Los cómics de la infancia
-Noviembre 14, 2013
Ya ha pasado mucho tiempo y aún los tenemos guardados en algún rincón. Estos son algunos de nuestros cómics de la infancia.
Hablar de los cómics es referirse a un universo infinito de personajes que, a través del tiempo, han marcado la historia de las pequeñas lecturas, por llamarlas de alguna manera. Las tiras cómicas fueron por años la mejor distracción para niños y jóvenes en todo el mundo, cuando aún no existían ni los videojuegos, ni los celulares más inteligentes que el hombre, ni Su Majestad Internet. Por ahí dicen que todo tiempo pasado fue mejor y, por lo menos en este aspecto, tal vez sí lo fue.
Si volvemos unas décadas, es posible que recordemos esas tardes de colegio en las que el afán por llegar a las ventas de comida, refrescos y juegos que se hacían a la salida, nos convertían en una pequeña colonia de hormigas revoltosas y con un objetivo claro: arrasar con lo que se nos cruzara en el camino. Pero había un puesto en particular que se llenaba primero y al cual todos le parábamos bolas: el de los libritos de cómics. Sí, esos pequeños libros que eran más importantes que el de matemáticas o el de historia, esos con los que no nos costaba trabajo leer, que olían diferente y que nos tocaba esconder para evitar regaños, fueron por mucho tiempo nuestros amigos inseparables.
Y es que quién no recuerda los disparates de Garfield, las aventuras de Kalimán, el humor inteligente de Mafalda, las reflexiones de Snoopy, los problemas entre Batman y Robin, las bromas de Calvin y Hobbes y los chistes del gran Condorito. Todos ellos fueron los que en realidad nos enseñaron a leer, para qué decir mentiras. La mayoría nacieron por allá en los años cincuentas y sesentas y, con ellos, pasamos tal vez la mejor etapa de nuestras vidas, cuando todo lo que leíamos podía ser realidad.
Con Snoopy y sus amigos aprendimos que no hay nada imposible, que soñar no cuesta nada, que los perros pueden llegar a ser los mejores escritores, que los amigos son incondicionales y que el cielo es la mejor inspiración.
Gracias a Mafalda supimos que algo andaba mal en el mundo. Esta pequeña de vestido y moño rojo nos puso por primera vez a pensar –algo que ni los libros de matemáticas lograron–. Con ella entendimos que el mundo no es como lo pintan, que siempre hay algo más allá, que en los detalles está la importancia de la vida y que preguntar es la mejor arma que tiene el ser humano. Aprendimos a odiar la sopa y hubo quienes quisieron parecerse a Mafalda y resultaron siendo amenazadas con ser internadas o mandadas a un convento por sus papás.
Garfield nos llevó a encontrar el camino perfecto para no dejárnosla montar. Aprendimos a ser audaces, a tener malicia, a saber cómo defendernos y tomar una postura positiva frente a la vida. Siempre creímos que los gatos y los perros se comunicaban entre sí, y hasta nos sentábamos con ellos a charlar sobre las ocurrencias de los adultos. Con Garfield nos enamoramos de la pizza y entendimos por qué los gatos son más inteligentes que los perros e incluso que los humanos, así algunos no estén de acuerdo.
Con Kalimán, el primer superhéroe que conocimos muchos, descubrimos que existían una clase de personas diferentes con poderes anormales y que eran las encargadas de salvar al mundo. Aprendimos que todos necesitamos un mejor amigo, un confidente, alguien a quien llevar en las buenas y en las malas. Kalimán nos dio clases de historia y de geografía. Nos enseñó muchas cosas sobre ese mundo desconocido llamado Medio Oriente y nos sometió a que vibráramos de emoción y angustia con sus duras batallas. Kalimán es un referente importante de la pubertad y adolescencia de algunas generaciones de colombianos. Inclusive se habla de una religión que lleva su mismo nombre.
Con Batman y Robin conocimos el peligro y descubrimos otra clase de superhéroes que nos marcarían por el resto de nuestras vidas: los que no tienen superpoderes. Aprendimos sin saberlo qué era una onomatopeya y cómo se utilizaba. Pasamos horas leyendo sus aventuras y las grandes encrucijadas a las que se enfrentaban. Compramos nuestro primer disfraz y nos sentíamos orgullosos de lo que representaba. Nos apropiamos de expresiones como “¡Santos recórcholis ahumados!” o “¡Pamplinas!”, así aún no sepamos qué significan. Pero hubo algo que nunca supimos mientras leíamos y que tal vez nunca vamos a aceptar: que Batman y Robin son pareja.
Por último, hubo un cómic que realmente nos enseñó a vivir. Uno al cual amábamos con todas las fuerzas y leíamos una y otra vez. Uno al cual admirábamos y que vivía en un mundo de páginas con deliciosos aromas en las que siempre nos quisimos meter: Condorito. Este pájaro que andaba literalmente en chanclas, nos enseñó a ser inocentes, a cagarla sin miedo, a vivir tranquilos y, lo más importante: a reír de verdad. Todos tenemos un libro viejo y sin tapa de Condorito en algún lugar de la casa. Los hombres vivimos enamorados de Yayita y a todos nos suceden condoricosas. Los que crecimos al lado de esta gran historieta recordamos con nostalgia el significado de “¡Plop!” y a veces lo ponemos en práctica cuando alguien hace un chiste flojo.
Los cómics de la infancia son un gran tesoro que vivirá por siempre en nuestra mente y en nuestro corazón. Recordarlos es revivir la niñez, los tiempos en los que sentarse en cualquier esquina y disfrutar de esas pequeñas lecturas eran el pasatiempo favorito, sin darnos cuenta de las eternas horas que se nos iban entre tiras cómicas. Lo invitamos a que, si aún conserva algunas de ellas, las desempolve, las lea, huela sus páginas y se transporte a su infancia, esa que nunca volverá. Recuérdenos los nombres que se nos quedaron por fuera en esta corta lista y dediquémonos un rato a las historietas.
* Conde Pátula
* Danger Mouse
*Tín Tín
*Condorito
*Dick Tracy
*X - Men
*Los snorlex
*Los defensores
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