Los 10.000 vinilos de Don Alirio
La colección de discos de este barranquillero invita a un viaje musical por distintas sonoridades y llena de vida las coloridas fibras del picó.
l suroriente de Barranquilla es un fragmento continental de las Antillas. Ese archipiélago encallado reúne entre la carrera 8 y la 14, entre La Magdalena y Tayrona, islotes musicales como el barrio Las Palmas. Allí crecieron los hermanos Mojica. El colorido y la luz marcaron desde muy temprano a Marco Mojica y lo convirtieron en uno de las artistas colombianos más representativos de su generación. La potencia sonora de las esquinas y los picós se le metió en los oídos a Carlos Mario Mojica y lo convirtió en Don Alirio.
La cuenta de Instagram de Don Alirio está llena de rarezas musicales y coloridos diseño de piezas rescatadas. Junto a su nombre se lee una elocuente declaración de sus orígenes y de su relación con la música: “No soy DJ, soy picotero”. Ambos términos tienen en común la pasión por la música y el placer de compartirla como forma de vida más allá del sustento. DJ y picotero viven de eso y sin eso la vida no sería vida; eso: la música. La diferencia no es descriptiva sino narrativa, así lo cuenta el propio Don Alirio:
Diferenciar al DJ del picotero no es quitarle mérito a una u otra cosa porque son muy parecidas. El punto es que el picotero tiene dos valores agregados: el primero es el haber tenido contacto con el aparato desde siempre. Si estuviste montado, si utilizaste la caja musical del picó para programarlo, para hacer una selección musical, obviamente eres picotero. Pero no es solo eso. Además, un picotero debe tener conocimiento absoluto de anécdotas, experiencias, de en qué momento llegó tal tema, quién lo adquirió, en qué parte sonó primero, incluso el nombre picotero de esa canción, su piconema. El DJ investiga, selecciona, lee la noche y programa; lo del picotero es revivir la experiencia de cada tema musical.
Esa experiencia es ampliamente diversa en el caso de Don Alirio. Su colección de más de 10.000 álbumes reúne piezas variadas del vasto espectro sonoro que los picós han abarcado desde siempre. Al protagonismo muy reconocido de la salsa y la música africana se suman clásicos rockeros, versiones raras de canciones anglosajonas y hasta planchables himnos de la música romántica.
Don Alirio ahora vive en Medellín, ciudad también melómana y cuna de sellos como Discos Fuentes. Visitar su casa no solo es una oportunidad de transportarse al barrio barranquillero de los años ochenta, es también asomarse a las entrañas musicales del picó y encontrar entre esas fibras la herencia de generaciones enteras de maestros antecesores.
Yo crecí en Las Palmas rodeado de coleccionistas, de picoteros, incluso de verbenas muy famosas de esa época como Lluvia de loco, Alí Babá y los cuarenta borrachos. Al lado de mi casa estaba el señor Andrés Pino, él tenía un picó que se llamaba El Implacable y fue allí donde yo empecé a tener ese acercamiento con la música. Mi mentor absoluto definitivamente fue Luciano Barraza Salcedo, fallecido hace poco, que era picotero número uno de El Solista. Con Luciano conocí cualquier cantidad de cosas, fue uno de los únicos que puso a sonar canciones de todo tipo, no solamente música africana y antillana, sino mucha música anglosajona.
Hoy, esa tradición tan poderosamente local y tan lejanamente análoga para estos tiempos vive un resurgimiento de la mano de investigadores, curiosos y melómanos de todos los rincones del mundo y de todas las edades.
Yo creo que la gente joven está redescubriendo ese pentagrama popular africano, latinoamericano, cosas que incluso se produjeron entre los sesenta y los setenta y que tienen un sonido absolutamente vanguardista, que toda la vida ha sido valorado por un gueto. A mí me parece maravilloso que también lo estén disfrutando, no solamente las nuevas generaciones en Colombia, sino en todo el mundo. Eso es una cuestión que se le debe en gran medida a propuestas como Systema Solar, quienes han explorado todo el universo de música verbenera en la costa y lo han llevado al mundo fusionándolo con otros sonidos. Mucha gente en Europa está detrás de este movimiento: Soundway, Iñigo Pastor con Vampisoul, la gente de Analog Africa, que han estado mirando propuestas musicales de África, las Antillas y Latinoamérica. A mí me parece fantástico reunir en una fiesta todas esas generaciones y que todas disfruten de un mismo tema.
Los vinilos parecen envejecer bien en Instagram. Su vejez natural, sin filtros, parece encajar en esa nostalgia selectiva de lo bello. Su acumulación, estéticamente justificada, parece más cercana a la pasión del artista que al consumismo capitalista. Sus dimensiones, inagotables, parecen sugerir la amplitud de un horizonte inspirador en lugar de remitir a la vasta inmediatez digital de Spotify. Y aunque tengan tanto de esto banal y acumulativo como de aquello arqueológico y poético, en nuestros perfiles lo importante no es lo que es sino lo que parece y los vinilos parecen envejecer bien en Instagram.
Las redes sociales de Don Alirio reflejan esa riqueza visual y sonora, y el poder magnético que ejerce sobre seguidores y likes. Pero la suya es una relación cultivada a lo largo de más de 35 años buscando discos, una búsqueda personal surgida en la prehistoria de las redes sociales, cuando lo más cercano a un iPhone era un Walkman La Fiesta y cuando la piel negra surcada por las canciones de cada acetato no era una antiguedad coleccionable sino la plataforma única de reproducción musical. Es difícil dar la espalda al fetiche, pero en este caso lo material está revestido con una capa adicional, narrativa.
Para mí lo más valioso de una colección es que cada disco tenga una historia. Que cada pieza que tu hayas conseguido tenga un valor. No es lo mismo haber buscado un disco, tener una historia detrás de ese álbum, saber cómo llegaste a conseguirlo, toda esa experiencia no es lo mismo que simplemente meter una tarjeta y darle pay a una plataforma de venta en internet. Primero, porque esos son discos de los cuales existen muchas reediciones. Yo no estoy en contra de nada de eso, cada quien compra las cosas y me parece fantástico que también la música llegue a todas partes, pero valoro mucho más la historia detrás de la adquisición de cada LP. Yo siempre digo una frase y es que los discos buscan su hogar, todos tenemos algo, cuando tu quieres algo creeme que eso va a llegar a tí de una u otra forma, a través de cualquier cantidad de cosas, historias, no sé, pero eso es lo que yo más valoro de una colección.
Es un círculo vicioso y musical de colegaje y amores comunes. Un paso más lejos del afán acumulador del coleccionista, está la curaduría del DJ y su reinterpretación de los temas al programarlos en conjunto. Un paso más allá de la selección musical hecha fiesta por parte del DJ, está la historia de un barrio convertida en colección gracias a la mística del picotero.
Primer disco de su colección: Comedia de Héctor Lavoe
Su rareza más escasa: Andy Medina and the Riverside Sextet
Artista que más admira y de quien tiene su discografía completa: Bopol Mansiamina
Su sello discográfico preferido: Roger’s All Stars
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