La cámara como escudo o como llave
La fotógrafa colombiana Joana Toro tiene más de cinco años viviendo en Nueva York. Allí, retrató la experiencia de los inmigrantes, incluidas las mujeres latinas transexuales, el resultado es una mirada íntima al mundo de cada uno.
n hombre joven, de barba, abraza a una mujer que le dobla la edad. Ella le devuelve un abrazo maternal que revela complicidad y aceptación: los brazos de Milena están entrelazados en la cintura del hijo y su cara apoyada en el hombro de él. Se le ve feliz, sonriente, tranquila. A los 51 años Milena decidió quitarse la máscara y asumió ser la mujer que había querido. Cuando le contó su decisión de querer cambiar de sexo, su hijo solo le reprochó una cosa: “Papá, ¿por qué esperaste tanto tiempo?”.
Esta foto forma parte de la serie TransLatina, un proyecto que llevó a la artista colombiana Joana Toro a meterse de lleno en la vida de las transexuales latinas en Queens, Nueva York, y que transformó su mirada como fotógrafa y su experiencia como inmigrante.
Joana Toro llegó a la fotografía por casualidad, cuando se dio cuenta de que todas las tareas de la clase de diseño gráfico las resolvía con fotos o con collage. Antes de eso nunca había necesitado una cámara. Después, no podía salir sin su Pentax K1000, la primera que tuvo.
“La fotografía me salvó”, atina a decir con una sonrisa que revela su alma sensible. No solo la ayudó a aprobar ese primer semestre, sino que la salvó en un sentido metafórico y la llevó por la senda que le dio sentido a su vida. Dejó el diseño, sí, pero se quedó con la fotografía.
Con esa cámara análoga y muy sencilla que llevaba a todas partes se ejercitó en la luz y la composición, aunque ella aclara que “uno nunca termina de entrenarse”.
Después de trabajar como portera del bar El Goce Pagano, en el centro de Bogotá, y de vender biblias en Ciudad Bolívar, llegó su oportunidad como fotógrafa en El Tiempo. Empezó con asignaciones especiales y luego hizo todo lo posible por ser practicante. Siguieron casi diez años en medios: El Tiempo, Cromos, Semana, Cambio. En 2009 sintió la necesidad de seguir explorando los temas de su interés: identidad, cultura, género, historias que llamaban su atención pero que no podía desarrollar en periódicos y revistas. Decidió dar un paso al costado, arriesgarse como independiente y empezar sus propios proyectos. Así estuvo un par de años como freelance. De ese tiempo resultaron dos hermosas series: “Esmeralderos colombianos”, los llamados guaqueros, y las “Parteras afrocolombianas del Pacífico colombiano”.
Pero Joana no es de las personas que se quedan quietas esperando que algo extraordinario las sacuda. Bastó que su reloj interno le dijera que era el momento de partir a otro país, asumir otro reto y empezar de nuevo para seguir el mandato. Así, aterrizó en Nueva York con la meta de estudiar inglés. Había planeado quedarse un año pero la ciudad la sedujo de tal forma que fue difícil no sucumbir. Desde entonces ha ido prorrogando el regreso. Y ya este ni siquiera es una posibilidad. Joana, que ama y extraña a Colombia, y reconoce el tesoro de temas que hay por explorar aquí, quiere vivir entre los dos países. Y lo está logrando.
Su trabajo ha pasado por en el International Center of Photography y el Bronx Documentary Center de Nueva York, por eventos en Colombia, Guatemala y Costa Rica, y por las páginas de publicaciones The New York Times, Etiqueta Negra, Business Insider y Refinery 209.
“I’am Hello Kitty”
Este fue el nombre de su primer proyecto en suelo estadounidense. Ocurrió en 2012, luego de haber gastado todos los ahorros. Se vio con el idioma a medias y sin dinero. Su nivel de inglés no le permitía acceder a un trabajo que no fuera “de inmigrante”. Entonces, se metió dentro de un traje enorme de Hello Kitty, y se tomó fotos con los turistas que frecuentaban Times Square o la Estatua de la Libertad. Con las propinas que recogía pudo continuar pagando sus estudios y tener un dinero extra.
Los primeros meses fueron los más duros. La incomodidad que sentía dentro del disfraz le impedía ver la historia que estaba, literalmente, en sus narices. El proceso fue largo: perder la vergüenza, dejar a un lado las ínfulas de fotógrafa reconocida, tragarse el orgullo, matar fantasmas. Solo después de eso pudo salir a flote la Joana fotógrafa: “Voy a ser fotógrafa en cualquier situación en la que esté, no importa nada más, siempre voy a ser fotógrafa”.
Desde ese momento el trabajo no solo era un camino para conseguir el dinero que necesitaba, sino que era el lugar donde podía experimentar con su cámara. Lo que vemos en “I’am Hello Kitty” es una aproximación desde adentro a la vida de los inmigrantes que como ella se apropian de personajes como Elmo o Mickey Mouse para sobrevivir como indocumentados. Joana tomó muchas de las fotos de esta serie desde los agujeros ubicados en la cabeza de Hello Kitty. Podemos, por un momento, meternos en esa piel, sentir la incomodidad y la vergüenza que ella misma experimentó; podemos percibir la mirada escrutadora de los otros, los que están afuera.
Este trabajo es también un tras bastidores de lo que viven estas personas antes y después de ponerse el disfraz, una mirada al ser humano que hay dentro: los vemos en sus casas, comiendo, fumando o remendando alguno de los trajes de estos personajes infantiles. Esa primera experiencia le mostró el lado amable de la migración: un montón de gente valiosa luchando por una vida mejor.
La realidad que le tocó vivir no estaba entre sus planes: “La realidad golpeó mi cara muy fuerte pero me enseñó mucho. Después de esa experiencia me siento más segura y más feliz”, dice complacida.
“TransLatinas”
Los pasos de Joana son guiados por esa especie de mantra propio que reza: “La cámara puede ser un escudo o una llave, dependiendo de la actitud que tengas con ella”. Por eso le tomó tiempo ganarse la confianza de esas mujeres que quería retratar y antes del primer clic mostró sus credenciales: respeto y admiración por ellas. “No me lleno de ansiedad en el primer momento de querer tomar las fotos, me aguanto, observo y gano confianza. Siempre mi aproximación a los sujetos es de respeto y eso se sabe implícitamente. Soy muy honesta con lo que voy a hacer y siempre muestro mi cámara aunque no tome fotos”.
Joana se siente cómoda con las minorías, con la gente humilde, con los excluidos. En el caso de las transexuales latinas se trata de una minoría dentro de otra: migrantes, latinas, indocumentadas, travestis, transexuales. Por eso cuando notó que la movida de la comunidad LGTBI en su barrio de Queens era muy activa, quiso entrar. La primera experiencia fue hacer fotos en un Gay Parade. La reacción fue la esperada: le cerraron la puerta. ¿Quién es esa curiosa que insiste en retratarnos? Ella respondió la pregunta con su persistencia: asistió a sus shows, escuchó sus dolores amorosos y sus bravuras, las ayudó con el maquillaje y el vestuario, se convirtió en parte del ropero. Les regaló las fotos que tomaba. Y desde ese ángulo privilegiado las retrató en todo su esplendor.
Su ojo de fotógrafa encontró en el camerino un santuario: a ese lugar no entraban sus problemas con papeles, drogas, alcohol, trabajo, hombres, dinero. Ahí solo había espacio para la armonía, la belleza y el amor. Por eso estas imágenes muestran el lado bello de sus vidas. En dos años de trabajo fue mucho lo que logró. Y el vínculo fue extendiéndose más allá del camerino.
Así comenzó el segundo capítulo de esta historia. Seguir a mujeres transgénero latinas de diferentes edades y nacionalidades en su vida cotidiana. Se encontró con lo inesperado: mujeres extremadamente religiosas, hogareñas, como los buenos latinos. También pudo ver que ellas son su propia familia y que sus capacidades van más allá de la peluquería, la costura o el trabajo sexual. Se dio cuenta de que Nueva York es una ciudad donde muchas mujeres transgénero latinas van a ser ellas, huyendo de sus países donde son violentadas y excluidas.
A Joana le gustaría que su trabajo generara cierta reflexión en las personas que sienten rechazo o intolerancia hacia la comunidad LGTBI, le gustaría que esas personas lo pensaran dos veces antes de categorizar a los demás. “El cuerpo y la sexualidad son tan íntimos que no deberían ser materia para juzgar. Solo porque uses hormonas o hayas nacido en el género equivocado, no es justo ni humano, ni bondadoso, ni compasivo juzgar”, argumenta. Según su manera de ver la paz y la inclusión, estas se pueden lograr desde cualquier ámbito, empezando por hablar de la comunidad LGTBI. “¿Qué más inclusión, qué más paz que aceptarnos como somos? Esa es una forma de integración, de paz y de reconciliación”.
“Colombia en mi mente”
Joana Toro ha ganado con su experiencia como inmigrante. La ciudad ha sido su maestra y ese aprendizaje inició desde el primer día cuando Nueva York la recibió con una cachetada: “Tú no eres nadie, ni siquiera sabes hablar, aprende a hablar. Puede que hayas tenido diez años de experiencia, pero aquí eres una persona más”. El reto la mantenía en pie de lucha. “Cuando a uno le va mal aprende más que cuando le va bien. He aprendido bastante. Hay mucho que aprender de esa ciudad”.
Como inmigrante Colombia es un pensamiento recurrente. Esa serie “Colombia en mi mente” no la hubiera hecho si no hubiera tenido la experiencia de estar fuera, porque fue así como Joana aprendió a apreciar lo que le faltaba. Se dio cuenta de que Colombia siempre estaba en su cabeza. Una crisis de nostalgia la llevó a revisar todo el material que había hecho antes de partir. Y así, con los ojos de la melancolía, encontró un material valioso, un grupo de imágenes que resumen bien lo que para ella es Colombia. La gran ironía sale de su propia reflexión: “Tuve que irme de Colombia para poder hacer un tema tan personal sobre mi país. Gracias a ese mundo que he tenido la bendición de conocer es que mis ojos como fotógrafa también se han expandido. Hay fotógrafos tan habilidosos que lo pueden hacer sin salir de su país y a otros nos toca darnos en la cabeza para tener una visión un poco más amplia. Y yo creo que ese es mi caso”.
Joana tiene un tema en mente que le gustaría explorar más, ver si es viable fotográficamente: la corrupción como estilo de vida. Mientras el proyecto se cocina, seguirá llevándonos adonde la lleve su cámara. Y enseñándonos que la fotografía es un arma útil para matar todos los demonios.
Taller:
En su paso por Bogotá, Joana Toro dictará un taller de fotografía intensivo “Documentación de identidad y cultura popular: el centro de Bogotá como escenario visual” en el espacio del colectivo OjoRojo Fábrica Visual. Será los días: 25 de marzo y 1 de abril de 10am a 5pm. Más información en: [email protected].
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