Las historias detrás de las víctimas de las películas de acción
Bacánika se puso en la tarea de imaginarse quiénes son esos inocentes a los que los héroes de las películas de acción se llevan por delante al salvar el mundo.
o son solo extras. Son personas que sufren y que viven sus propias vidas. Estas son las historias de esos inocentes que deben rearmar su vida luego de los actos heroicos de los desconsiderados musculosos de Hollywood.
¿Se ha preguntado quién le responde quién les responde a los del carrito de frutas que explota cada vez que una ciudad norteamericana se encuentra en peligro? ¿Y qué dice los jefes del repartidor de pizzas o el cartero que salen volando al tratar de salvar sus vidas cuando hay una persecución por Nueva York? Nosotros sí, y este es el resultado.
El celador del edificio de una corporación malvada
Andre consiguió este trabajo después de varias entrevistas y lo cierto es que es mucho mejor que fritar papas en McDonald’s. No tiene que hacer mucho, solo estar sentado en el lobby del edificio. ¿De qué es la empresa y qué hacen? Él no tiene ni idea. Lo único que sabe es que su turno empieza a las nueve de la noche y termina a las cinco de la mañana. Durante esas ocho horas, Andre aprovecha su talento para trasnochar y se pone al día con su serie favorita.
Esta noche, mientras Andre ve el octavo capítulo de la sexta temporada de Scandal, Arnold Schwarzenegger entra al edificio y le tuerce el cuello. Y ese es el fin de la vida de Andre. Nunca sabrá qué pasó con Olivia Pope. Arnold lo mata sin más solo porque trabaja en el edificio de una corporación manejada por un tipo que planeaba bombardear Europa entera. El pobre Andre no hizo nada malo, solo firmó un contrato, nunca vio que ocurrieran cosas raras en el edificio. Esto era solo un trabajo.
Arnold se debe sentir orgulloso por haber detenido el ataque pero, ¿qué va a pasar con la familia de Andre? ¿Quién le va a explicar a su mamá qué fue lo que pasó? ¿Habrá temporadas de Scandal en el más allá?
Los del puestico de frutas
Gloria y Álvaro son inmigrantes de El Salvador que decidieron irse a probar suerte en Miami hace veinticinco años. Con trabajo duro y muchos sacrificios lograron consolidar su puestico de frutas como uno de los mejores del barrio. No son millonarios, pero hacen el dinero suficiente para alimentar a sus dos hijos y asegurarse de que todos en la familia estén bien.
Pero todo se va al carajo cuando Vin Diesel choca contra su minilocal (de verdad es miy mini) durante una persecución a toda velocidad. El caos es aterrador. Hay frutas regadas por todos lados. Las sandías yacen partidas en el piso, las mandarinas están destripadas, las papayas ya no tienen arreglo, los bananos no tienen forma y las moras sangran sobre la calle.
Lo peor de todo es que saben que nadie les va a responder por los daños. A Toño, uno de sus amigos del mercado, le pasó algo similar hace un par de años y Will Smith nunca le reparó el daño. Va a pasar lo que siempre pasa: Vin será aplaudido por salvar la ciudad de quién sabe qué villano y no habrá poder humano que le haga admitir el daño que causó en la familia de Gloria y Álvaro.
Los que están felices en el restaurante antes de que el héroe atraviese la ventana
Laura está supercontenta. Esta es la noche. Aunque ya decidieron que se van a casar y su novia ya le dijo que va a decir que sí, quedaron en hacer toda la vuelta de la pedida de mano con anillo y arrodillada, como en las películas. Laura está a punto de hacerlo, pero algo daña la atmósfera romántica.
Jackie Chan entra al restaurante, obviamente no por la puerta sino por la ventana, mientras pelea con algún maleante que secuestró a la hija del embajador de Estados Unidos en Hong Kong. La ventana se parte en mil pedazos. Jackie y el villano pelean y tumban la comida de todas las mesas. Un pedacito de vidrio le corta cara a Laura y el anillo sale a volar.
La pelea pasa del restaurante a la calle, y los comensales quedan confundidos y heridos. Su novia se acerca llorando pero la cortada es superficial, lo que la preocupa es encontrar el anillo entre tantos pedazos de vidrio rotos. Era un diamante de verdad. Chiquito, pero de verdad.
El conductor de Uber al que le quitan el carro
Faisal trabajaba en una farmacia en Oman, pero desde hace un año que se fue a vivir a Nueva York empezó su etapa de conductor de Uber. Tal vez no sea el trabajo más gratificante del mundo, pero es entretenido y le permite conocer rincones de la ciudad que como un simple turista no habría podido conocer.
La jornada de hoy empezó a las ocho de la mañana. Faisal estaba feliz porque era uno de los primeros días de verano y el sol es lo suyo. Que un conductor vaya con una sonrisa de oreja a oreja no es algo común en esta ciudad. Pero la sonrisa de Faisal se desvanece cuando Bruce Willis aparece de la nada, golpea el capó del carro y se lo quita con la excusa de que es para “un asunto policiaco”.
Confundido, Faisal se baja del carro y ve cómo el calvo “héroe” conduce hacia el horizonte. ¿Y ahora? Un complique, es lo que se viene ahora. Averiguar dónde demonios dejará Bruce el carro (probablemente no en estado muy decoroso), hablar con los de Uber a ver si pueden ayudarle con lo del seguro y, lo más duro, estar sin trabajar durante al menos un mes. Gracias por dañarle el mes a Faisal, Bruce.
La que va manejando tranquila y se estrella por culpa del héroe
Tatiana acaba de sacar el carro del taller y tiene mal genio porque, una vez más, los mecánicos la trataron como si fuera estúpida. De todas maneras no quiere dejar que eso le arruine el día y decide que lo mejor es cantar a todo pulmón el más reciente éxito Justin Bieber.
De un momento a otro, Keanu Reeves pasa a más de 150 kilómetros por hora en un Lamborghini. Detrás tiene un carro que lo persigue a la misma velocidad. Lo natural: todos los carros que están alrededor de Tatiana se estrellan. La escena es un mar de pitos y metal chocando contra metal. Lo contrario de la escena que abre La La Land.
Afortunadamente Tatiana no tiene heridas graves después del estrellón masivo, pero su carro… Lo que la tiene de mal genio, y lo que definitivamente le arruinó el día, es saber que tiene que volver al taller, donde los mecánicos y sus caras de “ahora esta vieja bruta qué hizo”.
El mesero al que le tumban los platos
Johnny está en periodo de prueba en su trabajo porque ya ha llegado varias veces enguayabado. Y aunque últimamente ha estado juicioso, su jefe lo tiene entre ojos y cualquier cosa, desde un error pequeño hasta algo que no esté bajo su control (como que caiga un meteorito en el restaurante) será motivo de despido.
Por eso, cuando Tom Cruise entra por la cocina del restaurante persiguiendo a un espía ruso y tambando platos y meseros a diestra y siniestra, Johnny sabe que al día siguiente no tendrá que madrugar a trabajar sino a buscar en los clasificados del periódico por alguna vacante.
¿Qué va a decir su jefe cuando Johnny le diga: “Es que Tom Cruise entró y tumbó todo”? Es obvio que no le va a creer. “Ese tipo de cosas solo pasan en las películas”, dirá su jefe. Johnny entonces se quedará desempleado y cuando llegue a su casa a contarle a su mamá, ella también pensará que fue su culpa. Y ni hablar de la cantaleta que le dará.
La familia a la que el héroe le invade la casa
En esta época no es fácil estar unidos como familia. Cada uno anda pegado a su celular, a su computador o anda en su cuento. Por eso, Lina y Andrés empezaron a instaurar el “family day” en su casa. Todos los domingos se decomisan los celulares de cada miembro de la familia y, ya desconectados, ven una película y comen juntos. Al principio sus hijos se quejaron mucho y dijeron que era una estupidez, pero después de un par de meses se acostumbraron a pasar tiempo en familia.
Hoy la cosa cambió: mientras todos veían una de sus películas favoritas, un desconocido partió la puerta de la entrada y Jason Statham entró detrás. Corrieron por todo el apartamento, tumbaron el jarrón en el que estaban las cenizas de la abuela y partieron el televisor. Después, así como de la nada entraron, de la nada salieron por la ventana que da hacia la escalera de incendios.
Ahora Lina y Andrés tienen que recoger el desorden, llamar a un cerrajero para que arregle la puerta, barrer las cenizas de la abuela e ir a comprar un televisor nuevo. Los niños, por su parte, volvieron como si nada a concentrar su atención en sus celulares. El “family day” fue oficialmente arruinado.
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