Club de dibujo CasaTinta/Bacánika. Sesión 6: el insulto
Los insultos colombianos suelen ser gráficos, cómicos, creativos. En esta edición de nuestro Club de Dibujo, en asocio con Gioto, invitamos a todos los participantes a visitar CasaTinta este viernes 11 de octubre y dibujar sus ofensas preferidas.
En esta oportunidad nos acompaña como tutora la talentosa ilustradora barranquillera Carolina Urueta, quien ya había ilustrado para Bacánika. El tema que movió los lápices de los participantes fue el insulto: cada uno debía pensar una ofensa y conceptualizarla por medio de una ilustración.
Como cada mes, contamos con el apoyo de Industrias Gioto –quienes tienen abierta tremenda convocatoria para una residencia artística en Londres–. Nuevamente entregarán materiales al ganador en esta sesión del Club de dibujo dedicada a un tema propio de nuestra idiosincrasia.
El insulto, tan cotidiano y al mismo tiempo disruptivo, puede ser entendido como un suceso del lenguaje presente en nuestras interacciones de la vida diaria. A veces un insulto parece ser la única cosa acertada para decir en una conversación, a pesar de que no siempre sea lo más adecuado.
El insulto como hecho del lenguaje tiene una característica peculiar y es que parece ir en contravía de la propia función comunicativa del lenguaje. Así lo entiende Juan Álvarez, quien es autor del libro Insulto: breve historia de la ofensa en Colombia: “cuando el insulto irrumpe lo que se pone en riesgo es la posibilidad de comunicación, y por esa razón es un hecho del lenguaje pero también un asalto al lenguaje”. Quizá de esa contradicción proviene la frase popular que dice que cuando aparece el insulto se acaban los argumentos.
¿Para qué sirve un insulto?
En el diccionario de la Real Academia “insultar” se entiende como “ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones”. Sin embargo, el insulto es un fenómeno complejo que tiene que ver con la interacción humana y puede ser entendido más allá del propósito simple de la ofensa. El insulto no depende únicamente de la intención de quien lo enuncia, sino que la ofensa se produce en el intercambio entre el emisor y el receptor, quien puede sentirse ofendido o no. En otras palabras: uno puede tratarse de hijueputa con los amigos sin que haya un problema, pero un simple “bobo” o “tonto”, un insulto a la inteligencia, puede resultar ofensivo.
El comediante Gabriel Murillo, quien es uno de los creadores de la popular serie Con ánimo de ofender, defiende la hipótesis de que la ofensa aparece cuando el receptor la interpreta algo como ofensivo. “Yo tengo una rutina sobre el Frutiño que nunca había ofendido a nadie, hasta que un día había una chica dentro del público que trabajaba en Frutiño y se ofendió por el chiste del Frutiño. Pero el chiste en sí no tenía nada de ofensivo. Yo creo en la teoría de que la ofensa no es dada, sino recibida”. Del mismo modo como un insulto puede ser un acto de agresión, también puede ser una muestra de cariño. En un contexto de amistad o de intimidad es normal que haya insultos entendidos como expresiones de confianza.
En la comedia, el insulto puede ser una expresión de admiración. En el género del roast, por ejemplo, la gracia consiste en insultar al otro de una manera que sea divertida. Deivis Cortés, ocomediante que también hace parte de Con ánimo de ofender, considera que “cuando uno insulta a otro cómicamente no lo está ofendiendo, sino que lo está halagando”. Además explica que en países como Estados Unidos, es muy importante el roast como género de comedia, tanto así que existen programas como Comedy Central Roast donde invitan celebridades a que sean insultadas en público, lo que es visto como un privilegio. “Se entiende en la cultura americana que ser víctima de un roast es uno de los mayores honores que puede recibir un comediante”.
Similar a este formato también está el de Mean tweets en el Show de Jimmy Kimmel, que es un programa de entrevistas de la televisión estadounidense. En esta sección invitan a celebridades para que lean tweets groseros e insultantes que les escriben sus seguidores amparados por el anonimato de las redes sociales.
Las malas palabras
Otro comediante estadounidense, George Carlin, es famoso por sus rutinas en las que cuestiona el lenguaje que usamos. Una de sus piezas más famosas es Siete palabras que no puedes decir en televisión. Su discurso comienza diciendo que hay ciertas palabras que hemos “decidido” no usar todo el tiempo, mientras que hay otras que se pueden decir sin importar la circunstancia. Algunas veces está bien decirlas, pero no todo el tiempo. A partir de esta premisa él cuestiona las razones para que estas palabras sean prohibidas en el lenguaje.
Las palabras de la lista de Carlin son: shit, piss, fuck, cunt, cocksucker, motherfucker y tits. Las cuales, traducidas al español serían algo como: mierda, orina, joder, perra, chupapenes, hijo de puta y tetas. Al hacer la traducción podemos notar uno de los argumentos que hace Carlin en su rutina: nunca se sabe con certeza qué palabras serán consideradas ‘malas palabras’ porque hay muchas listas diferentes. Una palabra como ‘orina’ difícilmente sería considerada una grosería en español, sin embargo, en otros contextos, puede serlo.
Otro gran ejemplo es la palabra ‘gonorrea’, la cual hemos decidido convertirla en un insulto. El diccionario de parlache de la investigadora Luz Stella Castañeda y José Ignacio Henao registra ‘gonorrea’ con la acepción “despreciable. Expresión con la que se minimiza al otro”. Sin embargo, esta palabra, en otras latitudes, no resulta ofensiva. A lo sumo desagradable. Según Juan Álvarez, la manera como ciertas palabras se vuelven insultos tiene que ver con la naturaleza dinámica del insulto mismo.
La forma en la que, como sociedad, decidimos las palabras que serán ofensivas habla de nuestra idiosincrasia. “Cuando la gente rica se pone de acuerdo en que la palabra ‘indio’ es una manera de discriminar a un grupo social, se le adjudica una capacidad de ofensa a esa palabra. Lo que opera ahí son interacciones sociales que tienen su correlato en la palabra”. Lo mismo sucede con insultos creados para ofender a grupos humanos que han sido marginalizados y discriminados, como las mujeres o los homosexuales. ¿Cuántas maneras existen para llamar a alguien puta o marica?
El placer de insultar
Más allá del hecho de que los insultos que usamos sean un reflejo de los vicios de nuestra sociedad, no podemos negar que hay un placer que subyace en insultar a alguien. Deivis Cortés, desde la mirada de la comedia, cree que un insulto básico puede ser el relacionado a las características físicas de la persona que se quiere insultar. También “la típica ‘su mamá’ o ‘venga me lo chupa’, o ese tipo de cosas sexuales, creo que sacan risas fáciles. Hay otro tipo de insulto que tiene que ver con la confrontación, con uno diciéndole al otro ‘te conozco, sé como eres a pesar de que tratas de ocultarlo, y con estas dos frases te voy a decir exactamente cómo eres’”. Esa forma de insultar, según Cortés, es más interesante.
Nuestra ilustradora invitada, Carolina Urueta, considera que un los insultos son formas efectivas de comunicar nuestros sentimientos automáticamente. “Otras palabras comunes no logran hacer eso. Cuando te golpeas el dedo pequeño del pie con la cama duele menos si gritas: ¡hijueputa!”. Además, confiesa que le parece espectacular el insulto “Cachón”, por su versatilidad y porque le trae recuerdos de crecer en la costa.
Ya seleccionamos los participantes que competirán por el premio de Industrias Gioto. Recuerde que tiene hasta el próximo viernes 18 de octubre a medio día para votar dejando un comentario en este artículo. El dibujo con más votos será el ganador.
1. @La.caro.castro
2. @Gerald_kings_tatoo
3. @sebastianchantattoo
4. @Feelf1sh
5. @Jean_paul_l_r
6. @Sarahconhilustra
7. @Sergiodan95
8. @Nickitarts
9. @No_soy_leon
10. @catm.84
Ganador:
@Sergiodan95
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