Álbum del sagrado corazón del cine colombiano
Como un álbum de fotografía familiar de cualquier hogar, este libro está diseñado para sumergirnos en la historia de los largometrajes de ficción de Colombia.
Muchas veces, los pelos de la nuca se erizan cuando nos referimos al cine colombiano y no todos los que vivimos en esta tierra podemos afirmar siquiera que hemos visto una cuarta parte de las películas que se han parido aquí.
Ya sea porque consideremos que el humor es perverso o porque no hay buenas historias, es un plan que no todos estamos dispuestos a realizar. Y es precisamente esa brecha entre el consumo de cine internacional y nacional la que Hugo Chaparro Valderrama trata de llenar o, al menos, tejer en el libro Álbum del Sagrado Corazón del cine colombiano, hecho por la Editorial Semana.
Este título fue publicado con el fin, según palabras de su propio autor, de “recordar largometrajes que ilustren parte de nuestras aventuras y milagros, narrados por sus protagonistas y testigos, decisivos para comprender el transcurso de un público y su actitud para relacionarse con el mundo desde el ámbito de la ficción”.
Cada página es una lección de historia, no solo de la cinematografía sino también de Colombia como sociedad. Un álbum que viaja entre película y película, año tras año sin esa voz neutra de catálogo informativo; al contrario, el libro da cuenta de las peripecias propias de cada ejercicio cinematográfico: sus hazañas, sus fracasos, sus anécdotas y sus secretos, como un abuelo que habla con los hijos y nietos de las picardías familiares.
El cine nacional no solo son Dago García o Harold Trompetero. Desde 1897, tan solo unos años después de la invención del cinematógrafo de los hermanos Lumière, este aparato arribó a Cartagena para comenzar un viaje que aún no termina. Más de cien títulos se han producido desde ese entonces. Los negativos de la película María lavados en un arroyo por su director Máximo Calvo, el desenfoque en pantalla o la pérdida de un rollo de La tragedia del silencio, de los hermanos Acevedo, son solo algunos apartes de lo que aquí se encuentra. Un álbum que muestra la lucha y resistencia a la censura de una nación por contarse, a pesar de que –a veces– pareciera que no quiere saber más sobre sí misma.
La crítica debe elevarse a un nivel retrospectivo, más allá de si la próxima película trata la drogadicción, la violencia, el desplazamiento o unos implantes de silicona, es vital dejar de odiar el hecho de vernos en una pantalla, dejar de remilgar por nuestras heridas y cicatrices como si le pertenecieran a otro o como si tuviéramos que mostrar únicamente postales turísticas. Este libro no es otra cosa que un acto de fe por seducir y animarnos a mirar con ojos de asombro la historia del cine nacional, desde la sencillez y perseverancia de este escritor.
Si está interesado en conocer alguna de las películas que aquí se presentan, puede acceder a ellas en la Cinemateca Distrital o en la Fundación Patrimonio Fílmico.
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