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Guía para no morir mientras hace un posgrado

Guía para no morir mientras hace un posgrado

Ilustración

Sin un diploma de posgrado, se cierran muchas puertas laborales y académicas. Pero el hecho de estudiar (más aún en un país como Estados Unidos) es más duro de lo que parece.

No se deje engañar por las fotografías en las páginas de admisión de las universidades gringas. Esas sonrisas brillantes, esos campos perfectamente podados, esos edificios engañosamente antiguos, esconden una de las experiencias más raras de la extensa escolaridad de nuestra generación: el doctorado. Muchas disciplinas académicas exigen tener un doctorado para conseguir un trabajo medianamente estable. La crisis también empuja a muchos a optar por el largo camino del Ph.D., particularmente en Estados Unidos, donde la mayoría de las universidades públicas y privadas ofrecen becas o convenientes modalidades de financiamiento. Pero, cualquiera que sea la razón para empacar maletas y encaminarse al norte, no está de más ir preparado como buen boy scout o doctorcito en ciernes. Luego de cinco largos años en un doctorado de Estudios Hispánicos en la Universidad de Pensilvania, me atrevo a dar algunas sugerencias para amortiguar los golpes en el camino de los “elegidos”. 

1. “NO SE HABLA ESPAÑOL”

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Para muchos, uno de los retos más grandes será manejar el idioma. Aquí no hay pausas: clases, lecturas, discusiones alrededor del café, peleas administrativas y salidas a los bares lo sumirán en un pendular entre la cortés incomunicación y la condescendiente infantilización. Si tiene la suerte de enseñar clases a estudiantes de pregrado, prepárese: la mayoría va a quejarse de su acento, llegando incluso a justificar sus malas notas por la trabada de lengua de su profesor. Pero no desespere: si considera que debe mejorar su nivel, muchas universidades ofrecen cursos de lengua durante los meses de verano previos a iniciar el programa doctoral en septiembre. También, algunas cuentan con programas de intercambio lingüístico entre estudiantes internacionales. Sin embargo, le recomiendo salir del ambiente universitario y adentrarse en bares y cafés, hacerse amigo de los “locales”: con ellos soltará la lengua bien rápido.

2. VITAMINA D

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Todos hablaban de “la rumana” durante mi primer semestre de doctorado. Era la historia de horror que heredamos los recién llegados: una estudiante de Rumania, encerrada por días y días en su apartamento durante el invierno. Los directivos del departamento la reportaron y pronto fue internada en el hospital psiquiátrico. Unos días después viajaba de regreso a su país, dejando atrás la breve vida construida en Filadelfia. Un dolor de cabeza menos para la administración y una lección espeluznante para quienes veníamos del trópico. Vitamina D: si sus sueños académicos lo conducen a habitar la Costa Este o el centro o norte de Estados Unidos –aplica también para la mayoría de Europa–, provéase con tiempo y sus niveles de serotonina se lo agradecerán. A partir de diciembre el sol sale alrededor de las 8 de la mañana y se oculta a las 4:30 de la tarde. El frío es penetrante; incluso, dentro de habitaciones con calefacción lo seguirá sintiendo en los huesos. Compre una buena chaqueta térmica y botas para la nieve. Tenga cuidado con pisar el hielo negro en las aceras y procure no encerrarse por temporadas largas. Si va a la Costa Oeste, pues qué suerte tiene…

3. ENTRE LIBRO Y LIBRO… NI UN RESPIRO

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Clases, seminarios, talleres, conferencias, horas y horas en las bibliotecas y los laboratorios, incómodas reuniones con asesores, temidas discusiones con los colegas y la competencia, siempre la competencia. Así serán los días que lo esperan. Claro, habrá programas en los que la competencia despiadada no sea ley. Pero el sistema universitario estadounidense está diseñado para que piense que siempre puede dar más; de no conseguir lo esperado, probablemente sea por culpa suya. Atentos a esto: una cosa es el engranaje de esta gran máquina corporativa de los doctorados y otra cosa su trabajo como individuo y profesional. Ante las presiones del campo y las expectativas que tengan sus profesores, no desespere. Continúe trabajando: lento pero seguro. Eso sí, no desaproveche oportunidades. Asista a eventos en los que pueda conocer profesores y colegas que contribuyan a su investigación; intente difundir su trabajo por medios académicos y no académicos, y no se me vaya a dar látigo. Suficiente ya con la cantidad de páginas que hablan del “síndrome del impostor” o la sensación de haberse ganado el pase para el doctorado en un paquete de papitas. 

4. SIEMPRE CON LA PUERTA ABIERTA

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Ya decía antes que la mayoría de los programas de doctorado ofrecen becas de estudio durante los cinco años. Es usual que en las universidades públicas se espere que usted enseñe uno o dos cursos a estudiantes de pregrado durante toda su estancia doctoral; en algunas privadas, esto puede reducirse a una clase por dos o tres años. Dependiendo de su especialidad, puede llegar a ser el instructor titular de su clase o asistente de un profesor de planta. Si lo suyo es la docencia, esta será la fase del programa que tal vez disfrute más. Pero no espere que al final de la clase pueda seguir departiendo alegremente con sus estudiantes en la tienda, acompañados de unas birritas. Aquí la cosa es seria y por todas partes va usted a encontrar restricciones. Si un estudiante quiere verlo en su oficina, siempre tendrá que hacerlo con la puerta abierta. Si este estudiante de repente rompe en llanto, no se lance a abrazarlo: una acusación por acoso podría sorprenderlo algunos días después. Y si este estudiante llora porque la nota que obtuvo en su clase está por debajo de A- (el equivalente a un 4.5), tampoco se sorprenda si su supervisor le sugiere sutilmente reconsiderar la decisión: de lo contrario, esta calificación podría dañar los planes futuros del personaje. Como usted, la mayoría de los alumnos de pregrado también se encuentran bajo mucha presión y la competencia en su nivel no deja de ser sanguinaria. Un 4.5 significaría no lograr viajar en un programa de intercambio, no ser reclutado por Citibank o no poder entrar a un doctorado. Con este ejemplo me refiero a casos comunes en universidades privadas, lugares a los cuales los estudiantes acceden pagando más de 60.000 dólares por año. Visto así, se entienden las lágrimas. Pero recuerde: no los abrace, mucho menos a puerta cerrada.

5. ADMINISTRANDO EL ESTIPENDIO

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Cada final de mes recibirá usted su anhelado pago y la vida monacal/doctoral lo empujará a querer gastarlo todo de un tajo. Prudencia. Por muy frugal que pueda ser la vida del estudioso, tendrá que pagar renta, servicios, comida y un etcétera, que ya depende de usted qué tan largo y costoso saldrá. En algunas ciudades, la renta puede llevarse más del 40% de su ingreso: considere compartir su departamento o medirse a vivir en las cajitas de fósforos que ellos llaman studios. Si vive en la Costa Este o en el centro, tenga en cuenta que en los meses de invierno tendrá que pagar la calefacción y siempre sale por el orden de los 100 dólares o más (recuerde: empaque la ruana). La comida será otra negociación: ante la saturación de pesticidas y químicos, ante la duda sobre qué tan real será esa insípida pechuga en el supermercado, aparte algo de dinero para comprar en los mercados de campesinos locales y en las tiendas “orgánicas”. Si bien se puede caer en el fetiche de la alimentación new age, en la adoración obsesiva del kale o la “col verde”, un huevito orgánico va a saber mucho mejor que el común. Pero no coma sólo en la casa; dese el gustico de salir y disfrutar la diversidad de restaurantes presentes en la mayoría de ciudades. Podrá encontrar opciones en comidas asiáticas, latinas y árabes; muchos lugares tendrán suculentos platillos en un rango de 10 a 15 dólares. Si lo que quiere es comer caserito, entonces guarde un poco de ese dinero y cómprese un tiquete para regresar a Colombia; la nostalgia llegará cuando menos la espere. Y, por último, un bonus: es posible que de su estipendio le sea descontado un porcentaje por el fisco. Pero para abril del siguiente año, prepare su declaración de impuestos, asesórese por un contador para descontar materiales de estudio y viajes en su formulario, y un cheque nada despreciable le estará llegando para finales de mayo.

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Lina Martínez

Historiadora y literata

Mis diplomas me declaran historiadora y literata, pero ante todo soy lectora. Tomé la absurda decisión de doctorarme en literatura del Caribe en la gélida Costa Este estadounidense. En la actualidad, además de haberme convertido en esos seres insoportables que pronuncian la palabra tesis cada tres frases, me preparo para departir valiosos conocimientos literarios a las juventudes latinoamericanas.

AUTORFACE  AUTORSEPARADOR  AUTORTW

Historiadora y literata

Mis diplomas me declaran historiadora y literata, pero ante todo soy lectora. Tomé la absurda decisión de doctorarme en literatura del Caribe en la gélida Costa Este estadounidense. En la actualidad, además de haberme convertido en esos seres insoportables que pronuncian la palabra tesis cada tres frases, me preparo para departir valiosos conocimientos literarios a las juventudes latinoamericanas.

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