Nereo López: el trópico descongela las imágenes
Un fotógrafo aficionado revisita con su celular las fotos tomadas cincuenta años atrás por Nereo López en paisajes urbanos, atemporales, tropicales. Un ejercicio de Instagram convertido en ensayo fotográfico sobre el Caribe.
Fotos en blanco y negro: Nereo López / Textos y fotos en color: Iván Onatra @ivanonatra
«Nadie muere del todo mientras haya alguien que lo recuerde»
–Ramón Gener
1. La luz colada de la muralla
Aunque no era de madrugar y siempre llegaba antes de la hora a cualquier cita, no sabremos qué hacía tan temprano el fotógrafo Nereo López (1920-2015) con su cámara Rolleiflex esa mañana de 1966 cuando hizo esta toma frente a la entrada principal de su natal Cartagena de Indias.
Adentrarse por allí al casco antiguo significa toparse de frente con los arcos adyacentes a la plaza y debajo de ellos con la venta de los típicos dulces locales que hoy se conoce como el “Portal de los dulces”, Al lugar se le llamó también en otras épocas el “Portal del juez” o el “Portal de los esclavos”, según su uso.
Por las impenetrables paredes de la ciudad han pasado virreyes, militares, piratas, esclavos, comerciantes, escritores, pintores, poetas y fotógrafos; y con ellos sus guerras, sus tesoros, sus leyendas, sus lienzos, sus maletas, sus amores y sus cámaras. La muralla es también una barrera incluso para la luz del amanecer. En esta parte de la ciudad, el sol sobrepasa sus paredes solo después de las siete de la mañana: allí, la luz entra por las arcadas, las ilumina y empieza a pintar la sombra que varía según la época del año. Es la hora donde los comerciantes abren sus estanterías para exhibir las delicias regionales y se toman su primer café. La temperatura empieza a subir.
Una ciudad a medio despertar y la intensa luz tropical fue de los primeros espacios para que Nereo, además de esta fotografía, nos haya dejado un legado de más de 120.000 imágenes preservadas hoy en la Biblioteca Nacional de Colombia.
Nereo, en la mitología griega, es el “dios de las olas del mar” y es representado portando un bastón y acompañado de sus hijas, las Nereidas. Para este dios Caribe, el mar cartagenero fue su punto de partida pero no se quedó allí, recorrió Colombia y muchos países haciendo lo que más le gustaba: cazar instantes.
Su visión especial para plasmar imágenes y convertirlas en momentos memorables lo convierte en un narrador visual por excelencia; con sus disparos nos atrapa y nos hace presas de su mundo; un mundo tan local como universal en el que cada toma no solo cuenta una historia sino muchas a la vez. Su facilidad para hacer amigos y su interés por la gente y por el entorno le ayudó a acercarse más a sus modelos y a sus historias.
Su ojo crítico y veloz lo hizo tomar riesgos necesarios para que su trabajo se destacara, por ejemplo en la entrega del Premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez; en esa ocasión entró al banquete como bailarín y lo registró. También se hizo pasar por indocumentado para hacer un reportaje sobre la migración de colombianos hacia Venezuela. Son clásicos sus retratos de sus amigos Alejandro Obregón, Álvaro Cepeda Samudio, Gabriel García Márquez, Fanny Mikey y, sobre todo, de su gran amigo y descubridor: Manuel Zapata Olivella.
Al cumplirse el centenario de su natalicio, este es un homenaje fotográfico a uno de los referentes más importantes de la fotografía latinoamericana.
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2. La rueda y la calle
(Barranquilla,1961 - Cartagena, 2020)
La escena tropical de la mañana caribeña se repite a lo largo de la décadas y en toda la región. La vida despierta siempre antes de que se asome el sol y revive al atardecer.
Sobre la Cartagena de Nereo en los años cincuenta y sesenta, el crítico Eduardo Serrano afirmó: “Las personas siempre son vistas en relación con su entorno ecológico o arquitectónico, como era de esperar en una ciudad con altos valores patrimoniales y paisajísticos. Perfila ya un estilo de retrato, rotundo, directo, de enaltecimiento humano sin adornos”
3. El trabajo para calmar la sed
Estas dos imágenes revelan versiones separadas por cinco décadas de la activa informalidad económica que late en las calles costeñas. Un retrato de la vitalidad urbana, Caribe y tropical, y también una evidencia de la inequidad social que enfrenta cotidianamente a las dos caras del turismo.
“Su fotografía siempre fue más social, de la gente del común, de la de a pie. Muestra esa realidad que sabemos que existe pero que ignoramos”, dice Augusto López, Custodio del fondo privado del maestro y creador de la cuenta @nereolopezmeza en Instagram.
Pasé dos meses ubicando la locación de esta fotografía. Por sugerencia del equipo de Bacánika lancé la pregunta en un grupo de Facebook cartagenero y las redes se movieron: 471 likes, 435 comentarios y 51 compartidas.
Curiosamente, en el chat que se formó, la mitad de los participantes aseguraba que la toma se hizo en el Palacio de la Inquisición y una persona apostó $100.000 –y perdió– al afirmar que se trataba de la iglesia de Santo Domingo.
Ante las opiniones divididas, las fotografías de la época que los comentaristas comenzaron a subir fueron las que finalmente despejaron la duda: se trata de la fachada de lo que hoy es la Escuela de Bellas Artes UNIBAC (1976). Este espacio fue convento (1608), escuela náutica (1822), cárcel (1833) y unidad psiquiátrica (1968). La fachada perdió su claraboya y la columna en alguna de las restauraciones que se efectuaron en 1984 o 2016 y sin estos elementos, la magia para rehacer allí mismo la foto de Nereo, sencillamente se esfumó.
Cinco personas aseguraron que el militar de la foto era el encargado de la cárcel, el Sargento / Comandante Eusebio Aguirre. “Cuando iban a meter a alguien preso, le decían: vas para donde Aguirre, el terror de la cárcel de San Diego”, comentó un facebookiano.
5. El sueño de los artistas
(Un “Nereido” durmiente sin fecha ni lugar y el pintor Pedro Ruíz, 2021)
“Inemuri” es el concepto japonés que significa “dormir sin irse”; por estos lares lo llamaríamos simplemente “una siesta reponedora”. Como parte imprescindible del mundo Caribe y entre el calor y la quietud tropical, esta es la mejor estrategia para recargarse, ser más productivos, reconectarse y soñar con nuevas ideas. Y si es en una hamaca, mejor.
Nereo siempre estuvo activo y en movimiento. A sus 95 años conservó su capacidad de trabajo y su apertura para aprender técnicas nuevas. Nunca hizo siesta pero tuvo el privilegio de morir tranquilamente como si estuviera haciendo una.
A propósito de la serie de la fotógrafa Saia Vergara, titulada “Siesta Callejera” e inspirada en Nereo López, el periodista Gustavo Tatis afirma: “Ahora duermen estas criaturas de las fotografías. Nada las despierta. Solo una voz cálida como el viento de agosto que pasa por sus rostros y les recuerda que aún es de tarde… Que la siesta ha culminado y hay que volver a reinventar la vida entre los muros de la ciudad amurallada... El sol borra los pasos de la gente, pero no se borra el alma de sus habitantes.”
6. Una historia de amor en cada esquina
(Praga 1968- Cartagena 2021)
Tan lejos y tan cerca. La escena se repite con décadas de diferencia y gracias al arte de la fotografía se evidencian cambios externos como los peinados, las ropas o las distancias. La fotografía también nos revela que a pesar del tiempo, interiormente seguimos siendo los mismos.
Así –lejos y cerca, igual pero distinto– aparece Nereo en esta anécdota narrada por Juan Antonio Pizarro en el libro Yo, Nereo: “Con los años, mi pasión por las mujeres siguió igual, pero ellas cambiaron pues en la medida en que me volví un hombre mayor ya no me hacen caso. Iba de pie en un tren de esos del metro de Nueva York colgado del pasamanos, cuando vi, entre los brazos de todo el mundo, una muchacha agraciada. La miré, me miró, volví a mirarla pues no hay mujer agraciada que yo no mire y ella insistía en volverme la mirada, lo que me puso a vibrar. Entonces cambié mi mirada y con el corazón latiéndome fuerte acercándose me dice: ‘Señor ¿quiere sentarse?’”.
7. A la cacería de instantes caribeños
Este es un ejercicio visual que valida el concepto “imitar a los clásicos” como método para encontrar su propia voz. A lo largo de la investigación visual e histórica que hice sobre la vida de Nereo me quedó aún más clara la evidencia de que la constancia y la disciplina van a la par con el talento. Al visitar su archivo fotográfico aparece repetida, una y otra vez, la frase: “No es la cámara la que toma las fotos”.
“La obra de Nereo es imposible de comprender sin el desplazamiento, la travesía, una especie de viaje perpetuo. Nunca esperó que los sucesos ocurrieran a su alrededor sino que fue a su encuentro, como lo obliga el severo canon del periodismo gráfico”, agrega José Antonio Carbonell. Así fue este proceso: una travesía a través del espacio y el tiempo, jugando con la inmovilidad viva de la fotografía. Los sucesos excepcionales del último año pandémico han teñido con otros matices esos paisajes capturados por el fotógrafo hace medio siglo. La tecnología y las circunstancias son distintas, el sol, el Caribe y el arte son los mismos.
Agradecimientos
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