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La ruta del mariachi en cifras

La ruta del mariachi en cifras

Fotografía

Recorren la ciudad cargando sus instrumentos. Reparten serenatas que nadie les ha pedido, pero que muchos agradecen desde la ventana con aplausos y monedas (uno que otro billete). Esta modalidad de mariachi errante surgida en la cuarentena traza a diario kilómetros de ruta, mueve miles de pesos y suena cientos de canciones. Estos son los datos y cifras.

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El mariachi

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e llaman Grupo Mariachi Serenata Mexicana y se conformó en 2016. Cuenta con ocho integrantes: cuatro mujeres y cuatro hombres. La idea es que, al ser mixto, tienen la posibilidad de hacer un repertorio con voces y canciones más variadas. Interpretan principalmente la música vernácula mexicana, es decir, lo más tradicional de la ranchera, pero fusionan con las tendencias más recientes del género popular. Así, en una sola serenata, pueden interpretar temas de José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Jorge Negrete y Miguel Aceves Mejía, pasando por los cañonazos de Juan Gabriel, Vicente Fernández y Rocío Durcal, hasta los hits del momento de Paola Jara, Los Tigres del Norte y la banda sonora de la película Coco.

Antes de la pandemia, trabajaban en los restaurantes La Casa Mexicana y Gringo Cantina, en Bogotá, y en La Chismosa de la Sabana y Oaxaca, en Cajicá. También daban serenatas en eventos empresariales, familiares y particulares. Planeaban empezar a hacer plaza de toros, que es como se le llama en el gremio a la modalidad de tocar en fiestas de pueblos, pero todo se detuvo indefinidamente. En esos eventos cobraban de 300 mil pesos en adelante por una serenata de 10 canciones.

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Durante la cuarentena la dinámica ha cambiado, las presentaciones son muy escasas y han recurrido a lo que se puede. En Bogotá permanecen siete de los integrantes porque Sandra García, la violinista, estaba de visita en Bucaramanga cuando se implementó el aislamiento preventivo a nivel nacional.

Al principio, se presentaron con gran acogida las serenatas virtuales. Ya habían hecho algunas antes de la contingencia, pero lo han hecho con más frecuencia durante el aislamiento. Sin embargo, su demanda ha bajado en los últimos días. Cuando empezaron a implementarse las excepciones de la cuarentena, se animaron a salir a las calles para ir cantando cuadra por cuadra y recaudar lo que las personas quisieran darles desde sus casas. A esa modalidad de rebusque se le conoce en el gremio como ‘taloneo’.

La indumentaria

Cada grupo mariachi tiene diseños propios para su vestuario. Los músicos de Serenata Mexicana tienen diez trajes dependiendo de la ocasión: rojo, azul, negro, beige, negro con blanco, rojo con blanco, rojo con negro, azul con blanco, beige con rojo y azul con negro. Este último es el que están usando en esta jornada. Cada miembro se hace cargo de su propio uniforme. La agrupación cambia de traje cada viernes o según lo requiera algún cliente.

Cada traje consta de: sombrero o tocado con flores (para la mujeres); chamarra, camisa blanca o negra (según el color de la chamarra); moño; pantalón con bordado o con botonadura (para los hombres), falda bordada o con botonadura (para las mujeres), fajón o cinto con hebilla, botas de talón de mula en charol negro o beige.

La jornada

Fecha: sábado 5 de junio de 2020 / día 78 de de la cuarentena
Ubicación: Bogotá D. C. 
Clima: Cielo parcialmente nublado con leves precipitaciones
Temperatura: entre 10 y 19 grados centígrados

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10:00 a.m. - 1:00 p.m. Boita

Los músicos están reunidos en la casa de Lilian Valadez, en Boita, donde tienen un piso con un par de habitaciones que funciona como su sede principal. Ahí guardan parte de su vestuario, algunos de sus instrumentos y tienen un espacio que hace las veces de camerino. A las 11 de la mañana dan una serenata virtual, encargada por un grupo de exempleados de una compañía internacional que se encuentran en diferentes países y se reúnen por Zoom. A las 12, comen. Algunos trajeron desde sus casas la coca con el almuerzo, otros comparten espaguetis con carne molida y gaseosa. Poco antes de la 1 de la tarde guardan los instrumentos en sus estuches, los cargan en una van Hyundai modelo 2005 en la que siempre se transportan y en la que caben cómodamente unas 9 o 10 personas.

Arrancan. David Sepúlveda, el director musical, también es el conductor. Habla del carro con la misma devoción con la que habla de la música mexicana. “Es un carro muy agradecido”, dice. En la normalidad, se gastaba unos 150 mil pesos semanales en gasolina para transportar a la banda. Con los cambios de estos días, el carro sale una o dos veces por semana como mucho. Estuvo parado durante más de un mes y cuando por fin pudo volver a usarlo, salió a hacer una vuelta bancaria, se quedó varado a mitad de camino porque se le había oxidado una manguera. Calcula que en esta jornada no se gastará más de 25 mil pesos en combustible.

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Hoy, el grupo está a la espera de la confirmación de un par de serenatas, que puede que sí o puede que no. Si las confirman, serán en la noche y seguramente en algún barrio del norte de la ciudad. Entonces, ya que están todos vestidos y con sus instrumentos, salen al rebusque. El taloneo no es algo nuevo. De hecho, es la modalidad de la que viven los mariachis en México y Estados Unidos, con una pequeña variación: los establecimientos les ceden un espacio para que se presenten, les brindan alimentación, viáticos y bebidas –claro– y el público les da dinero a cambio de canciones. Los mariachis de Bogotá lo han implementado en las calles por la contingencia. Al principio, dicen todos, era muy rentable porque era novedoso. Pasados los días, con el aumento en la flexibilidad de las excepciones y muchos grupos tocando con más frecuencia, la novelería ha disminuido y los recaudos también.

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1:24 p.m. La Esmeralda

La van llega al barrio La Esmeralda. Eligieron esta zona porque creen que es una de las pocas por las que aún no han pasado mariachis, o eso les dijeron. Localizan una cuadra y parquean. Antes de que se bajen, por una de las esquinas aparece caminando un grupo de mariachis. Son cinco hombres y no notan que Serenata Mexicana acaba de llegar. No hay nada que hacer, hay que buscar otra cuadra. Bajan un par de calles, encuentran un vigilante, le preguntan si ya han pasado mariachis y responde que no. Parquean nuevamente, esta vez en la esquina de la carrera 57 con calle 45 C y, antes de salir, empieza a llover.

La llovizna no dura más de diez minutos. No ha terminado de escampar y ya se escucha el canto de los mariachis esquivados que se acercan. No hay tiempo que perder. Todos se bajan, desenfundan los instrumentos y en menos de un minuto ya están tocando La bikina. “Para empezar con algo animado”, dice David Sepúlveda. Termina la canción y no se ve a nadie, excepto al vigilante. Steff Rouss, después de cantar, hace una presentación anunciando al grupo con mucho entusiasmo a las calles vacías. “Depende del ánimo que pongamos los músicos, se anima la gente”, explica bajando el micrófono. Suena supersticioso, pero lo cierto es que termina de decirlo y se abre una puerta en una esquina. Se asoma una mano de mujer extendiendo un par de billetes. Steff Rouss los recibe: son cuatro mil pesos, la primera donación del día.

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Continúan tocando y caminando, a una velocidad de quince a veinte metros por canción. Con la misma lentitud van abriéndose brevemente puertas y ventanas. Cada vez que la cantante dice “Serenata Mexicana” todos responden gritando al unísono “¡Sí, señor!”. Caminan un par de cuadras, le dan una vuelta al parque del barrio donde, a pesar de la cuarentena, hay varias personas paseando al perro o paseándose a sí mismas y un grupo de adolescentes juegan un partido de fútbol sin tapabocas.

Un hombre se acerca y pide una canción para su papá que se encuentra sentado en una banca. A su lado, un caminador. El hombre quiere dedicarle Mi viejo de Piero. Cuando la tocan, el padre aplaude, parece que llora y algunos curiosos que van pasando graban el momento con sus celulares. Más adelante, aparece una mujer mayor y alegre que está esperando a que los músicos pasen y pide que toquen algo bonito –lo que se les ocurra– para enviarle un video a sus amigas, entonces tocan Paloma querida de José Alfredo Jiménez.

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Recorren dos manzanas más por el barrio y se encuentran en una puerta con una familia que pide que toquen un cumpleaños para su vecina porque hoy es el día de su santo. Un par de casas más adelante una familia hace vaca para pedir algunas canciones a su gusto, todas de Los Bukis. En una puerta, un hombre que está a la expectativa del paso de los músicos les de cuatro mil pesos, luego entra en la casa y cuando vuelve a la puerta le regala a Steff Rouss tres mandarinas. Al final de la calle, en una ventana se ve a un niño con un celular en la mano que empieza a gritar y saltar cuando ve al grupo. Cada vez que ven a un niño, el mariachi toca Un poco loco de la banda sonora de Coco que resulta ser una de las canciones que más se sabe la gente: niños, adolescentes, adultos y abuelos.

4:30 - 6:55 p.m. Quinta Paredes

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Un par de canciones más tarde parece que no va a salir nadie más en este barrio. El grupo decide descansar y se comen las mandarinas. Vuelven a la van y toman un nuevo rumbo sin saber muy bien adónde. En el camino deciden ir a la zona de Corferias. Dan un par de vueltas tanteando las calles y se parquean en la esquina de la carrera 43B con calle 24 A, cerca de un parque donde hay mucha gente haciendo nada. Preguntan al portero de un edificio si han pasado mariachis y dice que no. Se bajan, tocan Te prometo de Fonseca y nadie –nadie– se asoma de ningún balcón o ventana. La gente en el parque los mira, pero nadie se siente motivado. El grupo no pierde tiempo, vuelve a la van y deciden buscar una nueva cuadra.

Antes de continuar deciden hacer una pausa para que todos entren al baño. La cuestión es dónde. Preguntan en una panadería y en un restaurante y en ambos les niegan la entrada. En la esquina de la calle 25 con carrera 40, frente a Corferias, hay una tienda en la que no parece haber cuarentena porque hay varias mesas ocupadas de gente tomando cerveza y aguardiente. Sin pensarlo, les dejan usar el baño a todos a cambio de una canción. Es un buen trueque, si se tiene en cuenta que no encontrarán baño de otra manera. El grupo acepta y al final tocan de nuevo La bikina.

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Retoman su recorrido por el barrio y, nuevamente, antes de que empiecen, se encuentran con un grupo de mariachis al otro lado de la calle a punto de bajarse de una van. Esta vez no se dejan y Serenata Mexicana se gana la cuadra antes que sus colegas cuando empiezan a tocar El milagro de tus ojos y, además, hacen un par de pasos de baile. En esta ocasión, los vecinos salen rápidamente y piden más canciones. Son las 5:45 p.m., ya empieza a oscurecer, y sin embargo la gente sale más entusiasmada. En la ventana de un hotel, una pareja joven y su bebé tiran un par de billetes en una botella de plástico y gritan “¡un recuerdo de México!”. Uno de los billetes es uno de cien pesos mexicanos.

Al final, en un edificio donde termina la calle frente a la entrada de la embajada americana, los vecinos bajan agua para los mariachis. Un hombre pide que toquen Perdón de Vicente Fernández “para pedirle perdón a Dios por lo mal que nos hemos portado”, dice. Aclara que ellos son la tercera agrupación que pasa hoy por esa calle. “Pero tranquilos que para todos hay”, dice el hombre. El cielo ya está prácticamente oscuro y empieza a llover de nuevo. Son las 6:55 p.m. y, escampándose en la van, los músicos deciden que ha sido suficiente de rebusque por hoy.

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El balance

  • Grupo Mariachi Serenata Mexicana
  • Sábado 5 de junio de 2020. Día 78 de cuarentena.
  • 10 y 19 grados centígrados. Parcialmente nublado. Bogotá. Barrio La Esmeralda.
  • Duración del recorrido: 5 horas 48 minutos / Dos pausas de 15 minutos
  • Número de músicos: 7
  • Número de pistas: 57
  • Recorrido: 2,8 kilómetros
  • Número de pasos: 6.328
  • Número de cumpleaños en la jornada: 5
  • Número de dedicatorias: 8
  • Recaudación: $824.000 ($117.714 por músico) + 100 pesos mexicanos + 3 mandarinas + 7 botellas de agua

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