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Juliana Muñoz Toro, la escritora que ilustra con bordados

Juliana Muñoz Toro, la escritora que ilustra con bordados

Juliana Muñoz Toro es una escritora amante del yoga y el bordado. Este último le ha permitido ilustrar libros y trenzar sus pasiones. Aquí, una conversación sobre lo que mueve su obra y cómo el hilo se enreda en sus letras.

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Juliana Muñoz Toro lleva sus sueños de infancia delante de ella, como un escudo, son lo que hoy la mantiene en pie como escritora, bordadora, tejedora y artista. Todo comenzó desde que escribió su primera carta a sí misma siendo una niña.

Hija de una madre costurera y hermana de una diseñadora textil, este hilo de raíces siempre estuvo presente. Lo que no imaginaba era la manera en la que enlazaría su profesión con su herencia. De pequeña, Juliana pensaba que los escritores eran seres iluminados y que difícilmente podría llegar a ese estado casi metafísico. Cuando terminó el colegio se decidió por el periodismo, carrera que estudió en la Universidad Javeriana de Bogotá.

Juliana Muñoz

El periodismo fue un momento importante en su proceso de escritura para perder el miedo a la página en blanco, recolectar información y ser eficiente. En el momento en que dio el paso a ser una literata antes que una periodista, se “sentía muy insegura de demostrarlo porque sentía que era como una especie de amor platónico el escribir ficción. Pero bueno, digamos que tenía el periodismo para seguir contando historias. Sin embargo, como que me seguía llamando la escritura de historias que pudiera combinar más con la poesía o con cruces aleatorios que hiciera en mi cabeza”, recuerda.

Más adelante, estudió una maestría de Escritura Creativa en Español en la Universidad de Nueva York. Por ese tiempo, en 2016, fue la ganadora del premio Tragaluz de escritura de literatura infantil y juvenil con su libro 24 señales para descubrir a un alien. Este premio fue uno de sus primeros pasos para recordarse a sí misma que siempre estuvo en el lugar correcto de los sueños. En 2017, un año después de su reconocimiento, su obra estuvo en la lista The White Raven como uno de los mejores libros para niños y jóvenes.

Luego se sumarían más libros a su obra como A la sombra de un naranjo, La Quitapenas, El vuelo de las jorobadas, La calle 8, Diario de dos lunas, Mi hermana Juana y las ballenas del fin del mundo, Niños de pelo largo o Matrioska quiere ser.

Aunque ya había logrado declarar su amor platónico por escribir ficción, Juliana sentía que faltaba algo más, que quería hacer de todo menos quedarse quieta. Sin miedo a probar novedades, le pidió a su madre que le enseñara algunos principios básicos de costura y bordado. Este descubrimiento le produjo una fascinación tan profunda que continuó aprendiendo en talleres más formales. Y así, desde 2019, no ha dejado de bordar, de contar otras historias que se enredan entre hilos de colores y texturas, “cuando escribes algo es porque quieres tener muy fresco todo eso que está en la mente. Cuando bordas algo no solo lo tienes fresco o redactado, sino que lo tienes en tus manos, lo puedes tocar, lo puedes poner en la pared”, explica comparando ambas pasiones.

Juliana Muñoz

Y es que Juliana no es ni ha sido una experta dibujando, pero aquí es donde la belleza del bordado crea magia, pues cualquier boceto siempre surgirá de maneras diferentes al momento de atravesar la tela con cada puntada. Por lo general, terminará siendo una obra más magnífica de lo planeado en un comienzo. Juliana ha hecho bordados inspirados en libros como Mujeres que corren con los lobos de Clarissa Pinkola, el libro textil La Caracola de su autoría, o Intersticios: notas de voz de Guadalupe Colombo, cada una con un trabajo cuidado y pulido, dignas de estar enmarcadas en un museo textil. 

Entre la plenitud y la paciencia que traen consigo el bordado y la escritura, se le suma a esta trinidad, santísima para ella, otro movimiento: el yoga. Desde hace 17 años Juliana calma el afán de la vida con esta meditación activa. Por medio de esta práctica se reconoce no solo en lo que pueden crear con sus manos y sus ideas, sino también en el silencio y el ritmo en los que se sincronizan los movimientos de su cuerpo, “ha sido una forma de volver al centro de entre tantas cosas que hago trabajo, estrés, volver, calmarme, respirar, moverme, hacer algo sin necesidad de que ahí resulte un producto, un libro, sino como un tiempo conmigo misma. Es una forma en la que lo vinculo a todo lo que hago”, precisa sobre lo que ha significado practicar yoga.

En esa conexión que ha buscado Juliana entre las letras, las historias, su cuerpo, el tejido y el bordado, está la necesidad de hablar y compartir con otros los diarios de una artista que pinta con hilos. Hace cuatro meses comenzó una correspondencia gratuita que envía a quienes se suscriben para conocer un poco de su obra, este proyecto llamado “Perder el hilo” ya ha tenido once entregas, “Perder el hilo es una carta que deslizo en tu mail cada diez días en la que te cuento historias, casi al oído, a partir del tejido entre literatura, bordado, jardines y todo lo que me inspira”, precisa la entrada en la cajita del newsletter. 

Este año, Juliana se ha enfocado en crear nuevos mundos. Por un lado, sus letras están narrando su próxima novela con la Editorial Tragaluz titulada Albina, la cual inaugurará la colección de literatura colombiana de autores colombianos de Tragaluz. A modo de spoiler, será la historia de una niña albina que intenta encontrar sus colores a partir de las estaciones.

Juliana Muñoz

En cuanto al bordado, comenzó a hilar un mapa que contiene los diferentes lugares que visitará estos meses a propósito de una gira que realizará con la Editorial Norma para registrar lo que dirá en estos lugares que habitará.

Encontrar el balance perfecto entre los sueños no es cualquier vaina. Cada una de estas columnas que componen la vida laboral y emocional de Juliana, conllevan unas disciplinas en las que cada proceso transita a su modo. Por ejemplo, las mañanas son el mejor horario para escribir. Contrario a bordar, que puede hacerlo en casi cualquier momento, como esperando en una fila del banco, en medio de una reunión laboral, en un encuentro familiar, “parte de la definición del bordado es embellecer (...) un bordado no tiene como utilidad práctica, es algo que me encanta porque es estética, el placer por el placer. Hace parte de las cosas bonitas de la vida, hago esto no porque tenga algún uso práctico sino porque es hermoso y lo hermoso me hace feliz”.

Y es que la belleza de estas rutinas y su simpleza, hacen que cada trazo, cada tejido, cada hilada y cada palabra existan en el espacio-tiempo por una razón.

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Mariana Martínez Ochoa

Periodista. Escribe artículos y crónicas sobre arte, diseño, cultura y salud mental. Entusiasta de la cultura popular, la tecnología y la ciencia. Le gustan las “matas”, las fuentes claras y el chocolate espeso.

Periodista. Escribe artículos y crónicas sobre arte, diseño, cultura y salud mental. Entusiasta de la cultura popular, la tecnología y la ciencia. Le gustan las “matas”, las fuentes claras y el chocolate espeso.

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