7 libros para volver a leer a Gabo, diez años después de su muerte
Aunque fue exactamente hace diez años que el escritor de Aracataca y creador de Macondo dejó este mundo, hace más de sesenta que su obra ascendió a los cielos en cuerpo y alma como Remedios la Bella. Hoy, lo recordamos con este listado de algunos de sus mejores libros para volver a leerlo (o comenzar, que nunca es tarde).
Cuando en 1982 Gabriel García Márquez descendió rodeado de 105 bailarinas para recibir el premio Nobel, el consenso casi universal fue aprobatorio. Después de todo, las desventuras de los Buendía, la espera insoportable del coronel y el escopetazo que cegó la vida y acalló las canciones de Pastor llevaban años circulando en distintos idiomas, convirtiéndose en un fenómeno editorial. Gabo es un orgullo nacional, acercando a personas ajenas al mundo de las letras a historias que, a través de la ficción, resuenan en la cotidianidad de miles de colombianos a lo largo de la historia. Si usted es un consagrado fanático del Nobel, lo invitamos a volver sobre los párrafos de estas historias. Si usted apenas llega a esta fiesta, sea bienvenido: nunca es tarde en el convite. Entre más comensales, mejor.
La hojarasca (1955)
La hojarasca es el libro en el que Macondo se personifica como el lugar central de la narrativa de García Márquez. Situada a finales del siglo XIX y relatando parte de la fundación de un pueblo que padecería posteriormente el insomnio, la violencia bipartidista y el cruento exterminio de miles de trabajadores de las haciendas bananeras, esta obra introduce elementos claves que luego retomaría el Nobel, preparando el camino para el extenso desfile de Aurelianos y José Arcadios que pueblan con sus miserias y derrotas las páginas de la novela más notable del escritor aracateño.
Con el telón de fondo de la Masacre de las bananeras de 1928, amén del doctor Abadía Méndez, La hojarasca se cimenta sobre tres monólogos interiores (el del coronel, el de su hija Isabel, y el de su joven nieto, hijo de Isabel). García Márquez da forma a la ominosa historia a partir de esa herramienta relativamente reciente que inmortalizó la producción de Joyce, de Camus o de Woolf. Con el pretexto de la muerte de un doctor libidinoso y egoísta, se pone en marcha un relato que presenta a Macondo, metáfora del Caribe colombiano o espejo idealizado de la natal Aracataca del escritor, a sus gentes y preocupaciones.
El coronel no tiene quien le escriba (1961)
“Hubo [SIC] un momento en el que la historia, lo que estaba escribiendo, correspondía directamente con mi realidad. Y por eso yo creo, contra el criterio de todos los críticos… Es decir, que si yo he escrito una obra maestra, esa obra es El coronel no tiene quien le escriba”, declaró en alguna oportunidad el Nobel. Para gustos, los colores. Y el de este libro podría ser el amarillo que esconde la promesa de la victoria en un grano de maíz, o de un sol monárquico que iluma la llegada del barco mensajero con la carta soñada. También, el de la sangre que pierde su brillo en las plumas de un gallo de pelea, o la de un café que busca engañar la uña del hambre en la boca del estómago.
La historia, quizás la más personal en un sentido biográfico, está basada en la experiencia de Gabo al ver cómo su abuelo, coronel durante la Guerra de los Mil Días, nunca recibió la carta del gobierno que garantizaba su pensión como militar. El gallo, figura icónica dentro de la novela y símbolo presente en la tradición occidental desde la negación triple de Pedro, ha tenido una importancia fundamental en la literatura latinoamericana y aparece, por ejemplo y de manera notable, en novelas como El día señalado de Manuel Mejía Vallejo. Además, es por la pelea de dos gallos, y la violación del buen nombre de Úrsula Iguarán, que José Arcadio Buendía tiene que escapar de su pueblo natal, adentrarse en la manigua y fundar como puede Macondo, lejos del cadáver lacerado de Prudencio Aguilar.
Cien años de soledad (1967)
En la historia de la literatura universal hay unas cuantas joyas escritas que, al visitarlas de nuevo, revelan siempre un color distinto. Cien años de soledad es uno de esos pescaditos de oro que, entre más lo observamos, más se transforma. Cada vez que se regresa a la funesta saga de los Buendía, se encuentra un nuevo detalle, una frase perfecta que por el afán de conocer el desenlace de un siglo de tragedias se ignoró en un primer momento.
Cien años de soledad es el libro de García Márquez que más se ha traducido y, a pesar de su especificidad geográfica en el contexto latinoamericano de explotación yanqui, lucha de caudillos, violencia política, sincretismo religioso y carnaval, la novela apela de manera universal a cualquier lector del globo. Cien años de soledad es la novela más representativa de la literatura colombiana y la más importante del boom latinoamericano. Alabar cada una de sus virtudes da para libros enteros. Por ello, es mejor descubrirla a través del placer de la lectura.
Ojos de perro azul (1972)
¿Cuál es la magia particular del campus de la Universidad Nacional en Bogotá que ha hecho de tantos abogados escritores insignes? Tal vez Roberto Burgos Cantor, R.H Moreno-Durán, Rafael Maya o Fernando Charry Lara quisieron escapar de la sentencia definitiva que reza “dura lex, sed lex” para encontrar en sus páginas manuscritas otra forma de entender y clasificar el mundo. Gabo estudió Derecho por complacer a sus padres, y en ese campus histórico fue que empezó a publicar sus primeros cuentos, que inmediatamente empezaron a circular a través de El Espectador, refugio creativo para el escritor en varios momentos de su vida.
Ojos de perro azul, publicado muchos años después, recopila estas primeras narraciones, que se extendieron en un fértil período creativo que duró ocho años, de 1947 a 1955. La colección de relatos presenta ya una dimensión fantástica que, elegante, se entreteje con la realidad, marca fundamental del estilo de Gabo. Así, dos amantes se buscan en sueños a través de una contraseña que olvidan en la vigilia, un negro hace esperar a los ángeles después de recibir una poderosa patada de un caballo o un hermano gemelo siente que le arrancan la imagen del espejo cuando muere su mitad simbólica.
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972)
Novela corta o cuento largo, la desventura de la joven Eréndira es una narración desgarradora sobre la prostitución infantil en el Caribe colombiano. Como Vargas Llosas en Perú, Gabo fue profundamente impactado por La casa de las bellas durmientes, una de las novelas más importantes del primer Nobel japonés Yasunari Kawabata, por lo que elementos de estas reflexiones también aparecen en su última novela publicada en vida: Memoria de mis putas tristes. Huérfana de padre y madre, Eréndira termina bajo el cuidado –extremadamente laxo–, de su abuela, quien la obliga a realizar labores domésticas para garantizar su manutención.
Agotada un día por el exceso de carga que deposita en ella su cuidadora, Eréndira se queda dormida con una veladora encendida, convirtiendo la mansión de la abuela en un puñado de cenizas. Para “pagarle” al monumental saco de órganos, pieles y olores que es su ascendente, la joven se ve obligada a vender su virginidad y posteriormente a atender sexualmente a una plétora de hombres noche tras noche, encadenada a un catre para que no escape. Publicada junto a varios otros relatos del Nobel, esta historia introduce a un personaje que aparecerá de nuevo en Cien años de soledad, junto a Francisco el Hombre, juglar eterno de la tradición oral reciente del Caribe, para doblegarse ante las concupiscencias de un joven coronel Aureliano Buendía.
El otoño del patriarca (1975)
El fenómeno de las dictaduras en Latinoamérica es tan frecuente en nuestra parvularia historia continental que tres premios Nobel lo han retratado en corales registros: Señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, La fiesta del chivo y Tiempos recios, de Mario Vargas Llosa así como El otoño del patriarca giran sobre este tema. Este último es probablemente el libro más complejo en sentido formal que nos legó el Nobel. Novela de formas alambicadas, de garabatos discursivos, de fantasmales voces que se yuxtaponen, El otoño del patriarca podría considerarse un largo poema en prosa.
Además del patriarca, un dictador puesto por los ingleses y mantenido por los gringos, pareciera que el protagonista del relato fuese el tiempo. La novela gira y regresa en su narración una y otra vez sobre los mismos puntos, permitiendo que una algarabía de voces den cuenta de lo sucedido. El otoño del patriarca supone una de las acrobacias poéticas mejor logradas de García Márquez y da cuenta de una agudeza para determinar la arquitectura de la novela como pocas veces se ha visto en poco más de dos siglos de la historia de nuestras letras: la soledad del poder, la senectud, la violencia, la envidia y el profético memento mori que ofrece nuestras carnes mustias a los gallinazos se superponen en esta enrevesada aventura de doscientas páginas.
El amor en los tiempos del cólera (1985)
Primer libro después de la entrega del Nobel, El amor en los tiempos del cólera es una celebración del amor en su forma más pura, desgarradora y paciente. Inspirándose en la historia de sus padres, Gabo trabajó una novela en la que el deseo juvenil de las carnes firmes es reemplazado por la sabiduría del silencio y la contemplación sin artificios del otro en su dimensión exacta. Es probablemente la novela más conmovedora de Gabriel García Márquez. La historia de Fermina Daza y Florentino Ariza es una larga epístola cargada de promesas que se cumplen, en definitiva, en el ocaso de los días de dos amantes que pueden reunirse tiempo después, con la complicidad de la muerte que permitió, al final, su encuentro.
Formalmente está lejos de los experimentos vanguardistas del Nobel y se inscribe como una de sus obras más cercanas al realismo, aunque mantiene un elemento fantástico al presentar a personajes reales en situaciones que nunca vivieron. Pero García Márquez no necesita nuevas formas para cantar, de nuevo, al amor. Antes bien, toma los discursos que pueblan la historia occidental de las letras dedicadas a los avatares de Cupido y los reinterpreta para que los observemos con la sorpresa infantil de quien por primera vez descubre el mundo y lo nombra: loro, muelle, Magdalena, cianuro, Fermina.
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