Esto no es un horóscopo: Aries
Arrebatados y frenteros, movidos por un ímpetu que puede parecer tanto determinación como temeridad, los Aries pueden convertirse en una bomba de tiempo. Ellos son los protagonistas de esta nueva entrega de Mestre Astral.
Si usted es Aries y siempre se ha preguntado qué carajos es lo que comparte con los demás nacidos al final de marzo e inicios de abril, o simplemente quiere entender cómo es que son estos personajes por su sol, luna o ascendente, aquí le tenemos un buen mapa para que sepa en qué se mete cuando sale con uno de estos. O una de estas.
Aries 101
Aries es el primer signo de la rueda zodiacal, que comienza el año con la primavera del hemisferio norte (el punto donde se ubica el sol durante el equinoccio de primavera se conoce, de hecho, como punto Vernal o punto cero Aries). Como Leo y Sagitario, su elemento es el fuego: reino del impulso, el ego, la voluntad, el actuar y el movimiento. De los tres es el que corresponde a la resolutiva, propositiva y a veces insoportablemente mandona modalidad cardinal. Aquí un pequeño detalle para que se entiendan bien estos conceptos: las modalidades fija y mutable (como vimos con Acuario y con Piscis) parecen evidentes en sí mismas. Gente terca, gente cambiante. La modalidad cardinal corresponde a aquellos cuatro signos que inician las estaciones y de ahí que su característica sea la resolución, la propositividad. Y Aries no es una excepción en esto. Es más, es el paradigma de esto.
Todo Aries de sol o ascendente se va a reconocer (a menos de que algo en su carta lo marque con un talón de Aquiles o lo atenúe con agua o tierra) como un verdadero héroe (o superhéroe) en una vida que no es otra cosa que una aventura. No conocen la inseguridad, escasamente los nervios. Probablemente querrán dejar la casa familiar pronto. Con la misma impulsividad pueden pensar en casarse o divorciarse, pueden cambiar de profesión o carrera en un arrebato y arrastrarán a los demás dentro de la trama de su vida como si fueran ellos los narradores y no solo los protagonistas de su propia historia. No hay nada de lo que no se sientan capaces, les encanta aprender a hacer algo en segundos (si en un día no lo lograron, es hora de cambiar de intereses), competir es innato para ellos, la sensación de ganar es todo en la vida, por supuesto son impulsivos como todos los signos de fuego y sobre todo no hay nada que les guste más que liderar. Su liderazgo funciona en el mejor sentido de la palabra y también en el peor: pueden ser un modelo a seguir por su entusiasmo enfermizo y contagioso o un tormento por su obsesión con estar al frente.
Todo esto los convierte, claro, en personas extremadamente carismáticas y de una candidez infantil encantadora. Por eso pueden ser excelsos guerreros, deportistas, empresarios, políticos y –con la ayuda adecuada– creativos. De hecho, hacen un equipo infernalmente inmanejable con Géminis y con Sagitarios: el parche de los erráticos, sociales, optimistas e impulsivos del zodiaco. Júntelos en una oficina y nos cuenta.
La lógica de todo Aries (en especial si su Marte natal está en posición fuerte y libre de aspectos atenuantes) es “yo gano y tu pierdes”. Y perder nunca es una opción para ellos. Esto debido a que el signo del Carnero representa la base del impulso vital: la libido, la fuerza de la evolución (¿se acuerdan del Gen egoísta de Richard Dawkins?) y el primer grito de los recién nacidos. Las almas más jóvenes dicen, de hecho, los libros de astrología de onda New Age. Es famosa la relación simple, directa, animal, de los Aries con la sexualidad y su deseo. Ser impulsivos, directos, inmediatistas, ¡ay! Qué vaina esta gente. Pero por eso mismo suelen ser ese integrante del parche que no va diciendo y haciendo, sino haciendo y luego preguntándose por qué carajos pasó todo eso –incluyendo a las personas que terminan en sus camas o en su corazón, por no hablar de su propia sorpresa con las grandes decisiones que han tomado en su vida–.
El problema es que estas adorables bombas de tiempo, tienen también el attention span de un recién nacido y con solo tres modos en su switch emocional: dichosos, aburridos o iracundos –en especial si son hijos de la luna en este signo–. De hecho, la tristeza ariana se parece más a un ataque histérico de impotencia y rabia, que a un verdadero momento de nostalgia, dolor o melancolía. ¿Recuerdan la cólera de Aquiles en la Ilíada, las primeras pataletas de todos en la infancia? Padecer los efectos de la ira de Aries puede ser verdaderamente peligroso hasta que se acepta que va a pasar y ni siquiera van a recordar por qué estaban tan molestos una vez se desahoguen o pasen algunas horas. Lo que sin duda hay que mencionar es que sin ellos al mundo le faltaría perrenque: su relación primaria y sin filtros con la acción los vuelve extremadamente capaces (y en especial, si las posiciones de su carta pronuncian con tierra la constancia o la paciencia que tanto les falta). Son la vida que florece sin tregua en primavera, el incendio que arrasa con geografías enteras, el mismo impulso que renueva la vida y masacra en la guerra.
Orígenes arianos
No saben lo que llevo esperando para contarles esta telenovela.
Érase una vez, Atamante, un rey de Tesalia que tuvo dos hijos, Frixo y Hele, de una mujer, más exactamente una ninfa, Néfele, hecha de nubes. Después de enviudar de la ninfa, Atamante se casó con Ino, con quien tuvo dos hijos más. Pero la madrastra detestaba visceralmente a Frixo y a Hele, así que decidió tostar todas las semillas que se sembrarían en los campos para producir una hambruna y obligar al rey a consultar un oráculo que, long story short, le dijo que matara a sus hijos para que todo volviera a la normalidad. Y ustedes se preguntaran que esto que tiene que ver con el precio del chocorramo y que dónde está metido el carnero en todo esto.
La historia habría podido parecerse aún más a la de Abraham e Isaac, pero a los griegos les gustaba la espectacularidad. Resulta que desde la otra vida, Néfele se entera del plan y manda a un carnero divino (hijo de Poseidón y una mujer, ¿wtf?, que tenía capacidad de hablar y volar cual Pegaso) a rescatarlos. Y lo hace, pero mientras cruzan el cielo, Hele se cae de su lomo y se ahoga en el estrecho de los Dardanelos, lugar que los griegos conocieron como Helesponto. Finalmente y a salvo, Frixo decide sacrificar a su carnero salvador en honor al dios de la guerra, Ares, desollarlo y colgar su cuero de rizos de oro en un bosque a él consagrado. Zeus para enaltecer el noble trabajo del Carnero Dorado decide grabarlo en el cielo.
¿Impulsividad, asesinatos súbitos, deseos, venganza, sacrificio, heroísmo, niños, candidez, giros inesperados en la trama de la vida? Aries. Y el dios y planeta al que quedó desde entonces asociado, Marte, también representa esos valores. De hecho, el arquetipo del héroe y su tragedia, de su valor y su inocencia ante sus propios arrebatos, aún retrata lo mejor y lo peor de estos encantadores personajes.
El panteón Aries de nuestros días
Entre las personalidades con el sol en Aries más icónicas de nuestra historia tenemos una larga lista de políticos carismáticos, propositivos, guerreros y entusiastas (de todas las orillas) como el emperador Carlo Magno, el prusiano Otto von Bismarck, el norteamericano Thomas Jefferson, los neogranadinos y luego colombianos Francisco de Paula Santander y Antonio Nariño, el brasilero Jair Bolsonaro, el soviético Nikkita Khrushchev, el peruano (y escritor premio Nobel) Mario Vargas Llosa y el alemán Helmut Kohl. Se estima que el conquistador bestial de la edad media, Tamerlán, también era Aries. Entre la farándula pop de nuestros días tenemos a Miguel Bosé, Keira Knightley, Mariah Carey, Lady Gaga, Eddie Murphy, Robert Downey Jr., Emma Watson, Marlon Brando, Charles Chaplin, Elton John, Quentin Tarantino, Selena, Jackie Chan, Billie Holiday, Hugh Hefner, y entre los deportistas a Sergio Ramos, Franck Ribéry y Maria Sharapova por solo citar unos pocos. Dos filósofos hijos del Carnero Dorado escribieron desde un lugar muy ariano las ideas por las que han sido entronizados: Richard Dawkins con su teoría del gen egoísta y Thomas Hobbes con su homo homini lupus, “el hombre es un lobo para el hombre”.
Pero en la gran historia del arte y las ciencias y las ciencias también están algunos de los mayores creadores (verdaderas primaveras en sus respectivas artes): el compositor musical Johann Sebastian Bach, el poeta francés Charles Baudelaire, el dramaturgo irlandés Samuel Beckett, el novelista checo Milan Kundera, el psicoanalista francés Jacques Lacan, el pintor español Francisco de Goya, el director alemán Herbert von Karajan, los cineastas Andreï Tarkovski, Eric Rohmer y Akira Kurosawa, el aforista rumano Emil Cioran, la poeta mística española Santa Teresa de Ávila, el compositor alemán Franz Joseph Haydn, el científico y pintor Leonardo da Vinci, el pintor holandés Vincent Van Gogh y, claro, el seductor italiano Giacomo Casanova.
Pero tal vez nadie ha encarnado tan bien los valores de la candidez, impulsividad y creatividad ariana como el cuentista infantil danés Hans Christian Andersen. Fue un extravagante adulto-niño toda su vida: cándido, inocente, impulsivo. En su biografía abundan los momentos en que irrumpía en las casas de gente famosa y celebraciones burguesas, presentándose sin motivo alguno (siendo él de cuna muy muy pobre) en las que se ponía a cantar o a bailar. Escribía compulsivamente y en sus relatos la capacidad (muy ariana) de los personajes para surgir y arrojarse a la acción lo es todo: vea El patito feo, La reina de las nieves o La sirenita solo para empezar. Andersen nació con el Sol (el yo, la creatividad) y Mercurio (la mente, la palabras) en Aries, en casa 3 de la comunicación y en violenta oposición a Saturno (la adversidad y el esfuerzo) y a Urano (la genialidad) en su casa 9 (las ideas, las creencias, los grandes viajes). La carta astral de Andersen, además, está plagada de otros aspectos que potenciaron sus habilidades creativas, pero lo clave es esto: venía al mundo a brillar comunicando, en un universo adverso e impredecible que lo obligaría a sobreponerse por medio de la genialidad y el esfuerzo, de la candidez y el arrebato.
Así que ya sabe cómo viene armada esta gente: si tiene un cumpleaños en estos días con uno de ellos, más que regalos, la felicidad de un Aries es la posibilidad de los nuevos inicios. Así que incítelos a armar un plan nuevo, a hacer algo que siempre han querido probar, rételos a tomarse tres turbo-polas y celébrelos por lo que son: un arranque de fuerza que siempre parece capaz de sacarnos de cualquier problema –o meternos en uno del que seguro saldrá tremenda historia–.
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