La Zineteca: el archivo de fanzines más grande del país
El fanzine es una idea que desborda de vida, uno de los medios que más ha mutado en sus convergencias con las personas, los movimientos sociales y las movidas culturales. En el barrio San Felipe de Bogotá reposa la colección más completa de zines que hay en el país. Conozca su historia y cómo funciona desde hace 20 años.
¿Por qué hacer fanzines? ¿Para qué dedicarle tiempo a un proyecto si su fin no es venderlo? Por la búsqueda de libertad, por el deseo de producir un contenido que no se ancla con el otro, que no depende del gusto del otro ni del capital: esta es la esencia del fanzine. Desde 2002, el artista y gestor cultural Andrés Frix y un grupo de colegas han curado y conservado las ideas de miles de artistas de vieja y nueva data que le han apostado a este formato informal y experimental para plasmar y difundir sus ideas.
La Zineteca se ha transformado durante más de dos décadas bajo diferentes nombres como “Espacio 101” o “La Ramona Proyectos”, pero manteniendo un mismo propósito: construir un archivo. Este registro va más allá del concepto más básico de investigación, pues se ha cimentado por años en el encuentro entre artistas que comparten la fascinación por la premisa del fanzine. Con sesiones de dibujo, trueques, publicaciones y laboratorios, este repositorio se alimenta constantemente.
“Desde esa época [en 2002] se han autogestionado todos los encuentros para que sucedan. Al comienzo una cosa muy de parche, de gente, de acción colectiva. Después ya accedimos a otras plataformas con el Distrito. Ahora estoy trabajando en función del archivo y todo lo que es la colección para entender qué pasó en esos periodos de la historia del fanzine en Colombia, y [también] lo que sucede ahora con lo que produce cada chico o chica en su colectivo o individualidad”, afirma Frix, fundador de la Zineteca y su laboratorio.
Otra lógica en las páginas
Si bien el fanzine nace a finales del siglo XIX con la difusión de ideas políticas a través de panfletos, su nombre y formalidad comienza en la década de 1930. Pero no fue hasta los años ochenta que llega a Colombia con expresiones musicales como el punk, los cómics independientes y las editoriales. Después pasó por una época de ferias, colectivos y procesos comunitarios que lo llevaron hasta el diseño gráfico, periodo en el que confluye con una presencia clave del arte urbano y también otras vertientes de las artes como la poesía, multiplicando sus posibilidades hacia el fotozine, el artzine o los fanzines feministas. Son un registro de las necesidades expresivas y underground de cada época.
En el país no ha existido aún un "mainstream" o “boom” del fanzine como en Reino Unido, Francia o Estados Unidos, pero podemos encontrar numerosos proyectos experimentales en la actualidad que podrían considerarse como una isla o nicho del fanzine. Desde los ochentas, se lanzaron publicaciones y cómics en Medellín, Cali y Bogotá que seguían la lógica autogestionada del fanzine, pero que se presentaban como revistas debido a la falta de una industria que los impulsara de la misma manera que en países del primer mundo.
Bajo esta lógica de la autogestión y la investigación, las publicaciones de la Zineteca son una colección abierta de obras plásticas y piezas artísticas que buscan comprender y enlazar los diversos lenguajes presentes en este lado de las artes y la gráfica colombiana. Este archivo no se limita a fanzines de “artistas”, pues también alberga obras de personas que se han animado a crear desde sus conocimientos y gustos por la música, los cómics, la literatura, la poesía, la cocina, o cualquier otro interés.
La búsqueda de otras posibilidades estéticas
El ejercicio del fanzine es también una revolución dentro del mercado artístico, pues poco o nada le interesa la lógica del consumo capitalista: no se crea bajo la premisa de ser vendido o atractivo para un público. Hay cierta libertad estética en la producción de un fanzine, una vitalidad para crear un objeto que puede carecer de un propósito más allá de lo que el creador propone.
“Lo chévere del fanzine es que entre menos se consuma, puede ser más interesante, entre menos seduzca a las personas de que es bello. No necesita de un público a pesar de que los fanáticos se mueven en diferentes combos y nos unimos para conseguir el material o lo que está ahí, pero no está diseñado para ser ‘exitoso’”, argumenta Andrés Frix sobre cómo funciona la difusión de los fanzines, los cuáles muchas veces se distribuyen bajo la modalidad del trueque o fotocopias entre artistas. Incluso nunca terminan por salir a la luz en muchas ocasiones.
Otra de las características inherentes al fanzine y sus prácticas es ser una pista o rastro de un momento histórico en el que se pueden expresar opiniones controversiales o que podrían ser consideradas “cancelables” en otros contextos. Esta técnica es un espacio donde se rompen las estructuras entre lo bello y lo feo, lo correcto y lo incorrecto. No se trata de crear algo para ser elogiado, sino de mantener una conexión más íntima y auténtica con el proceso creativo, el tiempo y el espacio en el que se sitúan sus autores.
La Zineteca, además de ser un archivo, también funciona como laboratorio experimental que ofrece un espacio de encuentros en el que cada participante, desde su perspectiva, pueda contribuir a la producción individual o colectiva de contenidos. Este enfoque ha permitido que los asistentes tengan una mayor flexibilidad y libertad en sus creaciones, dejando a un lado los paso a paso y la rigidez de cómo "debería ser" un fanzine, pues finalmente es un acto de resistencia contra la uniformidad. Su valor radica en su capacidad para desafiar y cuestionar.
Un experimento que crece
Pero la historia de la Zineteca comenzó desde que Frix estaba pequeño. Criado entre libros y seducido por la morfología de esos objetos, su olor y su forma, le surgió la necesidad por crear algo tan majestuoso —o por lo menos parecido—. Primero imitó aquellas ilustraciones y textos que le gustaban. Luego, en su formación como músico, plasmó esa esencia de las letras y los ritmos entre hojas y formas. Todo cambió cuando comenzó a conocer a otras personas que tenían la misma necesidad de expresarse a través de estos objetos. Allí se dieron los primeros intercambios que darían forma a lo que es hoy la Zineteca.
Decidido a conocer y agrupar más ideas de otros artistas, en 2011 creó junto a su colectivo “La Ramona proyectos”, el laboratorio y festival “C-Zine”, reconocido entre los artistas locales y nacionales. En las ediciones del festival y eventos que reunían a otros artistas, nutrió el archivo de la Zineteca con intercambios y compras de fanzines. Muchos de los “experimentos”, como le gusta llamarles a los fanzines, han llegado orgánicamente, pues muchos quieren que estos sean parte del laboratorio y se compartan entre el nicho.
Frix asegura que no existe un método para crear fanzines, aunque muchas personas se acercan a este espacio buscando talleres para “aprender a hacer fanzines”. Él ha optado por brindar consejos desde la saturación, ritmo, material o color de lo que quieren expresar, más no da normas, leyes o instrucciones cual manual o policía del fanzine. “Si te dicen que tu fanzine está muy feo y te pones deprimido, eso es tu problema, porque o lo haces como quieres o te conformas con lo que los demás digan. Me encanta cuando a alguien no le gustan mis fanzines y me dicen: ‘¿esas cosas qué o para qué es?’ porque es genial ver el lado diferente a lo que siempre nos dicen que es estético”, nos cuenta Frix sobre su propia experiencia con el fanzine.
Seis joyas de la colección
Entre la inmensa colección de fanzines que reúne la Zineteca, Andrés Frix nos enseñó su antología de fanzines que van desde el fotofanzine, el artfanzine y otras piezas más históricas:
En el momento, La Zineteca funciona como un espacio libre, pero sin horarios. Más que un espacio para visitar, es una biblioteca sin mediadores. Frix y el equipo tienen las puertas abiertas para aquellos curiosos que deseen conocer el archivo, investigar sobre el fanzine en Colombia o simplemente, crear su propio fanzine. Puede contactarlos a través de sus redes.
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