Nosotros somos los monstruos
Lo que más me gusta son los monstruos, la primera novela gráfica de Emil Ferris, es un homenaje a los sesenta, al outsider, a los monstruos que somos todos, a las películas B y al arte del cómic en todo su esplendor.
ace dieciséis años, en la fiesta de su cumpleaños cuarenta, Emil Ferris fue picada por un mosquito. Luego de despertar en el hospital tres semanas después, sin poder hablar, fue diagnosticada con meningoencefalitis, una de las consecuencias más graves del virus del Nilo occidental. Los doctores le informaron que probablemente nunca podría volver a caminar. Además, su mano derecha, con la que dibujaba -la que usó durante años para trabajar como ilustradora y diseñadora de juguetes para McDonald’s luego de haber atendido mesas y limpiado casas ajenas-, ya no serviría ni siquiera para sostener un bolígrafo. Los daños causados por la enfermedad lo cambiarían todo en la vida de Ferris.
Durante un tiempo se sometió a tratamientos para volver a tocar un bolígrafo y poder dibujar de nuevo. Ferris, que en ese entonces era una madre soltera de una niña de seis años, Ruby, y ante la imposibilidad de continuar con su trabajo, regresó a vivir con su madre y decidió estudiar un pregrado en artes y luego una maestría en escritura creativa en el Instituto de Arte de Chicago. Cada clase fue una manera de “aprender” a dibujar de nuevo y revertir las consecuencias generadas por el virus. A medida que empezó a estudiar emprendió un largo proceso de recuperación que incluía la ilustración diaria con bolígrafos y rotuladores de colores. Fue en ese momento que comenzó a escribir y dibujar su novela gráfica My Favorite Thing Is Monsters (Lo que más me gustan son los monstruos en español, editada por Reservoir Books): una mezcla de ficción pulp repleta de homenajes a la cultura popular, y en la que su fascinación por los monstruos sirve de homenaje y manifiesto por el monstruo que somos todos.
En Lo que más me gusta son los monstruos, Karen Reyes, una niña de diez años que se retrata a sí misma como una niña-lobo vestida de detective que constantemente se pregunta por su sexualidad, utiliza un cuaderno de dibujos para graficar fantasmas, vampiros y otros muertos vivientes. Ahí, en medio de su diario, le va dando textura a la historia de Anka Silverberg, una hermosa y conflictiva mujer polaca que ha muerto repentinamente y con la cual Karen sostenía una extraña amistad, lo que lleva a Karen a investigar como detective el misterio de su asesinato. Es ahí, donde los miedos de Karen y Anka se van entrelazando para formar una narración gráfica en la que se recrea su manera de enfrentarlos.
Dibujado con bolígrafos Bic en un grueso cuaderno, este diario íntimo revela el increíble dominio gráfico de Ferris, el cual usa para formar un universo insólito inspirado por la estética de los comic books de horror de los años sesenta. En el libro las revistas de terror que dibuja Karen, como Ghastly, Goy Stories, Ghoultshy y otras, están inspiradas en los carteles y cómics clásicos que fueron repudiados por la vigilancia y la regulación de la “Comics Code Authority”, haciendo un homenaje que saca de la oscuridad aquellos monstruos censurados.
La expresividad y el juego gráfico que Ferris ha creado, hacen de Monstruos un trabajo con una estructura biográfica que se instala en la tradición de constelaciones como las creadas por Art Spiegelman, Chris Ware, Robert Crumb, John Kenn, Maurice Sendak o Alison Bechdel, y que se mezclan con la energía expresionista de George Grosz y Otto Dix. Como ha dicho Spiegelman, Ferris “resuelve con increíble facilidad un problema que enfrentan todos los autores de cómics: en general, ingresamos a un cómic por su dibujo, que sirve de cebo, antes de que la historia se apodere de todo y haga que el lector se olvide que se enfrenta a dibujos. El libro de Emil Ferris, es un intercambio entre varios aspectos. El lector queda primero cautivado por el dibujo, luego ingresa en la historia, pero cada nueva doblepágina es tan sublime y sorprendente que le recuerda nuevamente al lector del dibujo. Su línea nunca se usa como telón de fondo, es un medio puro de comunicación. En cada página, las palabras y las imágenes permanecen siempre en intercambio. Es así que reconoces a un artista del cómic que es grandioso”.
Ferris presentó a cincuenta editoriales un proyecto detallado de cómo sería su novela gráfica. Cuarenta y ocho lo rechazaron. Solo la editorial The Other Press aceptó un preacuerdo. Pero luego de casi cinco años, con más de seiscientas páginas terminadas y calculando que el total serían ochocientas, la editorial desistió del proyecto. Finalmente la editorial Fantagraphics Books rescató el trabajo, que debido a algunos retrasos (el cargamento de libros que iba de China a Estados Unidos estuvo varios veces varado en Panamá) salió en 2017. En 2018 la novela se hizo a tres premios Eisner: mejor novela gráfica, mejor escritor-artista y mejor colorista.
¿Por qué acercarse a los monstruos?
Los otros no son monstruos. Nosotros somos los monstruos. Tenemos este enorme rango de potencial, entre la maldad y algo “no tan malvado”, nuestro mejor intento de ser el bien. Es eso, o somos como esos “vecinos enfadados”. Ya sabes, esos ciudadanos respetables de alguna ciudad de Transilvania que con tridente en mano, perseguirían por la Tierra algo solo por ser diferente a lo que son ellos, porque es demasiado aterrador de entender, como lo son ellos mismos. Entre esas dos opciones, elijo siempre a los monstruos.
¿Podríamos decir que Lo que más me gusta son los monstruos es una autobiografía?
La artista Lynda Barry tiene una gran cita sobre eso, en la que ha inventado una frase para hablar de sus trabajos, cuando no eres del todo tú, sino más o menos como tú. Algunas de las cosas que le sucedieron a Karen en el libro me pasaron a mí. Viví y crecí en Uptown Chicago en 1968, y experimenté todo lo que eso significaba: el asesinato del reverendo Martin Luther King, vi las protestas volverse sangrientas y el número de víctimas que iba dejando Vietnam, sobre todo de personas de la clase trabajadora. Al igual que Karen, era una niña que amaba apasionadamente a los monstruos.
El libro ha sido considerado un manifiesto de la diferencia y un tributo a la supervivencia. ¿Habla esta novela gráfica más sobre el presente y el futuro cercano que sobre el pasado que habita Karen?
Se pueden establecer algunos paralelismos entre los años de Weimar (1918-1933), en Alemania, y las décadas del sesenta y setenta en los Estados Unidos. Ambos periodos reaccionaron a la devastación de la guerra y ambos periodos experimentaron con el aflojamiento de las restricciones en la expresión personal, política, sexual, creativa, así mismo se adoptó alguna aceptación a la diferencia. El surrealismo nació en la Europa de posguerra y entró en su adolescencia durante los años sesenta y setenta. A los ojos de Karen, esos tiempos, a pesar de la supresión de la represión, son tiempos “monstruosos”. Después de estos dos periodos experimentamos un cambio hacia la derecha política, tiempos paralelos que, como los ve Karen, representan el ascenso de los “aldeanos” portadores de antorchas. Dicho todo esto, el espíritu y los desafíos de dichos momentos solo fueron catalizadores dentro de la esfera de la historia que estoy contando.
¿Por qué seguimos leyendo o contando historias de terror?
Pienso en el miedo. El miedo es una emoción primordial y a menudo define nuestra respuesta. El punto de la infancia de Karen y el punto de la infancia de Anka se pueden reflejar mutuamente, pero el elemento decisivo para cada una de ellas es la forma en que negocian el miedo. Al igual que las naciones y los movimientos políticos, las historias que nos contamos se construyen alrededor de un deseo de entender, o en el peor de los casos, amar nuestros miedos. Las historias de terror nos permiten ocultar nuestros miedos más profundos en tropos convenientes. Lo que más me gusta son los monstruos, por lo tanto, hace preguntas sobre la diferencia y la importancia del arte y el horror para nuestra supervivencia, al tiempo que sugiere que somos los monstruos a los que tememos.
Es evidente que como Karen, creció leyendo revistas y cómics de horror. ¿Cuáles fueron esas primeras de lecturas?
Crecí leyendo las tiras cómicas dominicales de Nicole Hollander y la revista MAD. ¡Estaba enamorada de cada uno de los artistas que trabajaban para MAD! Vi hace poco a Sergio Aragonés y me comporté como toda una fangirl, demasiado tímida como para decirle algo.
Me encanta todo lo que tenga que ver con cómics de horror. Puedo decir que no hay un ilustrador de cómics de terror que no admire. Ellos son simplemente mis héroes. Hace poco perdimos a Basil Gogos y Bernie Wrightson y ellos fueron unos de los más destacados, ¡pero para mí había muchos!
Mi padre tenía anuarios gráficos con ilustraciones de Steinberg, Sendak y Steig. Vi de pequeña el trabajo de Goya, Daumier y Crumb. También fueron influentes Matt Groening con Life in Hell, que es tan locamente gracioso de una manera oscura, peligrosa y totalmente profunda, y todo lo que ha hecho Linda Barry, su trabajo es como un golpe de oro al estómago, que te hace reír y tú quedas como: “Ouch, ¿por qué me estoy riendo?”.
¿Cómo incidieron los libros de Alison Bechdel, Chris Ware o Art Spiegelman en sus procesos para entender los mecanismos narrativos del cómic que son distintos a los de la ilustración?
Chris Ware me dejó alucinada. Era como si los cómics tuvieran un Bebé Robot profundamente espiritual que nos enseñaba a volar simplemente viviendo dentro de nuestras habitaciones. Lloré dos veces, la primera vez que leí tanto a Lynda Barry como a Chris Ware. Estas fueron algunas de mis primeras influencias en los cómics, pero tuve una relación extraña con los cómics y me tomó mucho tiempo ponerme al día.
Luego, mucho más tarde, lloré aún más cuando descubrí Maus, Fun Home, Persépolis, SkyScrapers of the Midwest, The Ticking, Blankets, The Cabinet of Hugo Cabret, Spiral Bound, From Hell, Love and Rockets, Watchmen, French Milk y The Lagoon. Todos estos libros, y los autores e ilustradores que mencioné, son hechizos mágicos, y hay muchos más que probablemente me estoy olvidando.
Todos me abrieron puertas para tener la revelación de que los grandes cómics pueden cambiar tu vida, todo lo que pueden ser y hacer, ellos me cambiaron como ser humano. Espero que para mejor.
En Monstruos deambulan varios registros al mismo tiempo, que van del testimonio histórico al discurso sobre el arte ¿Cómo fue surgiendo el libro a medida que se integraban todos estos matices con lo que Karen va dibujando?
La confluencia y el alcance del libro realmente surgieron muy orgánicamente de mis intereses como niña, que son también los intereses de Karen. Las influencias, sin embargo, cuando uno las examina a fondo, realmente no discrepan entre sí. El arte que Karen ama, el surrealismo y el arte en las páginas de sus revistas de terror y las composiciones de escenas en películas de terror, son muy similares en muchos aspectos.
Monstruos implicó un largo proceso de creación. ¿Cómo fue cambiando su estilo a medida que avanzó el trabajo?
Mi recuperación de la parálisis cambió mi habilidad con la mano derecha. En cierto modo, ese problema fue lo que me convirtió en un artista de cómics. He hecho algunas modificaciones de mi estilo con eso en mente. Este es un libro de mucho trabajo, así que había mucho por hacer, especialmente porque (y tal vez locamente) es casi exclusivamente hecho en bolígrafo.
Art Spiegelman ha dicho que al usar un cuaderno de bocetos para su novela gráfica cambió la gramática y la sintaxis de la página de cómics. ¿Era consciente de ello?
Art Spiegelman es el rey en lo que a mí respecta. Sin embargo, no sabía que estaba cambiando nada. Estaba haciendo lo que Karen me pidió que hiciera y lo que hice cuando era una niña.
Por último, después de este libro, ¿cómo definiría el lenguaje del cómic o la novela gráfica?
Magia. Eso lo es todo y eso significa todo, también.
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