Las películas sin movimiento de Daniel Gómez
Este ilustrador paisa se inspira en la vida y la imaginación para crear sus obras.
Daniel Gómez Henao vive en Envigado, en un barrio que conserva casas antiguas, donde todo el mundo se conoce y los jubilados borrachos deambulan por las calles. Tiene 35 años, es artista plástico de la Universidad Nacional e ilustrador.
Cuando era pequeño le gustaba mucho una copia del libro Simbad el Marino que tenía su prima, pero ella no se lo prestaba ni lo cuidaba. Cada que podía, Daniel leía una aventura a escondidas.
En preescolar, una profesora quiso enseñarle a dibujar: le mostró que con una bolita y con palitos podía hacer personas pero lo novedoso era que el señor hecho de líneas tenía un sombrero y la señora tenía un peluquín, entonces a Daniel le pareció muy divertido y se fue feliz para su casa a mostrarle a su papá lo que había aprendido. Él lo empezó a cuestionar: ¿dónde estaban la canilla, los dedos y los zapatos de esos personajes?, ¿por qué hiciste eso así tan simple si lo hacías tan bien de la otra manera? “Me sentí como si hubiera hecho algo mediocre y desde ahí todo cambió”, admite hoy el ilustrador.
No recuerda ni conserva ninguno de los dibujos que hizo en su infancia por culpa de su madre. Según ella, Daniel solo hacía monstruos. Él también creció con una abuelita que cosía, se sentaba a su lado y le preguntaba cómo podía hacer un muñeco: ella lo hacía trazar la silueta, recortarla, coser los pedazos de tela y rellenarlos. “Eran como medio Frankenstein porque tenían muchas costuras. Apenas hacía un muñeco, lo regalaba”, cuenta Gómez. Además de dibujar, ha creado títeres, ha trabajado con masilla epóxica y resinas automotrices y siempre ha querido intervenir materiales como el metal o la madera.
Después de estudiar artes, se dedicó a la ilustración y desde 2010 empezó a ilustrar libros para Tragaluz, editorial independiente de Medellín. Ha ilustrado textos como El libro de los ojos y Que no me miren de Ricardo Silva Romero, El corazón del árbol de Piedad Bonnett y La niña calva de Jorge Franco.
Daniel trabajó cerca de un año en las ilustraciones de El libro de los ojos, una pieza que cuenta la historia de una familia y su relación con la vista a través de versos que inspiraron a Gómez no solo a darle forma a don José María y su linaje sino a llenar con historias gráficas los silencios de las letras.
Para el paisa es como hacer una película sin movimiento porque tiene que estudiar el color, la estética de los personajes y la composición. Aunque en el medio gráfico es usual tener un estilo definido, Gómez Henao prefiere jugar con técnicas y no repetirse.
Cuando era niño, Daniel le tenía miedo a las viejitas que vivían solas porque pensaba que eran brujas y que se lo robarían. Con esa mirada infantil, ilustró el libro La niña calva de Jorge Franco. “En mi barrio había muchas que se vestían de negro –vivían de luto– y siempre que salían por las ventanas y yo pasaba, me ponía a rezar todo lo que sabía. Me estaba volviendo tan maníaco con el tema que hasta tenía que caminar par porque si lo hacía impar, me iba a llegar el maleficio de la viejita”, confiesa Gómez.
Hace unos meses que Daniel no dibujaba con tanta frecuencia. Pero por cosas de la vida, todos los caminos conducen al lápiz, un vecino se quejó por unos arreglos que Gómez estaba haciendo en su taller y conoció a un perito de construcción al que también le gusta escribir historias. Su próximo proyecto contará la vida de un hombre que quedó atrapado entre las montañas antioqueñas.
Daniel ha participado en la Berliner Bücher Inseln, un encuentro de literatura infantil en Alemania, ha expuesto en el Teatro Pablo Tobón de Medellín y recientemente ilustró varios libros de la serie “Leer es mi cuento”, un proyecto de la Red de Bibliotecas Públicas que pretende llevar la literatura infantil a todos los niños de Colombia.
// Ilustraciones: Daniel Gómez //
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario