre astrología en esta revista como Mestre Astral. Fanático del café y las historias contadas con calma.

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