Hacer otros libros posibles
La feria Papel Caliente reúne en Bogotá una muestra de innovadoras propuestas editoriales. Organizadoras y participantes nos hablan de lo mejor de este evento que comieza el 15 de octubre en Bogotá.
n libro es mucho más que un texto. Y si es solo texto, puede ser mucho más que tinta negra sobre fondo blanco. Puede ser también una obra de arte, por ejemplo. O un objeto para ser explorado, por qué no. Hay muchas respuestas.
No son muchos los libros que encontramos en librerías comerciales que se atreven a desbordar la convención. Allí, suelen asomarse solo de vez en cuando a las mesas y de resto necesitan de un librero que se anime a tomar ese riesgo. A lo mejor es que existe un lector convencional que podría sentirse confundido ante un objeto así o asustado ante los precios de libros de gran formato o de importación. Alguien que nunca se ha acercado a los libros podría sentirse intimidado, no saber qué espera de él ese objeto (¿esperan algo de nosotros las cosas?). Y sin embargo, ahí afuera, en Colombia como en otras partes, hay artistas, colectivos de escritores y editores –algunos que apenas empiezan– que hacen un trabajo meticuloso y titánico, apostando por hacer otros libros posibles y al alcance de todos. Disponer de un espacio para atar esos cabos y acoger esas nuevas propuestas fue uno de los motivos por los que Papel Caliente nació hace unos años.
“Papel Caliente es una feria abierta al público con proyectos editoriales tanto emergentes como consolidados, pero ante todo independientes, pero también es más que eso: ofrecemos charlas y talleres para que editores y lectores se conozcan entre sí, pensando en que ahí pueden nacer cosas valiosas”, me dice Alejandra Montero, artista de formación dedicada a la gestión cultural, coordinadora de la Feria Papel Caliente. “Por ejemplo, hemos hecho talleres de fanzine y edición comunitaria, para que los asistentes aprendan a usar y replicar este modelo. Nos interesa que se sepa que hacer libros no es algo distante, que la creación está cerca de las manos de todos: que se puede ser agente activo en este mundo como creador y no solo como lector y consumidor.”
Espacio para nuevas voces
Alejandra comenzó a escribir con un colectivo que nació en la Universidad de los Andes, Casa Barullo. Cuando hubo tantos textos como deseos de publicar, no se quedaron con las ganas: se lanzaron al formato fanzine, siguiendo la idea de habitar una gran casa, poblada de historias y voces distintas. Al cabo de un tiempo decidieron también hacer una feria para divulgar su trabajo, y ahí, después de un par de ediciones, fue claro que podían llevar eso a más: integrar otros proyectos editoriales, conectarlos para que compartieran su experiencia, acercarlos al público que pocas veces le llega a poner rostros a los que hacen los libros. Así se organizó la primera Papel Caliente. “Por eso para nosotros aún es clave que el editor esté en el stand, porque no hay mejor vendedor, nadie que sepa explicar mejor qué es eso que hace especial a sus libros.”
En solo unos años, han pasado de quince a cuarenta y siete expositores, ganado una acogida amplia e incluso superado las dificultades propias de una edición virtual en 2020 por la pandemia. La edición 2021 es también la inauguración de la librería Papel Caliente en el espacio cultural Casa Fuego. Podría parecer difícil de creer todo lo que han logrado, hasta que se miran algunos de los libros que se pueden encontrar allí.
Alejandra me muestra algunos de los fanzines de Casa Barullo. Vienen numerados por edición. Cada uno rebosa de color, incluye ilustraciones y textos de diversos autores y a veces, cuando la extensión de los textos lo permite y casi que lo propone, la misma edición pueden tener volumen 1 y 2. Han creado tres selecciones de cinco fanzines con un menú sugerido siguiendo temáticas, usando la versatilidad del fanzine como herramienta de composición editorial. Pero tienen uno especial, el número 10. “Ha sido la propuesta más experimental de lectura que hemos podido crear: cada uno de los integrantes tiene un sobre dentro del libro, dentro del cual viene su texto y cada uno es único, como el cuarto de cada persona dentro de esta gran casa. Para leerlo hay que explorar el objeto. Es algo que no te vas a encontrar fácilmente por ahí.” También tienen una antología en formato libro tradicional, De puertas para adentro. Los menús, el número 10 y la antología se pueden conseguir entre los 30.000 y los 35.000 pesos.
En las demás mesas de Papel Caliente también se pueden encontrar los libros de editoriales independientes consolidadas y reconocidas como Laguna Libros, Animal Extinto, Angosta y Luna Libros. Y sin embargo, el grueso de los expositores lo ponen los proyectos editoriales emergentes. Algunas de esas apuestas, tienen propuestas muy especiales sobre qué más puede ser un libro.
Arte que va a la imprenta
“Un libro puede ser obra de un artista, un objeto pensado como parte integral y resultado de una obra, donde se cristaliza, pero también que permite apropiarse, adquirir la obra de un artista”, me dice Francisca Jiménez, artista y editora, ganadora del Premio de Arte Joven 2020 y cofundadora de Tormenta Ediciones. “Para nosotros es muy importante diseñar el libro para potenciar la obra que queremos llevar a imprenta, escoger su materialidad y su técnica buscando caracterizarlo, darle una personalidad acorde al contenido y permitirle a más personas adquirir la obra de los artistas.”
De hecho, Tormenta comenzó cuando Francisca y Germán Benincore expusieron en la FUGA y pensaron en que era una absoluta lástima descolgar sus obras sin más. Hoy, las dos obras que entonces expusieron son dos libros: El cuerpo más extenso después del universo mismo de Francisca y Dibujos robados de Germán.
El cuerpo más extenso reúne el archivo visual de fotografía, dibujo, texto y video con los que Francisca realizó una ficción alrededor de una inundación de Puerto Colombia en 1981. Está impreso en serigrafía a dos tintas, negra y azul, técnica que permite reproducir y exaltar el grano de la fotografía y los dibujos, mientras la tinta azul va inundando el libro página tras página, reproduciendo la ficción. Dibujos robados, por su parte, reúne un conjunto de dibujos hechos en tiempos robados al trabajo por Germán y cada uno viene en una hoja que se puede desprender para que cada dibujo funcione como obra, como lo hizo en la exposición sobre la pared. Sin embargo, tienen una colección preciosa que vale la pena mencionar: Qué dibujo cuando no dibujo, un trabajo de antología que han hecho con los dibujos de varios artistas que no llegaron a volverse obra más tarde, cuando estaban pensando, pasando el rato, sin ideas. La idea vino con la primera integrante de la colección: Margarita Moreno –la tercera integrante de la editorial– y posteriormente creció en integrantes hasta ganar la beca de publicaciones seriadas y fanzine de Idartes con que vinieron a terminarla. Cada uno de los Qué dibujo cuesta 35 ‘000 pesos; El cuerpo más extenso, 60 ‘000 y Dibujos robados 50 ‘000.
Le digo que eso es un buen precio para ‘obras de arte’. Francisca sonríe ante mi escueto sarcasmo y me responde: “Es que un libro de artista no debería tener que tener las especificaciones más caras, absurdas, etc. Hay muchos muy sencillos, coherentes con el proyecto, sin necesitar forrarse de cosas extravagantes. Hay una cosa maravillosa, a mi juicio, en que la gente pueda tener la obra de un artista fuera del espacio de una sala, sin esa distancia en la que a veces nadie se acerca a las obras. Eso sí es democratizar el arte.”
Desbordar los rincones de las librerías
Otros proyectos buscan ampliar espacios reducidos, participar de la creación de públicos que apenas surgen en el país. Así define la premisa con la que comenzó a trabajar Luis Sebastián Sanabria. Cuando le pregunto por su perfil, antes que editor me dice: “Marica, porque para mí, primero que los oficios que pueda tener, mis formas de relacionarme sexual y afectivamente definen lo que hago. Después, sí puede poner que soy un lector que edita y escribe, ah, y que estudió artes.” Comenzó escribiendo dentro de su práctica artística, pero con el tiempo la escritura tomó vuelo propio, las exposiciones le comenzaron a parecer algo pasajero e insuficiente para sus búsquedas y comenzó a pensar en publicar. Se animó a hacerlo por sí mismo.
Dos Filos, su proyecto editorial, responde a inquietudes centrales, viscerales. “Quise abrir un espacio a los libros en primera persona, hacer un nido para todos esos seres alados que somos les disidentes sexuales: las mariposas, los pájaros… El interés en este momento está en la no-ficción, que en últimas siempre está contaminada por la autoficción y las escrituras del yo, otra de las grandes preocupaciones de Dos Filos: el intercambio epistolar, lo autobiográfico, el manifiesto.” El deseo de armar este catálogo surgió de un vacío. En Argentina, Luis encontró estanterías enteras dedicadas a los feminismos, a las luchas latinoamericanas, la decolonialidad... “En Colombia, apenas tenemos rincones. La idea del proyecto es comenzar a poblar los estantes, desbordar esos rincones donde tienen confinados esos temas, llegar a las mesas de las librerías.” Y de hecho, en el mercado editorial mainstream del país, apenas hace unos años se ha comenzado una incipiente y consistente publicación en estas líneas, aunque de la mano de autores consolidados –después de no haberlo sido– como lo ha venido haciendo Planeta con Pedro Lemebel o Fernando Molano, es decir, a poco riesgo en tiempo presente.
Entre sus libros está uno propio, el primero de su catálogo, Sé huir, que logró publicar gracias a la beca de circulación en arte y diversidad sexual de Idartes. Apostó por él como un punto de partida honesto, personal y claro: en primera persona. De nuevo, se trata de más que texto sobre fondo blanco: “Las lecturas se dan en eso que llamamos libro, que es objeto plástico que al abrirse puede sorprender: por eso nuestros libros mutan por la palabra que está allí escrita. Por ejemplo, Pensamiento Puñal, otro de nuestros libros, es de un artista mexicano, Lechedevirgen Trimegisto. Elle tuvo una cirugía en 2013 y ese paso suyo por el quirófano, le hizo escribir el libro. Es un texto que nos convoca a todas: maricas, putos, putas, lesbianas... Pero lo hace desde el reconocerse como un puñal, un objeto portátil que cabe en los bolsillos y con el que se puede intervenir y abrir la realidad, la ciudad, la casa, el otro. Es un manifiesto incendiario y en nuestra edición la página no es sólo una superficie para la escritura, sino que acompaña y amplifica el texto, su diseño se transforma con lo que usted va leyendo, pero a la vez es pequeño: por eso mismo de ser-puñal, ser portátil.” Los libros cuestan 45 ‘000 y 33 ‘000 pesos respectivamente, una vez más: precios completamente razonables.
Y estos son solo tres de los cuarenta y siete expositores que habría que conocer para poder ubicarlos en las librerías independientes que han apostado por ellos, por esos libros que se dan cita en Papel Caliente para encontrar a sus lectores de la mano de sus propios editores y creadores. Es mucho lo que se puede encontrar y apoyar en esa feria: y por qué no arriesgarse fuera de la página blanca y la caja de texto, si detrás de cada portada se puede esperar una experiencia distinta del arte o la lectura, y sobre todo, la historia de alguien que hace libros que son cuestiones existenciales, obras de arte y hasta casas. Por qué no.
Papel Caliente comienza este viernes 15 de Octubre en Casa Fuego, en la Carrera 17 # 36-32, hasta el domingo 17; entre el 18 y el 22, continuará de forma virtual a través del portal papelcaliente.co
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