Nathaly Cuervo: reencontrarse a través de la ilustración
Cuando estudió diseño gráfico, aprendió que lo más importante eran las marcas y los clientes, no su voz. Ahora, con una carrera prometedora en la ilustración, Nathaly Cuervo produce piezas que destacan por su uso del color, pero también por el humor y la saña que les imprime.
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athaly Cuervo tiene un portafolio de diseño envidiable. Mientras hizo parte de Toquica, un estudio de diseño de Bogotá, participó en el desarrollo de stands para las ferias de arte ArtBO y ARCO, y como freelance ha trabajado con el Centro Nacional de Memoria Histórica y marcas como Tourist Coffee y la eslovaca Kakaw Co+. En su perfil de Instagram ha publicado otros proyectos de branding y recientemente, sus primeros proyectos de ilustración.
Manual de Carroña y peores maneras fue su debut público como ilustradora, aunque las motivaciones de Nathaly para hacer ese proyecto tenían más que ver con la crítica social hacia el desinterés generalizado por la anticoncepción y las enfermedades de transmisión sexual. El fanzine fue un trabajo conjunto con Iván Piñeros, y es una vuelta al Manual de urbanidad y buenas maneras, también conocido como el Manual de Carreño, un texto escrito a mediados del siglo XIX que reúne pautas de protocolo y etiqueta. La versión de Nathaly e Iván tiene como protagonistas a Puta Carroña, una mujer transgénero y trabajadora sexual, y a Cínico Urbano, uno de sus clientes. Los dos personajes, como explica un artículo de Cartel Urbano, “encarnan diferentes caras de la sociedad colombiana, mostrando la ambigüedad moral característica de ciertos tipos sociales que la conforman”.
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El fanzine está plagado de algunas de las cosas favoritas de Nathaly, a las que ella se refiere como “lo viejo”: las historietas pulp y los cómics de superhéroes de mediados del siglo pasado, específicamente Vampira. Combinada con la necesidad práctica de usar solo dos tintas, la gráfica que resultó les permitió contrastar temáticas y narrativas pesadas con “algo muy lindo, muy atractivo, para que la gente no sienta que el contenido es muy denso”.
Para ella, la ilustración “es un medio a través del cual resulta mucho más fácil dejarse llevar por el sentimiento”, mientras que el diseño gráfico está mucho más centrado en comunicar que “todo es muy bonito, todo es chévere, porque eso es lo que tiene que vender una empresa. Quieres ver valores aspiracionales que además son bonitos. Y las cosas bonitas son parte de la vida, pero también lo son la catarsis, el caos y el dolor”.
Esas emociones inspiraron algunas de las ilustraciones que Nathaly hizo el año pasado para Caída libre, un proyecto colaborativo de ilustración creado por Jorge Lewis y Wilson Borja para el que convocaron a 18 ilustradores colombianos. El proyecto fue una oportunidad para desahogarse: “creo que la mitad de las ilustraciones que hice tienen que ver con política, y la otra mitad, con la tusa que tenía en ese momento. Ese proyecto fue un espacio para procesar uno de los roles que he visto que las mujeres tenemos en la sociedad: aguantar, ser la salvadora, estar ahí a pesar de todo, cuidar del otro (sobre todo de los hombres) y entender también que ese fue el rol que yo asumí en mi última relación. Además de la tusa, me estaban dando muy duro el encierro y todas las cosas que estaban pasando en Colombia: los desalojos en Bogotá, cuando siete soldados violaron a una niña embera… Estaba muy cargada, pero con cada ilustración fui soltando un poco más”.
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Las doce ilustraciones que hizo para este proyecto son una especie de bitácora que le recuerdan qué estaba pasando en su vida mientras hacía cada pieza. Una la hizo mientras su papá se recuperaba de un paro cardiaco en el hospital, y ella se turnaba con su mamá para acompañarlo en las noches, y otras, mientras empezaba su primer episodio depresivo.
Nathaly explica que el concepto de una de las ilustraciones que hizo para ese proyecto tiene que ver con “los hilos del destino”, y lo cierto es que esa misma idea es lo que ha guiado su carrera como ilustradora: Carroña la llevó a Caída libre, y su participación ahí, a convertirse en una colaboradora frecuente de las revistas Bacánika y Bienestar. Nathaly ha hecho ilustraciones para cerca de 10 artículos en ambas revistas, y recientemente expuso algunas de esas piezas en La Cimbra y en el Salón ImagenPalabra, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
Entre las piezas favoritas de Nathaly están las que hizo para el artículo “Algo bueno, algo malo, algo feo (y algo más feo) de Willie Colón”, escrito por la periodista Marcela Joya y publicado en Bacánika en febrero de este año. Para la ilustradora, el encargo representó la oportunidad no solo de expresar su voz, sino de meterle humor a su trabajo: “A mí me gusta meter saña y hacer chistes pesados. Es algo que hago cuando siento dolor o estoy pasando por algo difícil, porque me ayuda a encontrar puntos de vista distintos”. En el caso de estas ilustraciones, los elementos que agregó a las ilustraciones complementan el mensaje concreto del texto: que “el arte, y a veces el mejor, no viene necesariamente de las buenas personas”.
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Nathaly también suele trabajar con referentes y metas claras, persiguiendo una imagen que se le viene a la cabeza tan pronto lee los borradores de los textos que va a ilustrar. Eso le pasó cuando trabajó en una ilustración para un texto que profundiza en la relación entre el caso de Britney Spears y nuestra manera de consumir entretenimiento. Para esa ilustración se inspiró en la Venus de Boticelli, una idea que “no pude soltar hasta que no la vi terminada”. La pieza, que también se expuso en el Salón Visual Bacánika de este año, le mostró una veta que sigue explorando: lo figurativo.
Por primera vez en los casi 10 años que lleva trabajando, Nathaly le ha dedicado más tiempo a la ilustración que al diseño gráfico . Y no es que una disciplina excluya a la otra. En sus ilustraciones priman las composiciones limpias y balanceadas, y también una escogencia precisa de las paletas cromáticas: la idea es que los colores se vean bien juntos, pero también que estén en línea con el mensaje de cada artículo que ilustra.
Para ella, encontrar un medio donde puede guiarse por una emoción no solo ha sido algo refrescante, sino una oportunidad de reconocerse a sí misma y a los procesos que vive. “Así como las ilustraciones evolucionan, yo también evoluciono. Puedo ver en qué momento estoy a través de ellas. A veces cuando las hago no me doy cuenta, pero luego vuelvo a ver las ilustraciones y digo, sí, yo estoy ahí. Es encontrarse y reencontrarse a través de la ilustración”.
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