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Ni elíxir ni veneno. Mi experiencia con la marihuana

Ni elíxir ni veneno. Mi experiencia con la marihuana

Ilustración

Después de años de fumar marihuana, el autor hace una pausa y aprovecha para dibujar un balance de su hábito, de lo que le ha dado y le ha quitado la sustancia que hoy está en boca de todos.

separadorHe fumado marihuana durante unos quince años. La probé tarde, pero desde que lo hice me enamoré. Me acompañó en la juventud y el paso a la adultez, esa época en que uno aplaza las responsabilidades para disfrutar de un porro mirando el horizonte, el paisaje de cemento y basura de la ciudad o los vericuetos del alma. 

La primera vez que fumé imaginé que vería marcianos y bajaría Cristo a hablarme, pero no pasó nada de eso así que, como tanta gente, puedo decir que no sentí nada. La segunda vez entendí de qué se trataba y fui feliz de verdad, me reí con un amigo toda la noche de estupideces, reflexioné sobre el absurdo de la vida, intuí que no debía preocuparme tanto por lo mundano, que debía tomar como comedia la tragedia de la existencia, o si no iba ser muy difícil soportar los días, la vida. 

La marihuana en un principio me dio libertad. Con el tiempo abusé de ella, quería estar trabado todo el día. Por eso la he dejado por temporadas: días, meses, un par de años. Pero siempre ha regresado. El cannabis es como el opio, que en palabras del poeta Jean Cocteau, “sabe esperar”. 

Mientras escribo esto he completado dos meses sin fumar marihuana. Y como el tema está de moda me animé a escribir sobre mi relación con ella, que ha tenido momentos muy bellos y momentos muy feos. 

Cuando fumo siento que mi mente va rápido. Si sobrio voy en un Volkswagen, o a veces en una Land Cruiser con las llantas embarradas, con la marihuana voy en un Fórmula 1. Siento que la creatividad fluye, tengo ideas luminosas que cambiarán el mundo y el arte para siempre, ideas que me esfuerzo en anotar porque se olvidan pronto. Son como relámpagos en el cielo gris antes de que caiga el aguacero.

BCNK articulo La marihuana me dejó 01

Lo permanente es la lluvia: la confusión, la rutina, la ansiedad por vivir “bien”, por cumplir. Las ideas del viaje marihuanero me entusiasman, me ponen eufórico, pero muchas veces solo son orgasmos: un instante de luz y luego todo decae. Cuando al otro día miro lo que anoté, o lo que grabé en audios, resulta que las ideas no eran tan geniales, o no como yo pensaba. Incluso ya sobrio me da pereza leer, revisar lo que anoté. 

Y claro, con la pequeña resaca emocional de la marihuana tengo pereza, quiero replicar de nuevo la sensación de la ebriedad, quiero perderme en la música, en las sensaciones, en la sensualidad. Pero no se puede, y fumar de nuevo es entrar en un círculo vicioso que lo tumba a uno en cama por tiempos largos. Al menos eso me pasaba a mí. 

En la primera época, después de conocerla, fumaba todos los días, todo el día, y me iba bien en la universidad. Hacía buenos trabajos, pero poco a poco todo se fue yendo al abismo, a la nada marihuanesca. Terminó ganando la pereza, la insatisfacción, la desmotivación. Veía a los profesores y a los compañeros como estúpidos, como que no estaban en mi nivel de iluminación. Ni siquiera las punketas que fumaban conmigo. Terminé abandonando un par de semestres, soñando con la idea de que sería un genio autodidacta: si Jorge Luis Borges lo había sido, por qué yo no. Quería ser escritor —se puede decir que lo soy sin ruborizarme— y empecé a considerar inane la carrera de periodismo que había elegido. 

La marihuana me estaba generando ilusiones poco realistas. Lo preocupante era la desmotivación, empezaba a ver la vida sin sentido. “El consumo continuado de marihuana produce alteraciones de motivación y de las funciones intelectuales superiores, particularmente se describen alteraciones de la memoria y de la atención que se suman a los problemas de motivación”, me dice Jorge Mc Douall, director de Versania Psicosocial, una empresa de Keralty que se ocupa del acompañamiento integral a la población joven y adolescente.

BCNK articulo La marihuana me dejó 01

Mi balance

La marihuana está de moda, hay que decirlo. Algunos la defienden con ahínco, otros la atacan de manera irracional, creen que es la hierba del diablo, otra perversión más para los jóvenes del país del Sagrado Corazón de Jesús. Al respecto, esto dice Julián Quintero, sociólogo experto en drogas, fundador de la Corporación Acción Técnica Social, cuyo trabajo más visible es Échele Cabeza, que seguro muchos lectores conocen:

Sobre la marihuana hay mucha información, y no toda es muy acertada. Hay una tendencia prohibicionista que la quiere mantener en el oscurantismo, que se esfuerza por financiar estudios que demuestren que es nociva para la salud. Y hay otra tendencia que la quiere liberar, regular, que promociona estudios que la muestran como un elíxir que sirve para todo. Más allá de eso hay que hablar desde la perspectiva del sentido común. La sustancia, como todas las que ingerimos, no es “buena” o “mala” en sí misma, lo que puede ser “bueno” o “malo” es el uso que se haga de ella, y esto depende de la calidad, de la cantidad, de la predisposición genética y psicológica del usuario, del contexto, etc.

Y sí, en mi caso, la hierbita me ha dado amor, pero también golpes; me ha liberado, pero también esclavizado. Y sé que el problema no es tanto ella, soy más bien yo, el uso que le he dado, el ambiente psicosocial, por decirlo así, en el que la he consumido. Para bien y para mal. 

Desde mi experiencia, puedo decir que la marihuana me ha hecho bien cuando la he consumido de manera moderada, y mal cuando lo he hecho de manera abusiva. Lo ideal podría ser fumarla más o menos un día a la semana, la idea de dejarla del todo no la he descartado, eso sí. Es probable que se extiendan mis dos meses de abstinencia, todavía no lo sé. 

Una de las razones por las que quiero reducir al máximo su consumo o dejarla es su situación de ilegalidad. Me parece horrible tener que depender de dealers, no saber de dónde viene lo que compro, qué estoy fumando. A veces huele mal, sabe mal, como si la hubieran transportado en calzoncillos sudorosos. 

Cada vez me gusta menos este consumo oculto que era tan excitante en la juventud, y claro, comprar ilegal también es alimentar a las mafias, a grupos delincuenciales que hacen mucho daño. Participar en una especie de cadena del mal. Aunque no comprar no va cambiar nada la situación, no deja de ser un conflicto ético. He pensado fumarla cuando esté regularizada de nuevo, aunque esto demore. 

En estas épocas de ansiedad y depresión, de incertidumbre laboral, la marihuana sin duda es un buen paliativo. En mi caso he evidenciado que es menos dañina que el alcohol, y por supuesto que la cocaína, el tusi y otras droguitas chocolocas de moda. He probado un ansiolítico y antidepresivo suave, pero me sentí como un zombie, un estúpido feliz altamente intoxicado, y concluí que no era lo mío. Aunque por estos días no esté fumando, la marihuana siempre está ahí, brillando en mi memoria. Mi salvación y mi desdicha. 

En fin: ya van viendo que este no es el típico testimonio del ex adicto rehabilitado, que alaba la vida sin marihuana y sostiene que Cristo o la bicicleta lo salvaron del infierno de las drogas. Tampoco es una defensa acérrima de la marihuana; sé que me ha relajado mucho y dado ideas, pero también me ha jodido. Por ejemplo, la memoria inmediata. 

En un momento dejé la universidad, pero después la terminé. No me siento más lento o más idiota que la mayoría de gente que conozco; hay mucha gente que nunca ha fumado marihuana y tiene razonamientos y opiniones sobre el mundo que dejan mucho que desear. Así que no hay demasiada diferencia entre fumadores y no fumadores. Los primeros tienden a ser más pacíficos, eso sí. 

No sé si volveré a fumar marihuana de nuevo, eso no lo puedo asegurar. Lo que sé es que si lo hago no debería fumar de manera diaria, que hay que hacer un uso inteligente, aprovechando los beneficios, evitando los perjuicios, aunque esto nunca sea del todo posible. Si lo vuelvo a hacer, ojalá sea en un contexto legal, sabiendo qué fumo, eligiendo variedades. En la actualidad fumar es más pesadilla que sueño para mí, ya estoy envejeciendo y hacer lo prohibido no me parece tan rebelde, tan chévere. Me gustaría ser solo un ciudadano de bien que compre sus víveres en la tienda y sus medicinas en la droguería. Ni la marihuana es la panacea, la solución a todos los problemas, ni es veneno que daña a la juventud y pervierte a la sociedad; como dice Julián Quintero, hay que verla con sentido común, se puede vivir sin ella, pero también haciendo un uso responsable de ella. 

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