Carta a una sombra
“No soy el insensato que se aferra al mágico sonido de su nombre”. Jorge Luis Borges.
Si les digo el final de Carta a una sombra, les aseguro que no les voy a arruinar la película: el protagonista muere; de hecho, murió hace 28 años en Medellín. Héctor Abad Gómez, padre del escritor y columnista Héctor Abad Faciolince, fue asesinado tras recibir amenazas de los paramilitares, por ser un defensor acérrimo de la salud pública y otros derechos de los colombianos.
Ya Faciolince, en su novela El olvido que seremos, había dejado plasmado el testimonio de un hijo profundamente desgarrado por la muerte de su padre, ese que le enseñó a escribir a máquina, sin mirar al teclado. En esta ocasión, los directores Daniela Abad (hija de Faciolince) y Miguel Salazar, han decidido reconstruir la historia del libro, en un relato que logra penetrar las esferas más íntimas de la familia, donde la cámara se vuelve testigo silencioso en desayunos, cenas, paseos y encuentros muy emotivos, a través de los cuales los parientes, entre palabras, risas, canciones y llanto, tejen la memoria de un suceso que les cambió la vida para siempre.
Para Daniela, quien tenía un año de edad cuando su abuelo fue asesinado, hacer la película fue una forma de conversar con Héctor Abad Gómez a través del material de archivo atesorado por su familia a lo largo de tantos años; sin embargo, cabe resaltar que este relato no solo logra reconstruir la memoria familiar, sino que es un aporte a la memoria de los colombianos, que tanto tendemos a olvidar.
Sin rencores, y más con amor que con odio, la familia recuerda los hechos y a ese médico que no solo pretendió curar el cuerpo, sino el alma de una sociedad corrupta y que, a pesar de todo, nunca perdió la fe en el ser humano.
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