La importancia de llamarse edificio
¿Cree que el nombre de su edificio es raro? Pruebe a crear el nombre de sus sueños con nuestro sistema infalible.
Los nombres están en todas partes: en obras de arte, en artículos, en canciones, en calles, en construcciones. Incluso todos llevamos uno. Deben atraer, sonar, encantar. En teoría tienen que ser perfectos, y eso, usualmente, no es una tarea fácil.
Sin embargo, si recorre las calles leyendo con atención se dará cuenta de que, al menos en el contexto de vivienda, poner nombres no es una ciencia. Al contrario, es simple y se aprende fácilmente. O eso reflejan las constructoras, que así parezca increíble, tienen sus estrategias para lograrlo.
Según Martha Cala, gerente de desarrollo de producto de la constructora Amarilo, al pensar en un nombre para un proyecto de construcción se hace una investigación del entorno y la vegetación y, a partir de esto, se seleccionan palabras agudas, cortas e impactantes: principalmente nombres de árboles (eso está claro).
Hacer uso de palabras familiares también es muy común. Luis Carlos Sarmiento Angulo, sin razón alguna, pensó que los nombres de sus hijas iban bien después de una “Villa”: Villa Sonia, Villa Claudia y Villa Adriana. Y un personaje de la constructora AR, hizo honor a sus padres Miguel e Inés, poniéndole a un proyecto con inteligencia y creatividad pura “Miguelines”.
Estas estrategias son el común denominador de una ecuación simple que, aunque a veces varía, funciona bien en 99% de los casos, y consiste en tomar algunos elementos comúnmente usados y conjugarlos en una oración coherente (en la medida de lo posible) que terminará siendo el nombre perfecto para el conjunto residencial o apartamento de sus sueños.
Lo primero en la ecuación es pensar en un lugar (el prefijo de la frase). Puede escogerlo a partir de un criterio espacial, como el entorno al que se refieren en Amarilo. O si prefiere, puede pensar en uno que le parezca “elegante”, “distinguido”. No se le olvide agregar un “de”. Por ejemplo: balcones de, torres de, prados de, bosques de, altos de.
Lo siguiente es escoger un nombre. Al parecer hay cierto tipo de nostalgia por el campo y lo verde en la ciudad, así que el nombre de su árbol preferido puede ir bien. El de sus hijas o cualquier otro familiar, ya sabemos que funciona. Incluso el de un artista o una ciudad exótica, lo cual es solo el síntoma de un esnobismo que nos hace sentir más que cualquiera. También puede pensar en su santo o santa preferida: teniendo en cuenta que vivimos en un país de fervientes católicos, esta fórmula funciona bien.
Luego, aunque no es indispensable, dicen las constructoras que son sinónimo de clase, vale la pena escoger una última palabra. Se trata de lo que ellas llaman “apellidos”, o lo que en términos escriturales vendría siendo el sufijo. Reservado y Club house están muy de moda.
Por último, la unión de todo esto permite obtener múltiples resultados, no muy variados, generalmente rimbombantes, sin sentido y, sobre todo, exageradamente divertidos; tanto que es confuso saber si hay una falta o un exceso de creatividad en nuestras calles. Lo cierto es que los nombres de las construcciones son el reflejo de lo que somos, de ese sentido del humor no planeado que se ve en cada local comercial y cada residencia que busca sobresalir creando los nombres más adornados.
Intente hacer el ejercicio con el siguiente generador de nombres. Sólo escriba en la casilla en blanco un lugar del mundo, el nombre de su tía favorita, el personaje histórico (o de la farándula criolla) que más admira, el santo de su devoción o incluso su grosería más utilizada.
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