Secretos y verdades sobre ilustración científica
La mente, el planeta, la vida vegetal, animal y humana: la forma en que las entendemos está mediada por la imagen. En ese punto se unen la ilustración y la ciencia. Varios expertos nos cuentan cómo recrean el universo y la manera en que vivimos.
©Daniel Liévano
Ilustración sobre un tema científico con enfoque no realista realizada para Wetransfer.
Lisa dibuja plantas en acuarela, siempre sobre un fondo blanco; su precisión con los detalles es minuciosa, incluso matemática, podríamos decir. Jaime dibuja huesos, cráneos humanos que luego modela e imprime en tres dimensiones. Marie dibuja trilobites, de vez en cuando dibuja megaterios, algún spirifer u otro animal que ya no existe. Lisa, Jaime y Marie tienen reglas para dibujar. Reglas que les dicen que deben observar con cuidado antes de sentarse a hacer trazos. Sus dibujos pueden tomar semanas, entre el proceso que toma investigar, bocetar y corregir, todo para que el resultado final pueda serle útil a la ciencia.
Las ilustraciones de Lisa, Jaime y Marie hablan del profundo vínculo que tenemos los humanos con lo visual. La visión es una de nuestras principales herramientas para comprender el mundo. Desde pequeños nos valemos de imágenes para aprender conceptos y sus relaciones. Todo el tiempo proyectamos imágenes en nuestra mente, incluso mientras dormimos, y de vez en cuando tomamos estas proyecciones y las llevamos a la realidad, ya sea en la parte de atrás de algún cuaderno de colegio o en un lienzo de dos metros de alto que acabará expuesto en alguna galería.
La ciencia, por su parte, no se escapa de ser una actividad fundamentalmente visual. Esta frase, tomada de un artículo de la revista Nature, resume de manera elegante el estrecho vínculo que la ciencia tiene con la ilustración. Un vínculo que se puede rastrear desde hace siglos y que hoy toma diversas formas. Una de esas formas es lo que llamamos ilustración científica, una disciplina (¿oficio?, ¿arte?) que ha creado sus propias reglas a lo largo de años de práctica y perfeccionamiento de sus técnicas.
Lo que entendemos comúnmente por ilustración científica abarca múltiples formas de comunicar la ciencia por medios visuales. De acuerdo con la definición dada por el Gremio de Ilustradores de Ciencias de la Naturaleza, incluye formas como la animación, el cómic, los murales, incluso la joyería. Para Lisa significa dibujar plantas durante días, para Jaime significa modelar huesos y para Marie significa pensar de qué color debería ser un trilobite para evitar ser cazado por sus depredadores. Pero no es solo eso, porque también existen reglas en todo este proceso.
Las plantas
©Lisa Anzellini
Palma boba, orquídea y magnolia. La primera es un helecho en riesgo de extinción debido a su uso indiscriminado con fines ornamentales. La composición de estas imágenes permite apreciar la flor, el fruto y otras partes de las plantas que son de interés para los botánicos.
Lisa Anzellini es ilustradora botánica. Se graduó de las carreras de Arte e Historia del arte en la Universidad de los Andes y se especializó en ilustración botánica en la Escuela de Arte Botánico de Chelsea, en el Reino Unido. Su relación con esta disciplina comenzó durante sus estudios de pregrado. Su práctica artística siempre estuvo enfocada hacia el paisaje y el dibujo de plantas, como un tema latente que ella exploraba aún antes de saber de la existencia de la que sería su especialidad en el futuro.
Desde su niñez, Lisa tuvo una fascinación por la observación de la naturaleza y la contemplación que se traducían en su arte. A mediados de la carrera universitaria ella empezó a notar que sus temas de investigación usualmente tenían que ver con expediciones científicas y los cruces del arte con la ciencia, como la Expedición Botánica a cargo de José Celestino Mutis que comenzó a finales del siglo XVIII y se extendió hasta el siglo XIX, cuando Colombia era el Virreinato de Nueva Granada.
Cuando estaba cerca de graduarse, Lisa se dio cuenta de la existencia de la ilustración científica, no como una práctica de siglos anteriores, sino como algo que sigue vigente en la actualidad. Fue cuando comenzó a investigar dónde podía estudiar este tipo de ilustración y dio con la que sería su escuela en Londres. En este punto ella reconoce que la mayoría de escuelas que enseñan ilustración botánica están en países de habla inglesa. Estados Unidos, Australia, Sudáfrica y Reino Unido.
Para su tesis de grado en la Escuela de Arte Botánico, Lisa trabajó de la mano del Instituto Humboldt ilustrando algunas de las especies de plantas que fueron descubiertas como consecuencia del proceso de paz con la antigua guerrilla de las Farc. Viejas zonas de conflicto armado de repente fueron accesibles para que los biólogos y los botánicos pudieran explorar lo que había allí, el resultado fue el registro de aproximadamente 150 especies de plantas que Lisa dibujó.
Las ilustraciones botánicas se usan para comunicar la existencia de especies nuevas. Para los botánicos que quieren enseñar al mundo sus descubrimientos es una obligación publicar una descripción escrita de la especie junto a una ilustración. Del mismo modo, un paleontólogo que quiere describir la fauna que habitó la tierra hace millones de años, recurre a la ilustración acompañada de un texto escrito. Este matrimonio entre descripción escrita e ilustración es una de las formas más comunes en que la ciencia y las artes gráficas se juntan.
El cuerpo
©Jaime Bonilla
Ilustraciones de una escápula, un fémur y una mano con un mal conocido como mano de simio, que se caracteriza por la inhabilidad de mover el pulgar.
Jaime Bonilla también se especializó en ilustración científica en el Reino Unido, solo que en vez de estudiar en Londres, lo hizo en Dundee, Escocia. La rama de la ilustración científica a la que él se dedica es el arte médico, cuyas escuelas también suelen estar ubicadas en países angloparlantes. El arte médico es una especialidad un poco menos famosa de la ilustración científica. La mayoría de artículos que hablan sobre este tema se centran en ilustración botánica o zoológica, desconociendo que los cruces entre ilustración y ciencia existen en todas las disciplinas.
La especialización de Jaime es el resultado de querer combinar su carrera de medicina con su interés por el dibujo. Se graduó en el 2016 y desde entonces su trabajo se ha centrado en usar sus conocimientos en temas gráficos y artísticos en función de la medicina. Y es que esta profesión depende en gran medida de la creación de imágenes fieles que puedan servir para visualizar la anatomía humana, especialmente la “anatomía de planos profundos”, como la llama Jaime. Es decir, las estructuras y sistemas que no son fácilmente visibles con solo mirar el cuerpo superficialmente. Lo que está bajo nuestra piel, entre huesos, tejidos y órganos.
Las aplicaciones del arte médico suelen estar entrelazadas con procedimientos médicos y quirúrgicos. En el caso de una cirugía, por ejemplo, con la ayuda de la ilustración 3D, un cirujano puede trazar una guía para saber dónde hacer cortes y cómo realizar el procedimiento. El arte médico también se une con tecnologías de impresión 3D para crear prótesis personalizadas para cada paciente. Hoy incluso se puede pensar en atender a pacientes que hayan sufrido accidentes y hayan perdido alguna parte del cráneo, para imprimir la parte del hueso que hace falta e implantarla a la persona.
El planeta
©Marie Joelle Giraud
Dos ilustraciones de trilobites, un tipo de artrópodo extinto. A la derecha, del periodo Devónico colombiano. A la izquierda, del periodo ordovícico. En el centro una ilustración didáctica de un gliptodonte pensada para niños. publicada en libretas de actividades para niños del Museo Geológico Nacional.
Así como Jaime y Lisa, Marie Joelle Giraud también es ilustradora científica, solo que ella se encarga de los planos profundos del planeta Tierra, en vez de los planos profundos del cuerpo. Marie es ingeniera geóloga y descubrió la ilustración científica de forma accidental, mientras trabajaba en el Museo Geológico Nacional, donde hacía material didáctico ilustrado. Un día se ganó una convocatoria para ilustrar un libro de neurología. Su propuesta era ilustrar imágenes de mujeres con sensaciones de dolor para hablar de temas como la fibromialgia o el mal de Alzheimer. Las imágenes realistas que realizaba atrajeron la atención de un hombre del museo, quien todo el tiempo la veía dibujar.
Un día ese hombre le pasó un fósil y le pidió que se lo dibujara. Marie le preguntó cómo, y él le respondió: “dibújelo como es”. En sus horarios libres después del trabajo, Marie se dedicó a dibujar el fósil tratando de que su imagen fuera lo más parecida posible al objeto real. Cuando lo terminó y se lo entregó al hombre, este la tomó, la llevó a la oficina de su jefa en el museo y le dijo: “ella es mi ilustradora científica ahora”. El hombre era un paleontólogo y desde ese momento el paleoarte y la ilustración de temas de geociencias han sido la ocupación de Marie.
La mente
©Daniel Liévano
portadas de The Lancet Neurology, febrero y abril de 2019, junto a imagen sobre neutralidad de carbono realizada para We transfer. Las imágenes de Daniel tienen un enfoque metafórico sobre conceptos científicos.
El colombiano Daniel Liévano ha ilustrado más de diez portadas de la revista británica The Lancet Neurology, una revista sobre medicina, enfermedades mentales y neurología.
Las ilustraciones de Daniel no son neuronas o cerebros disecados, sino que él para hablar de enfermedades cerebrovasculares en China recurre a su flor nacional, o para hablar de la fragilidad (entendida como una enfermedad cardiovascular) y el Alzheimer dibuja una bailarina de porcelana y un reloj de arena roto. Su acercamiento a la ilustración en temas de ciencia no es realista, como suele ser la de los ilustradores científicos, sino más bien todo lo contrario. Él hace uso de las metáforas para ejemplificar conceptos científicos. Es así como la bailarina de porcelana puede representar la fragilidad, y el reloj de arena el paso del tiempo, algo que se le escapa a los pacientes con mal de Alzheimer.
Si bien estas ilustraciones no caben dentro de la definición rigurosa de ilustración científica, también cumplen un papel en la comunicación de la ciencia, atrayendo a los lectores y haciendo que se interesen en los temas que tratarán los investigadores. Adicionalmente, la decisión de representar conceptos científicos por medio de metáforas viene con una preocupación por la experiencia estética al observar estas portadas. Para Daniel es importante que el médico o la persona que vea su trabajo sienta una experiencia estética placentera.
Cómo nace una ilustración científica
Lisa y Marie trabajan principalmente con acuarela y técnicas análogas. Jaime está más enfocado en la ilustración digital y el modelado 3D. El uso de estas técnicas varía dependiendo del trabajo que estén realizando.
La acuarela, cuenta Lisa, tiene una gran practicidad al momento de salir a campo. En una expedición ella va junto al grupo de botánicos, quienes recogen muestras de especies para catalogarlas y analizarlas. De acuerdo con Lisa, las muestras no son “una simple rama con hojas”, sino que “deben tener el sistema reproductivo a la vista”, es decir la flor, el fruto, el cono, etc. Cuando los botánicos ven una especie que les interesa, la guardan en una bolsa plástica. En ese momento, la planta empieza a morir, las flores se marchitan, se encogen y cambian de color. Por eso el trabajo de Lisa comienza antes de que ellos se extraigan la muestra de la planta. En ese momento, les dice que sigan su recorrido y regresen por ella más o menos en dos horas. Entonces saca sus acuarelas y lápices, compás, regla y una silla pequeña que carga en cada expedición, y recoge tanta información de la planta como pueda. Hace bocetos, saca fotografías (que según ella pueden ser un insumo para la ilustración, pero no el más importante), estudia el color, los detalles, toma medidas y hace notas. Todo esto le sirve como material para la ilustración final.
El proceso de crear una ilustración científica puede tomar días y a veces semanas. Normalmente la imagen que vemos publicada en una revista o un paper académico pasa por exhaustivas revisiones de expertos, quienes se aseguran de que la representación sea lo más fiel a la realidad y que enfatice lo que el científico quiere resaltar. El diálogo con los investigadores es una parte fundamental de este proceso. Marie cuenta que algunas de sus ilustraciones son evaluadas por comités que le dicen qué cambios hacer o a qué detalles prestarles más atención. La mirada estética es inseparable de la científica, está al servicio de ella.
Representación y realidad
En cuanto a esa fidelidad entre la representación y la realidad, una discusión frecuente es si es preferible el uso de la fotografía o el de la ilustración. La fotografía científica es una disciplina en sí misma, pero las fotos son también un insumo para la ilustración, aunque no sirven como reemplazo, pues estas capturas corren el riesgo de distorsionar las proporciones y los colores de los objetos. Además, la ilustración tiene la ventaja de permitir poner el acento en los detalles del objeto relacionados más directamente con el tema de la investigación o con el ángulo desde el cual lo está abordando el científico.
Por otro lado, hay casos en los cuales el objeto es imposible de fotografiar. Pasa con algunos de los encargos de Marie, a quien le pueden pedir que ilustre un intrusivo volcánico: un volcán que estaba tratando de nacer, pero murió hace millones de años. Hoy sería imposible fotografiarlo, pero ella se basa en paisajes similares que todavía existen y le sirven para imaginar cómo habría sido ese intrusivo volcánico. Puede mirar regiones volcánicas de Islandia, por ejemplo, y adaptarlas a la fauna y flora documentada de aquellos tiempos para lograr coherencia. “Si tú haces pasto a principios del jurásico, va a ser fregado, porque no había pasto; o si haces dinosaurios en el carbonífero, donde no había dinosaurios”, explica Marie.
Cuando la revista Nature afirma que la ciencia es una actividad fundamentalmente visual está entrando en un terreno profundo de los encuentros y disonancias entre la representación, la percepción y la construcción de la realidad. Desde siempre la ciencia se ha valido de imágenes para comunicar sus ideas. No solo eso, sino que muchas veces las imágenes son las ideas en sí mismas.
Un ejemplo de esto son los diferentes modelos atómicos. Hoy en día, cuando pensamos en un átomo, todavía se nos viene a la cabeza la imagen de partículas como esferas, algunas pegadas en el centro, otras orbitando en hélices alrededor. Esta imagen típica del átomo es un diseño creado a partir de décadas de un estudio que se ha ido refinando al pasar de científico a científico, tomando en cuenta el trabajo de personas como Bohr, Heisenberg y Schrödinger, y es la que prevalece en nuestro imaginario, a pesar de que un átomo no luce de ese modo realmente. Lo mismo sucede con las matemáticas y la geometría, donde constantemente se traducen conceptos a representaciones visuales abstractas.
Metáforas, humor y belleza
©Bruno Somoza y Sebastián Gagin.
Uno de los libros publicados por el medio de comunicación científica argentino El Gato y la Caja. Además, las ilustraciones de algunos de sus artículos sobre temas científicos, también metafóricas.
Representar la realidad de lo mínimo y de lo enorme, pero también de lo cotidiano visto desde otro ángulo es parte del trabajo de la ilustración científica. Sin embargo, hay aproximaciones a temas de la ciencia que no son materiales, en los cuales no hay un objeto que plasmar sino un amplio terreno metafórico para explicar lo intocable e invisible. No sabemos cómo luce la mente, esta se manifiesta a través de conceptos, un lenguaje muy cercano a la ilustración. Es un lugar cerrado, detrás de esa puerta es incierto lo que ocurre, como el gato de Schrödinger segundos antes de que se abra la caja.
El medio argentino El Gato y la Caja lleva su nombre justo como homenaje a esa paradoja cuántica. Este portal de comunicación de la ciencia tiene como fin unir la ciencia y el diseño. Juan Manuel Garrido, quien es diseñador gráfico y uno de los fundadores de este medio señala que la ciencia es un terreno en el que los diseñadores podrían tener un gran impacto, pero en el que todavía no se fijan lo suficiente. El Gato es un ejemplo fascinante donde todo el tiempo se cruza la ciencia con la ilustración. Todos sus artículos son ilustrados, pero de nuevo, sus ilustraciones rara vez son realistas. No solo utilizan metáforas para hablar de ciencia, sino que también recurren al humor o a la sensibilidad para cautivar la atención de sus lectores.
El Gato y la Caja está conformado por un equipo de poco más de veinte personas, entre diseñadores gráficos, UX designers, editores e investigadores que piensan en la ciencia de una manera visual. No solo escriben artículos, también han editado libros, hacen podcast y de vez en cuando invitan a sus lectores a participar de un experimento. Es un medio que nació inspirándose en grandes referentes de la comunicación de la ciencia en la era digital, canales de YouTube como VSauce, Kurzgesagt y Veritasium, pero que también se inspiró en marcas como Gorillaz y Radiohead, bandas que lograron crear una identidad bien definida, no solo desde la música, sino también desde lo visual. En palabras de Juan Manuel, “lograron hacer marcas de algo que no era una marca”.
El terreno metafórico y el de recursos de comunicación como el humor toma un par de pasos de distancia respecto a lo que se entiende como ilustración científica en sentido estricto. Este espacio de controversia se vuelve más sensible cuando incorporamos en la ecuación algo tan subjetivo como lo es la belleza.
Estamos acostumbrados a mirar el arte y la ciencia como dos campos que no suelen tener cosas en común. Predomina la idea de la ciencia como un campo para la objetividad y el análisis metódico, y el arte como un espacio para emociones y pensamientos subjetivos. No solo eso, sino que también hay quienes ponen a las ciencias en un lugar privilegiado por encima de otros saberes y disciplinas.
Para Lisa hay una relación bidireccional entre arte y ciencia en las imágenes que ella crea. “No hay una subyugada a la otra”, comenta. En sus palabras, la ilustración científica es un “vehículo para que mis imágenes lleguen a otras disciplinas”. Para un científico, las flores de Lisa o los fósiles de Marie pueden generar un impacto asociado a su conocimiento de botánica o paleontología, pero también habrá alguien que se sienta conmovido por estas imágenes. Además, Lisa agrega que sus dibujos se resisten a algún tipo de interpretación conceptual más allá de decir “soy esta planta y así soy por dentro”, es la idea de mostrar un objeto de forma honesta, tal y como es.
Según Daniel Liévano, la belleza funciona como un punto de contacto entre el científico y el artista. Esta belleza puede radicar en el misterio de la existencia que los científicos tratan de descifrar analizando una flor u observando un fósil, y que los artistas usan como catalizador para crear obras.
Para responder a la pregunta sobre el arte y la ilustración, Daniel se apoya en una anécdota famosa de Richard Feynman, un escritor y físico estadounidense que vivió en el siglo XX. Feynman tenía un amigo artista quien una vez tomó una flor y se la enseñó diciéndole que era muy bella, pero que como él era científico no la podría apreciar, ya que solo se interesaría en analizar sus partes como un objeto aburrido. Richard respondió que no solo era capaz de apreciar la belleza de la flor, sino que, como era científico, podía entender la belleza de su estructura interna, de sus procesos, de cómo sus colores evolucionaron para atraer insectos y polinizarla, lo que significa que los insectos pueden ver esos colores y a su vez permite preguntarse si ellos también tienen algún sentido de lo estético y de la naturaleza de lo bello. La ciencia nos permite ver más a fondo la belleza superficial de la flor y la ilustración nos obliga a detenernos y ver cómo van asomando los detalles cuando contemplamos más lentamente, del mismo modo que un cielo despejado va revelando a los ojos pacientes el brillo de estrellas invisibles.
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