Figuras de la historia LGBTIQ+ en Colombia
Se han destacado en el activismo, las artes, la literatura y la ciencia. Y desde cada uno de sus campos han jugado un papel clave para el reconocimiento de una comunidad que hoy vive un momento decisivo en su historia.
a historia de la comunidad LGTBIQ+ en Colombia tiene muchas vetas y momentos. Puede ir desde la discriminación y tolerancia en el silencio de los márgenes a inicios del siglo XX hasta las marchas, luchas y activismos que hoy se dan en las cortes y en las calles, pasando por una larga trayectoria de artistas y activistas que comenzaron a aceptar públicamente su identidad y su sexualidad, y a volcar su trabajo en esta línea durante la segunda mitad del siglo pasado. Pero hacer una lista exhaustiva es imposible: cada biografía puede ser tan diciente y representativa de un conjunto de problemas, una forma de vida y un momento histórico como las demás.
Esta selección se ha propuesto tan solo ser un homenaje que recoja algunos de los nombres, sus luchas, y sobre todo, sus historias y las voces de quienes las han querido narrar, estudiar o recordar desde la amistad, la admiración, la historia y la literatura. Un especial agradecimiento por iluminar problemáticas y biografías a Diego Rico y Carlos Vergara, estudiantes de derecho de la Pontificia Universidad Javeriana; a Santiago Schuurmans, historiador; a los investigadores Elizabeth Castillo y Guillermo Correa; a los escritores Giuseppe Caputo y Fátima Vélez.
1. León Benhur Zuleta (Itagüí, Antioquia 1952 - Medellín 1993)
Filósofo, sindicalista y profesor de la Universidad de Antioquia y luego de la de Nariño. De ambas instituciones fue expulsado, se sospecha que por homosexual tanto como por comunista (hizo parte de las juventudes comunistas hasta sus diecinueve años, cuando también fue expulsado por su orientación sexual). Como anota un bellísimo perfil publicado en Pacifista!, fue el pionero del Movimiento de Liberación Homosexual en Colombia, fundo la revista El Otro, y organizó la primera marcha del orgullo gay en el país el 28 de junio de 1982 que contó con 32 asistentes y cien policías vigilándola. Luchó por una transformación en los imaginarios sociales en el país que aún observaban la homosexualidad como enfermedad y no como cuestión de diversidad y derechos. Fue asesinado por apuñalamiento en Medellín el 23 de agosto de 1993; delito que sigue impune.
“Qué personaje. De sus historias, aún pienso que la del Movimiento de Liberación Homosexual, cuando dijo que tenía 10’000 miembros, es increíble. Lo llamó Manuel Velandia desde Bogotá y le preguntó por ellos, y Zuleta le dijo: que con él ya eran dos y que ahora había que encontrar al resto”, señala con una sonrisa Elizabeth Castillo. “Es una anécdota bellísima, una que muestra una convicción que vale muchísimo la pena rescatar. Mucho más viendo que él estaba en un ámbito tan hostil, cuando aún era delito ser homosexual en Colombia y dentro del movimiento sindical, que era tan excluyente. Una cosa impresionante.”
2. Benjamín de la Calle (Yarumal, Antioquia 1869 - Medellín 1934)
Fotógrafo. Empezó su carrera en su pueblo natal y se trasladó a Medellín a inicios del siglo XX, después de haber combatido en la Guerra de los Mil Días. Se estableció en el barrio Guayaquil que “nació como un proyecto de élite pero terminó atrayendo y siendo moldeado por toda suerte de personas incluyendo prostitutas, homosexuales y travestis, que fueron especialmente relevantes en su vida”, indica Santiago Schuurmans, historiador de la Pontificia Universidad Javeriana e investigador del arte y del género. “Los homosexuales eran diferenciados de los hombres travestidos en el imaginario social en ese entonces. A diferencia de hoy, el hombre travestido era visto como un personaje ‘inofensivo, cómico, inocente’ y trabajaban mucho en el servicio de cafés y bares. Mientras tanto, los homosexuales eran menos tolerados: del hombre se espera que asuma ciertos roles patriarcales y cierta sexualidad acorde. Como los homosexuales terminan siendo algo fuera de lo que se espera, se les llamaba desviados, depravados… y lo hermoso del trabajo de Benjamín de la Calle es que, de hecho, nos ha permitido ver a estas personas que se reducían por silencio y marginación.” El trabajo de Schuurmans profundizó en esta veta, una de las más interesantes del trabajo de De la Calle:
“Fotografió a todo el que llegara a su estudio sin prejuicio de nada. En la época no cualquiera se hacía un retrato y esa fue una de las cosas más bellas de él: tenía un ojo sin clase y muy sensible. Su especialidad fueron los retratos. Entre ellos salieron varios hombres travestidos, es una serie prácticamente, y se asume que eran muchos más y que se perdieron los negativos. Él era homosexual, pero eso no se decía, solo se sabía y no había aún esa conciencia política que conlleva utilizar esta palabra. Era una realidad que se toleraba sólo en ese silencio, al punto en que todos sabían quién era su novio, un hombre llamado José Cardona: en algunos de sus retratos aparecen juntos. Y hay unas imágenes muy bellas, revelan muchas cosas.” El archivo de sus cinco mil negativos está hoy en la Biblioteca Piloto de Medellín, depositados en el Centro de Memoria Visual de la Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales (FAES).
3. Elizabeth Castillo (Cali, 1970)
Abogada, activista e investigadora, experta en temas de Género y Derechos Sexuales y Reproductivos. Ha sido consultora, investigadora y conferencista, se ha desempeñado laboralmente en cargos públicos y privados. Un perfil profundo en Señal Colombia recogió en entrevistas muy buena parte de su vida y su lucha. Manizaleña nacida en Cali. Trabajó doce años en la Pastoral Penitenciaria, apoyando a personas privadas de la libertad desde el punto de vista jurídico y desde la fe católica. En 1997, realizó el primer evento del Orgullo Gay en Manizales, al que la alcaldía impidió disponer de un espacio, pero que logró contar con el apoyo del Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Caldas, donde finalmente se llevó a cabo. En 2003 fundó y fue directora desde entonces del Grupo de Mamás Lesbianas con Nancy Lee. Con su pareja de la época dio la lucha por el matrimonio igualitario en 2011, de la mano de Colombia Diversa, insistiendo en la diferencia entre contrato (civil) y sacramento (religioso). Fueron las primeras lesbianas en poder casarse en Colombia. Publicó en 2018 el libro No somos etcétera, historia del movimiento LGBT en los últimos veinte años en Colombia. Ha sido conferencista en eventos internacionales, como la Conferencia Mundial de Sida (México y Austria) y las Conferencias Mundial y Latinoamericana de Sexualidad (Suecia y Ecuador, respectivamente). Como consultora ha trabajado en varios países de América Latina. Actualmente presenta el show de comedia “A ver si nos entendemos”, una estrategia pedagógica de cambio cultural, para hablar de diversidad sexual.
“La gente ha sido tan amorosa y tan generosa con No somos etcétera que me honra mucho y me hace muy feliz. Y no es porque sea mi hijo, como decimos las mamás”, agrega Elizabeth. “Pero es un libro que le puede servir mucho a la gente. Si alguien quiere salir del clóset, puedo decir con seguridad que lo ayudará a salir más tranquilo. Ahora, no voy a dejar de anotar que también hay un libro muy reciente maravilloso, de Cristina Rojas, De colores, sobre su experiencia como mamá de un hombre trans y como coordinadora de un grupo de mamás y papás de hijos LGBT. Es precioso. Seguro también puede enseñar otro montón de cosas más.”
4. Fernando Molano (Bogotá, 1961 - 1998)
Novelista y poeta. Estudió Lingüística y Literatura en la Pedagógica así como Cine y Televisión en la Universidad Nacional. Su obra ganó distintos premios: en 1987 ganó el concurso nacional de cuento de Proartes y Un beso de Dick, una novela de amor adolescente entre dos jóvenes, ganó en 1992 el premio de la Cámara de Comercio de Medellín. Aunque se convertiría en un libro de culto, no tuvo grandes apuestas editoriales hasta hace unos pocos años cuando Seix Barral la reeditó. También publicó un poemario, Todas mis cosas en tus bolsillos, y murió en 1998 por complicaciones de salud a raíz del sida –como su pareja Diego Molina– mientras terminaba Vista desde una acera, novela que explora el amor homosexual y el sida y que permació sin publicar varios años. Su obra se ha caracterizado por una profunda capacidad evocativa y una mirada íntima, intensa y muy tierna al afecto y al amor homosexual.
“Una de las grandes noticias literarias recientes fue el rescate de su obra que hizo Planeta”, dice Giuseppe Caputo, escritor. “Yo leí Un beso de Dick a los 25 años, pero en fotocopias. Ni siquiera entonces se conseguía. Yo destaco siempre de volver a leer sus libros esa mirada intensa que tiene él al tema del amor homoafectivo, a la ternura. Es una lectura impresionante y valiosa en un momento como hoy, en que el sexo todo, y el homosexual especialmente, está tan ligado al cosumo de cuerpos al estilo de Grindr, que reproducen dinámicas neoliberales de consumo y desecho dentro de la propia comunidad. Que llegue una historia de amor en la que vemos personas y no cuerpos intercambiables, tiene mucha fuerza. El amor siempre va a ser radical y revolucionario, pero sobre todo un amor homoafectivo o entre personas de sexualidades y géneros disidentes, y por eso volver a esa mirada es importante, muy importante hoy.”
5. Marta Álvarez (Risaralda, 1959)
Activista. Nació en Risaralda y vivió hasta sus diecinueve años en el país cuando decidió mudarse a los Estados Unidos, en busca de un mejor lugar para vivir dada la violencia y discriminación que sufría en Colombia. En 1994, Martha fue condenada a más de 34 años de cárcel por homicidio, y permaneció recluida hasta el 2003. Allí resistió el acoso y las violencias de las que fue objeto por ser lesbiana y luchó con su pareja por el derecho de la visita de pareja en la cárcel para homosexuales. Como bien lo expone un artículo sobre su caso en el portal de Colombia Diversa: “Tras años de violaciones a los derechos de las personas LGBT en prisión, con el apoyo de la Defensoría del Pueblo, Martha Álvarez tramitó en 1994 una solicitud de visita íntima con su novia, ante la Dirección de la Reclusión de Pereira. A pesar de que la Fiscalía 33 de Santuario le concedió a Martha la autorización para recibir la visita íntima de su compañera, las directivas de la cárcel insistieron en negar la visita íntima. Su argumento: este derecho no procedía para las personas homosexuales por seguridad, disciplina, y moral.” Después de años de lucha y de ser trasladada intempestivamente de una cárcel a otra para intentar acallar su voz, y de recibir constantes negativas por parte del Estado, presentó una demanda a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que le dió la razón y que obligó al Estado colombiano a concederle su derecho y a pedirle disculpas públicas, las primeras que tuvo que pedirle a la comunidad LGTBIQ en su historia.
“El caso de ella es muy representativo”, señala Elizabeth Castillo. “Ahora, ese caso no habría salido así sin una abogada como Martha Tamayo, que lo llevó desde que estaba en la Defensoría de Pereira hasta la CIDH. Ella estuvo asesorándola unos veinte años y ad honorem, imagínate. De Martha Álvarez hay que decir que es una mujer clarísima, de una fuerza increíble y que su lucha es una prueba viva de eso. El acto de disculpas públicas fue organizado en la cárcel del Buen Pastor, aunque Martha ya estaba libre. Fue un ministro y todo; las internas habían organizado todo muy lindo y estuve llorando ahí sentada, recordando mis años en la Pastoral Penitenciaria. Fue un momento muy fuerte, conmovedor.”
6. Hena Rodríguez Parra (Bogotá, 1915 - 1997)
Pintora y escultora. Estudió en la Escuela de Bellas Artes, entonces dirigida por Ricardo Gómez Campusano. Entre sus maestros estuvieron Pedro Nel Gómez, Francisco Cano y Coroliano Leudo. Se adscribió desde su fundación al movimiento Bachué, que promulgaba un arte y una literatura propia y desde lo local en el país. En los treinta emprendió varias series emblemáticas de su estilo como una serie de bustos de campesinas que abogaban por una representación de lo nacional diferente a la de los héroes patrios. Como recoge el perfil que conserva la Enciclopedia de Banrepcultral, fue una de las primeras mujeres del país en vestir pantalón, declararse abiertamente homosexual y ganar una beca del Estado para estudiar artes en el exterior, que usó para ir a París. Varias de sus obras ganaron distintos reconocimientos como una medalla de bronce en el Ier Salón de Artistas Colombianos (1938) con su talla en madera Campesino segoviano o la mención de honor que ganó en el Macy’s Latin American Fair de Nueva York con Copla popular. Hena Rodríguez se dedicó a la enseñanza a lo largo de su vida en instituciones como la Universidad Nacional y la Universidad de los Andes donde fue decana fundadora de la Facultad de Artes y donde fundó el primer taller de arte, que fue conocido como la “Sección Femenina”. Durante su carrera se dedicó a la representación del cuerpo femenino y de personajes populares principalmente.
“En una época donde se esperaba que las mujeres llevaran cierta conducta, ciertos vestidos, que fueran devotas, que se pensaran como madres, que una mujer como Hena se vistiera de pantalón o de traje, era muy impresionante y diciente” señala Schuurmans. “Lo mismo su decisión de no casarse ni tener hijos. Dicen también que ella toda era de ademanes muy masculinos y todo eso es asombroso, atreverse a eso por primera vez. Además en su obra ella también se toma la posibilidad de representar la sensualidad femenina y fue la primera, o por lo menos una de las primeras mujeres en hacerlo. Hasta entonces solo había una perspectiva masculina y burguesa que mostraba la sensualidad femenina blanca. Ella mostró otras miradas posibles, tallando y esculpiendo mujeres indígenas y negras con materiales locales. Todo eso es muy relevante.”
7. Luis Caballero (Bogotá, 1943 - 1995)
Pintor y dibujante. Estudió en la Universidad de los Andes y en l’Académie de la Grande Chaumire en París. Con veinticinco años, en 1968, ganó el primer premio de la Iª Bienal de Medellín. En ese entonces decidió radicarse de forma permanente en París. Publicó un libro de litografías, La Noche Oscura, poema de San Juan de la Cruz, una interpretación gráfica de uno de los clásicos líricos de profunda temática mística y erótica. La mayor parte de su obra se centró en el desnudo masculino, con una mirada intensa al deseo y al dolor, una verdadera excepción dentro de una historia del arte colombiana –como tantas otras–, volcada hacia el desnudo femenino. Luis Caballero aceptó y vivió su homosexualidad en los setenta y ochenta, luego de haber estado casado con la pintora gringa Terry Guitar. Llegó a ser un artista celebrado y muy expuesto en Colombia y fuera del país, pero el sida lo llevó a un deterioro progresivo que acabó primero con su capacidad de pintar y más tarde con su vida a sus 52 años.
“París entre los setenta y los ochenta era un paraíso, no solo para la creatividad sino para explorar el deseo” anota Fátima Vélez, escritora. Su novela Galápagos, de publicación próxima, indaga por las vidas íntimas de Luis Caballero y Lorenzo Jaramillo. “Seguro también por eso fue un foco del sida, que lo cambió todo. Las obras de Luis cuando se contagia y enferma cambian, sus cuerpos se van llenando de algo muy poderoso, doloroso, fuerte… Se desdibujan a medida que se matiza el trazo. Lorenzo y él vivieron en París, y ahí pudieron vivir, explorar y expresar ese deseo, porque en Colombia seguramente no hubieran podido hacer lo que hicieron, vivir como vivieron. Aunque eran muy reservados con sus vidas privadas: los típicos pintores de estudio, aislados, dedicados a su trabajo, con sus amantes y sin compartir su vida íntima con nadie. Su amistad es interesante porque Luis Ospina hizo una película, Nuestra película, un documental sobre los últimos días de Lorenzo, pero no habla de su sida. No lo mencionan. Es toda una conversación sobre arte, sobre el amor a la vida, sobre la muerte, pero es muy fuerte porque ves el adelgazamiento, la ceguera, un deterioro físico muy marcado. Y ahí aparece Luis Caballero hablando de Lorenzo, tiempo antes de darse cuenta que él también se había contagiado.”
8. Jaime Manrique Ardila (Barranquilla, 1949)
Escritor. Poeta, narrador y ensayista bilingüe. En 1975 ganó el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus con su primer libro, Los adoradores de la luna. Ha publicado en español y en inglés una docena de novelas de ficción y no ficción entre los que destacan El cadáver de papá (1978), Colombian gold (1983), Latin Moon in Manhattan (1992), Cervantes Street (2012) y Como esta tarde para siempre (2018) en las cuales ha abordado el amor homoerótico, la historia y la realidad contemporánea colombiana y la migración (él mismo migró joven con su madre a los Estados Unidos), entre otros. En su libro Maricones Eminentes recoge perfiles, reflexiones y semblanzas propias, de Manuel Puig –quien fuera también su maestro y amigo–, Reinaldo Arenas y Federico García Lorca. Su novela Nuestras vidas son los ríos ganó el Latino Book Award a mejor novela histórica. Ha sido docente universitario en los Estados Unidos desde los años ochenta.
“A mí me parece que Manrique merece un lugar particular”, anota Guillermo Correa, investigador de la historia y las representaciones de la comunidad LGTBIQ en Colombia. “Manrique ha sido un referente y una inspiración para jóvenes escritores que se aproximan o tocan el tema de erotismos disidentes. Su proceso mismo recuerda la idea de ascetismo que plantea Genet: sentirse extraño, injuriado y devenir orgulloso de la propia singularidad. Es un gran escritor y sus novelas sobre Colombia muestran una cercanía y claridad muy propias. Por vivir en los Estados Unidos, aquí no ha tenido la visibilidad y el lugar que merecería con su obra; y por todo esto es que vale mucho la pena destacarlo.”
9. Brigitte L.G. Baptiste (Bogotá, 1963)
Bióloga, docente y columnista. Estudió en la Pontificia Universidad Javeriana, donde hizo carrera como docente por más de quince años. Fue directora por ocho años del Instituto de Investigación en Recursos Biológicos Alexander von Humboldt. Como investigadora, Brigitte Baptiste ha recorrido el país investigando su biodiversidad y ha llamado la atención de la opinión pública sobre distintos temas importantes de orden ecológico y social para el país como el desarrollo sostenible, la delimitación clara de ecosistemas como los páramos o la gestión e iniciativa propia de las comunidades en sus territorios. Ha dado cantidad de entrevistas, entre las cuales destaca una que le hizo BOCAS este año. En algunas de ellas ha señalado que Brigitte lo tomó por Brigitte Bardot, y Luis Guillermo, su nombre de nacimiento, pasó a ser el par de iniciales que acompañan su nombre desde que asumió públicamente su identidad y transitó de hombre a mujer. Como trans y bióloga, ha tomado posiciones radicales y disruptivas para combatir imaginarios discriminatorios de orden “natural” como el de la “falta de naturalidad”. Su posición es por una ecología queer como ha explicado en varias conferencias que ha dictado en los últimos años y entre ellas una charla TED.
“¡Cómo no admirarla, si la conozco hace 20 años!”, señala entre risas Elizabeth Castillo. “Y no sólo como figura pública es extraordinaria, por que es inteligentísima. Le tengo una profunda admiración y un respeto enorme por todo su trabajo, carrera y creo sobre todo que hay que destacar su ejemplo de familia diversa y su forma de mostrar que la familia es donde habita el amor, donde están los afectos, como dijo Ciro Angarita en una bella sentencia. Y bueno, fíjate, además ella escribió el prólogo de No somos etcétera.”
10. Daniela Maldonado Salamanca (Ibagué, 1987)
Líder, activista trans, fundadora y directora de la Red Comunitaria Trans. Como recoge el capítulo dedicado a su testimonio en el libro Encorazonadas, surgido de unos talleres de escritura que dictó Giuseppe Caputo en la Red, invitado por Idartes y Libros del Armario, y un trabajo editorial desarrollado más adelante con La Pola Cartonera: “Yo nací en Ibagué y me vine a Bogotá a los 17 años para tratar de ganar algo de plata. Al principio todo era muy jodido porque no sabía cómo era la movida por acá y tenía miedo de que me mataran o algo por ponerme a putear donde no debía. Luego conocí a Kata y empezamos a trabajar juntas haciendo videos porno. Esa era la vida de rockstar. Nos pagaban casi dos millones por culear dos días y nos llevaban a unas fincas hermosas donde había resto de comida, trago y drogas. Pero dejamos de hacer porno porque queríamos ser trans y por eso no pagaban ni te llevaban a fincas bonitas. Quedamos sin un peso y buscando dónde trabajar llegamos al Santa Fe. Esos primeros días fueron muy duros. Nos golpeaban, no nos pagaban completo, a veces no conseguíamos dónde dormir, pero aun así nos fuimos metiendo más en el barrio, conociendo gente, haciendo amigas, hasta que nos acomodamos.” Allí comenzaría también su tránsito de hombre a mujer en medio de condiciones precarias de acceso a servicios de salud y su interés por las cuestiones sociales. Primero trabajó en la Red Somos y en 2013 creó junto a Katalina Ángel la Red Comunitaria Trans, donde ha desempeñado un papel protagónico en la lucha por la comunidad, así como un papel decisivo en la integración del grupo y el desarrollo de una conciencia política por medio del artivismo, la palabra que ella misma usa para hablar de su trabajo conjunto de activismo y arte.
“Ella ha sido una gran artivista”, anota Giuseppe Caputo. “Ha pensado mucho cómo los traumas sociales y políticos del país y los específicos de las personas trans, se inscriben en el cuerpo. Como artivista ha trabajado mucho en cómo sanar desde el cuerpo. La palabra clave aquí es reparación. Yo recuerdo mucho una reunión a la que fuimos juntos para unos proyectos que podrían beneficiarlas a ellas. La habían invitado porque de las siete categorías que tenían había una llamada mujeres diversas. Ella hizo una intervención impresionante en la reunión y como respuesta el encargado le dijo: ‘¿te parecería controversial y rompedor que hubiera una categoría para mujeres trans?’ Ella respondió con mucha calma: ‘No, rompedor no. Sería reparador.’ El trabajo de Daniela ha sido en busca de la reparación psíquica individual y de la colectiva, para impedir hacia sí misma y hacia las demás esa mirada condescendiente y dominadora. La mejor parte es que siempre ha sido desde el humor y el arte como fuerza política. Es algo verdaderamente inspirador.”
11. Jhonnatan Espinosa (Bogotá, 1974)
“Soy el activista transmasculino de mayor edad. Aunque, si me lo preguntan, pienso que todos en esta vida somos activistas. Desde que tengamos sueños y una historia que contar, todos somos activistas. Me considero más defensor de derechos humanos que activista. Yo hago un activismo distinto al del resto de mis compañeros. Soy el director de una fundación que se llama Ayllu Familias Transmasculinas. Se llama así porque ayllu quiere decir familia en quechua. Sin embargo, empecé desde joven en otros lugares como Entre-Tránsitos. También he hecho “artivismo” con Mujeres al Borde, en conjunto con el grupo de teatro Las aficionadas, y tengo un grupo de rock que se llama 250 Miligramos —la dosis de testosterona con la que se empieza el proceso de hormonización—.” Estas palabras son una cita textual del perfil biográfico en primera persona que hizo Camila Rocca a partir de lo que Jhonnatan Espinosa le contó sobre su vida, para integrar una de las cinco historias que conforman Travesías un libro realizado por la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo, editado por La Pola Cartonera, un proyecto surgido allí mismo. Jhonnatan es padre de una hija de su pareja con otro hombre, uno que además no asumió su rol. Él asumió su paternidad y creó la Fundación Ayllu, “la primera organización de hombres transgénero constituida legalmente en el país y la única que trabaja con las familias de ellos” según describe una bellísima crónica del 2017, una que además ofrece una detallada descripción de los muchos problemas de salud que implicó su transición.
“Durante muchos años él ha hecho un trabajo de activismo, es uno de los activistas transmasculinos de mayor edad, pero las personas transmasculinas tienen una representación y una visibilidad mucho más minoritaria”, señala Giuseppe Caputo, escritor y coordinador del programa de Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo, y del proyecto editorial que culminó en Travesías.
12. Tatiana de la Tierra (Villavicencio, Meta 1961 - Long Beach, California 2012)
Poeta, editora y activista. Como detalla su perfil en la Fundación Poetry, emigró a los Estados Unidos con su familia a los ocho años. De su infancia en Colombia recordó el campo lleno de café y animales, montañas y ríos, el tiempo que vivió en el barrio Minuto de Dios en Bogotá. En los Estados Unidos, de la Tierra se encontraría con el frustrado sueño americano de vivir en márgenes socialmente caracterizados por la cultura latina y la falta de oportunidades. Estudió psicología en la Universidad de la Florida y más tarde completó la maestría en escritura creativa de la Universidad de Texas en El Paso y una maestría en bibliotecología de la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo donde vivió la mayor parte de su vida. Fundó y editó las revistas Esto no tiene nombre –revista que comenzó como newsletter para Las Salamandras de Ambiente, una organización de lesbianas latinas–, Conmoción y La Telaraña, publicaciones de línea latina y lesbiana en los Estados Unidos. Entre su obra se encuentra For the Hard Ones: A Lesbian Phenomenology/Para las duras: una fenomenología lesbiana, Porcupine Love and Other Tales from my Papaya y Píntame una mujer peligrosa. Toda su vida volcó su trabajo a dar voz e imagen a la vida, la condición y la lucha de las lesbianas latinas. Y como dejó por escrito en un ejercicio autobiográfico y poético leía muy lento, le encantaba cocinar (y decía hacerlo muy bien), su escritor favorito era Hernando Téllez, su música predilecta el vallenato, su diosa Ochún, su ídolo Frida Kahlo. El lupus y el cáncer acabaron con su vida en 2012. Buena parte de su obra y de su pensamiento está recogido en el portal delatierra.net.
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