La Vorágine Más Allá: la nueva obra de Mapa Teatro y el CNA en Nukak
¿Qué voces se pierden en la selva? Cien años después de ver la luz, el laboratorio artístico Mapa Teatro propone una nueva versión de La Vorágine de José Eustasio Rivera desde la voz del pueblo Nukak. Producida por el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella, “La Vorágine Más Allá” se presentará del 9 al 20 de octubre en tres funciones diarias durante el Festival Internacional de Artes Vivas -FIAV- en Bogotá. Le contamos aquí los detalles de esta impresionante experiencia inmersiva.
“No traten de entender”, dice Rolf Abderhalden, director de Mapa Teatro, antes de autorizar el ingreso a la sala. Somos unos quince o veinte periodistas, algunos toman notas, otros revisan sus equipos. Nos han pedido configurar las cámaras de modo que no hagan ruidos que interrumpan al enfocar y tomar las fotos. El mayor silencio posible es, explican, fundamental para esta obra cuyo foco está en el sonido. “Van a experimentar y a acercarse a algo que deben escuchar atentamente, y que es, ya lo verán, muy diferente de una obra de teatro más convencional.”
Entrar a la sala es, como al entrar a La Vorágine, perder toda referencia. Lejos de la idea tradicional del público que se sienta a observar la tarima, la Sala Fanny Mickey ha sido transformada en una caja negra segmentada por telones que trazan caminos donde las proyecciones de imágenes dibujan siluetas, como luz que se cuela por las ramas. Se escuchan susurros constantes que cuentan algo, una historia, de la que no entendemos nada. Detrás del murmullo están los ruidos de pájaros, aguas y también del aire que sacude la vegetación. Aparecen en las pantallas rostros, mapas, petroglifos, pero sobre todo, la selva. Capas y capas de imágenes, cuerpos tendidos en el suelo, y luego unas palabras inteligibles: una actriz que comienza a leer un fragmento de la prosa de Rivera.
Desde 2019, Mapa Teatro comenzó un proyecto de largo aliento con los pueblos no contactados. Fue así que buscaron a los Nukak, bajo la pregunta de qué sucede con estas comunidades que históricamente se han mantenido aisladas de las dinámicas occidentales. El laboratorio artístico transdisciplinario encabezado por los hermanos Heidi y Rolf Abderhalden, que desde su conformación hace más de cuatro décadas en el año 1983, se ha caracterizado por su trabajo disruptivo y su enfoque social, ético y político de largo aliento, logró llegar a ellos a través de un contacto que trabajó con mujeres de la comunidad que rindieron testimonios y denuncias de las violencias sufridas en carne propia en el conflicto armado, entregados a la Comisión de la Verdad como informe.
La idea de pensar La Vorágine desde su perspectiva surgió de la lectura que Mapa Teatro hizo de la novela: el pueblo Nukak no es nombrado a pesar de que la narración de Arturo Cova suceda, precisamente, en su territorio; entre las aguas del río Guaviare y las del Inírida. En ese entonces, para sobrevivir al horror de caucherías y numerosas prácticas de sometimiento, trabajo forzoso y aculturación forzada narrados en la novela, los Nukak decidieron aislarse hasta 1988, momento del primer contacto, y más tarde hasta inicios del milenio cuando muchos se vieron reducidos a la condición de desplazados fuera de su territorio.
Dentro de la sala, lo que se escucha y no se entiende es, justamente, la lengua del pueblo Nukak. La dramaturga, filósofa y docente de investigación, Adriana Urrea, fue la encargada de convertir los textos de Rivera en cuatro historias para el montaje que harían parte del performance. Los llamó ámbitos: “el ámbito de andar, el ámbito indígena, el ámbito cauchería y el ámbito selva”, explicó Adriana. Los fragmentos seleccionados de la novela y, con ayuda de la lingüista del colectivo Sophía Sandoval, se trabajaron para verterse al Nukak en un proceso que fue mucho más que traducción.
En largas jornadas de una construcción colectiva alrededor de dos perspectivas para el entendimiento, los traductores y traductoras jóvenes Nukak hacían interpretaciones de aquel relato para ser socializadas y validadas por los mayores más tarde, en un ir y venir que las llevaba del ámbito literario occidental al campo de la memoria y la tradición oral de su pueblo. “Insistimos en el tema de la lengua que es lo que queda vivo de su cultura”, señala Adriana. Se trata de una oportunidad para que se inviertan los papeles, como ella misma nos explicó cuando le preguntamos a qué invitaría a las personas que piensan venir a la obra: “A que tengan una escucha profunda y gocen los matices, las posibilidades sonoras que ofrece escuchar a un pueblo que no ha sido escuchado ni nombrado”.
Desarrollada en tres estaciones, la obra se desenvuelve en una lógica más cercana al deambular por las salas de un museo que en la de sentarse a observar en una gradería. Los asistentes andamos sin saber qué nos espera en medio de la oscuridad, aún con voces guías que nos acompañan. La timidez generada por la incertidumbre se vuelve una actitud colectiva. Las luces que iluminan las finas pantallas reproducen videos de los Nukak en la selva y de pictogramas que acaparan la atención con distintos acompañamientos sonoros: los fragmentos traducidos y originales, las grabaciones de las conversaciones, cánticos y respiraciones. En los espacios más adelante se suman otros elementos a las atmósferas: una suerte de neblina inunda los pies, en ocasiones llega casi a las rodillas; gotas que caen a un estanque en medio de unos banquillos organizados en una elipse, como al interior de una maloca; y luego, el espacio se abre, se aclara, las proyecciones se multiplican, cuentan algo más. Un despertar.
Como con la novela de José Eustasio Rivera –y con nuestra propia historia, podríamos aventurar– la obra nos arroja al extraño estar delante y tomar parte en lo que vemos que pasa en nuestras narices: la voz de una mujer recitando fragmentos de la obra original, la presencia inquietante y serena de miembros del pueblo Nukak y las intencionadas piezas móviles y estáticas que llenan de información los alrededores. Es tan inusual que la timidez se convierte en asombro, en no encontrar las palabras para describir lo que a la salida, sin embargo, deja una sensación de levedad en el cuerpo que se extiende al interior, después de esta travesía de incertidumbre en la que se presencian otras maneras de habitar el mundo.
La boletería para asistir a la obra “La Vorágine Más Allá” la encuentra aquí. Recuerde que hasta el 20 de octubre son tres funciones diarias, a las 6, a las 7 y a las 8 pm.
Texto por: Cristina Dorado Suaza y Jorge Francisco Mestre
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