Afrodisíacos, una cuestión de fe
Los humanos siempre estamos a la espera de soluciones mágicas que resuelvan nuestros problemas. Y esto también pasa a la hora del sexo. Copular, aparearse, fornicar, follar, pichar, comer, ligar o hacer el amor, es una de las máximas expresiones de placer, pero hasta el placer requiere algo de trabajo, constancia, ritmo, aprendizaje y comunicación.
n el mercado existen todo tipo de estimulantes, juguetes y demás productos que prometen llevarnos a la cima, pero seamos sinceros: para uno sentirse estimulado sexualmente, lo principal, al menos inicialmente, es la atracción física (o química). Y no hay que flagelarse por ello, esto no nos convierte en unos seres desalmados y superficiales; y no quiere decir tampoco que la otra persona tenga que ser perfecta para ejercer atracción: como ya se ha dicho innumerables veces, la belleza está en el ojo del que la ve.
Dentro del mercado de promesas están incluidos los denominados afrodisíacos, definidos como sustanciasque incrementan el deseo sexual. Pero ellos, como la diosa de la que heredan su nombre, son un mito –un placebo–. Así lo afirma el sexólogo clínico José Pablo Saffón: la efectividad real de un afrodisíaco, como en toda fe, depende de la creencia en su poder. Además, cumplen un pequeño papel dentro de todo un rito de cortejo, que incluye factores psicológicos, emocionales, situacionales, hormonales, neurológicos, químicos y físicos, determinantes en el ascenso al clímax. Para tristeza de muchos hombres desesperados, llevar a una mujer a comer mariscos no la hará una ninfómana desenfrenada.
Como esto es cuestión de fe, entiendo que el tema generará polémica entre los devotos creyentes: no existen recetas mágicas para potenciar el deseo sexual. Cabe anotar que en el presente artículo se hace referencia expresamente a los alimentos que supuestamente aumentan el deseo sexual, sin hacer referencia a medicamentos como el Viagra y afines, que no son catalogados como afrodisíacos pues únicamente facilitan la erección masculina.
Curiosamente, justo antes de comenzar a redactar este artículo escuché a un grupo de personas hablando sobre sexo y una de ellas comentaba con una certeza irrefutable que en cierto municipio de Santander, reconocido por ser un sector aguacatero, nueve meses después de las cosechas se incrementaba el número de nacimientos. Esto, según mi desconocida fuente, supuestamente ocurre porque los aguacates son un alimento afrodisíaco.
Sin embargo, el doctor Saffón dice que la ciencia no ha demostrado que algún alimento en particular potencie el deseo sexual o que sea químicamente útil; lo que sí es cierto es que una buena alimentación influye significativamente en un cuerpo sano, y en la medida que un cuerpo es sano, mejor puede ser su desempeño sexual. Por ejemplo, los alimentos con altos contenidos de antioxidantes ayudan en la tarea –entre otros, la frambuesa, la mora, los arándanos, las fresas, la manzana, las uvas, el brócoli, el ajo, el chocolate amargo, el té verde y la zanahoria–.
Lo segundo a tener en cuenta al hablar de deseo sexual es que para tener sexo también hay que estudiar, hacer investigaciones de campo, ensayar a solas, leer al otro, errar, tocar y probar. En otras palabras, hay que saber qué nos gusta en la cama (en plural) y decirlo. La mayoría de problemas de las personas a la hora de las relaciones sexuales ocurren por el desconocimiento del propio cuerpo y por problemas de comunicación con la pareja.
Sin embargo, cabe anotar que hay sensualidad en un hombre o en una mujer que sabe cocinar, e incluso existe una nueva etiqueta para quienes usan la cocina como arma de seducción, los gastrosexuales, pero ese ya es otro tema.
Lo más recomendable para solucionar problemas de tipo sexual no es tomarse un jugo de borojó; no hay que desatender el verdadero núcleo del problema y poner la fe en soluciones milagrosas que solo ayudarán a acentuar su frustración. En casos crónicos, lo mejor es acudir a un profesional que permita determinar los factores que están impidiendo que se obtenga el placer. Y recuerde, no se quede con las ganas, sentirse pleno sexualmente es uno de los factores más importantes en el desarrollo de la personalidad del ser humano.
No voy a burlarme de las creencias ajenas ni a desmentir nada; por eso presento una lista de datos alrededor de los afrodisíacos y sus supuestos poderes a través de la historia –de repente usted cuenta con suerte y le funcionan–:
En el Génesis se habla de las hojas de menta que esparcían sobre el lecho de los recién casados para potenciar su deseo. Posteriormente serían utilizadas por las strigae o brujas romanas para elaborar sus filtros amorosos. En la Biblia también se hace referencia a la mandrágora, gracias a la cual Jacob tuvo su quinto hijo con Lía.
En el Kama Sutra y el Ananga Ranga, además de las conocidas descripciones de posturas, se dan recomendaciones dietéticas para reforzar el vigor sexual. En una de las recetas se propone extender sobre cebollas y guisantes una mezcla de cardamomo con jengibre y canela, alimentos que aún se consideran afrodisíacos.
Los mariscos y otros alimentos marinos eran apetecidos por los griegos, probablemente por su relación con el nacimiento de Afrodita en la espuma del mar. Igualmente, muchos alimentos llaman la atención por su analogía con los órganos sexuales masculinos o femeninos, entre ellos las ostras, las almejas y frutas como las fresas, los cocos y el banano.
En la Edad Media se creía que las cebollas prolongaban las erecciones y aumentaban la cantidad de esperma, capacidad que compartían con el ajo, el rábano, el nabo y otros alimentos vegetales en forma de pene o de testículo.
Los romanos llegaron a abusar de afrodisíacos peligrosos como el polvo de cantárida, proveniente de un insecto verde. Su uso estuvo de moda hasta el siglo XVIII cuando cayó en desuso por el número de envenenamientos que provocaba.
Constantino el Africano, un cartaginés que contribuyó a transmitir la ciencia árabe a Occidente con sus traducciones, dijo de los garbanzos son afrodisíacos ideales porque, al aportar alimento y generar flatulencia, reproducen la esencia del semen, a diferencia de los alimentos fríos, que “disuelven la ventosidad, desecan el esperma y, por consiguiente, apagan la libido”.
La asociación entre plantas y testículos impulsó a griegos y romanos a utilizar el satirión, que se extraía de distintas especies de orquídeas que se asemejan de un modo sorprendente a un par de testículos. Gracias a este brebaje, Hércules, según se dice, fue capaz de desflorar cincuenta doncellas en una sola noche.
Un afrodisíaco que gozó de gran estima en la Europa medieval y renacentista fue la sangre menstrual. Otro fue el cuerno de unicornio, símbolo de lo fantástico o de lo inalcanzable. Para atrapar al unicornio había que atraerlo hacia una doncella virgen sentada bajo un espeso árbol del bosque; cuando el animal reclinaba su cabeza en el regazo de la joven, esta entonaba un dulcísimo canto y al mismo tiempo acariciaba el temible cuerno hasta que la bestia se dormía. El polvo de cuerno de unicornio no era otra cosa que polvo de marfil.
Otros animales –estos sí reales– que suelen tener un cuerno único se han visto históricamente amenazados por esta creencia que aún perdura; por ejemplo, cuatro de cinco especies de rinocerontes se acercan a la extinción por culpa de quienes los perseguían en busca de afrodisíacos.
Existen algunos productos naturales como la arginina o la yohimbina, presentes sobre todo en los mariscos, que tienen evidencia científica y ayudan a mejorar la respuesta eréctil del pene y posiblemente del clítoris también.
Con la llegada de la nueva era ha surgido un cierto fanatismo y creencia desaforada en la medicina alternativa, incluyendo dentro de la lista de panaceas algunas para la excitación sexual. Entre ellas el ginkgo biloba y el ginseng, tanto así que ya hasta existe un Síndrome de abuso del ginseng, aunque no se ha conseguido comprobar que la milenaria raíz tenga efecto directo alguno sobre la excitación.
¿Cena romántica? Recuerde que como en cualquier actividad física no es buena idea estar lleno antes de tener un encuentro sexual.
El chocolate por sí solo genera liberación de endorfinas que hacen sentir bien a las personas dentro o fuera del contexto sexual; es decir que no es exactamente un afrodisiaco.
Aunque el licor desinhibe, afecta el funcionamiento del sistema nerviosoautónomo responsable de que se produzca la erección. En el caso de lasmujeres impide la sensibilidad en todo el cuerpo, específicamente su zona genital.
Buscar el orgasmo desesperadamente también puede ser una forma de no encontrarlo nunca. Lo recomendable a la hora de copular es simplemente concentrarse en cada una de las sensaciones, sin desesperarse; hay que ir con paciencia, paso a paso, escalón por escalón, acelerar y bajar el ritmo en la medida necesaria, e ir disfrutando del paisaje, de los olores, de las texturas y de los sabores.
El sexo también tiene su etiqueta: el cuidado del propio cuerpo es un factor indispensable en la atracción sexual; particularmente el olor juega un papel determinante a la hora de estimular a la pareja. Si una persona huele bien aumenta el deseo, si huele mal lo inhibe.
Fuentes consultadas: José Pablo Saffón, Médico Cirujano, MBA en Salud, Sexología Clínica. Contacto: [email protected], Twitter: @jsaffon o llamar al teléfono 3208899777.
Los afrodisíacos, ¿mito o realidad? Por: Manuel Pijoan
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