Scarfaces: distintas facetas de Tony Montana
¿Quién es el protagonista de Scarface? El icónico Tony Montana remite a muchos aspectos físicos y a una amplia curva de personalidades magistralmente interpretada por Al Pacino. Estos perfiles cortos y retratos ilustrados recrean esas múltiples caras cortadas.
ras casi cuatro décadas, la película de Brian de Palma se ha vuelto un descarnado clásico del cine de gángsters y un ícono de la cultura popular. La disección a fondo del mundo criminal, la vívida recreación de la hermosa y turbulenta Miami de comienzos de los años ochenta y el desarrollo de una historia que retrata el exilio cubano y la consolidación de los carteles de la droga sirven como telón de fondo para el desarrollo de un personaje imponente: Tony Montana.
El rol de Al Pacino como exiliado cubano transformado en capo de la droga ha influido en todos los ámbitos de la cultura pop. Desde videojuegos como Hitman y Grand Theft Auto, bandas de punk rock como Blink-182, el rapero Nas, la serie de dibujos animados South Park y hasta obras de teatro escolares, han encontrado inspiración en este complejo personaje. Desde el lanzamiento de Scarface en 1983, un cojonal de películas de gángsters han emulado las maneras de Tony Montana de un modo u otro, y su saludo “Say hello to my little friend”, es una frase miles de veces repetida emulando el momento en que lo vemos en la pantalla a lo largo y ancho de su mansión disparando una ametralladora con un lanzagranadas empotrado.
Pero más allá de la violencia gráfica, los atracones de yeyo y frases citables por doquier, se trata de un retrato detallado del sueño americano: un inmigrante llega a los States apenas con un par de trapos sucios y se convierte en millonario a punta de tenacidad y ambición. El meollo radica en que el alto costo del American Dream en este caso es moral y cobra vidas, pues la manera en la cual materializa esa ambición es moviendo cocaína con tal dedicación que su éxito lo lleva a codearse con los titanes de la industria, pero también le encamina hacia su fatídico desenlace. En el transcurso de casi tres horas, Tony pasa de lavar platos a vivir en una mansión enchapada en oro, acompañado de una muy joven y ácida Michelle Pfeiffer, junto a montañas de cocaína del tamaño del Denali. La crudeza de este retrato le ha atraído detractores y críticos al personaje, debido a cómo representa la comunidad latina en Estados Unidos y por parte de quienes ven en él una apología al dinero fácil y al consumo de narcóticos.
El arco recorrido por Tony Montana no es sencillo. No solo es complejo para él, también para quiénes escriben, dirigen e interpretan al personaje; quizá el reto principal sean los muchos matices en contraste que lo componen, las formas variadas en las cuales debe enfrentar las realidades distintas del crimen, el amor y la familia. Por momentos parece que ante la complejidad de su vida a Tony Montana no le alcanza con mostrar una sola cara cortada y necesita valerse de las muchas aquí retratadas.
Inmigrante cubano
En mayo de 1980, Fidel Castro abrió el puerto en Mariel, Cuba, con la intención de reunir familias fragmentadas a causa de las tensiones políticas entre la isla y Estados Unidos. Sin embargo, los abrazos y las lágrimas de alegría fueron la escena que ocultó el paso de los peores exponentes del sistema carcelario cubano, para posarlos bajo la sombra de las palmeras del Ocean Drive. Se calcula que cerca del 20% de los 125.000 refugiados que llegaron tenían antecedentes penales. Uno de estos hombres es Antonio Montana: obrero de construcción, ex militar, preso político (según su propio relato), fanático de Humphrey Bogart y James Cagney. Al llegar, lo recibe la migra, quienes escuchan su relato bajo la rutina de buen policía/mal policía. Desde el principio, Tony da entender cuáles son sus tendencias políticas:
¿Eres comunista? ¿Te gustaría eso? Siempre te dicen qué hacer, qué pensar, qué sentir. ¿Quieres ser como una oveja? ¿Como todas esas otras personas? (…) ¿Quieres trabajar 8, 10 jodidas horas? ¡No tienes nada, no tienes nada! ¿Quieres un chivato en cada esquina viendo todo lo que haces? ¿Todo lo que dices, hombre? ¿Sabes que como pulpo tres veces al día? Lo he comido tanto que me salió un pulpo de las orejas. Me dieron unos zapatos rusos, mis pies ya los atraviesan. ¿Qué te parece? ¿Quieres que me quede y no haga nada? No soy un maldito criminal, hombre. No soy puta o ladrón. Soy Tony Montana, un preso político de Cuba.
Los agentes no le compran ni una palabra de lo que dice, por ello es enviado a un campo lleno de literas, disturbios y rejas con alambre de púas, llamada “Ciudad de la Libertad”. Mientras es retirado por los agentes les dice:
No importa, no hay nada que puedas hacerme que Castro no me haya hecho...
La faceta cubana, latina, de Tony Montana resulta controversial pues para muchos resulta un refuerzo del estereotipo asociado con esa población migrante, pero es también un reflejo de la compleja realidad vivida por toda una generación de cubanos en el exilio que redefinieron la demografía de Miami.
Empresario
La ambición es su combustible. Tony comenzó en tierras gringas en la base de la pirámide: un lavaplatos que pasaba fregando trastes durante horas. Así fue hasta que Omar Suárez, gángster de media tabla, se le acercó con la oferta de USD$500 para descargar pacas de coca de un bote. Ante la propuesta, Tony se mofó y exigió más. Así concretó un acuerdo más grande. Esta fue la impronta durante toda su carrera. Este primer trabajo demostró otra habilidad de Montana para ser exitoso en cualquier negocio: trabajar bien en los momentos clave. Se suponía que el primer intercambio de Tony sería limpio, pero resultó ser encuentro a traición. Bajo la presión, se mantuvo concentrado, incluso cuando cercenaron a su amigo con una sierra eléctrica. En un momento de distracción pudo liberarse y abrirse paso a tiros. Al regresar con las drogas y el dinero, el jefe Frank López estaba impresionado. Esta iniciativa también haría parte de su “ética” profesional. De hecho, así fue como cerró un negocio multimillonario con Sosa, un lord continental de la cocaína. Lo que comenzó como un acuerdo de distribución en Norteamérica, Tony lo transformó en una compra de 2.000 kilos. Montana es un tipo serio que honra su código y mantiene los ojos siempre en el objetivo y, como él mismo le diría a Sosa justo antes de concretar el negocio:
Todo lo que tengo en este mundo son mis bolas y mi palabra. No las rompo por nadie, ¿entiendes?
Criminal
Tony es un gatillo fácil. Si alguien amenaza su posición y dominios no dudará ser quien dispare primero para ajustar cuentas, su estilo no es acudir a intermediarios para que hagan sus golpes. Cabe aclarar que la carrera criminal de Tony en Miami arranca en “Ciudad de la Libertad”, donde a cambio de la green card –tarjeta de residencia que le permitiría trabajar–, debe asesinar a Emilio Rebenga, un político caído en desgracia a los ojos de Fidel. Su bautizo como homicida es también una venganza hacia el régimen, ya que antes de cumplir el contrato con navaja en mano, lo asedia, acecha y atormenta. De hecho, al momento de aceptar este trabajo conseguido por Manny, su secuaz y segundo al mando, Tony le envía el siguiente mensaje a su empleador:
Mataría a un comunista por diversión... pero por una green card, lo voy a cortar muy bien.
Sin embargo, por más que parezca que le satisface tomar una vida en sus manos, Tony tiene un código: no mujeres, no niños.
Hombre de familia
A diario Tony es testigo de primera mano la maldad del mundo, las miserias y violencia que este puede conllevar. Ante este crudo panorama, siempre hace esfuerzos para que su familia sea ajena a todo ello, el problema es que lo hace del único modo que sabe: entregando dinero y ejerciendo un control obsesivo. Su relación con su madre es más que tensa: ella no acepta dinero manchado de sangre y ve en Tony un hijo ya perdido. Su esfuerzo es proteger a su hija menor de correr el mismo destino. No será fácil, pues Gina ve con encanto el dinero, los lujos y la coca de su hermano.
La forma en que Tony corresponde al afecto y paradójica admiración de Gina abarca generosidad, celos y hasta sobreprotección; al punto de prender a golpes a quien ose cortejar a su hermana. Para Tony, la inocencia de su hermana debe ser protegida a sangre y fuego.
Tony y Elvira
La idea de Tony Montana sobre el amor o sobre cómo debe ser una relación de pareja es tan unilateral, retorcida y violenta como sus demás esferas. Desde la perspectiva de Cara Cortada, la compañía de una mujer hermosa es una medida más del éxito. Así funciona su escala personal de trofeos:
Primero obtienes el dinero, luego obtienes el poder, luego obtienes a las mujeres.
En el mundo de Tony, Elvira es un objeto para mostrar. La ve como otro premio que ganó al someter a su jefe, justo después de arrebatarle el poder y el dinero. Elvira personifica el sueño americano de Tony, una mujer trofeo, rubia y delgada para tener en su brazo. “Ella es un tigre; ella me pertenece”, afirma Tony, y por ello la enjaula en su mansión como al tigre que encadena en los patios de la misma. Lejos del amor se trata de una relación de poder mediada por la fuerza. Esto no implica que Elvira sea una mujer pasiva. Elvira menosprecia a Tony y se lo recuerda cada vez que puede. Al ser tratado por ella como un niño pequeño, explota su necesidad de poseerla. Cuando la balanza de poder se inclina a favor de ella, Tony hace contrapeso a través de la fuerza: sabe que no es el mejor conversador, que no tiene cómo entregar un sentimiento, construir una conexión, que a nivel íntimo Tony Montana no existe–… ese vacío se llena de regalos, gritos e intimidación.
Al margen de la forma en la cual Elvira le recuerda su vulnerabilidad, Tony está satisfecho con lo que Tony es. Él lo acepta. Es más, reconoce sus fallas, se enorgullece de ellas y las presume a los demás, que seguramente se hacen llamar gente de bien. De este modo, el personaje se construye sobre una oscura tríada de narcisismo, psicopatía y cinismo que hacen parte del carisma que lo ha elevado como un ícono de la cultura popular durante cerca de 40 años.
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