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Feminismo del goce: reivindicamos nuestro derecho al placer

Feminismo del goce: reivindicamos nuestro derecho al placer

Ilustración

Vivir una vida llena de orgasmos, vibradores y postres es nuestra revolución y no aceptaremos menos. Nunca más.

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¿Cómo sería para las mujeres vivir el goce y el placer como los hombres?

Seguramente nadie nos diría nada por vestirnos como quisiéramos. Me atrevo a decir que podríamos ponernos una falda corta, cortísima, sin ser juzgadas y sin ganarnos gratuitamente la etiqueta de “putas que lo dan fácil”. Podríamos comer más al almuerzo y sumarle el postre sin que nos llamen “gordas antojadas”. Estoy segura de que desde el colegio, con nuestras amigas, hablaríamos de masturbación femenina.

Pero ese no es el mundo en que vivimos. Por el contrario, las mujeres pagamos constantemente precios por gozar. Más o menos “costosos” pero siempre pagamos.

Esa falda corta es una invitación no pedida a tocarnos sin nuestro consentimiento. El postre después de un almuerzo grande merece una mirada de recriminación. ¿Y las mujeres se masturban? Solo si es para cumplir fantasías masculinas y nunca con vibradores porque los miembros viriles son más que suficientes.

En casi todos los casos, nuestra moneda de cambio más común es la culpa, pero también la violencia y el castigo.

Luciana Peker, periodista y escritora feminista argentina, escribió en su libro Putita golosa, que una forma de “justificarlo” es decirle a las mujeres: “Si te gusta el durazno bancate la pelusa”, que en colombiano sería algo como: “El que quiere marrones, aguanta tirones”. Tan normalizado está el asunto que tenemos dichos en distintos países para decir que si queremos algo que nos produce placer tenemos que soportar sufrimiento. Si queremos ponernos esa falda corta, tenemos que aguantar el acoso. No hay de otra.

¿O sí?

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Nos revelamos ante la culpa: instauramos una revolución del placer

¿Cómo convertir toda la pelusa en durazno?

Luciana Peker, y el libro anteriormente mencionado que lleva por subtítulo Por un feminismo del goce, es la precursora de una corriente de los feminismos latinoamericanos y populares que reivindica el goce, el placer y el disfrute como derechos para las mujeres: el feminismo del goce.

En 2015 y 2017 hubo dos gritos contra la violencia ejercida hacia las mujeres; los movimientos del #NiUnaMenos en Argentina y del #MeToo en Estados Unidos. El primero fue una marcha multitudinaria en respuesta al aumento de los feminicidios en la Argentina y el segundo, un hashtag en redes sociales para denunciar casos de abuso sexual contra el productor de cine estadounidense Harvey Weinstein.

Después del #MeToo, “una de las cosas a las que se intentó imputar al feminismo es que venía a censurar escritores, directores de cine y periodistas. Que viene a censurar el humor”, cuenta Pecker. Pero no es que no nos queramos divertir, no es que no queramos filmar, crear, tener sexo, pasarla bien. Lo que no queremos es pasarla mal mientras los hombres la pasan bien. Queremos igualdad hasta para gozar.

Crucé algunos chats de WhatsApp con Luciana, y me dijo que la idea del feminismo del goce le parecía central frente a los feminismos norteamericanos que están más volcados hacia el punitivismo; a crear leyes contra las violencias machistas.

“Nosotras vamos por las leyes pero también por más derechos”, dice Pecker, pero de una manera muy latina porque “el feminismo latinoamericano no tiene posibilidad de ser conservador, mojigato, puritano o moralista”. Gracias a nuestras raíces originarias y africanas, les latines vibramos con la música y el goce del cuerpo. Por eso el feminismo del goce también se opone al prohibicionismo de los cuerpos que se expresan, que disfrutan.

Y así, como un producto con denominación de origen, el feminismo del goce está siendo reconocido en el mundo occidental por otros feminismos y desde otras latitudes. Ana Requena es periodista española y cofundadora y redactora jefa de género de elDiario.es. Señala que en su contexto reivindica el origen latinoamericano de esta corriente, en oposición al eurocentrismo, así como comprende que el feminismo del goce reivindica la necesidad de que las mujeres nos elijamos como sujetos deseantes.

“El cuerpo de la mujer ha sido de todos, un objeto, un territorio de conquista y en esa misma línea, nos han inculcado que nuestro cuerpo ni siquiera nos pertenece”, explica Angie Black, educadora sexual, experta en sexo y creadora de Hedonista Love. Y cuando estás completamente desconectada de tu cuerpo, cuando no tienes autonomía sobre él, el propio placer te deja de pertenecer también.

Por eso hasta la masturbación es política: es la posibilidad que tenemos de tomar nuestro placer entre nuestras manos. ¿Alguna vez de niñas se nos dijo que podíamos masturbarnos y disfrutar con nosotras mismas?, ¿que no necesitamos de un otre para vivir y sentir placer?

Lo que yo recuerdo de mi mediocre educación sexual fue una constante sensación de culpa. Y parece que eso no se aleja de lo que muchas siguen sintiendo hoy, tantas décadas y revoluciones feministas después.

Alejandra Gaviria y Sandra Silva son las creadoras de Hambre F*ck Shop, un movimiento de evolución sexual que vende juguetes para el autoamor, y cuentan que constantemente se encuentran con historias de mujeres que sienten culpa y castigo por masturbarse.  Todo el mundo te va a castigar si te tocas; cuando niña tus padres y cuando adulta tu pareja. Tu placer es de él, solo él puede tocarte o solo puedes tocarte si estás con él.

Qué mentira más grande. En la revolución del placer abortamos la culpa y nos elegimos libres y gozosas. Y la masturbación nos permite hacer tangible y evidente que nuestro placer es nuestro y no depende de alguien más.

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Queremos postre, no ser juzgadas, gracias

Claramente el placer no es solo sexual. Y lo comprobamos cada que vamos por esa torta de nuestra pastelería favorita. El chocolate que saboreamos con nuestra lengua mientras cerramos los ojos es todo lo que está bien en este mundo. Pero lastimosamente para las mujeres, no. De hecho, es algo que está muy mal si no tenemos el cuerpo “adecuado” para atragantarnos de azúcar y grasa.

Y aquí vuelve a aparecer la culpa y la violencia, porque los cuerpos no aceptados socialmente como bellos, los cuerpos gordos, son catalogados de insanos.

Pero la noción de cuerpo saludable debería ir más allá de una talla o un peso y enfocarse en cuanto bienestar recibe ese cuerpo. Y placer claro, porque el placer genera bienestar. Y la negación del placer a partir de la restricción de la comida produce consecuencias verdaderamente insanas.

Para mencionar una, ¿cuántas veces hemos comparado nuestros cuerpos de mujeres con los de otras? ¿Nos hemos privado de placeres por tratar de obtener un cuerpo específico? Mis respuestas a ambas preguntas son un millón y claro que sí. Y cuando menos nos damos cuenta, “mucho de lo que nosotras deseamos en realidad ha sido construido para los otros. No ponen nuestro deseo ni nuestro placer en primer plano, sino el deseo de los otros y nos venden la idea de que eso es nuestro poder y ese es nuestro lugar y eso es además con lo que tenemos que conformarnos y a lo que tenemos que aspirar”, explica Lucía Robles, miembra de la colectiva feminista Gordas sin chaqueta.

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El camino para ejercer un feminismo del goce pasa por gozar

Cuán obvio y cuán difícil, si nunca nos han hablado de placer y goce. Pero al tiempo, cuán poderoso una vez lo sabemos.

Según me cuenta Lucía, la escritora afroamericana y feminista Audre Lorde decía que cuando encontramos la dulzura del placer difícilmente vamos a aceptar otra cosa. Parafraseándola: “Cuando una mujer ha probado el verdadero erotismo, el verdadero gozo, el verdadero poder de hacer las cosas por sí misma, difícilmente le van a poder vender cualquier cosa diciéndole que eso es placer”. Sabemos lo que queremos, dónde lo queremos y cómo lo queremos, y en ello hay mucho poder.

Pero este poder, como muchas cosas en el feminismo, es mejor y más poderoso si lo compartimos; porque el feminismo es teoría y es movimiento político. Y en ese sentido, Requena señala que por eso también incluiría al feminismo del goce dentro del feminismo pop, porque “baja un escalón para tratar de llegar y acercarse con herramientas más populares”. Porque no hace falta un manual de teoría académica para que el feminismo nos interpele.

Las mujeres y cuerpos diversos lo sabemos. En una región en donde se registraron más 4.000 feminicidios en 2020, luchamos por sobrevivir. Pero también por tener vidas que merezcan la pena ser vividas.

No podemos enfocarnos solo en la violencia. Queremos luchar contra la violencia, por supuesto que sí, pero vemos que una forma de luchar contra esa violencia feminicida también pasa por mostrarnos no sólo como víctimas de agresores; sino como sujetas que quieren tener derecho al sexo, a poner sus normas, a subvertir el orden establecido.

Por supuesto que son importantes las luchas que nos quieren vivas, pero también hay que apostarle a las que nos dicen que una vida llena de placer y goce también es posible. En palabras de Maria del Mar Ramón en el libro Tirar y comer sin culpa. El placer es feminista:

“No luchamos solo para mantenernos vivas. Luchamos para disfrutar de la existencia, para que los instantes de éxtasis de un orgasmo, de una buena paja, de un helado de chocolate no vengan acompañados de una culpa fiscalizadora”.

Queremos disfrutar de la música, de los viajes y queremos expresarnos a través del cuerpo, del baile, del perreo. Nos queremos reír y el humor que se burla de nosotras no nos causa gracia. Queremos que el sexo sea también nuestro derecho y no una forma de actuar y violentarnos de los hombres. Y si luchamos por el aborto legal es porque no queremos morirnos por tener sexo.

En definitiva, queremos que no nos cobren el precio por bailar, por coger o por comer.

Y lo llamamos feminismo del goce, dice Luciana Peker, porque es importante entender por qué luchamos.

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Luisa Fernanda Gómez
Periodista bogotana (cachaca, no rola). Feminsta. Ex consumidora compulsiva de café en rehabilitación por problemas mentales. Fact-checker de Colombiacheck. @i_lusa en Instagram y en la vida.
Periodista bogotana (cachaca, no rola). Feminsta. Ex consumidora compulsiva de café en rehabilitación por problemas mentales. Fact-checker de Colombiacheck. @i_lusa en Instagram y en la vida.

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