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Esfuerzos por la Paz: historias de emprendimiento y reinserción

Desde hace años, la paz se viene construyendo en muchos rincones de Colombia: por medio de todo tipo de emprendimientos con vocaciones distintas, excombatientes, víctimas del conflicto y civiles han sumado esfuerzos para día tras día crear un futuro distinto. ¿Cómo ha sido el proceso? ¿Qué historias pueden ilustrarlo? La autora nos cuenta.

Arley Betancur nació en 1992 en Ituango, Antioquia. A los 13 años se fue de la casa “a andar la calle” y terminó en el departamento de Córdoba. Estando allí ingresó a las FARC–EP y fue miembro hasta la firma del Acuerdo de Paz que firmó en su día el hoy ex presidente Juan Manuel Santos junto a Timoleón Jiménez, el entonces comandante de la guerrilla más antigua del mundo: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo, FARC-EP. 

Al centro oeste del país, en el Tolima, nació Doris Suárez. Queriendo otra Colombia distinta entró a la guerrilla y estuvo casi la mitad de su vida. Ahora tiene 62 años y su mezcla de acentos denota los tantos lugares en los que estuvo. Ella hace parte de los presos políticos que salieron de la cárcel gracias al Acuerdo. Ambos son unos de las y los 12.136 firmantes que al 30 de noviembre de 2024, según cifras de la Agencia Nacional de Reincorporación –ARN–, están en su proceso de reincorporación a través de la vinculación a los proyectos productivos.

Han pasado 13 años desde el comienzo de los diálogos de La Habana, Cuba, para el tan polémico proceso de paz con las FARC-EP, constituido por seis puntos: Reforma rural integral, Participación política, Fin del conflicto (cese al fuego, dejación de armas, reincorporación), Solución al problema de drogas ilícitas, Acuerdo sobre víctimas e Implementación, verificación y refrendación. Después de cuatro años, las negociaciones culminaron y el proceso generó opiniones encontradas en la población. A pesar de la derrota del Sí en el Plebiscito con tan solo el 50.2% de los votos, el 26 de septiembre de 2016 se firmó el Acuerdo que empezaría, según la ONU, con la dejación de 7.132 armas individuales y la entrega de 69.034 kilos de armamento y munición.

Emprender para la Paz

Los proyectos productivos –que podían ser individuales o colectivos–, consagrados en el punto 3.2 de los acuerdos, fueron propuestos como una de las vías de reincorporación para las y los excombatientes a la vida civil en lo social, lo político y lo económico. La mayoría ha optado por hacerlo colectivamente por el tema de recursos creando cooperativas, corporaciones y asociaciones para emprender. Según la ARN, hay más de 2.500 proyectos que están andando. Estos benefician a firmantes, víctimas, sociedad civil y, claro, a la paz.

En Bogotá nacen La Trocha y La Casa de la Paz. Doris es una de los 10 excombatientes que conformaron la corporación que les dio vida. Pensaron en productos de aseo orgánicos e incluso vendieron traperos, pero, en el camino, un curso de aceites esenciales los conduciría a quienes serían sus maestros en la elaboración de cerveza para La Trocha.

En una planta en Ubaté, Cundinamarca, han producido los seis tipos de cerveza que tienen: Coromoro, Churuka, Chamí, Amazona, La Niebla y Fariana. Esta última en colaboración con La Roja, la primera cerveza artesanal hecha por excombatientes. Y hace cuatro años integraron la casa al proyecto. “Algo más que una cerveza para generar mayor impacto”, dice Doris.

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A la casa la describe como un espacio de reconciliación, resistencia, diversidad y memoria: “Con los mismos principios, con los mismos ideales, sólo que sin armas”, expresa. Área social, barra, librería, biblioteca pública, patio, restaurante e incluso coworking. Al día de hoy, trabajan allí 7 personas –4 firmantes y 3 civiles– que cuentan con todas las garantías laborales aunque no fue fácil ni inmediato conseguir estas condiciones. Doris también resalta que no es un proyecto rentista: “La tierra pa’ quien la trabaja”. 

La Casa de la Paz a su vez apoya a otros emprendimientos en la sección Camaradería y también ofrece un amplio menú que incluye comida del pacífico preparada por mujeres de AFROTUMAC. En el segundo piso, está la marca Manifiesta, empresa de moda sostenible que apuesta por la economía de inclusión, social y solidaria. Fundada por Ángela Herrera en 2015, esta marca es liderada por mujeres. En ella se prioriza el trabajo conjunto entre víctimas y firmantes, la fauna y flora colombiana en sus diseños, la redistribución con las alianzas y la representación y el reconocimiento.

“[Se trata de] saber quién hizo las prendas, [cuál es] la historia detrás y cómo se impactan vidas a través de la compra”, cuenta Ángela sobre la visión de Manifiesta. Su producción está en Soacha, Bogotá, Guaviare y Caquetá, y también proviene de talleres individuales de víctimas.  De hecho fue en Icononzo, Tolima, a cuatro horas de Bogotá, en uno de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación –ETCR– que más han avanzado en el tema de la reincorporación por medio de proyectos productivos que nace la cooperativa Tejiendo Paz, primera aliada firmante de confección de Manifiesta.

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Nuevos caminos sobre la misma tierra

Hellen Murillo es una orgullosa hija de campesinos y profesional en turismo con enfoque social radicada en Mesetas, Meta. Ella ve en su carrera una estrategia para el arraigo y la garantía de los derechos del campesinado. Se dedica profesionalmente a apoyar y asesorar a organizaciones campesinas, de víctimas y firmantes en su participación en el turismo como fuente de ingresos y proyecto de vida. Fuera de la narrativa de guerra, Hellen habla sobre la protección del medio ambiente en zonas guerrilleras como factor determinante para la sostenibilidad de estos proyectos. De hecho, ahora se traduce en una articulación conjunta con la comunidad para la preservación, que resiste ante los nuevos actores que las ocupan.

El turismo es quizás una de las áreas que más han atraído a los proyectos productivos surgidos de la Paz. Por ejemplo, la Red Comunitaria de Turismo, Paz y Reconciliación integra iniciativas de ecoturismo comunitario de firmantes y las comunidades locales en Bogotá y en la Amazonía y la Orinoquía. Las Huellas de Manuel, conformada por firmantes y ex presos políticos de La NAR ‘Simón Trinidad’, hace parte de la red desde el turismo de aventura. También está Catypsa Expeditions, que ofrece rafting en el río Güejar y visitas a cascadas en Mesetas, Uribe y San Juan de Arama. En la laguna del Guaviare está Asopronare con ecoturismo de delfines libres. “El Acuerdo de Paz ayudó a descubrir esos paraísos ocultos por la guerra”, cuenta ella.

Pero el turismo no ha sido el único camino con el que los excombatientes han buscado abrir nuevos caminos para ellos en la misma tierra que alguna vez albergó la guerra. En la subregión nordeste de Antioquia, en Anorí, surge Miel de La Montaña, uno de los tres proyectos junto con Confecciones La Montaña y Esencias La Montaña de la marca La Montaña Voluntad de Paz, creada por la cooperativa Comuldesna. Arley Betancur es uno de los 18 firmantes que lo lidera y que invirtió su capital semilla en él en 2018.

“Cuando estábamos allá nos gustaba proteger la naturaleza, ¿por qué no sacar un proyecto por ese lado?”, relata Arley. La defensa del medio ambiente siempre ha sido de su interés. De hecho, antes de dedicarse del todo a la apicultura, estuvo en proyectos de desminado humanitario en el Cauca.

Al vincularse completamente aprendió de todo. “Para contribuir hay que conocer”, dice.  Con su proyecto no solo aportan a la salud con un producto natural o al cuidado del medio ambiente promoviendo la conservación de estas importantes polinizadoras, sino también a la paz. “Ya con la dejación de armas lo que tratamos es de que podamos llegar a todas las personas”. Actualmente cuentan con tres tamaños y cuatro presentaciones de mieles infusionadas, aparte de las naturales: jengibre y uchuva; picante, anchota y caléndula; y Moringa.

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Huecos en el camino

Emprender es difícil y costoso, especialmente para personas en proceso de reintegración. Muchos de los proyectos han fracasado y otros siguen sin ser rentables. Los acompañamientos son cortos, hay trabas en registro y consolidación de marca y demoras en los pagos de subsidios. En departamentos que históricamente han sido zonas rojas por el conflicto como Arauca, Huila, Meta y Cauca hay casos de excombatientes víctimas de desplazamiento y amenazas. A finales de febrero en el Meta, más de 20 firmantes y sus familias de la NAR ‘Simón Trinidad’ denunciaron su desplazamiento por grupos armados.

La violencia no ha cesado y los incumplimientos tampoco. Muchos firmantes y sus familias han sufrido las afectaciones. Al entrar en la Casa de La Paz, justo a la izquierda, hay un amplio salón lleno de mariposas coloridas colgadas en el techo. Cosidas y tejidas, cada una simboliza un firmante. Un homenaje para los más de 400 excombatientes asesinados, cifra contrastada con el informe de Lazos de Dignidad a diciembre de 2024. “Hay muchas heridas. Van a ir sanando, pero se van a demorar”, dice Doris.

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Caminar hacia la esperanza

A pesar de todo, son más del 85% de firmantes que siguen comprometidos, de acuerdo con la Fundación Ideas para la Paz –FIP–. Parte de la esperanza que tienen es por la acogida de la sociedad civil con los emprendimientos de paz: “Casi todo lo que ves es donado por civiles y para nosotros es muy importante, porque eso implica que sí hay respaldo hacia el Acuerdo de Paz, hacia lo que estamos haciendo”, cuenta Doris. Para Ángela lo importante es dar el paso al objetivo común: no repetir lo que vivieron. “Nos apoyamos entre todos, firmantes y no firmantes, pero igual tenemos el mismo compromiso de paz”, dice Arley. Los avances han valido la pena.

Su invitación ante el estigma es a pensar en las causas que originan la guerra y a quién beneficia, también a conocer el acuerdo. “Uno a veces puede odiar o le puede temer a lo desconocido”, señala Arley. Para Doris, la verdad se construye colectivamente. “Nosotros no pretendemos que cambien su ideología o su forma de vida, pero sí que al menos nos permitan hablar, que permitan escuchar otra voz de lo que fue el conflicto”, establece ella. Detrás de los uniformes, había personas, que no pretenden que se olvide lo sucedido, pero sí avanzar en la reconciliación.

“Sé que no es fácil, hay muchas personas que todavía les da temor acercarse a un firmante o a un excombatiente en este caso. Entonces sí, es bonito conocernos. Realmente somos lo mismo, carne y hueso. No hay más nada”, añade Arley.

Es fundamental que la sociedad entienda la importancia de los proyectos productivos, las oportunidades que se generan en las zonas afectadas por el conflicto tienen un impacto directo en las comunidades que, muchas veces, no tienen acceso a sus derechos. “Un mensaje claro que surge de nacer y vivir en un país tan marcado por la guerra como Colombia es que la paz no es algo que se nos da, es algo que tenemos que construir y que el apoyo a los proyectos productivos es una forma de avanzar hacia esa paz que queremos”, manifiesta Ángela. Estos esfuerzos, pequeños pero significativos, los mantiene caminando firmes por la paz.

*Fotos: Cristina Dorado Suaza y de las redes de Manifiesta, Miel de La Montaña y la Red de Turismo Paz y Reconciliación.

Cristina Dorado Suaza

Periodista. Le gusta escribir a través de los géneros narrativos. Disfruta los sonidos del agua, los días soleados y las flores. Apasionada por la investigación, la reportería y las historias.

Periodista. Le gusta escribir a través de los géneros narrativos. Disfruta los sonidos del agua, los días soleados y las flores. Apasionada por la investigación, la reportería y las historias.

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