Taller Colmillo: el hogar colaborativo de la risografía en Bogotá.
Por diez años, Taller Colmillo le ha abierto las puertas a artistas y a fanáticos del cómic, el cartel y el fanzine, ofreciendo una mano experta a todos los que la han buscado e incluso a los que la han necesitado. Perfil de este hogar de la gráfica independiente y colaborativa de la capital.
Es difícil recordarlo, pero hace algunos años Barios Unidos fue un sector residencial. Invadido hoy de galerías, talleres de artistas, bares y restaurantes, el espacio se ha convertido en sede del circuito del arte independiente. La abrumadora economía cultural que creó ha “gentrificado” estas calles, siguiendo casi al pie de la letra la definición de manual escolar. Open San Felipe y actividades afines han convertido a ese barrio y los sectores aledaños en una zona codiciada, de alquileres casi impagables por las grandes casonas que otrora representaban la clase media bogotana. En medio de esto, sin embargo, Taller Colmillo sigue siendo un hogar: la residencia disidente de las artes gráficas.
Fundado en 2012, Taller Colmillo se ha convertido en uno de los enclaves centrales de la gráfica en la capital. El espacio que hoy es la sede no oficial de toda una comunidad que se encuentra para imprimir y adquirir cómics y fanzines, carteles, tarjetas y stickers. Es un lugar en el que convergen semanalmente artistas independientes, editores de cómics subversivos y, en general, una plétora de habituales de la gráfica que saben que allí no solo encuentra una serie de servicios, sino aprendizajes y recomendaciones de quienes lo regentan.
“En Taller Colmillo solo somos dos personas”, explica Daniela Mesa, una de las fundadoras del proyecto. “Por un lado, está David Castro. Él es diseñador gráfico de la Escuela de Artes y Letras, pero aparte estudió varios técnicos en el SENA: Preprensa, Serigrafía y Offset. Por el otro lado, estoy yo, que también estudié Diseño Gráfico, pero en la Universidad Piloto, y desde la universidad siempre trabajé desde el área editorial: en un periódico, editoriales independientes y empresas ya más grandes”.
“La idea surgió en 2012, pero nosotros veníamos coleccionando fanzines desde antes. David coleccionaba de metal y punk, y también le ayudaba a algunas bandas a hacer los de ellas. En mi caso coleccionaba fanzines de grafiteros y enviaba imágenes a algunos para sus convocatorias. La idea en un inicio era montar un taller de serigrafía y combinarlo con la fotocopia para avanzar en procesos, porque no teníamos tanto dinero para montar una offset, que era lo que David sabía manejar”, añade Mesa. “Al principio hicimos varios fanzines mezclando ambas técnicas. Y en esta búsqueda de que fuera rentable, que generara ganancia, dimos con una máquina de riso en Colombia y la compramos”.
La adquisición de esta máquina marcaría el inicio de una serie de procesos que harían de Taller Colmillo lo que es hoy. En 2014 el espacio publicó su primer fanzine titulado Avichuchos y pronto empezó a colaborar con otros creadores. “Al principio venía solo con tinta negra y poco a poco le empezamos a comprar los colores. Para esa máquina llegamos a manejar cinco colores, pero solo imprimía en tamaño carta y oficio. Luego conseguimos una que imprimía con otros cuatro colores y entre las dos se podía imprimir, pero se desperdiciaba mucho papel por la diferencia de tamaños, por eso la vendimos a unos chicos de Barranquilla y compramos otra”.
La risografía es una técnica de impresión relativamente nueva en el mundo de las artes gráficas, pues hasta 1986 apareció la primera máquina. Similar a los procesos de mimeografía, la máquina de riso crea plantillas originales de una imagen que pasan sobre tambores de tinta a gran velocidad, permitiendo la replicación de estos trabajos de manera económica y expedita. Dependiendo de la máquina, se pueden sumar colores al diseño, por lo que una imagen puede ser más o menos compleja dependiendo del impresor.
“Podemos imprimir carteles, fanzines, libros, menús para restaurantes, stickers… Siento que lo que nos diferencia de ir a imprimir en el Ricaurte u otros espacios más comerciales es que a nosotros en verdad nos gusta meternos mucho en la onda y siempre estamos en la movida editorial independiente”, complementa Mesa, quien junto a su socio David Castro, se dio cuenta rápidamente de que trabajando en colectivo y ofreciendo su máquina para otros artistas se podía crear una comunidad en torno a esta técnica, que ha crecido en la ciudad en parte por las capacitaciones que ofrece Taller Colmillo.
Desde 2017, Taller Colmillo ha participado en varios espacios colectivos, ya sea como expositor o como sede de distintas ferias en las que ofrecen impresiones propias, trabajos realizados en colaboración con otros artistas y demás proyectos que nacen de sus tambores calientes de impresión. “En 2019 conocimos a los chicos de Bogotá Print, también un estudio de serigrafía grande. Ellos se especializan en papel, pero también imprimen sobre tela. Y nos unimos buscando beneficiarnos entre los dos, para buscar un espacio más amplio, dándole a cada taller un lugar. Encontramos un espacio en el barrio Alcázares y desde entonces estamos aquí. La casa se llama Meteorito”, complementa Mesa.
“Este espacio cultural está enfocado también en crear ferias, exposiciones, residencias artísticas. Hacemos charlas, clubes de dibujo, se presta para un montón de cosas”, agrega mientras señala que varios artistas también tienen allí sus talleres y entre todos se ocupan del mantenimiento de la casa.
Más allá de la tecnología y la experticia de sus creadores, Taller Colmillo se ha convertido en una referencia para la gráfica independiente por el carácter colaborativo que ha planteado desde el primer momento. “Nos gusta ofrecer consejos, nuestro punto de vista, buscando la mejor forma para que el proyecto salga adelante y que las personas no pierdan. Si tú vas a un espacio como el Ricaurte, te das cuenta de que es muy caótico, pues solo reciben archivos y como salió, salió. Aquí siento que puede haber otra visión desde el oficio y de buscar la manera en que el proyecto se vea bien, sea rentable y puedas imprimir en cantidad”.
“Aparte del servicio de impresión, que es a pedido, ofrecemos residencias artísticas. Hemos compartido el espacio con personas de Chile, Argentina, Ecuador, Perú, El Salvador, México y otros países de Latinoamérica. También han estado artistas colombianos. Lo chévere es que aquí los recibimos, hay un espacio en el que se pueden hospedar si lo necesitan”, señala diseñadora. “La idea siempre es hacer una publicación o carteles colectivamente y nos repartimos las copias. Esto lo hacemos con residentes, pero también con proyectos que se acerquen y nos planteen una colaboración. Puede darse que nosotros demos todo y nos quedamos con un porcentaje de la impresión o que el artista ponga la mitad y nos dividimos todo a mitades. Esa modalidad nos gusta mucho, la colectividad y la coedición, porque sabemos que así es mucho más fácil publicar”.
En Taller Colmillo saben que los materiales son costosos y que no todo el mundo tiene los medios para gestionar sus servicios, por lo que proponen modalidades participativas de creación que han resultado en el crecimiento de artistas y del mismo taller. “Sentimos que la riso se presta mucho para colectivizar y también es interesante que la máquina no sea algo privado, porque sabemos y entendemos que nosotros tuvimos la fortuna de encontrar insumos y máquinas no tan costosas en una época, porque luego se volvió más costoso al convertirse en una modalidad más popular”.
Para mantener estas actividades y poder brindar la mano a artistas emergentes, Taller Colmillo participa de todo tipo de convocatorias que ayuden a mitigar el peso de los materiales, que se ven afectados por el alza en el dólar. “Esto en pro de que muchos artistas puedan mostrar sus proyectos, que salgan del online y que quede un registro físico de lo que hacen. Por eso nos involucramos tanto en la comunidad del cómic y el fanzine. No se trata de ofrecer solamente un servicio”, concluye Mesa.
Taller Colmillo es un espacio que tiene las puertas abiertas a todos los que quieran cruzarlas. Sus creadores saben que las tintas se vencen, que las máquinas se dañan si no se usan de manera continua y por ello se esfuerzan para que su casa sea un espacio abierto al diálogo, al intercambio y al aprendizaje. Por eso, en más de una década de trabajo, Taller Colmillo se ha vuelto un espacio al que muchos podrían llamar su hogar.
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