Confesiones de un sneakerhead
El YouTuber e influencer Al Athim es uno de los organizadores del Sneaker Society. A través de su historia nos adentramos en esta pasión por el calzado deportivo que mueve corazones y millones de dólares en el mundo.
ntre Medellín y Rionegro, Alberto baja la velocidad presionando suavemente con el pie derecho. Cae la tarde del viernes 14 de junio, la víspera de un día muy importante para él. El peso de su Air Max 270 derecho presiona el pedal en una curva rumbo al aeropuerto José María Córdova, avanza por la carretera para recibir a dos invitados internacionales de la primera edición del Sneaker Society.
Esos zapatos negros 270 –que deben su número a la suma de los dos íconos en los que están inspirados: los Air Max 93 y los 180– fueron diseñados por Marie Odinot en 2018 y hacen parte de los más de 150 modelos que conforman la colección de Alberto Abuchaibe. Cada mañana, Al Athim, su nombre artístico como rapero e influencer de calzado deportivo, baja al parqueadero con los tenis que usó la noche anterior y allí, antes de embarcarse a comenzar la jornada, contempla las cajas y escoge un par entre la rotación más reciente. No lo piensa demasiado, no podría darse ese lujo: aunque la cantidad de piezas que tiene no es especialmente grande para un coleccionista, su pasión por el diseño, por las paletas de colores y por la historia tras cada par de zapatos, podrían convertir este ejercicio cotidiano en una prolongada experiencia de fetiche y nostalgia.
Esa acompasada taquicardia que se experimenta al tomar la caja entre las manos y ver en la etiqueta el modelo y la talla buscados por años. Ese placer sensorial ante el olor a nuevo, a recién sacado de una fábrica indonesa, que asciende entre los cordones y se mete al cerebro a través de las fosas nasales. Esa plenitud al imaginar el largo camino que recorrerás junto a ellos –gracias a ellos– por las calles, sobre la pista de baile o en el maderamen de una cancha de baloncesto. Esa experiencia –repito– de fetiche y nostalgia reúne a millones de aficionados en el mundo y Alberto ha invitado a miles de ellos a encontrarse en Medellín para compartirla.
Alberto creció en Miami en los noventa, años claves para el baloncesto y el hip-hop. En sus vacaciones en Barranquilla, compartía con sus primos en un contexto totalmente distinto, pero donde la afición por los mismos gustos también hallaba un eslabón en los zapatos de temporada. Años más tarde, al llegar a Medellín, adoptó el nombre de Al Athim como rapero, pero este sueño se convirtió en un hobby que lo unió con la escena local y lo acercó a amigos como J Balvin, Reykon y Nicky Jam. A algunos de ellos los asesoró en sus compras de zapatos y, hacia 2014, decidió usar las redes que había dedicado al rap para promover la cultura sneaker. En ese camino se acercó a Chino Ossa, quien era percusionista de Nicky Jam, y juntos, inspirados en ferias como Sneaker Hunt, de Estados Unidos, y Dejando Huella, de México, se metieron en la aventura de organizar esta convención colombiana de aficionados al calzado deportivo.
Más de 5000 sneakerheads, amantes de los tenis, se encontrarán entre el sábado 15 y el domingo 16 de junio en esta primera edición del Sneaker Society. La convención reúne a coleccionistas, empresarios e influencers y contará con la participación de algunas de las principales marcas en el mundo: New Balance, Under Armour, Sprayground, Saucony, Rebook, Kappa, Fila, Adidas y Nike. Además de áreas de exhibición, lanzamientos y charlas con expertos, habrá un amplio espacio de venta de nuevos y usados.
De un lado están los aficionados. Del otro, las corporaciones. Según datos de 2017 de la consultora Global Edge, la industria del calzado deportivo genera US$55.000 millones anuales en todo el mundo. El 40% de este mercado global se encuentra en Estados Unidos y el 10% en China. De acuerdo con la revista Forbes, la industria tiene su propio mercado bursátil, llamado StockX, que registra unos 20.000 pares de zapatillas. En cuanto a los usados, este es uno de los mercados de reventa más poderosos, con un valor global estimado de US$1.000 millones, según Financial Times.
No son números inofensivos. En un extremo están las cifras millonarias facturadas por empresas ampliamente cuestionadas por sus mecanismos de producción, su trabajo con mano de obra a bajo precio en países tercermundistas y su escaso interés por la sostenibilidad. En el otro, millones de aficionados vinculados emocionalmente con esas marcas por un lazo de identidad que los lleva a gastarse desde 100 dólares en modelos estándar hasta varios miles en ediciones de lujo. Este vínculo muchas veces está mediado por atletas, artistas y músicos, y por una sutil estrategia publicitaria que refuerza circularmente cada marca en homenajes a sí misma: reediciones de aniversario, tops de mejores modelos, Michael Jordan reescribiendo el significado de “volar” junto a Bugs Bunny –¿Cómo no amarlos?– y todo el sustento estético y contestatario de la cultura urbana como respaldo.
En el libro Nación de rebeldes, ¿por qué la contracultura se convirtió en la cultura de consumo?, Joseph Heath y Andrew Potter dedican un capítulo al hip-hop como fenómeno cultural y comercial. En las primeras líneas del libro puede leerse “Septiembre de 2013 marcó un punto de giro en el desarrollo de la civilización occidental. Fue el mes en el cual la revista Adbusters aceptó órdenes de compra para Black Spot Sneaker, su marca ‘subversiva’ de zapatos para correr. Después de ese día, ninguna persona con dos dedos de frente tenía la posibilidad de pensar que existía algún tipo de tensión entre cultura ‘mainstream’ y ‘alternativa’. Después de ese día fue aún más obvio, que la rebelión cultural, al estilo Adbusters, no era una amenaza contra el sistema, sino que era justamente el sistema mismo”.
El vínculo entre el hip-hop como síntesis de la cultura urbana, el baloncesto con sus íconos heroicos y los tenis como materialización de esa identificación es similar a lo que representa para la identidad caribeña el trío conformado por la salsa, el dominó y el baseball. Se trata de una integración que involucra la diversión del juego, la poesía de la música y la épica del deporte en un todo orgánico que supera fronteras y que convierte a las muchas versiones de ese personaje en un hermano desconocido que ha buscado el mismo álbum de La Orquesta Colorama o las mismas Jordan 11 a un precio razonable durante años.
Los contextos en los que el baloncesto es rey y el hip-hop surge como respuesta urgente a la marginalidad imponen una ecuación compleja: el mercado natural, por motivos de identidad y uso, está muy lejos del poder adquisitivo que exige el costo de algunas referencias. Durante los años noventa, época en la cual Al Athim creció en Miami, el robo de zapatillas se volvió una práctica común en Nueva York y en varias ciudades colombianas. A ello se sumaba la presión social que los Jordan de temporada imponía sobre los jóvenes. El documental Hoop Dreams, nominado al Oscar, incluye en su retrato de la época un segmento en el cual un adolescente salta de vender drogas en el parque a gastarse los dólares en la tienda de zapatos.
Al Athim es consciente de ese choque que enfrenta el consumismo y la insostenibilidad con el placer estético. Algunas marcas han comenzado a dar cuenta de prácticas más conscientes con la fuerza de trabajo y con el medioambiente. Campañas de reciclaje y el impulso a la reventa y recirculación se cuentan entre las medidas que esta edición del Sneaker Society pone sobre la mesa. Del mismo modo, el mercado de las réplicas, otro de los temas centrales de la convención, plantea preguntas en torno a la razón de ser de esta afición. El hecho de que sea cada vez más complejo diferenciar entre piezas certificadas y copias de alta calidad cuestiona el hecho de que la motivación esencial de los coleccionistas sea el diseño: si dos zapatos son exactamente iguales, despreciar la piratería podría parecer solo un modo de defender a las empresas que fabrican los originales.
Para Al Athim esta fidelidad a las casas no es gratuita y defender la autenticidad es también un modo de reconocer el mérito de los creadores. “Para mí las razones principales para escoger un par de zapatos son el diseño y la comodidad. Pero más allá de eso, que es obvio, lo que me mueve es la historia. Que haya algo detrás del talento de quien los creó. En esa medida lo que hago es cazar esas historias”.
Entre las historias que más valor tienen para Al, se encuentran las de dos de sus pares preferidos. Unos los ha tenido dos veces; los otros –todos los conocemos– los tuvo en sus manos, pero ni siquiera pasó por su cabeza comprarlos.
Los primeros son los Air max 90 bacon x dqm, detrás de esa sigla, DQM, está la historia: el artista de Brooklyn Dave Ortiz abrió en 2003 la tienda conceptual Dave’s Quality Meat, cuyo diseño emulaba una carnicería. Cuando recibió un encargo de Nike para hacer una versión de artista encontró la inspiración a último minuto en una bolsa de tocino (bacon), “a todo el mundo le gusta el tocino”, pensó, y diseño este coqueto modelo que copia al detalle el gradiente de pantones del tocino.
Los segundos son el modelo de la película ochentera Volver al futuro II. Todos los niños que alcanzaron a vivir el final de los años ochenta, incluido Al Athim, quisieron tener los zapatos futuristas (en la película, el futuro era 2015) de Marty McFly que se amarraban solos y que Nike lanzó comercialmente en ediciones limitadas en 2011 y 2016. Un par de estos zapatos originales puede superar los 17.000 dólares (más de 40 millones de pesos colombianos).
En este punto de la especulación, la acumulación y el exceso, Al es claramente un aficionado, pero está lejos de ser un adicto o de haber perdido la perspectiva. “Son zapatos que admiro por su belleza, que me generan conexión por su historia, pero si yo me compro unos zapatos de ese precio, incluso unos de 600 dólares, mi mujer me mata. Tengo una hija y esa es mi prioridad. Esta es una pasión, pero se puede vivir con sensatez. El sentido de mi colección no son las piezas costosas ni las cantidades exageradas. Por ejemplo, los zapatos que diseñan casas de moda y alta costura siguen estando inspirados en creaciones de las casas especializadas en calzado deportivo. Yo prefiero comprar 5 pares de 100 dólares que uno solo de 500, y también que esos que tengo circulen a través de compra y venta de usados”.
Con los años, la relación de Alberto con los zapatos ha evolucionado hacia la comodidad y un sentido de comunidad. “Prefiero conocer cada zapato que tengo, saber su historia. No tener cientos de cajas que nunca haya abierto y que no sepa por qué los estoy usando. Yo no soy el único que investiga y está loco por los zapatos”. No está solo. Muchos de ellos comparten con él en Medellín durante este fin de semana consagrado a los tenis. Un sentimiento difícil de comunicar para quienes no se enfocan en la estatuilla en la mano de Spike Lee sino en sus pies. Y que no todos logran vivir con la misma cordura que a Alberto le ha tomado años elaborar.
“Cuando las veo, de repente experimento ese sentimiento. Es como si no bastara con tenerlas; necesito tenerlas y aprender sobre ellas y sembrarlas y venderlas y perfeccionarlas y tener un millón de ellas”. No son las palabras de Al Athim, es John Laroche. No habla sobre zapatillas, sino sobre orquídeas en el excepcional libro de Susan Orlean. Esa forma excepcional de la belleza que convoca locuras afines, al margen de la corrección política y más allá de las fronteras.
Top 5 de la colección de Al Athim
1. Air max 90 infrared
2. Jordan 4
3. Nike air max 1 master of air
4. New balance 997s x bodega “no days off”
5. Reebok insta pump furry og prototype (par #255 de 1994)
Top 5 soñados por Al Athim
1. Nike Air Mag
2. Air max 90 Bacon x dqm (Dave’s quality meats)
3. Nike Air Max 90 duck camo x atoms4. Nike SB Dunk Freddy Krueger
5. ASICS Gel Lyte 3 Salmon Toe x Ronnie fiege
Suscríbase a nuestro boletín
Sin spam, notificaciones solo sobre nuevos productos, actualizaciones.
Dejar un comentario