De sofá en sofá
Desde 2004 existe la plataforma web CouchSurfing, una manera barata y divertida de viajar que resulta ideal para los mochileros de todas partes del mundo.
asey Fenton es un joven gringo que quería viajar de otra manera. Tenía planeado ir de Boston a Islandia y estaba decidido a vivir, con el poco dinero que llevaba, una nueva experiencia lejos de los hostales convencionales para mochileros –y aun más lejos de los grandes hoteles–. Se le ocurrió escribirles a 1.500 estudiantes de la Universidad de Islandia para pedirles hospedaje en su casa. Para su sorpresa, muchos le contestaron que sería bienvenido. Un mes después regresó a Boston con la determinación de convertir los paseos de mochileros en un encuentro más cercano y real con las costumbres de otras culturas. Pensó que lo mejor sería crear una red de personas que pudieran ofrecer sin ningún costo el sofá –u otro sitio decente para dormir– de su casa a viajeros de diferentes nacionalidades. En enero de 2004 lanzó la plataforma web www.couchsurfing.com, hoy considerada una de las redes sociales de viajeros más populares del mundo, con más de dos millones de socios en 230 países.
La idea es sencilla: ofrezco el sofá de mi casa, pongo condiciones acerca de qué tipo de personas quiero recibir –fumadores, músicos, artistas, interesados en la política, la ecología– y las trato lo mejor que puedo cuando están en mi ciudad. Otra opción es ofrecerse como guía y dedicarse a mostrarles a los viajeros una cara de la ciudad que, generalmente, los turistas con guía y horarios establecidos no conocen.
Además de usar el sofá como una manera económica de viajar, los visitantes deben adaptarse, durante los días de su visita, a los ritmos de vida y a las costumbres de la persona que los hospeda. No hay que pagar nada pero la mayoría de couchsurfers cocinan un día, lavan la loza o hacen el mercado como una manera de demostrar su agradecimiento con el anfitrión. Estar abiertos hacia el otro y su cultura es lo más importante. Si eso sucede, lo demás viene por añadidura: nuevos amigos, experiencias inolvidables, lugares desconocidos, fiestas… Pero no siempre los viajeros duermen en un sofá. A veces, cuando quien los recibe tiene la posibilidad, obtienen un cuarto privado con cama y sábanas limpias, y en ocasiones con televisor y baño.
- Viajero particular -
ara Laura Silva, una bumanguesa que estuvo recorriendo Europa, lo mejor de CouchSurfing es que la posibilidad de viajar aumenta enormemente. “Al ahorrarse lo del hotel, uno puede viajar sin tantos costos o invertir el dinero del alojamiento en comer mejor o en visitar más museos. Por otra parte, la posibilidad de descubrir una ciudad desde el punto de vista de un habitante, de alguien que conoce la vida cotidiana, los pros y los contras del sitio, le cambian a uno la visión de las cosas”. Su mejor experiencia la vivió en Berlín cuando su anfitrión, que tenía hospedadas a ocho personas de seis diferentes nacionalidades en su apartamento, realizó una cena en la que cada uno preparó y ofreció algo. “Se entregó 100% a sus huéspedes y creó un espacio para un fantástico intercambio cultural”, recuerda Laura.
En la página de CouchSurfing cada miembro, además de dar su nombre, ocupación y nacionalidad, debe especificar su filosofía, sus gustos y su misión como couchsurfer. Mar Ortega, barranquillera de 32 años, se describe como “una mulata exigente en las diversiones” y ha hospedado desde octubre de 2008 a más de cuarenta personas entre mexicanos, chilenos, checos, españoles, alemanes, argentinos y colombianos. Álvaro Hernández, de Medellín, ha viajado de sofá en sofá por toda Suramérica. Hoy afirma que su misión es llegar a ser un viajero profesional. Ana Muñoz, bogotana, asegura que ha recibido con gusto a más de 25 personas en su futón. “Hospedar con alegría a alguien tiene que ver con un deseo profundo de dar y compartir experiencias con otros –dice–. Por otra parte, se crea una red de amigos internacionales inmensa, si decido irme de viaje ya tengo cientos de sofás asegurados”.
Daniel Herrera hospedó a dos australianos a principios de 2009 en su casa en Suba. “Uno no recibe a cualquiera, es gente con la que se empieza a chatear desde que hacen la solicitud y se siente si hay empatía o no”, asegura. Sin embargo, él prefiere hacer surfing, una especie de guía para que los extranjeros conozcan otra cara de la ciudad. “La gente que he conocido se va feliz del país, siempre se encuentra con un lugar muy distinto del que imaginó”.
CouchSurfing también cuenta con diferentes mecanismos de seguridad. Uno es un sistema de verificación opcional con tarjeta de crédito en el que el miembro dona una cantidad simbólica al proyecto y a su vez comprueba que los datos de su domicilio coinciden con los que dio en su inscripción. El otro sistema es aún más sencillo y consiste en la posibilidad de escribir un comentario de otro miembro una vez se hayan conocido, es una especie de guía para que los interesados en viajar tengan distintas referencias sobre las experiencias de otros Couchsurfers y puedan tomar la decisión más importante para quienes recorren el mundo por este sistema: elegir un buen sofá.
Entonces, en lugar de perder el tiempo en redes sociales o limitarse a soñar con viajes infinitos, prepare la espalda para dormir en sofás a lo largo del mundo.
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