¿La Inteligencia Artificial puede dedicarse a la astrología?
¿La astrología está más cerca del cálculo o de la narrativa? ¿Puede la inteligencia artificial aventurarse a hacer cartas astrales con alguna expectativa de “precisión”? ¿Va a acabar la IA con los astrólogos, con los ilustradores y con los poetas? Nuestro astrólogo milenial enfrenta estas y otras preguntas.
Hace unos días, el editor de esta revista me envió un breve reportaje del New York Times sobre un artefacto que llevaba días atrayendo gente al local de Iconic Magazines en Manhattan. Parecía salido de un museo de la NASA. Sus productos, sin embargo, lo emparentaban más con un cajero electrónico: a partir de unos botones elementales, el aparato tiene la capacidad de emitir impresiones frágiles en papel de rollo –diga usted, una factura– con respuestas a más de 100 preguntas construidas con Chat GPT y GPT-3, hechas a la medida del consultante a partir de los tres datos mágicos astrales: fecha, hora y lugar de nacimiento.
Acto seguido el editor de esta revista, jefe en varios proyectos, buen amigo y escéptico relativo de la astrología, me escribió que debería hacer un texto sobre inteligencia artificial y astrología. La propuesta me cogió un tanto fuera de base, así que le pregunté por qué, a dónde quería ir con esto. “Es un camino para preguntar qué es esa vaina, porque si es predicción a partir de análisis de datos, pues tiene todo el sentido que una máquina con mayor capacidad de procesamiento que un cerebro humano lo pueda hacer mejor, pero si es interpretación, sensibilidad, narrativa… Aplicarían las mismas preguntas que para otros campos creativos…”
Tamaña pregunta, queridas víctimas de las estrellas.
¿Pueden decirnos los astros si la inteligencia artificial nos va a dejar sin trabajo a los creativos y también a los astrólogos?
La verdad es que esto, como tantas cosas, no se sabe y, por lo menos, yo no lo creo. Del mismo modo que nosotros en millón seiscientos mil años no hemos podido producir nada sin echar mano de las canteras de materiales que hay en la naturaleza, la inteligencia artificial requiere –por lo menos aún y por un tiempo– que alguien le formule las preguntas más interesantes, le ofrezca horizontes y que tenga criterios de edición y revisión. Y así como los softwares de producción musical no acabaron la composición musical, es previsible que las IA ampliarán el espectro de quienes pueden animarse a intentar algo, e incluso entrar a cierto mercado. La creatividad es cada vez más una cuestión no de mera habilidad técnica (la IA se encarga) sino de capacidad inventiva para formular, de gusto para componer y sugerir. Y en eso las IA no están lejos de cualquier otra herramienta. Aunque puede que yo esté rotundamente equivocado.
En astrología como en la vida, es difícil prever lo que nos cuesta calcular o imaginar. A partir del año entrante el planeta de la transformación y el poder, Plutón, entra por más de veinte años al signo de la innovación, la tecnología y los movimientos sociales, Acuario. Y para que se hagan una idea, este año ese tránsito daba su primer asomo justo por los mismos meses en que se dieron pasos enormes en el desarrollo de Inteligencia Artificial, materiales semiconductores y energía por fusión atómica.
Sería engañoso decir que con sólo observar los astros, cualquier astrólogo podría haber adivinado esos avances hace sesenta años. Para hacerlo le haría falta contexto y particularmente conocer del esfuerzo sostenido que en varias áreas de la ciencia ha impulsado cada uno de esos hallazgos. “Ah, no, pero así muy fácil”, podríamos objetar. Sí, claro, pero eso no está muy lejos del economista al que le falta contexto para prever con exactitud una burbuja inmobiliaria, o al físico para calcular la trayectoria de una sonda o una partícula… El conocimiento humano es hábil para equivocarse, motivo profundo por el cual se obliga al registro, a la revisión por pares y al perfeccionamiento técnico que nos ha traído, justamente, hasta algo como la inteligencia artificial.
¿Cómo seguíamos las estrellas antes de meterlas en pixeles?
Llevamos un rato largo usando herramientas digitales para consultar las estrellas. Cuando cada uno mete los tres benditos datos en una aplicación o una página web, el diagrama, ese círculo que hoy llamamos carta astral y que hace mucho tiempo se llamó horóscopo, horus skopa, “ver la hora”, le damos unas coordenadas a una aplicación que hoy se encarga de hacer trazos usando bases de datos, proceso que por mucho tiempo fue ciencia de entendidos, signo de habilidad y rasero. Antes, los diagramas se hacían a mano siguiendo los cálculos que permiten situar por un lado el ascendente gracias a la hora y el lugar del nacimiento, y por otro se buscaba la fecha en un mamotreto llamado Efemérides, libros que contenían la posición de cada planeta cada día a lo largo de uno o dos siglos según la envergadura de la edición.
Pero las páginas y las apps no son las primeras en automatizar este asunto. Los relojes astronómicos –como el de Praga o el de Lund– se encargaron de llevar el complejo conteo del tiempo dando la hora, la fecha e información de la posición del Sol y la Luna sobre el zodiaco desde la baja Edad Media, junto a más información sobre los otros planetas o las horas regidas por determinado planeta en aquellos construidos desde el Renacimiento en adelante. Con un vistazo a sus cuadrantes, una persona podía tener una idea rudimentaria de las influencias astrales con las que nacía un bebé o conocer las fuerzas propicias o adversas del presente. Las efemérides por su parte también tuvieron que ser alimentadas. Antes de ellas era necesario salir a observar las estrellas y usar trigonometría e instrumentos como el astrolabio para armar los registros que permitían comprender algo o predecir la futura posición de un planeta en el cielo, y así prever. Era ciencia de entendidos, signo de habilidad y rasero.
La era digital ha resuelto mucho de ese trabajo, lo que ha permitido enfocarse en lo que hoy se conoce popularmente como astrología, es decir sólo la parte oracular. Pero entonces la otra pregunta es…
¿Podría una IA leerme la carta astral, explicarme rasgos míos y darme consejos?
“Hasta cierto punto, sí”, respondió a esta pregunta en una entrevista una de las mayores autoridades en astrología de nuestro tiempo, la astróloga, psicóloga e historiadora británica Liz Greene. Como ella bien explicaba, ciertas alineaciones, posiciones y análisis se pueden parametrizar para que un programa –y claro, una IA– se encargue de decirnos cómo un tránsito nos afectará mañana o qué dificultades nos quedaron de nacer cierto día en cierto lugar. Pero las personas buscan la astrología para más que eso y una buena consulta a las estrellas suele ir mucho más allá (y servirse de más de una herramienta y de más de una sola fuente de información).
Los caminos de Dios son misteriosos… y a lo mejor por eso, tan complejos y diversos los métodos para esclarecerlos. Alguien tan hábil como gran ocultista del siglo XX Aliester Crowley se quejó en uno de sus libros de la fastidiosa cantidad de cartas astrales e información que se podía requerir para proferir un buen juicio usando astrología. Para que se haga una idea: si usted quiere consejos sobre una mudanza a otro país, usted puede consultar una carta de astrología horaria para responder preguntas simples, usar técnicas predictivas sobre su carta astral con revolución solar, tránsitos o progresiones para ver cuando el futuro es propicio, por no mencionar cartas de reubicación o astrocartografía. Si quiere preguntar por pareja puede usar las cartas de ambos, la carta compuesta, la sinastría, entre distintas aplicaciones predictivas para mirar al futuro… Qué es mejor es cuestión de criterio. Y bueno, eso sin mencionar que debería tomarse en cuenta el contexto para no mudarse a un país que hierve en guerra civil o ignorar las red flags que una persona le haya mostrado hasta ahora.
Entonces, ¿cabría la astrología en una Inteligencia Artificial?
No hay una sola forma de escrutar el universo, como no hay una sola forma de analizar los fenómenos de la economía, por ejemplo. La experiencia, el conocimiento y la intuición, son tan importantes como el análisis más elemental de los planetas que podría ejecutar un LLM como ChatGPT. Pero también hay que tener muy presentes el valor clave (aunque más importante para algunas cosas que para otras) del contexto y el diálogo en la consulta que termina por aterrizar esos datos y juicios astrales a las dudas y emociones particulares que han llevado a alguien a consultar los astros. La astrología tiene más de artesanía e interpretación que de análisis de datos, y en esa medida la interacción personal es mucho más difícil de reemplazar de lo que parece, pero puede que más pronto de lo que parece la Inteligencia Artificial llegue a echarnos más de una mano en el esfuerzo de imaginar un futuro cada vez menos distante.
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