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Claves históricas para entender lo que pasa entre Rusia y Ucrania

Claves históricas para entender lo que pasa entre Rusia y Ucrania

Ilustración

La situación en Europa del Este es extrema. Muchos se han adelantado a hablar de una “Tercera Guerra Mundial”. Zelensky, Putin y las trágicas escenas de una Kiev en llamas saturan los medios y redes sociales. Pero, ¿qué está pasando?, ¿de dónde viene este conflicto?, ¿qué está en juego?
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En medio del alud de información que ha producido el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, hay muchas declaraciones, muchas noticias, muchos videos en vivo y poco contexto –un resumen infográfico de Al Jazeera se destaca como uno de los mejores recuentos en medio de este caos–. Ya hay quien ha dicho que esta es la primera guerra europea desde 1945 (excluyendo conflictos tan impresionantes, catastróficos y largos como la Guerra de los Balcanes) y quien ha dicho que nunca habíamos estado tan cerca de otra Guerra Mundial (cuando la tercera, en opinión del autor de estas líneas, ya se peleó en Siria con una participación y unas consecuencias internacionales sin precedentes en mucho tiempo).

Lo cierto es que, aunque no se conoce cuál sea el desenlace de las actuales confrontaciones (y aún más con el antecedente de unos acuerdos de paz fallidos –los Protocolos o Acuerdos de Minsk–), en el Este de Ucrania se está librando una guerra en la cual los distintos actores reclaman a conveniencia partes diferentes de la historia, vienen de lugares muy distintos y se enfrentan por intereses políticos y económicos divergentes. Aquí algunas claves para entender quién es quién y qué es qué en medio del conflicto en curso.

ACTORES POLÍTICOS 

Rusia y Ucrania

1. Vladimir Putin

Abogado, 69 años. Agente de inteligencia, político y presidente de la Federación Rusa (2000-2008; 2012-actualidad)

De dónde viene

Como anotan la Enciclopedia Británica y un perfil suyo realizado por France 24, nació en Leningrado (ahora San Petersburgo) en 1952 en el seno de una familia de escasos recursos. Estudió derecho en la Universidad Estatal de Leningrado y se graduó con honores antes de ser contratado por el Comité de Seguridad de Estado (mejor conocido como la KGB). Se ha desempeñado como agente de contraespionaje y como alto funcionario de la KGB y del Servicio Federal de Seguridad –su reemplazo después de la caída del comunismo–. Luego del derrumbamiento de la Unión Soviética, Putin inició su carrera política como alto funcionario de la Alcaldía de San Petersburgo (1991) y más tarde dentro del gabinete de Boris Yeltsin (1995). En 1999, asumió el rol de primer ministro y se impuso en las elecciones del 2000 como presidente con un 53% de los votos. Se hizo reelegir en 2004; logró que su candidato, Dmitri Medvedev, ganara en 2008, y se hizo elegir una tercera vez en 2012. Las reformas constitucionales que impulsó y su actual popularidad le han permitido mantenerse como presidente, cargo en el que podría permanecer –en las condiciones actuales– hasta 2024.

Clave: entender su popularidad y (polémica) posición política

Su amplia popularidad entre los rusos se ha debido, principalmente, a que es percibido como un político fuerte que defiende la soberanía rusa y sus intereses y que ha logrado notables mejoras en los indicadores de crecimiento de la economía rusa y la disminución de la pobreza. Sin embargo, la imagen internacional de Putin y su gobierno ha sido ampliamente criticada debido a dos motivos. Por un lado, su gobierno se ha caracterizado por una fuerte represión a la oposición por medio del control a los medios de comunicación y la persecución a los líderes políticos desde el polémico Eduard Limónov hasta Alexéi Navalny, sin dejar de incluir a magnates económicos que también han caído en extrañas condiciones de sus puestos de poder.

Por otro lado, las críticas a Putin apuntan a intervenciones militares como la recuperación armada de Chechenia en la Segunda Guerra Chechena (2000), la anexión de Crimea (2014) o el apoyo que dio al gobierno de Bashar Al Assad durante la Guerra Civil Siria (2018). Con estas acciones ha logrado posicionar de nuevo a Rusia como una enorme potencia militar dispuesta a intervenir y defender sus intereses –en especial, en mantener a la OTAN y otros grupos de influencia económica o militar occidentales lejos de sus fronteras–.

Ucrania es un punto sensible dentro de esta agenda en tanto ha querido unirse a la OTAN y la Unión Europea, dos de las organizaciones occidentales más importantes, una militar y la otra económica. Varios analistas estiman que este es el fondo del problema actual y en una rueda de prensa oficial, Putin mismo ofrece una lectura de la historia moderna y reciente que permite ver que, efectivamente, así podría ser: una forma de mostrarle los dientes a unos viejos enemigos que no han dejado de cercarlos en años y que a veces parecen no tomarlos en serio.

2. Volodymyr Zelensky

Abogado, 44 años. Productor, actor y comediante, presidente de la República de Ucrania (2019-actualidad)

Zelensky se ha vuelto el personaje de la coyuntura por sus recientes discursos sobre la dignidad y el valor ucraniano frente a la ofensiva rusa y en especial un video selfie que tomó en el centro de Kiev junto a su gabinete, probando que no había abandonado ni el país ni la ciudad sitiada. Según distintos testimonios y analistas, estos discursos han ayudado a mantener la moral de los ucranianos que han defendido calle a calle su territorio en ciudades como Jarkov y Kiev.

De dónde viene

Según un perfil publicado en la BBC de Londres, Zelensky nació en una familia de origen judío rusoparlante en 1978 en Kryvyi Rih, ciudad de Ucrania central. Se graduó en derecho de la Universidad Económica Nacional de Kiev, fundó una compañía de producción audiovisual y finalmente se dedicó a la actuación y a la comedia. Ganó popularidad con su programa satírico Sirviente del pueblo, en el que desempeñó el papel de un profesor que llega a la presidencia gracias a un video suyo que se hace viral. El programa se destacaba por la ironía y acidez con la cual se hablaba de los países vecinos, especialmente de Rusia, y de la política y la corrupción ucraniana. Aunque muchos tuvieron dudas sobre su candidatura, Zelensky ganó la elección de 2019 en Ucrania con un abrumador 73% de los votos gracias a una campaña que prometía, principalmente, acabar la corrupción y llevar la paz al Este del país. Ha tenido un éxito limitado en la aplicación de su popular y ambicioso programa pues la corrupción no ha desaparecido y la guerra continuó; como a la mayoría de jefes de Estado del mundo, la pandemia del Covid-19 le costó una caída en picada de su popularidad en 2020.

Clave: entender su lugar en la historia reciente del conflicto

De hecho, es fundamental comprender que Zelensky llegó al poder cinco años después de que estallara el conflicto armado conocido hasta hoy como la Guerra del Donbass (iniciada en 2014), nombre de la región donde se encuentran los territorios de Donetsk y Lugansk que fueron declarados independientes por la insurgencia prorrusa de la región. Como recoge un recuento publicado en el País de España, la guerra que estalló en 2014 tuvo por precedente las protestas que se levantaron contra el entonces presidente ucraniano Víctor Yanukóvich cuando se retractó de firmar una asociación con la Unión Europea. En medio del descontento popular, la salida de Yanukóvich votada desde el parlamento y más de un centenar de muertos a manos de la policía, grupos prorrusos de las regiones de Crimea y el Donbass se alzaron en armas y declararon su independencia, dando inicio a la más reciente guerra europea; en ese momento, se organizó un referendo en Crimea y ganó la anexión de la península a Rusia. Esta no ha sido reconocida por la mayoría de países del mundo, que la estiman un fraude y en cambio, los llevó a aplicar un primer paquete de sanciones a Rusia.

Rusia y Ucrania

ACTORES MILITARES NO OFICIALES EN LOS TERRITORIOS

3. Milicias independentistas del Donbás (prorrusos)

Según fuentes de inteligencia ucraniana citadas –pero que no pudieron ser confirmadas– en un reportaje para Al Jazeera, se estima que la milicia prorrusa del Donbass está conformada por un ejército informal de entre 35.000 y 42.000 hombres. Se presume que cuentan con un apoyo que ha variado entre 3000 y 9000 soldados rusos. En su mayoría son hombres rusófonos entre los veinte y cuarenta años, liderados por nostálgicos de los tiempos soviéticos que han instaurado Repúblicas Populares de facto, recuperando las constituciones estalinistas de mediados del siglo XX. Aunque la popularidad de Putin y su apoyo desborda la zona del Donbass que ocupan y declararon independiente. Hay extraordinarios reportajes y crónicas al respecto que recrean la frugalidad de la vida, el aislamiento territorial y los rigores de la milicia en estos territorios: vale la pena destacar uno en inglés para Al Jazeera hace unos días –link más arriba en este mismo párrafo– y uno en francés para la revista XXI en 2017.

Clave: entender la historia de las poblaciones envueltas y la identidad

El actual conflicto e invasión comenzó con una noticia tensa. Como recoge la nota publicada en RT (Russia Today, el diario que permite leer el punto de vista oficial en Rusia), el 19 de febrero, los altos mandos de las milicias prorrusas que declararon la independencia en el Donbass, comunicaron que sus fuentes de inteligencia sabían de un plan de ataque militar ucraniano que tenía por fin “limpiar la zona de rusoparlantes”.

La lengua rusa existe en la región desde mucho antes de la integración de Ucrania a la Unión Soviética y esto debido a que, históricamente, las fronteras se han movido y con ellas los grupos humanos. Dejando por fuera los legados, invasiones y dominios sucesivos que hicieron que Ucrania compartiera un origen eslavo medieval con Rusia y Bielorrusia, y los posteriores dominios lituanopolonés y austriaco, en la época zarista fueron fundadas las ciudades de Donetsk (1869) y Lugansk (1795), años después de que Catalina la Grande –zarina clave en la formación territorial y política de la identidad imperial rusa– se hiciera con grandes porciones territoriales de la actual Ucrania, incluyendo a Kiev, pero especialmente con la península de Crimea (1783). Y es desde esta época moderna que poblaciones rusas comenzaron a llegar hacia el nuevo puerto en el Mar Negro y a las minas de carbón del Donbass. Finalmente, en tiempos de la Unión Soviética, las siderúrgicas de la región terminaron por atraer más población rusa, de la cual una parte fue enviada por el Gobierno.

Sin embargo, las milicias del Donbass no solo han peleado con el ejército ucraniano. Como lo mencionó Putin, hay otros envueltos en el conflicto, unos que permiten revivir memorias nacionales (y nacionalistas) capaces de movilizar a la violencia.

4. El Batallón Azov, los nazis de los que habla Putin

La extrema derecha en Ucrania, como en tantos otros lugares del mundo, tiene (varios) brazos armados paramilitares. El más relevante para la coyuntura, es el Batallón Azov. Su nombre viene del golfo que surge del Mar Negro detrás de Crimea, donde han operado mayoritamiente. Es una organización paramilitar de cerca de mil voluntarios ultranacionalistas y supremacistas que terminó integrada al Ejército ucraniano. Están atrayendo mercenarios radicales de derecha de todas partes del mundo, como lo hizo el movimiento Talibán entre los muchos yihadistas que se animaron a pelear contra la URSS en los ochenta y terminaron recibiendo entrenamiento de la CIA y fogueo en combate de primera mano. El Batallón Azov combatió en esta guerra desde 2014 y representa la rama más radical de la rusofobia. De hecho, sin que la mayoría llegue a las armas por ella, la rusofobia ucraniana es bastante más amplia de lo que uno se podría imaginar, especialmente a medida que se avanza hacia el Occidente del país. Un amargo recuerdo en la memoria histórica del país lo alimenta cotidianamente: Holodomor (‘muerte por inanición’ en ucraniano) es el nombre con el que se recuerda la hambruna de 1932-33, consecuencia de la colectivización forzosa de las granjas en tiempos de Joseph Stalin. Murieron más de cuatro millones de ucranianos.

Las simpatías del Batallón Azov con el nazismo no son un secreto y, más allá de ser una excusa, los siete años de guerra en el Donbass contra las poblaciones rusas despiertan otro amargo recuerdo, esta vez del lado ruso. La Segunda Guerra Mundial en Rusia tiene otro nombre: La Gran Guerra Patria. Las cifras ayudan a entender. La URSS puso el mayor número de bajas militares y civiles entre todas las naciones en combate (se estima ligeramente por debajo de los 30 millones de muertos). La guerra contra el nazismo en 1939-45 fue para los soviéticos, más allá de las dimensiones internacionales del conflicto, una guerra peleada personalmente entre alemanes y rusos. Hoy, “desnazificar” Ucrania es más que una excusa para Putin y para muchos rusos; es una respuesta a una situación humanitaria de conflicto y persecución contra las minorías rusas del lado ucraniano de la frontera. Y no se exagera al estimar que la situación en el Donbass antes de la intervención rusa fue, por años, desgastante como bien han comentado distintos occidentales allí residentes. Para más detalles puede ver las entrevistas a Luis Hernando Muñoz, nacional colombiano residente de Donetsk, en Blu Radio y Noticias Caracol, como la que le hicieron a una ciudadana francesa en LCI para la cadena TF1 en Francia.

Rusia y Ucrania

PROBLEMAS CLAVE: ACUERDOS INCUMPLIDOS, LA OTAN, LA UE Y EL GAS

5. Acuerdos de Minsk:

Entre 2014 y 2015, se adelantaron intensas negociaciones –acompañadas por la Oficina para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE)– para declarar un cese al fuego bilateral en el conflicto del Este de Rusia. Los acuerdos resultantes llevaron el nombre de la capital de Bielorrusia, donde se adelantaron las negociaciones: los Protocolos de Minsk I y Minsk II.

Como indica un resumen de los protocolos y sus interpretaciones hecho por The New York Times en español: Los acuerdos proponían otorgar prerrogativas políticas de autogobierno a las dos regiones del Donbass alzadas en armas, la garantía de no-persecución ni juicio a los combatientes excepto en casos de delitos graves, además de desmilitarizar la frontera y garantizar que la OSCE pudiera vigilar el desarme y la frontera (que debía no tener ningún tipo de armamento pesado en una franja de 15 km a cada lado). Sin embargo, nunca se cumplió ni el primer punto: dejar de disparar. De ahí que Rusia haya insistido que nunca se cumplieron y perdieron su validez. Por otra parte, como ha repetido en distintos momentos, el Gobierno ruso interpreta que el debido cumplimiento de los acuerdos exige la no adhesión de Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la alianza militar más importante de Occidente y que ya ha integrado un vasto número de países de Europa del Este desde Bulgaria hasta Estonia desde 1992. Para una vasta mayoría de los ucranianos se trata de condiciones desfavorables e inaceptables que no estarían dispuestos a cumplir.

Emmanuel Macron, actual presidente de Francia, ha intentado establecer diálogos de negociación entre Ucrania y Rusia en estos últimos días a partir de estos acuerdos, planteando la posibilidad de acordar una neutralidad militar absoluta para Ucrania, como la que ha mantenido Finlandia desde hace años. Hay más dudas que certezas sobre este camino, pero es uno de los posibles escenarios de diálogo. Pero no es el único frente de negociación, falta al menos una pieza dentro de todo este rompecabezas: el gas.

6. El Nord Stream 2

Europa occidental depende ampliamente del gas ruso. De la primavera al otoño hay cierta holgura en su consumo, pero la demanda se dispara apenas se acerca el invierno. Las políticas energéticas de cada país varían y, en esa medida, quienes basan su consumo de energía en lo nuclear o el petróleo gozan de una menor necesidad a la hora de negociar con Gazprom, la principal compañía rusa, en la que el Gobierno de la Federación participa ampliamente. Dentro de la estrategia económica internacional de Putin estaba la de impulsar dos megaproyectos: un gasoducto por el Mar Negro hacia Turquía y Grecia y un –segundo– gasoducto por el Báltico con llegada directa a las costas alemanas. Este último se conoce como el Nord Stream 2, proyecto terminado y al que sólo le faltaba la licencia de operaciones alemana, hasta que Olaf Scholz, canciller alemán, le cerró el paso –se supone que momentáneamente– a modo de represalia por la reciente invasión de Rusia a Ucrania.

Se trata de un punto sensible, pues la transición energética alemana (de la nuclear al gas) crea un clima difícil para ambas partes: a inicios de la primavera de este año, Alemania tiene cierto margen de maniobra con este bloqueo, aunque de antemano sabe que el invierno vuelve; para Rusia se trata de una frustrante medida puesto que el Nord Stream aseguraba ventas mayores, mayor dependencia de la Unión Europea y más gas con menos intermediarios (exceptuando el Nord Stream 1, los demás gasoductos marítimos y terrestres pasan por el territorio de varios países, muchos de los cuales ya son miembros de la OTAN). El bloqueo solo le conviene a los Estados Unidos, primer productor de gas de Occidente. Ahora bien, sin duda, este impase genera presión e interés en negociar –por parte de Rusia, Ucrania y Alemania– y eso es bueno, pero al costo de disparar los precios del petróleo, el gas, el gas licuado y el carbón, entre otros. En qué termine este frente de negociación también es incierto, pero sin duda es uno de los puntos más relevantes.

CODA

Las sanciones internacionales a Rusia han escalado la tensión a niveles internacionales que no se veían desde hacía mucho tiempo. Amenazas explícitas de máxima alerta y guerra nuclear no se habían usado desde 1962, cuando la Crisis de los Misiles de Cuba en plena Guerra Fría. Hace un buen tiempo que todos estos discursos y gestos de arrogancia y poderío militar no parecían más que un mal recuerdo del siglo XX. Amenazas que además, conociendo los efectos de la radiación y la devastación de estos artefactos, resulta casi obvio concluir que no le convienen ni al que dispara. A estas alturas, la esperanza es que una negociación desescale la tensión más pronto que tarde.

En todo caso, Europa es un caso paradigmático para ver, por un lado, cómo las fronteras y los movimientos poblacionales no se corresponden a lo largo del tiempo y, por otro, como las potencias políticas (de todas las eras) usan la memoria histórica a su favor reclamando momentos y periodos que les sirven a conveniencia en el presente. Ucrania como Estado es un evento relativamente reciente y, a la hora de defender la legitimidad territorial de sus fronteras, tiene el inconveniente de compartir fragmentos difusos y paradójicos de su historia con su vecina Rusia, con quienes esas líneas se han movido una y otra vez (junto con sus poblaciones, lenguas y culturas). No han sido los únicos con este problema en la historia moderna de la guerra: Francia y Alemania tuvieron problemas en dos guerras mundiales por dos regiones similares (Alsacia y Lorena) y la Guerra de los Balcanes (la más sangrienta en términos de sevicia y genocidio en Occidente después de la Segunda Guerra Mundial) es un gran ejemplo de cómo nacionalidades y religiones distintas pueden masacrarse por la imposibilidad de establecer un Estado, unas reglas y unas fronteras que permitan la coexistencia en medio de intereses cruzados.

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Jorge Francisco Mestre

Escritor, periodista e historiador. Ha publicado dos libros de poesía, Música para aves artificiales (2022) y Música de los abismos moleculares (2024), y el ensayo Enema of the State (2024). Ha sido colaborador de El Malpensante, Bacánika, Bienestar Colsanitas y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Cuando las estrellas se alinean, escribe sobre astrología en esta revista como Mestre Astral. Fanático del café y las historias contadas con calma.

Escritor, periodista e historiador. Ha publicado dos libros de poesía, Música para aves artificiales (2022) y Música de los abismos moleculares (2024), y el ensayo Enema of the State (2024). Ha sido colaborador de El Malpensante, Bacánika, Bienestar Colsanitas y el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República. Cuando las estrellas se alinean, escribe sobre astrología en esta revista como Mestre Astral. Fanático del café y las historias contadas con calma.

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