Los secretos de un anticuario
Nos metimos a tres anticuarios a preguntar por los objetos más valiosos o curiosos y esto fue lo que encontramos.
Almacén La María
Calle 45 No. 20-16
Escrito por: Nicolás Rocha
Recibe su nombre por la mujer que lo fundó. María Inés Castañeda es una estilista a la que hace 55 años una nevera le cambió la vida: comenzó a comprar y vender artículos de casa de los que sus clientes buscaban salir. Pronto, la nevera se convirtió en una estufa, después en una lavadora y así, paulatinamente, se integró al negocio de la compra y venta de muebles, porcelanas, tapetes y antigüedades.
Su hijo, Víctor Hugo Casas, trabaja en el almacén desde hace veinte años. Cuenta que muchas veces recibe llamadas de personas que abandonan sus casas y no saben qué hacer con tantos objetos, venderlos es una opción pero, en medio del afán, bodegas enteras son regaladas para que las herencias familiares no se pudran o terminen en la calle llenas de óxido.
El barrio La Soledad fue el que vio nacer a este negocio familiar. En la calle 46 con carrera séptima empezó lo que hoy se ha convertido en el sustento de una numerosa familia bogotana. Porcelanas Keiser, Capo Di Monti, jarrones japoneses, juegos de mesa franceses, un aguamanil, alfombras y muchos muebles llenan el local de piso a techo. Tanto es el nivel de mercancía que La María no se puede dar el lujo de comprar muchas cosas más, el espacio no da.
A pesar de que las personas buscan algunos de los elementos que Víctor comercializa con fines históricos, él afirma que actualmente las personas no acuden tanto a estos establecimientos pues la cultura ha cambiado: ya no se utilizan mucho las estatuas, los caballos en mármol o los candelabros, es más por lujo que porque sean cosas realmente útiles.
Sin embargo, sus muebles han llegado a Brasil, Chile y muchos rincones de Sudamérica. Víctor realiza vaijes constantemente para llevar y traer mercancía. Hablar con él es aprender sobre cómo cobrar, vender y apreciar objetos que, a los ojos de muchos, son obsoletos y sin gran valor pero que a los ojos de otros, son tesoros.
Antigüedades Imperio
Carrera 9 No.61-13
Escrito por: Andrea Melo
En Chapinero se dice que la familia Gómez es una de las más tradicionales en la venta de objetos antiguos. La madre inició el negocio en la década de los sesenta y, desde entonces, toda la familia está en el negocio. Don Jairo recuerda que cuando era pequeño, la acompañaba a comprar y vender, y poco a poco fue adquiriendo el gusto por los tesoros del ayer. No es historiador o antropólogo –de hecho, estudió Ingeniería Industrial– pero ha ido adquiriendo el ojo para saber cuándo quiere un objeto para tener en su tienda.
“Hay cosas que pueden ser muy antiguas pero no tienen ninguna gracia porque la antigüedad más que todo hoy en día sirve como decoración”, afirma. Las principales características que debe tener un objeto para que Jairo Gómez lo adquiera son la época y el lugar de procedencia.
Imperio existe hace seis años en su actual ubicación. Antes, Jairo y su familia, además de vivir en la misma casa, tenían sus antigüedades repartidas por toda la construcción: unos en el garaje, otros en la sala y otros en el estudio.
A diferencia de un museo, un anticuario no siempre tiene espacio para la exhibición de cada objeto o para la restauración, en caso de que esté fracturado u oxidado. Jairo Gómez procura no tocarlos mucho, ya que no siempre las restauraciones consiguen su objetivo y la obra se devalúa. Lo que sí pasa a menudo es que los objetos llegan con desvanecimiento de color, con pátina –capa fina de óxido de color verdoso– o muy sucios.
“Hay gente que tiene la creencia de que una cosa antigua no se puede limpiar. Eso no es cierto, una pieza bien hecha resiste todo, hasta la mugre”, afirma el anticuario. Sus tesoros pueden llegar a valer seis o siete millones de pesos, Gómez afirma que en el mercado europeo, las mismas piezas pueden costar el triple. “Aquí toca venderlos a precios más cómodos porque la gente no valora mucho esto”, y afirma que “para comprar antigüedades se requiere más que todo clase antes que plata”.
¿Qué es lo que enamora a un catador de antigüedades como Jairo Gómez? Cosas muy bonitas, finas, bien hechas, elaboradas. “No es como hoy en día que es todo en serie. En esa época no era así, una persona se dedicaba a sacar una pieza como estas y era por encargo y se demoraba un buen tiempo haciéndola”, concluye.
Antigüedades El Dorado
Carrera 9 No. 61-97
Escrito por: Andrea Gómez
Igual a los objetos que se guardan como tesoros y que los padres heredan a sus hijos, es el negocio de la familia Carvajal Vélez. Hace más de cuarenta años, Danilo Carvajal y Fanny Vélez dejaron el lugar que los vio crecer por dificultades económicas; la ciudad de Manizales los despidió y Bogotá les dio la bienvenida a un futuro que ellos nunca habían planeado. A mediados de la década del setenta, una moda le dio rumbo a su aventura. Los muebles de estilo vienés en Bogotá eran muy demandados por las familias adineradas y en el Eje Cafetero eran fáciles de conseguir. Así empezó todo: compraron y vendieron algunos muebles, alquilaron el Consulado de Grecia en el barrio La Candelaria y comenzaron a integrar a su negocio otros objetos de antaño.
Este, el local que pasaría a ser administrado por uno de sus hijos, Nicolás Carvajal Vélez, se trasladó quince años después al sector de Chapinero. En su exterior, parece que el lugar ofreciera únicamente muebles –como sillas, mesas, tocadores y un particular secador de cabello–. Al ingresar, el panorama de las antigüedades se vuelve cada vez más amplio. Nicolás destaca que en su negocio se pueden encontrar antigüedades coloniales, piezas republicanas, art nouveau y algunos objetos de los años sesenta y setenta.
El señor Carvajal destaca un cuadro de la Virgen María que tiene trescientos años y un costo aproximado de dos mil dólares, otro del Cristo Taytacha (así se refería en quechua a la imagen de Jesús), uno más de la Virgen en latón de bronce pintado con óleo y un secreter inglés que data del año 1800.
“En alguna ocasión me trajeron un radio déco en perfecto estado, de la marca alemana Telefunken, lo mejor que hay en radios. Ese no lo pudimos vender porque es un radio muy fino y actualmente es difícil encontrar uno en buen estado” dice. Nicolás no se pudo desprender del objeto porque como buen conocedor, aprecia su calidad y su historia.
Para Carvajal vivir de las antigüedades es mucho más que una moda que va y viene. “Lo antiguo es mejor elaborado, de mejores materiales. Además, cada pieza tiene su historia”, afirma finalmente para justificar su pasión.
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