Kali Uchis: una diosa telepática
Diva, tesa, diosa, genia: la artista pereirana late en muchos corazones que la admiran, como en el de la autora de esta carta de amor escrita en paisa.
Mor, a veces me es imposible creer que sos de este mundo. Quizás hace un tiempo tus padres –quienes en realidad deben ser una especie de alienígenas ultra sensuales– te dejaron en la tierra para algún tipo de experimento humano, uno donde la solemnidad de tu belleza sea la debilidad auditiva y visual de cualquiera que se atreva a descubrirte.
Karly, Karlicita, Kaliuchis, Kali Uchis, en definitiva, llegaste como un sol: a brillar, a quemar al incauto sin protector solar ni gusto musical. Descendiste en tierras colombianas como un espectro casi surreal, una venus latina. Tu música llegó para ser ritual, para traspasar a través de las ondas ese sentir performático de la confrontación consigo misma, con esa divinidad femenina.
Aunque no naciste entre las flores y el café, tienes ese no sé qué no sé dónde que corre vena arriba entre latinas. Ese sabor, ese perrenque, ese habladito y esa vibra de todopoderosa. Si bien la vida entre los gringos suele pintarse como una mejor vida que la de aquellos que lloramos por primera vez en el tercer mundo, tu proceso fue de todo, menos fácil. Bendito sea el día en el que el perro fisgón-mariguano de Snoop Dogg te descubrió, ese man pudo estar trabado pero jamás confundido, sabía qué estabas hecha de oro y esmeraldas.
Desde tus primeros pasos con "Drunken Babble" demostraste ser esa fiera que podría tragarse a cualquier cachorro. Mientras te la sudabas por sobrevivir en la USA, mantenías viva esa llama, qué digo llama, esa fogata de talento capaz de quemar montañas y lo que se atravesara. Si esa Karly Marina pudiera escuchar "Red Moon In Venus" estaría boquiabierta.
Cada lanzamiento ha sido un salto nuevo entre las nubes de R&B, las mismas nubes que vas coloreando como un sol de atardecer con las pinceladas celestiales de tu voz. Con “Por Vida” se inició una agitación que pasaría a “Isolation” hasta ser el estallido de “Sin Miedo”, has echado raíces tornasol como una leyenda viva.
Y es que solo vos, reina. sos capaz de retratar la densidad que suelen atravesar la experiencia de ser mujer y persona. Tu música es una experiencia casi espiritual. Desde “After the Storm”, ese himno que nos obliga a recordar que al final, nadie puede salvarnos. Pues si necesitamos una heroína debemos mirarnos al espejo. Pasando por “Dead to me”, cuando ya estamos hasta la coronilla de alguien, pero sosteniendo lo diva, con ritmo. Hasta “quiero sentirme bien”, donde esa faceta tuya humana y vulnerable, nos confiesa que, al final, la búsqueda de la plenitud es el propósito de la vida.
Admiro tu capacidad de hacerte un renombre tan puntiagudo como tus tacones, pues en una industria musical plagada de machos hay que sacar las garras antes que dejarselas limar. Las pisadas fuertes, la mutación de un delineado perfecto que revive los sesenta y las cejas delgadas con labios aceitosos de los 2000 son hoy tendencia por vos. Es indudable que todos sabemos que mandás, mi Mocatriz (modelo, cantante y actriz). Lo decís en tus redes, lo recuerdas en tus canciones y lo aseguramos con solo verte.
Llevas un jardín en tu corazón, la luna en la cabeza y el mar en tu nombre, Marina. Esa rebeldía que te define, la misma que brota cada vez que tus labios de miel entonan al ritmo de tus uñas de gata sobre esos jeans levantacola -que parecen elevarse más allá de las nubes-, nos recuerda que vos, muñequita Bratz, definís en cada verso un antes y un después en la música, en la cultura latina.
Chao, picos.
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