Radio Pirata: cómo llegó la música alternativa a la FM colombiana
Hace treinta años, este programa trajo la música independiente y underground a los diales de la radio colombiana. Lo que había comenzado a sonar en los bares alternativos de Bogotá, llegó a los oídos de todo el país gracias a su creador, Jairo Guerrero. Ahí presentó desde los primeros trabajos de Aterciopelados hasta bandas internacionales hoy canónicas en muchos géneros. Esta es su historia.
Jairo Guerrero, músico, productor y periodista musical, dio forma a Radio Pirata en 1993, programa radial que marcó un hito al abrir las puertas a un universo musical underground en emisoras comerciales colombianas como La Mega de RCN y Radioacktiva de Caracol Radio que, en su momento, fueron pioneras en la distribución de nuevos sonidos internacionales.
Radio Pirata permitió, por primera vez, que todo un país se conectara con sonidos que previamente se experimentaban de manera limitada en programas independientes y universitarios de señal local o perdidos en los diales del AM. Para la generación de jóvenes de aquel entonces, hace más de treinta años, el programa supuso una ventana a subculturas musicales significativas, que iban desde el Rock Gótico, al Industrial y el Darkwave, del EBM hasta el Dark Ambient, el wave etéreo, el Drum & Bass, el Electro, el Trip Hop, el Noise y mucho, mucho, muchísimo más. El listado de bandas que desfilaron en las casi 300 emisiones fue enorme, desde Alien Sex Fiend y KMFDM hasta representantes del sonido nacional volcado al estilo EBM e Industrial. Radio Pirata, con su primera transmisión en La Mega en 1993 y su continuación en Radioacktiva hasta 1999.
Las primeras aventuras del Pirata
“Siempre me gustó mucho el tema de la música. No la comercial o el pop… Siempre me llamó la atención la música un poquito más rara”, recuerda Guerrero desde México, donde vive hace décadas. “Empecé a descubrir algunas bandas que tal vez eran populares en otras partes del mundo, pero que en Colombia eran extrañas: las primeras cosas de R.E.M., The Cure, The Smiths, Joy Division, New Order. Ahí es cuando me clavé fuertísimo en esa música y empecé a coleccionarla”, recuerda el productor conforme reflexiona sobre las dificultades de hacerse con nuevos álbumes en un país aún limitado en sus importaciones y en el que aquellos que podían viajar a los Estados Unidos eran vistos como una suerte de héroes al traer consigo las noticias culturales de la entonces potencia global.
“Bogotá estaba un poco en este auge de la escena nocturna y los bares alternativos”, añade Guerrero sobre las formas del consumo musical de la disidencia melómana. “Realmente esos lugares eran nuestras emisoras, porque era ahí donde sonaba la música que nos gustaba. Y no sonaba en ningún otro lado”, añade mientras reconoce la importancia que tuvo en ese momento el sonido de Manchester, el post punk, el punk o el fenómeno de bandas alternativas que se habían hecho un espacio en la cultura de los Estados Unidos a partir de la radio universitaria, como R.E.M o Pixies. Era una confluencia nocturna de vampiros y piratas, incluso el espacio servía para que locutores radiales famosos del momento accedieran a música distinta.
Las tiendas musicales de la capital eran escasas y muy específicas, emplazadas en la calle 19 con carrera octava, espacio en el que históricamente se han reunido melómanos y coleccionistas para intercambiar canciones y descubrir nuevos sonidos. “Encabezaba La Musiteca, estaba Beatles Abbey Road, la tienda del famoso Doctor Rock y había otra tienda que era hermana de La Musiteca que se llamaba Antífona, quedaba en la 85 y tenía en el techo una maqueta gigante de la nave del Enterprise de Viaje a las estrellas.”
Conforme construía su colección, Guerrero empezó una carrera como DJ en los bares de la capital, inaugurándose en el clásico Bol & Bar, un espacio en el corazón de Chapinero que se vio obligado a cerrar tras la persecución de su clientela por parte de un grupo de neonazis. Estas incursiones nocturnas, entre vinilos, cervezas, cedés y el espeso humo del tabaco, le permitieron a Guerrero entender cómo construir una narrativa coherente desde la música.
Radio Pirata, navegando en un océano de ruido
“Teniendo tanta música, llegó un punto en el que me hice la pregunta de qué iba a hacer con todo eso. Yo quería que más gente la disfrutara”, comenta Guerrero. “En los bares, de alguna manera, aprendí a ser curador. Era como hacer un programa de radio, pero sin hablar y poniendo la música a todo volumen. Todo esto me llamaba mucho la atención y ahí es cuando se da esta oportunidad: se iba a inaugurar una emisora con una filosofía de abrir espacios alternativos y a muchos géneros. Era la oportunidad que había estado esperando para presentar una propuesta de un programa radial”.
En 1993 se anunció la fundación de La Mega Estéreo, dirigida por el periodista Alejandro Molina Nieto. Por entonces Héctor Buitrago había abandonado La Pestilencia, se había reunido con Andrea Echeverri para ensamblar Delia y los Aminoácidos, después Aterciopelados, y regentaba bares alternativos en los que se presentaron bandas legendarias y en los que circulaba la música más alternativa. Faltaban dos años para la primera edición de Rock al Parque. Catedral, La Derecha y los Aterciopelados estaban a punto de lanzar álbumes definitivos para nuestra historia, liderados por la estridencia de Amós Piñeros, la lóbrega ironía de Mario Duarte y, en ese entonces, la contestataria agresividad de Andrea Echeverri. La fundación de la cadena radial podía representar para ellos y tantos más artistas la posibilidad de alcanzar la popularidad.
“No había nada en la radio comercial. La programación era bien complicada porque no existía el concepto de crossover. Ese concepto se lo vino a inventar La Mega con Alejandro Nieto Molina y ahí empezó a circular un poco de rock”, dice Guerrero. “El programa independiente mejor curado en ese sentido fue Radio Paramecio, que pasaban en Música para Ejecutivos, una emisora de música ambiental que ponían en las oficinas o en las salas de espera. Estaba el programa de Rock Alterno de Javeriana Estéreo, que llevaba Héctor Buitrago de los Aterciopelados. Lo otro que había era el Expreso del Rock, pero estaba totalmente dedicado al metal”.
En este panorama, su programa entró a romper el orden con sus estridencias: “Cuando llega Radio Pirata realmente no había nada en el círculo del FM. Luego empiezan a aparecer sin miedo otras franjas musicales en otras emisoras en las que empiezan a pasar cosas similares”, explica el productor.
Alejandro Nieto Molina, La Mega y Radioacktiva
Así como Jairo Guerrero entendió la oportunidad crucial que se le presentaba, miles de personas también la vieron. Cuando el futuro locutor se presentó en las oficinas de la Mega, entonces ubicadas cerca a la Caracas y la Calle 40, se encontró con la decepcionante imagen de un tambor de cartón lleno de casetes con pilotos para la nueva programación.
Guerrero buscó el sobre de manila más grande y en él dejó una sorpresa para los directivos de la emisora. “A mí me pareció un poco una falta de respeto ver este tambor en el que reposaba la creatividad de tanta gente. Tirados ahí como perros para el matadero”, recuerda. “Me la jugué y entonces hice esto del sobre, un sobre gigante, y cuando fui a dejarlo el sobre tapaba toda la parte de encima del tambor. Había ahí una nota que escribí muy en onda graffiti en la que decía, palabras más palabras menos, ‘no estoy dispuesto a perder mi tiempo y mi trabajo dejando un material que hice con tanto cariño acá. Entonces tengo un programa en mis manos realmente interesante con música nada comercial, [por] si les interesa escucharlo; aquí está mi número’”.
Pasaron dos días antes de que sonara el teléfono. Al otro lado de la línea, Alejandro Nieto Molina preguntaba por un tal Jairo Guerrero, quien se apresuró a agarrar el auricular con sed de náufrago, mientras sus papás le pedían con gestos que se calmara, que se hiciera desear. Se concertó una reunión para los días siguientes y Guerrero fue escoltado a las oficinas de la emisora por su padre, quien lo apoyó en esta aventura desde el principio y quien incluso le regaló varios álbumes y revistas para que preparase el programa una vez lo nombraron parte de la nómina. Primero, sin embargo, tuvo que pasar una serie de pruebas, aprender a sentirse cómodo con el micrófono y entender las dinámicas de la emisora, instruido por Nieto Molina, quien fungió como una figura paterna durante su tiempo en la radio.
Radio Pirata, con su programación especializada, ecléctica y underground, conquistó con el tiempo el estatus de precursora como un Caballo de Troya en la radio convencional. Por ello, The Question, la primera banda gótica de Colombia, debutó en los diales en el programa de Guerrero. También, recuerda Guerrero, que un día su mamá angustiada fue a buscarlo porque había un tipo rarísimo que había venido a traerle algo. Era Héctor Buitrago. El regalo fue Con el corazón en la mano, el álbum debut de los Aterciopelados que estrenó, como no podía ser de otro modo, en su programa.
El tesoro descubierto, el regalo del pirata
Guerrero creó en su isla del tesoro un refugio para los náufragos del mainstream, quienes sortearon altas olas de música comercial y amigable para la radio. “Eran decisiones tomadas con el estómago. Obviamente trataba de hacer una curva. Como DJ que ya había sido en bares alternativos, había aprendido a hacer ciertas curvas musicales”, reflexiona el músico y productor. “Me tardaba muchísimo haciendo cada programa porque lo libreteaba, justamente me gustaba tener el tiempo de investigar lo que pudiera acerca de cada una de las bandas que iba a colocar así fuera sacando información de la letra de las canciones, de los librillos de los cedés o buscando alguna coincidencia con alguna otra banda, coincidencias de sellos disqueros”. Fue una apuesta arriesgada, la batalla de un solo hombre, la confianza de un mentor y una plétora de escuchas que se formaron en su gusto y criterio musical.
“Creo que en su momento no sabía, simplemente estaba haciendo algo en lo que creía profundamente sin importar si gustaba o no”, reflexiona Jairo sobre su legado en la radio nacional. “Fue muy importante porque vino, de alguna manera, a complementar de una forma muy profunda la alfabetización alternativa musical de los bogotanos en esa época. La gente comenzó a ponerle nombre y apellido a las cosas. Creo que cuando hay información y la información empieza a ser más generalizada, entonces la calidad de ciertos entornos también mejora. Porque ya no puedes llegar a meterle los dedos en la boca a la gente, a darle papilla con cuchara”, concluye Guerrero.
Hace más de treinta años nació un sueño llamado Radio Pirata, un programa que se insertó en la FM para causar estragos en todo lo que se había construido hasta entonces. En su recorrido de seis años, el Pirata Jairo Guerrero navegó una nave de metal y cuero contra la adversidad de ser diferentes. Como celebración, además de recordar su impacto, se han venido desenterrando el tesoro de memorias sonoras en su página web a través de un archivo podcast. Así, se preserva esta historia crucial en la cultura radiofónica colombiana, que abrió las puertas a canciones y artistas que se han convertido en parte de la banda sonora de los urbanitas colombianos. Buen viento y buena mar para Radio Pirata. En cada noche que la luna estremece la marea.
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