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muerte de una mascota

El peso de la ausencia: cómo lidiar con la muerte de una mascota

Ilustración

El duelo luego de perder una mascota puede ser un proceso complejo y doloroso. ¿Cómo se siente, cómo atravesarlo? Contrastando su experiencia con otras, esta autora busca una guía para ayudarnos a vivir mejor una pérdida como la suya.

El último día de Mufasa, intenté llevarlo a que oliera las flores que tantos minutos se robaron de nuestros paseos, pero el dolor no le permitió pararse. Mi golden retriever de ocho años pasó sus últimos minutos en mis brazos, con el pelaje dorado mojado por mis lágrimas y escuchando las palabras de despedida de mi mamá. Murió y dejó atrás el dolor que no le permitía llevar sus juguetes favoritos a quienes tocaban la puerta de la casa, pero dejó tras de sí un luto que ha sido casi imposible de llevar y cantidad de emociones que muchos no creen posibles o sensatas hacia una mascota.

Mufasa llegó a mí vida como un regalo de mis papás que al mismo tiempo era un intento por calmar mi ansiedad, la cual me quitaba la calma y el sueño en esos momentos . Durante ocho años, el sonido de sus ronquidos leves me trajo paz. Ahora duermo con la televisión prendida porque el silencio me incomoda. Sin importar mi estado de ánimo, a las 7 de la mañana debía sacarlo a dar su paseo porque se bajaba de su lado de la cama, al lado de mi almohada, y comenzaba a llorarle a la puerta. Ahora duermo hasta las 9. En los almuerzos mi papá exigía “la cuota de Mufasa”, en la que todos debíamos dar un pedazo de lo que creíamos que más le iba a gustar. Inconscientemente a veces aún la dejamos apartada. Las flores que lo distraían en sus paseos ahora tienen rociadas algunas de sus cenizas y aún lloro cada vez que me encuentro por la calle a un perro similar a él, de ojos amables, hocico blanco y caminar cansado. 

Perder a una mascota vale la pena únicamente por la posibilidad de amarlo mientras vivió y haber recibido su cariño. Sin embargo, saber esto no hace menos difícil lidiar con su muerte que, como es mi caso y supongo que el de muchas personas más, se siente como si fuera la de un familiar cercano.

En busca de respuestas a cómo lidiar con este duelo, hablé con Elizabeth Linares Pardo,  psicóloga  clínica y profesora de Unisanitas, quien me explicó que: “La herida del vínculo que construimos las personas con las mascotas ha evolucionado. Hace unos años ellos estaban en las casas pero se veían más como un bien que un ser. Sin embargo, eso ha ido cambiando y ahora las mascotas sí hacen parte de las familias y por eso la afectación es tan importante”.

Elizabeth también habla mucho de la ausencia, y cómo esta no únicamente se entiende como los pelos que quedan volando sin dueño por el apartamento o la correa que ahora colgará para siempre al lado de la puerta, sino también de la extenuante ausencia de una rutina que en muchos casos se creaba alrededor de la mascota: los paseos, los horarios para darles la comida o la galleta que siempre se entregaba después del almuerzo, todos parte de un ritual elaborado para el bienestar de un ser que ya no está.

El acto de amor más grande del mundo

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Para Valentina Niño, de 24 años, Missy llegó a su vida con un propósito claro. Tras la muerte de su hermano menor, Nicolás, sus padres buscaron algo que esperaban pudiera llevar un poco de alegría a un hogar que parecía haber perdido la risa. Así llegó la caja de Crem Helado en la que venía aquella gata de ojos azules y pelaje blanco con naranja que se convirtió en un pilar fundamental de la familia.

Missy vivió 10 años en los que salía todos los días a tomar el sol en su jardín junto a Valentina y se acomodaba en sus piernas cada vez que ella se sentaba a trabajar. Sin embargo, sus pulmones comenzaron a presentar problemas y eventualmente su condición se tornó tan crítica que su familia se vio enfrentada a tomar una decisión. “El veterinario me dijo algo que yo jamás olvidaré, y es que este era el acto de amor más grande que yo podía hacer por un animal, porque era dejarlo ir a pesar del amor tan infinito que uno les tiene”, explica Valentina. 

Entender que la vida que le esperaba a Missy estaba lejos de los jardines, del sol y la tranquilidad, le permitió a Valentina tomar la decisión de aplicar la eutanasia a su gata, o como se le dice comúnmente: dormirla. El origen de este término al que muchas personas le temen viene del griego eu, cuyo significado es bello o bueno, y de thanatos, que significa muerte, por lo que vendría siendo “buena muerte”. Pero aunque sea una muerte menos dolorosa que dejar a nuestros seres queridos en la agonía de una enfermedad, la sensación de culpa es normal, “algo característico del duelo”, según Elizabeth. 

Con Mufasa envuelto en su cobija favorita que alguna vez fue mía, muchas preguntas atravesaron mi cabeza. ¿Puede haber otra opción? ¿Quién soy yo para decidir sobre un ser que no puede comunicarse con palabras? Mufasa ya no podía caminar, y en su último día de vida, después de dormir una noche en el piso junto a mí y otra junto a mi padre, parecía que el dolor ya se había apoderado por completo de su cuerpo. Solo respiraba corto, ahogado, y nos miraba con ojos diferentes, expresando algo que en ocho años jamás habíamos visto en él, pero que el veterinario nos estaba confirmando: era momento de dejarlo ir. Los animales logran darse a entender. En todos los actos que antes hacían y en ese momento no pueden, se encuentra una y otra vez la calma de estar haciendo lo correcto.

Al final se siente como un respiro, sí, porque ver sufrir a una mascota es devastador y desgastante. Pero también como un vacío que ocupa todos los espacios. En esos momentos, lo más importante es tenerse paciencia, amor. Entender que la decisión llegó como un último recurso después de haberlo intentado todo y no como una primera opción. 

Los momentos después del adiós

Regresar a una casa que ha sido transformada por el amor de una mascota y comprender su ausencia es prácticamente imposible. Para mí, si miro rápido de reojo, aún creo que Mufasa está acostado en alguna esquina, con la panza para arriba y las patas estiradas, como solía hacerlo. Aún me levanto a medio dormir con cuidado porque pienso que puede estar acostado al lado de mi cama. Mi papá colgó un cuadro de Mufasa mandado a hacer a lápiz en su estudio de trabajo, justo encima de donde solía acostarse a verlo trabajar. Mi mamá extraña su figura pesada que dejó hundido el lado derecho del sofá del que se apropió y en el que siempre la acompañaba a ver televisión. Mi ropa negra jamás volvió a ser la misma, ni tampoco las paredes blancas en donde se limpiaba después de comer. 

Todos los espacios fueron transformados, nada es igual después de él. Nosotros tampoco.

“Cuando volví a mi casa sin mi gata yo me quería morir, sentía que estaba en el mundo sola, porque ellos se vuelven una compañía que es diferente a la de todos los demás”, dice Valentina. Ese sentimiento también lo viví.

Quizás por eso muchas personas adoptan o compran nuevas mascotas inmediatamente después de la partida de su compañero de cuatro patas y aunque hay quienes no están de acuerdo e incluso critican esta decisión, lo cierto es que todo hace parte de un proceso de luto que debe ser respetado y comprendido. Al fin y al cabo, la dificultad de vivir sin un animal de compañía es algo que solo quien ya ha perdido a uno puede entender.

En el caso de Felipe Campuzano, quien perdió en el 2020 a Salomé, su labradora café de 11 años, la llegada de dos golden retriever llamados Tomasa y Ramón mes y medio después de su partida hizo parte de su proceso de sanación. Le permitieron mantener su mente ocupada en cuidar y educar a dos cachorros que volvían a llenar de movimiento los espacios que habían quedado pausados en el tiempo desde que Salomé pasó sus últimas horas de vida allí: su cama seguía intacta y los medicamentos aún en su lugar. 

Sin embargo, con la claridad que solo da el tiempo, Felipe sí considera que pudo haber esperado más entre la llegada de estas dos nuevas adiciones a la familia y la partida de Salomé: “Como con las parejas, un clavo no saca a otro clavo. Aunque yo a ellos los adore, siempre habrá un dolor en mi alma que dejó Salomé”, comenta. “Hay que saber cuándo es el momento”, es lo que explica Elizabeth refiriéndose a estas nuevas compañías. No se trata de si es algo correcto o no. “Lo importante es evaluar para qué quieres la otra mascota, porque si es para no estar triste no es la solución, porque igual lo estarás”, explica. 

La adaptación a la ausencia

Tras la muerte de Mufasa, aún continúo esperando el momento del suspiro. Ese segundo en el que pueda dejar atrás el dolor y recordar su cabeza grande y sus patas cortas con alegría. En el que los pulmones se llenan de aire y dejo ir, pero aún no llega. Elizabeth explica que en realidad no hay diferencia entre la pérdida de un ser querido y una mascota si el vínculo era especial y que el tiempo, por más cliché que suene, es parte fundamental a la hora de sanar. “A veces los seres humanos somos muy impacientes con nuestras emociones, pero hay que entender que el duelo significa adaptación a la ausencia y por eso necesita tiempo”, agrega. 

Al cabo de este proceso, junto a ella, mi familia y a todas las personas que amaron a Mufasa, he construido esta guía para lidiar con el duelo tras la muerte de una mascota que, como Mufasa para mí, siempre fue y será nuestra familia.

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Guía para dejar ir el dolor:

  1. Haga un ritual de despedida: Para asimilar una muerte es importante hacer un ritual. Actualmente hay varias compañías que proveen servicios de cremación personalizada de mascotas o entierros, lo cual puede funcionar. Este ritual puede hacerse frente a un altar de despedida, pero también en una visita a su lugar favorito, por ejemplo, o de cualquier otra forma que permita darle a entender al cuerpo que ese compañero de vida ya no está. 
  2. No se apresure: Como ya hemos mencionado, el tiempo es clave en un proceso de duelo, por lo que es importante tomarse espacios para sentir sus emociones libremente, a pesar de que esto no siempre sea comprendido por todo el mundo en espacios laborales o sociales cuando se hace por una mascota. 
  3. Hable de sus recuerdos: Permítase hablar y llorar su ausencia. Hable de su personalidad, las cosas únicas que solo él o ella hacían, el recuerdo particular de cuando era cachorro y se comía las medias a escondidas o de la última vez que recibió su postre favorito.  Eventualmente, esos recuerdos se convertirán en historias más livianas en las que usted podrá atesorar esos grandes momentos de esa vida que fue.  
  4. Rodéese de buena compañía: No todas las personas van a entender su proceso de duelo por una mascota. Por eso, intente rodearse de aquellas que sí lo harán, para así no tener que lidiar con la indiferencia, la incomprensión o la burla ante su dolor. 

De ser necesario, vaya a terapia: Nadie puede juzgar cómo se vive el duelo de alguien más. Si siente que después de varios meses el dolor de la pérdida sigue siendo el mismo, sin ningún momento de mejora, es importante que considere consultar a un profesional para que juntos encuentren las herramientas que puedan ayudarlo.

Zamira Caro Grau

Comunicadora social y periodista de la Pontificia Universidad Javeriana. Nacida en Barranquilla, pero hija adoptiva de Bogotá desde los cuatro años. Disfruta inmensamente escribir sobre música, mujeres, viajes, bienestar y las películas del año que la han hecho llorar. La puede leer en revista Bacánika y en Diners.

Comunicadora social y periodista de la Pontificia Universidad Javeriana. Nacida en Barranquilla, pero hija adoptiva de Bogotá desde los cuatro años. Disfruta inmensamente escribir sobre música, mujeres, viajes, bienestar y las películas del año que la han hecho llorar. La puede leer en revista Bacánika y en Diners.

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