Siestas laborales
na sensación de vacío entra por debajo del pecho hasta la garganta y obliga a mirar el reloj. El organismo le recuerda a uno que no desayunó, ¡qué vaina! Los expertos en nutrición dicen que lo mejor es comer tres veces al día y cinco si quiere bajar de peso; según esta lógica, si no lleva ni una sola merienda y son las once, va mal.
Las tareas de la mañana son cada vez más lejanas, se da una fuga de ideas que no pueden ser concretadas y hasta la cosa más fácil por hacer se torna imposible. A los que no les gusta el café, hay un jugo de naranja a la mano para enfocarse. Se empiezan a hacer largos esos minutos antes del almuerzo, precisamente por tener hambre y sueño, algo muy parecido a lo que se siente cuando hay falta de amor o cuando se tiene el corazón partido: uno está pesado y no puede hacer nada.
Es medio día.
Aunque el almuerzo es para recuperar fuerzas, la digestión hace el efecto totalmente contrario. “¡Una hamaca, por favor!”, grita la gente cuando en su plato el almuerzo desaparece. El código sustantivo de trabajo (¡sustantivísimo!) dice que las horas de descanso no son pagas, así que pueden tocar las manos con los codos y recostar la cabeza suavemente para disfrutar una pequeña siesta en el escritorio (pequeña, para los expertos en sueño, son veinte minutos). También se puede hablar por teléfono o jugar fútbol, lo que usted quiera con tal de cumplir ocho horas de trabajo sin contar el tiempo de descanso (esto si usted es empleado de tiempo completo). Ojo, el tiempo de descanso es obligatorio, y varía dependiendo del tipo de trabajo.
El reloj marca la 1 de la tarde en las oficinas.
Los médicos han dicho que es sano hacer siestas, que se recuperan fuerzas, ayudan a la actividad cerebral, disminuyen el estrés, mejoran la memoria y el funcionamiento del corazón, estimulan la creatividad. Pero, aún así, las empresas creen que es un despilfarro poner más muebles cómodos en las oficinas. ¿Es que no entienden que las personas no son máquinas? Ya desde hace casi ochenta años salió la película Tiempos Modernos, de Charles Chaplin; no hagan que Hollywood saque una nueva versión, por favor.
A la 1:30 dan ganas de caminar, lo del tinto es una necesidad inventada. En las oficinas regalan tinto solo para esfumar las quejas por no tener dónde descansar. ¡Ay!, ¿qué será de nosotros ya que la jubilación va hasta los 62 años y apenas tenemos 20?
La gente se desplaza hacia los parques para sentir los suaves punzones del pasto, que en el caso de Bogotá se sienten como un colchón natural. Esa aclamada relajación hace falta, el estrés odia la naturaleza y se va de a pocos. Las ideas, después de un rato, se empiezan a aclarar: todo en la cabeza se torna blanco, o amarillo si tiene la fortuna de presenciar un día soleado.
Cerrar los ojos es ir al paraíso.
En Japón y en las oficinas de Google ya llegó esta ideología de respetar el descanso con cápsulas del sueño (nap pods) en donde es posible dormir una siesta sin molestias externas. Espero con ansias el día en que las empresas colombianas se preocupen por los empleados y tengamos cabinas para soñar, un cuarto con arena, una hamaca o por lo menos una silla reclinable.
Llegadas las dos de la tarde hay que volver, hay que recordar la profesión y la rutina. Ya no importa mucho si a su jefe no le gustó lo que usted hizo en la mañana: podrá remediarlo en la tarde. Ya se siente oxigenado el cerebro después de esta pausa. Recuerde que su medio día es sagrado, recuerde a su madre o a quien lo crió cuando decía que había que alimentarse bien. Trabaje porque toca, pero sobre todo por convicción. Recuerde muy bien que después de la jornada horaria establecida, todo cuenta como hora extra.
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