La sátira ilustrada de El chico sin cabello de pan
Mientras sus ilustraciones retratan crudamente el consumismo y las contradicciones que nos habitan como sociedad, este ilustrador oculta su rostro. Aquí el perfil de este artista, invitado nacional a nuestro Salón Visual Bacánika 2024, para comprender qué reúne a una comunidad de cientos de miles tras sus ácidas, hermosas y dolorosas imágenes.
El chico sin cabello de pan no es solo un personaje, es también un hombre, un concepto y una comunidad. En persona también es delgado, calvo —pues ya no tiene cabello de pan—, de ojos saltones y con una colección de máscaras y balaclavas que le permiten seguir en el anonimato de la ilustración digital. Tiene un humor malicioso y veloz, tan mordaz como su agilidad para traducir tendencias de internet a la ilustración.
¿Pero quién es El chico sin cabello de pan? ¿Por qué el seudónimo?
Aunque se pensara en una suerte de nombre bien pensado, creativo y poco convencional, la realidad es que en los primeros bocetos de este personaje el cabello solía parecer una mezcla entre una nube y un pan trenza. Con el tiempo, este ilustrador decidió “pasarse la cero”: comenzar de cero y también dejar calvo a su personaje. Sin embargo, quería conservar su identidad. Desde entonces ha sido El chico sin cabello de
“Es como esos correos de adolescente de los que uno se arrepiente después. Me da pena explicar esto, incluso mi jefe se confunde con el nombre (...) Yo quería crear un personaje que reflejara la complejidad de las personas reales, que no hacemos solo una cosa sino que estamos influenciados por muchas cosas”, agrega.
El proceso de este ilustrador y muralista ha sido orgánico desde sus primeras viñetas, en las cuales construyó una estética inicial en blanco y negro que, con los años, ha integrado colores hasta llegar a la actualidad. Eso sí, la obra ha sostenido con el tiempo una oda a la melancolía, a lo amado, lo odiado, lo vivido y a cómo se alberga lo sentido entre los recuerdos. Su obra aborda la soledad, la tristeza, la sexualidad, el desamor, las crisis, pasando por las problemáticas sociales y las ideologías hasta los memes, las drogas o los fan art de sus caricaturas favoritas.
Conozca aquí toda la programación a la que ha sido invitado El chico sin cabello de pan en el Salón Visual Bacánika 2024 en Medellín y Bogotá.
En 2020 se graduó de la Facultad de Artes —ASAB— de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Ha colaborado con publicaciones como Vice en Español, logrando un reconocimiento entre sus colegas y también una fuerte comunidad de seguidores con interés en sus temáticas. De hecho, desde 2016 este ilustrador bogotano ha publicado ideas en Instagram, la vitrina virtual de una obra que moldeó desde su infancia y materializó en su juventud: “Desde niño siempre estuve vinculado al dibujo, no hacía nada más que no fuera dibujar. Fue un gran salto decidir estudiar eso. Cuando salí del colegio, iba a entrar a ingeniería civil, pero al final, no estudié nada de eso y de un momento a otro apareció un instituto que daba clases de diseño gráfico. Ahí empecé a interesarme mucho más por el dibujo como forma de arte. Cuando ya era un tecnólogo, estudié artes plásticas”, explica.
A nivel conceptual, su referente principal ha sido el historietista e ilustrador español Joan Cornellà, conocido por sus viñetas cargadas de humor absurdo. La sencillez y el sarcasmo propio de las tiras cómicas de Cornellà sirvieron de iluminación para comunicar las ideas de El chico sin cabello de pan. Las divas del pop como Lady Gaga y Shakira también han sido sus guías dentro de su proceso, pues uno de sus intereses es la fama como fenómeno y la influencia de las celebridades en la sociedad.
Todos los artistas contemporáneos copian algo de otros artistas, de sus maestros, sus colegas, los contenidos que consumen en internet o hasta del mismo entorno que habitan. El chico sin cabello de pan no es la excepción a esta regla. “Mis referencias son muy americanas, como Los Simpson, Hora de Aventura, todas esas caricaturas. Mi estilo se mueve entre esas influencias, pero intento evolucionar a algo más latinoamericano, como una caricatura para adultos latina”.
Si bien la sexualidad es un tema que atraviesa sus ilustraciones, detesta profundamente ser reconocido dentro del nicho artístico solo por dibujar o hablar sobre su orientación sexual. Aunque su homosexualidad no es un tabú y menos un secreto, el hacer de esta el concepto de su trabajo sí supone una incomodidad. “Me molesta cuando me segmentan solo por eso. Quiero hablar sobre el amor en general, aunque mis experiencias personales sean las que influencian mi trabajo. Me enfrento a menudo a esa búsqueda por parte de agencias o personas que me ven solo por ser gay, y yo no quiero trabajar así. Prefiero que se acerquen por mi trabajo como ilustrador o artista”.
La evolución de su estilo durante los últimos ocho años puede ser medida a través de su paleta de colores. En un principio todo era básico, análogo, a blanco y negro. Luego de un año publicando sus caricaturas, en 2017, mutó a la ilustración digital. Además del cambio de formato, le añadió a sus piezas detalles en tonos rosa, violeta, verde o azul. Estos tonos estaban intrínsecamente relacionados con sus experiencias personales, como las rupturas amorosas o las crisis emocionales. En su estilo actual, el rosa sigue siendo un punto focal en sus pinturas e ilustraciones. Además, como es propio del artista, es un color que logra llamar la atención fácilmente. “Me encantan los violetas y morados. Mi ropa, mi entorno, todo tiene algo de ese color. Es un color que siempre está presente en mis ilustraciones” añade.
Aunque las ilustraciones y la animación son parte fundamental de su obra, este artista también se mueve entre los óleos y las acuarelas con creaciones análogas que parecen una impresión con tintas y papel de calidad. Su técnica es tan profesional que una fotografía o video de sus pinturas capturado desde cerca da la ilusión óptica de una ilustración digital. A veces las ideas llueven, llegan de repente y son tan buenas por sí solas que en menos de una hora están terminadas. Otras, con personajes y detalles, pueden llevarle entre dos o tres días.
En su proyecto Artrévalo, donde explora con estos materiales, ha creado personajes y estéticas que van desde el retrato hasta la ilustración abstracta, el hentai y el manga. Al principio, Artrévalo era su bitácora de artista más formal, para presentarse ante proyectos o trabajos. Irónicamente, fue desde El chico sin cabello de pan —en ese entonces con cabello—, que comenzó a llamar la atención de seguidores, pues este era un personaje creado con viñetas a mano, descuidado y sin mucha atención al detalle, pues la idea era desahogarse, divertirse dibujando.
Como una de sus principales inspiraciones es el internet, al igual que los medios de comunicación, El chico sin cabello de pan se mantiene al día, recreando las tragedias, los sinsentidos o las polémicas tras las noticias o personajes que son tendencia. Entre estas se destacan las animaciones de una pareja peleando en el Transmilenio, la marcha del 8 de marzo, la película de Barbie, o la controversia de Geraldine Fernández y su supuesta participación en Studio Ghibli.
“Uso mucho Pinterest y Google, especialmente cuando tengo encargos. Es parte de mi metodología. Si es una idea mía, puede venir de cualquier lugar, desde una charla con alguien hasta una salida”, añade. Pero no todo es cómico o gracioso. Al igual que hace reír, este artista es capaz de transmitir la melancolía del desamor, la pérdida o las crisis. También ha creado obras críticas y agudas sobre el consumo, la insatisfacción en los vínculos afectivos y la hipersexualización con la que nos relacionamos a través de las aplicaciones. El chico sin cabello de pan logra poner el foco y traer a la conversación aquello que incomoda, que escondemos u obviamos de nuestro mundo material, sensorial, interno y hasta digital. Un provocador de los más conservadores o lo más liberales de la actualidad.
Conozca aquí toda la programación a la que ha sido invitado El chico sin cabello de pan en el Salón Visual Bacánika 2024 en Medellín y Bogotá.
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