Dagografía
Criticar a Dago García es casi un lugar común. Este es un análisis de las características de sus películas.
Diciembre es un mes de tradiciones. La cena de Navidad el 24, el día de los inocentes el 28, la quema del año viejo el 31 y la película de Dago García el 25. Llamado en realidad Darío Armando García Granados, Dago es el productor más prolífico del cine colombiano gracias a las veinte películas que ha escrito y producido. Desde 2001 estrena un filme cada 25 de diciembre –en 2012 y 2013 fueron dos– que como parte de la tradición tienen gran aceptación del público y son despedazados por la crítica. Antonio Sanint, protagonista de El paseo y Carta al niño Dios –que se estrenó en noviembre de este año y es puramente navideña–, lo justifica: “Dago tiene claro que el cine es para el público, no para los críticos o los festivales”. Hugo Chaparro Valderrama, en un perfil firmado por Julián Isaza, lo explica: “es un cine que se consume como una hamburguesa: tú la destapas y ya estás condicionado al sabor. La estética de él es la reiteración en historias distintas con una carga emocional igual: el hecho de ser colombianos”. Lo cierto es que su filmografía nunca va a ser programada en un cineclub, pero no le hace falta: ha sido vista en salas por cerca de siete millones de personas (y contando). ¿Qué tiene este cine que lo hace tan popular y al mismo tiempo tan cuestionado? ¿Por qué sus películas se convirtieron en una tradición?
1. Una de las dos cosas que más me gusta hacer en la vida
Una película de Dago es tan fácil de ver como un partido de fútbol: desde el primer minuto, la voz de alguno de los personajes nos hará un análisis con tono reflexivo de lo que en todo caso ya estamos viendo.
2. La clase media
Su principal tema es su más preciada creación: la clase media colombiana. Esta categoría vive en Bogotá y está conformada por un padre de familia interpretado por actores medianos como César Mora, una esposa buenona del tipo Lully Bossa –cuya única función es encargarse del hogar– y una pareja (a veces un trío) de hijos adolescentes mucho más altos que el papá, y pensada para contrastar: uno es superficial e irresponsable y puede pertenecer a una tribu urbana (el cine de Dago no se ruboriza con lugares comunes como ese o la selva de cemento) y el otro es estudioso, responsable y crítico de la sociedad; si la irresponsable es la hija, es muy probable que quede embarazada. Siempre hay espacio para la tercera edad: un abuelo que nos iluminará con sus consejos o una abuela que sólo servirá para quejarse. Hay que decir, sin embargo, que la mejor abuela está en La pena máxima, para muchos lo más rescatable de esta filmografía junto a Te busco: está tan vieja que no puede hablar y será un cero a la izquierda hasta cuando, al final, ponga en su lugar al irresponsable protagonista de la película echándolo de la casa con la única frase que le oímos.
3. Trompeteros
Muchos creen que todas las películas de Dago García son dirigidas por el mediático Harold Trompetero, que ha dirigido varias de las más recientes. Pero no: el productor elige al director según la película, aunque por los resultados es como si todas fueran dirigidas por el mismo.
4. La clase mediocre
Cuando no es la familia de clase media la protagonista, se trata del hombre mediocre que nunca ha hecho nada pero que tiene un sueño y no tiene con qué cumplirlo. En Te Busco, Róbinson Díaz quiere montar una orquesta de música tropical para conquistar a la cantante de un centro comercial, mientras en La Esquina, Enrique Carriazo se inventa que está haciendo una megaproducción teatral para impedir que su compañero de show, que es quien en realidad tiene talento, se vaya a trabajar a Miami. Su arco dramático, para ponerlo en términos de guionista, terminará cuando todo le ha salido mal al protagonista, ha tenido que confesar sus mentiras, su amigo lo perdona demostrando “el verdadero valor de la amistad” y se da cuenta de que sí tenía talento o de que lo verdaderamente importante era algo que siempre tuvo en las narices, como el amor o la amistad.
5. La sabiduría media
La clase media de Dago tiene mucha, muchísima sabiduría (y, para ser exactos, también tiene muchísimo dinero y tiempo libre). Con sus profundas frases, sus personajes nos revelan los secretos de la vida. “La educación es una inversión a futuro, es lo único que uno le (sic) puede dejar a sus hijos”, dice Miguel Varoni en Mi abuelo, mi papá y yo. “Un hombre sin amigos es un hombre sin esperanzas”, le espeta Katherine Vélez a Enrique Carriazo en La Esquina. Y, en El Carro, un cura le dice a César Badillo: “Las batallas con las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”, una frase que en realidad no pertenece a nuestra sabiduría popular: es original del ilustre mediano Napoleón.
6. Los colombianos somos así
Sus historias, o parte de ellas, se suelen ambientar en un tema de la cultura popular que representa el hecho de ser colombiano. En realidad se trata de tópicos universales como el matrimonio, el amor, la música, el fútbol o el primer carro, que, maquillados con una supuesta colombianidad (de nuevo: centrada en Bogotá), son elevados a la categoría de colombianadas. Su mayor acierto en ese sentido es establecer el mundo de sus personajes a partir de un pasado común que despierta nostalgias en muchas personas, como en El Control, que cuenta la relación de una familia con el televisor a partir de programas de televisión que muchos vimos.
7. Es mi cacharrito
En varias de las películas de Dago hay un carro antiguo, casi siempre una vieja camioneta Wolswagen (que en el caso de El Paseo hacía que tanto él como su director compararan su creación con Little Miss Sunshine, una de esas películas de cineclub), que invariablemente fallará, como los carros viejos. En El Carro, por supuesto, el vehículo es el protagonista. Y hasta tiene nombre: Asdrúbal.
8. La sorpresa
Puede tratarse de una famosa que despierte el interés masculino un poco más que las actrices buenonas, como Carolina Gómez, Sara Corrales o Natalia París. Otras veces son de personajes que no tienen ni idea de actuar, como El Pibe Valderrama, Sara Corrales o Natalia París. En una ocasión, para El paseo 2, se trató de nuestro colombiano en Hollywood, John Leguízamo. Y en Muertos de susto fueron los supercomediantes Don Jediondo y Alerta.
9. El sinsentido del humor
Dago es ante todo un hombre de televisión, y de ella provienen los recursos del humor de sus películas: actuaciones caricaturescas basadas en muecas y uno que otro chiste de Sábados Felices. Y lo fundamental para ese tipo de humor es, sin duda, el disparate. Así, sencillas premisas como que una familia se vaya de paseo –por supuesto, en El Paseo– se ven de pronto alteradas cuando se encuentran en la carretera una y otra vez con el jefe del protagonista y son secuestrados por un grupo revolucionario religioso que los deja en libertad porque la suegra es insoportable. En El Paseo 3, por ejemplo, antes de emprender su viaje por tierra y agua, mandan al perro por avión, pero de alguna manera un villano al que conocen después en un barco se las arregla para secuestrarlo. En El Control, Cristian Tappan se casa justo el día en que la Selección Colombia está jugando su partido definitivo del Mundial y se escapa de la alcoba matrimonial para intentar verlo, pero en el hotel tienen prohibido el fútbol, en el primer bar que encuentra la dueña le dice que se vaya porque por culpa de ese maldito deporte se quedó sin clientes, luego se intenta meter en una casa con un hombre de la calle que se lo propone, pero cuando oye las sirenas de la policía se devuelve corriendo al hotel donde la esposa lo está esperando con el partido y la camiseta de la Selección. En La Esquina, un globo aerostático interrumpe el tráfico de la Calle 26 cuando Carriazo va en su cacharrito a impedir que Fabio Rubiano se monte a un avión, pero sortea el obstáculo hasta que al final, simplemente, le atraviesa el carro al avión, porque es así de fácil entrar a una pista de despegue.
10. El disparate como género
A veces, el disparate es el tema central, como en In fraganti: tres parejas que están moteleando son las rehenes de un delincuente, hecho que es cubierto por los medios de comunicación y, después de una serie de giros inesperados, terminan siendo condecoradas por el Congreso de la República. En El Escritor de Telenovelas, que es algo así como la Stranger Than Fiction colombiana y sobre la que hay que decir que al menos es coherente con el mundo que plantea, un libretista presionado porque su obra está perdiendo rating se despierta de repente dentro de ella, como si fuera un personaje más. Hay un lugar especial para la funeraria en la que trabajan Alerta y Don Jediondo en Muertos de Susto, que es como un largo sketch de Sábados Felices.
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