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Nidia Góngora y Quantic: deconstrucción de un concierto

Nidia Góngora y Quantic: deconstrucción de un concierto

Fotografía

La colaboración entre estos dos monstruos musicales ha tejido un eslabón entre los sonidos tradicionales del Pacífico colombiano y la innovadora mirada de un productor británico. Otro músico desglosa con pluma afilada la relación puesta en escena durante el lanzamiento de Almas conectadas en el marco del pasado Festival Centro.

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Los eventos que han sacudido la vida de todos en los últimos años me dejaron durante bastante tiempo con una sensación amarga. El encierro por las cuarentenas, la crisis económica y de salud y la incertidumbre que constantemente nos refuerzan las noticias y las redes me hicieron percibir al mundo como un lugar hostil. Estas emociones parecieran ser solo un reflejo del espíritu grave que se ha tomado a esta época: las redes sociales se llenan de mensajes de personas que se sienten extraviadas, cansadas de lo difícil que se ha hecho sobrevivir, de la constante presión por competir y de lo aislada que resulta la vida en un mundo donde pareciera que nada puede protegernos.

Con estas ideas en la mente, una seguidilla de versos musicalizados en el último disco de la cantadora Nidia Góngora y del productor Will Holland (Quantic) cobraron para mí un valor especial:

Decides liberarte y tus notas danzan con el viento,
Mientras tu espíritu lucha por conectarte con el universo

La voz de Góngora, al cantarlos, también flota sobre un acompañamiento hipnótico de percusiones y un delicado fondo de cuerdas orquestales. Al entonar la palabra “liberarte”, la cantante pareciera estar diciendo en esta canción (titulada “Almas conectadas”) que no estamos condenados a estar separados. Su meditación sobre la liberación (entendida como el abandono del yo y la reconexión espiritual del individuo con el universo) es también un presagio de sanación y el anhelo de que como seres podemos unirnos en una verdadera comunión espiritual. No somos entidades divididas: somos almas conectadas.

Pronto Alivio, uno de los interludios instrumentales del disco, escrito para violín, viola y cello por Holland – y que sorprende por la elegante escritura para cuarteto de cuerdas de un artista a quien conocíamos sobre todo por su faceta de productor –, parece anunciar con su título el mismo anhelo de curación y unión.

“Almas Conectadas”, que es también el nombre del álbum donde aparecen estas canciones, explora desde múltiples ángulos la idea de la sanación y la comunión y ha sido reseñado en diversos medios como uno de los mejores lanzamientos de la música nacional en 2021. Fue, también, estrenado por primera vez en vivo el escenario del Bronx en Bogotá, cerrando el primer día de la edición de 2022 del Festival Centro. Los videos y fotos que ilustran este texto fueron tomados allí, entre la gente, mientras otra suerte de comunión sonora y de almas sucedía sobre el escenario: 14 músicos estrenaron las canciones del disco en el formato de la grabación original, en una tarea ambiciosa si se tiene en cuenta el carácter orquestal y amplio de la música del álbum. Además de una sección de orquesta conformada por vientos y cuerdas, los percusionistas Pedro Ojeda y Freddy Colorado, el pianista Ricardo Gallo, las voces de Nidia Góngora y Andrea Díaz y la guitarra eléctrica de Holland (Quantic) retumbaron en un ejercicio emocionante de exploración sonora.

El público participó también de la comunión, con una música que explora la posibilidad de la unión entre los seres a través del baile. Prueba de ello son canciones como El Chiclán o la Balada Borracha: con un carácter festivo, abordan temas humorísticos y cotidianos del pacífico colombiano, empleando rítmicas afroantillanas que por momentos bordean también a la cumbia y al rock. Mientras la primera canción hace referencia al hombre de treinta años que aún vive con sus padres y no ha podido constituir una familia, la segunda está dedicada tanto a un primo fallecido de Góngora (Jairo Hernández) como a “todos los bebedores y borrachitos de mi pueblo (Timbiquí)”.

Los ejercicios musicales de un disco tan diverso y la madurez sonora que denotan no llegan de la nada: parten de un camino de exploración entre Quantic y Góngora, quienes cuentan ya con varios años de historia conjunta.

Timbiquí, Inglaterra y la conexión de las almas

Will Holland nació en Inglaterra en 1980, es productor discográfico, multi-instrumentista y activo bajo nombres como Quantic, The Quantic Soul Orchestra, The Flowering Inferno, el Combo Bárbaro y los Míticos del Ritmo. Con su trabajo ha explorado, en muchas oportunidades desde los sonidos electrónicos pero también desde el trabajo junto a grupos y orquestas, las diferentes conexiones existentes entre las músicas negras alrededor del mundo, exhibiendo un interés particular por la música del caribe. Su estancia de seis años en Colombia, donde vivió en la ciudad de Cali, le permitió también ser un testigo privilegiado de las manifestaciones modernas de la música del pacífico y de géneros como la cumbia.

Góngora, nacida en Timbiquí también en el 80, ha desarrollado en la capital del Valle una exitosa carrera como líder social y cultural, que ha combinado con sus labores como cantante en los proyectos Canalón de Timbiquí, Pacifican Power y Ondatrópica, entre otros –.

“Nos conocimos porque él empezó a escuchar en Cali sobre la música del pacífico, a través de una canción específicamente: “Quítate de mi escalera” (del grupo Socavón). Le nació esa curiosidad de saber y conocer un poquito más sobre esa música y sobre la artista que la cantaba, o sea yo”, relata la cantante. Al poco tiempo de conocerse, Holland invitó a Góngora a participar en su canción “Juanita Bonita” (lanzada junto al proyecto Flowering Inferno). Desde allí empezaron a crear colectivamente sobre beats, maquetas y pistas de audio que tomaron, progresivamente, un sonido cada vez más cercano a las sonoridades afro pacíficas. Estás resultaron ser las bases del primer disco lanzado por el dúo: “Curao”, de 2017.

“El primer disco estaba muy enfocado en adornar con sonidos modernos la música del pacífico. Un diálogo entre esa sonoridad diversa y profunda del pacífico con los sonidos del mundo”, relata Góngora en referencia al primer trabajo de ambos. En el disco los sonidos electrónicos mezclados con la música de la región dan vida a tracks en los que la voz de Góngora se superpone sobre secuencias pensadas para la pista de baile, y que terminó siendo bien recibido por la crítica internacional y el circuito de seguidores del productor.

Algo cambió, sin embargo, en la aproximación a la música que ambos hicieron para el segundo disco. “Almas conectadas se encargó de explorar un poco más esa pasión que unió a Nidia Góngora y a Quantic, que es por la música en general”. En este trabajo el productor y la cantante, alejándose de algunos posibles confinamientos de la música electrónica, se decidieron a explorar sonoridades que soñaban con abordar pero que nunca se habían permitido desarrollar en una grabación discográfica: “En conversaciones siempre yo le contaba que de niña por medio de mi papá escuchaba músicas del mundo: son cubano, boleros, mucha música antillana, entonces quisimos de alguna manera explorar esa otra faceta de Nidia Góngora: esa faceta del colegio en que yo cantaba baladas, son, buscando esas sonoridades que muchas veces están allí ocultas y que no percibimos”.

La presencia de un componente melódico, nostálgico, incluso cercano a sonoridades más comúnmente asociadas a la balada se puede escuchar en canciones como “Vuelve”, track que cierra el disco de forma emotiva, y uno de los últimos interpretados el 20 de Enero sobre el escenario del Bronx. 

Pero así como Góngora menciona las baladas y las canciones románticas, también menciona la fuerte influencia de la música afrocubana en el pacífico y la forma en que creció cantando y escuchando estas canciones y estos ritmos. La influencia se materializa en el álbum por cuenta de las nuevas circunstancias de Holland, quien tras haber vivido en Cali en la década pasada se instaló en Nueva York para establecer Selva, su nuevo estudio de grabación y sello discográfico. Rodeado de músicos de la escena de la salsa, configuró el sonido antillano que se posiciona en varios de los tracks del trabajo. Uno de ellos, titulado El Avión, versa sobre la autodeterminación y la lealtad a uno mismo y constituyó uno de los puntos más altos del concierto.

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La concreción de un sonido “colectivo”, donde la personalidad de cada músico incluido en la producción brilla de una forma especial, es también mencionada por Góngora y va, por supuesto, en línea con el sentido de “interconexión” espiritual que atraviesa el trabajo: “Hay un diálogo lindo porque tal vez en el disco anterior había una personalidad muy fuerte de mi voz, ahora creo que es bonito ver también ese protagonismo de un conjunto musical instrumental y de todos esos ritmos y esos viajes a los que nos están invitando la música”.

Al respecto, el pianista y organista Ricardo Gallo, quien participó tanto en la grabación del disco como en la presentación del mismo sobre el escenario del Bronx, muestra como el proceso técnico de grabación obligó a los músicos a dejar la mejor parte de su habilidad como instrumentistas en el resultado final: “Toda la grabación se hacía acústica y directamente a cinta (…). Si se hacía otra toma de una parte no era por tener otra opción sino porque esa es la que debía quedar. Con la cinta se graba encima, así que la toma que era, era, no había opción de tener dos tomas para luego decidir o editar”, afirma. Este proceso técnico de la grabación en cinta, además de empujar a los músicos a un performance más consciente y decidido que aquellos de la mayoría de los estudios digitales modernos, también le permitió al álbum tener una sonoridad final con un guiño al color sonoro de las grabaciones de otra época, mostrando una calidez y opacidad que está ausente en muchas de las producciones de música popular contemporánea y que acaba por reforzar el carácter “atemporal” del álbum.

Aguas de mar y río

El misticismo que exhiben las letras de Góngora en este disco hace eco de vivencias, rituales y cosmovisiones existentes en el pacífico colombiano, y que la cantante a través de su música intenta preservar. Con respecto a la canción “Macumba de marea”, la cantante afirma en los créditos del disco: “Esta canción advierte sobre la importancia de los rituales de despedir a nuestros muertos a través de manifestaciones cargadas de espiritualidad místicas y creencias que definen nuestra identidad cultural. “Macumba de marea” canta a esta alma que anda perdida en el mar, con la que se encuentran pescadores y que no ha tenido el respectivo ritual de despedida de su alma”. El arreglo instrumental que plantea Holland para la canción establece las dos polaridades entre las que ondea el disco: la sobriedad y elaboración melódica de sus arreglos de cuerda vs. el arrojo rítmico de las percusiones afro latinas que están a la base de casi todas las canciones del trabajo.

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Uno de los tracks más interesantes del álbum y uno de los momentos cumbres del concierto llegó con la canción “Adorar la sangre”. Se trata de un tema que se aleja de los sonidos afro latinos para ingresar en un acompañamiento hipnótico de blues tradicional norteamericano. Sobre esta base, Góngora recita una letanía llena de imágenes cristianas que recuerdan a los rezos y a los lamentos a medio camino entre la recitación y el canto que se entonan en el pacífico: “Es un rezo, una retahíla hecha música. En el Pacífico, hablamos, cantamos, oramos… contamos cantando”, afirma Góngora. Se dibuja, así, una canción que pareciera unir dos tradiciones afrodiaspóricas y dos maneras de encarar la devoción y el lamento: la del sur de Norteamérica y la del pacífico colombiano. 

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El tema “Adiós, Chacón”, que habla sobre la muerte de un niño perteneciente a una comunidad de pescadores en las Aguas del Río Timbiquí, exhibe también un interés de profundizar en los elementos míticos y poéticos asociados a la muerte en esta región, protagonizando un momento emocionante del concierto y el disco.

Poblado de imágenes acuáticas y espirituales, de alegorías religiosas y de invitaciones a la trascendencia, Almas conectadas es uno de los trabajos más introspectivos realizados por ambos músicos. “Este disco es una cuestión no tan de carne, no tan palpable sino un poco más abstracta, que está más conectada con el aura. Tiene una profundidad bonita porque realmente es una invitación a eso, a una introspección que queremos que la gente haga cuando se siente a escucharlo”.

Viendo el disco en vivo y escuchándolo en la grabación se siente en profundidad esta invitación de ambos músicos a la conexión espiritual. Escuchando esas notas se siente, brevemente, que hay otras narrativas, otras formas de encarar la vida y de conectar con los demás seres (aquellos que están presentes y aquellos que no). En una época de profundo individualismo y desconexión, Almas Conectadas nos invita a través del sonido a sentir e ingresar en otras dimensiones del espíritu: a concebirnos como nodos de una vasta e inagotable red.

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