Cuerpo para la salsa
“Lo que para el mundo es salsa, para Cali es vida”
Los músicos invocan la salsa. Suena la clave: “sa-sa-sá-sasá, sa-sa-sá-sasá”. Los bailarines, algunos con el pantalón negro o rojo o dorado o amarillo, todos con lentejuelas; un corbatín y una camisa azul; blazers color limón con figuras geométricas de escarcha caminan con su pareja. Las bailarinas con el pelo recogido, agarrado a un lazo de cinta negro y polleras amarillas, naranjas y verdes; medias veladas color piel o mayas trepadas en sus piernas; el vestido infestado de lentejuelas, rosas artificiales y piedras brillantes caminan con su pareja.
Sobre el escenario vale cualquier atuendo porque con sus movimientos la ridiculez se convierte en asombro. Con la música, cada pareja, al son de la clave, reverencia a su majestad, La Salsa.
Saca la lengua y golpea el aire con un grito: ¡Aaaaah! La mano izquierda del hombre en el pecho de la mujer, su mano derecha en la cadera. Sonríen. Con la música en el cuerpo empiezan a escobillar. Se agarran los cuerpos y con las brazos se cruzan, se enredan, vuelta, vuelta. La mujer, atrevida, pone su cabeza en el muslo de su pareja, se agarra de la pierna izquierda, el hombre da la vuelta impulsado por la pierna derecha y ella, como una cometa en el viento, se mueve con las patadas de él, hacia arriba y hacia abajo. Luego vuelve a su posición inicial, frente a él. Una vuelta, dos vueltas. Izquierda, derecha, la mujer adelante, el hombre atrás, derecha, la mujer a la izquierda, mueve los hombros y ¡bum! “¡Quiubooo!”, gritan los otros bailarines. Sube el pie, la palma de él bajo el tacón y arriba. Una vuelta en el aire y el hombre la recibe en sus brazos. Hace lo mismo una y dos veces. La gente grita. Escobillan, manos juntas, derecha, izquierda, vuelta, adelante, atrás. La mujer se inclina y su pareja le coge la mano derecha y 1, 2, 3, 4, 5, 6 vueltas. Se escuchan los gritos emocionados del público. El hombre la empuja y la trae lejos de los giros (“ven, no te vayas”). “Vengo sabroso”, canta el bailarín mientras mueve los hombros y la lengua. Los brazos se cruzan, se entrecruzan, se amarran. Otra vuelta, un remolino, y ¡za!, grita la pareja con el brazo izquierdo arriba.
La clave dejó de sonar. Y como las peleas de boxeo o el teatro, el cuerpo se convierte en un medio, sin intermediarios, para expresar emociones. Y como las peleas de boxeo o el teatro, bailar salsa es un espejo de la vida, pero no de bravura, brutalidad o experticia, sino de desencuentros, de amor, de dos personas que luchan por el control, de uno que domina, de otro que es sumiso. El baile de la salsa es una fuerza creada para dos cuerpos que crean un sonido, una melodía, una línea –una sola– de notas que nacen a partir del movimiento.
A continuación les compartimos unos gifs del Mundial de Salsa que se llevó a cabo el 25, 26 y 27 de agosto en Cali.
Sí señores, el cuerpo también habla, y lo hace duro:
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