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El retrato de Truman Capote

El retrato de Truman Capote

En medio de libros y turistas con pantalones cortos, los salones de la Biblioteca Pública de Nueva York guardan misterios como el de este cuadro. Una mezcla de arte, chisme y literatura se esconde tras este retrato desconocido del autor de A sangre fría.

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1.-Retrato-Capote

Truman Capote… ¡Se ha dicho tanto de él que repetirlo termina siendo un descenso lento y aburrido!

- Escritor.

                - Genio.

                             - Periodista.

                                                - Egocéntrico.

                                                                       - Millonario.

                                                                                            - Afeminado.

                                                                                                                 - Elegante.

                                                                                                                                  - Alcohólico.

                                                                                                                                                       - Homosexual.


                                                                                                                                                                              - Chismoso.

                                                                                                                                            - Pequeño.

                                                                                                                            - Famoso.

                                                                                                       - Irreverente.

                                                                                 - Drogadicto.

                                                                   - Esnob.

                                               - Depresivo.

                              - Sensible.

              - Sociable.

                                - Manipulador.

                                                         - Exquisito.

Por eso, lo que va a leer no es una más de las tantas historias que ha escuchado sobre él. Lo prometo. No tendrá el placer de decir “Esto ya lo sabía” o de acusar de estúpido al autor (a mí) cuando encuentre algo obvio. Ahora, tampoco le prometo el último descubrimiento, la bomba que abrirá un nuevo capítulo en la vida del escritor, tampoco. Simplemente, y para empezar, este texto no es sobre Capote, es sobre uno de los varios retratos que él mandó a hacer cuando vivía, uno que está en la ciudad de Nueva York, en el Schwarzman Building, el edificio principal de la Biblioteca Pública de la ciudad.

***

El Schwarzman Building está entre la sexta y la quinta avenida, entre las calles 40 y 42, a un par de cuadras de Times Square, del Empire State, del Chrysler Building, del Central Park y de la Pen Station, en Manhattan. O sea, ubicado en medio de un hervidero de personas con corbata, falda y abrigo (dependiendo la fecha del año), que van de un lado a otro, cruzando las calles, con un café hirviendo con tapa en una mano y una ensalada de vegetales “chic” empacada en un recipiente de plástico cuadrado en otra; personas esperando los semáforos, caminando rápido, sin escuchar las sirenas de los carros de bomberos y puteando en sus adentros a los turistas que caminan lento o paran cada tanto –estorbando– para tomarse una foto en medio de la acera con una mueca en la cara. Ahí, en medio de edificios inmensos con agujas en sus puntas y ventanas que reflejan las nubes o una estructura vecina; al lado de un busto en bronce de Goethe y de unas canchas de ping pong, en el Bryant Park; ahí está, como el cuadro de arena de un circo, rodeado de la muchedumbre en bancas, el Schwarzman Building: una construcción rectangular de tres pisos diseñada al estilo clásico, revistada en mármol, con columnas, arcos, esculturas griegas y romanas, puertas y ventanas de bronce, escaleras en espiral, candelabros en el interior, murales con imágenes de la mitología griega y escenas bíblicas, y dos leones de bronce, acostados al lado de las escaleras de la entrada principal. Parece una catedral o un castillo; algo que uno esperaría encontrar en la punta de una montaña, al lado de un precipicio, con cuervos y águilas volando sobre la estructura. Algo así.

Allí, en el tercer piso, en la esquina del salón 316, en el Edna Barnes Salomon Room, al lado de una de las tantas mesas de estudio de ocho puestos del lugar, junto a un estudiante chino que no logra parametrizar una curva algebráica unicursal (tal vez), está el retrato de Truman Capote. Tiene un sombrero beige con una correa negra, unas gafas circulares, un abrigo negro y una camisa azul; su hombro derecho está más arriba que el izquierdo, su cabeza está ladeada y su mirada esconde cierta ternura –aflicción de perro que no tiene el cariño de los demás. El fondo es negro y está enmarcado en una madera clara con relieve, que tiene el efecto de enfocar aún más el ojo del espectador en Capote. Ver el cuadro produce algo de nostalgia; hay algo en su postura que revela fragilidad: la posición de sus brazos, su mirada… Parece tan solo… Sin embargo, él no es el único. Alrededor del cuadro, colgados en las paredes del salón, hay casi cuarenta retratos: pinturas de sujetos con trajes oscuros y poses grandilocuentes, mirando hacia el horizonte, sosteniendo papiros o libros, con las piernas cruzadas y, uno que otro, actuando como si escribiera. Las mujeres luciendo sus vestidos blancos, con accesorios que cubren parte de sus cabezas, joyas brillantísimas y pieles de animales que caen desde sus hombros. Aristocráticas. Millonarios. Políticos. Está George Washington, el primer presidente de Estados Unidos; Oliver Cromwell, militar y político inglés que derrocó a la monarquía británica a mediados del siglo XII e instauró una república bajo su mandato; Kitty Fischer, cortesana inglesa que se hizo famosa, en el siglo XVII, por la exhibición de su imagen pública (sin ser actriz, cantante o artista y sin una cuenta de Twitter); Rachel Carmer Lenox, hija de Robert Lenox, uno de los comerciantes más prósperos de Estados Unidos en el siglo XIX; John Jacob Astor, hijo de un carnicero, inmigrante alemán y el primer rico de Estados Unidos; Peter Van Brugh Livingston, abogado, patriota de la revolución estadounidense y uno de los fundadores del College de Nueva Jersey, hoy en día la Universidad de Princeton; John Quinn, quien tuvo una de las colecciones más grandes de arte post impresionista del mundo y mecenas del escritor inglés Joseph Conrad, entre otros.

2.-Pared-Cuadros

***

En la entrada del salón 316 hay un guardia de seguridad. Custodia las obras, le pide a los turistas que no hablen fuerte, grita que el edificio cerrará en quince minutos y responde preguntas:

–¿Dónde queda el baño?

–¿Dónde puedo inscribirme a la biblioteca?

–¿Me puede decir dónde hay una cafetería?

–¿De casualidad sabe por qué el retrato de Truman Capote está colgado junto a esos hombres tan serios?

Mira el cuadro.

–Si no estoy mal, las pinturas son de personas que contribuyeron a la Biblioteca Pública de Nueva York –responde el hombre de bigote cano y traje azul oscuro con su apellido escrito en el pecho–. Pero, la verdad, no sé por qué está ahí.

Silencio.

–¿Ve ese puesto? –apunta con su dedo a un escritorio pequeño de madera, donde hay un sujeto de pelo largo –gris– recogido con un lazo que forma una cola en la corona, a unos cuantos pasos de nosotros–. Él puede ayudarle.

Camino. Diez pasos.

–Mmmm... –revisa algunos papeles –. Sí... El Edna Barnes Salomon Room... La verdad no sabía que ese retrato estaba ahí. Sé que hay retratos de personas de la familia Astor y Lenox... –responde el hombre. Frente a él hay guías para turistas, papeles con las exhibiciones temporales de la época, revistas con los eventos del mes y un letrero que dice “Information”.

–¿Ya intentaste con el encargado de las referencias? –sonríe acomodándose sus gafas circulares estilo John Lennon –. Él sabe más sobre la historia de la biblioteca…

***

3.-Fachada-Schwarzman-Building

La Biblioteca Pública de Nueva York nació y se consolidó en 1895 gracias a la fusión de tres colecciones que pertenecieron a tres millonarios: los ya mencionados John Jacob Astor y James Lenox, y Samuel Tilden, político demócrata (candidato presidencial en 1876), filántropo y coleccionista de arte.

La fusión de las colecciones se llamó Biblioteca Pública de Nueva York. Fundaciones Astor, Lenox y Tilden. La intención de ésta era que el público, a través de una red de instituciones populares, accediera a los cerca de doce millones de libros y más de 26 millones de otros elementos (pinturas, esculturas, mapas y, entre otros, fotografías), sin importar la clase social, la edad o el nivel de educación.

Los libros y demás objetos estaban en bibliotecas pequeñas de Manhattan y el Bronx, pero, al pasar los meses la colección creció y no fue suficiente el espacio para albergarla. Por esa razón, a través de cartas, protestas y lobby, se presionó al sector público para que asumiera la responsabilidad de construir una biblioteca central apta para controlar la gran demanda:

“Insto a la aprobación de una legislación que le otorgue a esta Corporación un sitio apropiado para el edificio principal de la Biblioteca; además de fondos para construir y equipar la estructura”, dijo en 1896, en una carta, John Bigelow, Presidente de la fundación: “No todo debe dejarse en manos de empresas o benefactores privados”, aseveró.

Dieciséis años después de esa carta, en 1912, doce años antes del nacimiento de Truman Capote en Nueva Orleans, gracias a un acta pública de la Alcaldía de Nueva York que autorizaba el uso de una área de más de sesenta mil metros cuadrados para construir una sede principal, se inauguró el Stephen A. Schwarzman Building; un edificio que albergó millones de libros y obras de arte que fueron distribuidos en más de quince salones. Uno de los salones fue el 316, ubicado en el centro del edificio, entre las escaleras que suben y forman una “U” ladeada. Los diseñadores y dirigentes decidieron que ese sería el lugar de homenaje a los fundadores (familias Lenox y Astor), que allí se exhibirían sus retratos y los de su familia, además de algunas “joyas” de sus colecciones privadas: una obra de Sir Joshua Reynolds, uno de los artistas más importantes del siglo XVIII; dos de Sir Henry Raeburn, el pintor oficial del Rey Jorge IV de Inglaterra; y tres de Gilbert Stuart, retratista de los primeros seis presidentes de los Estados Unidos.

***

4.-Saloin-316

En el tercer piso de la biblioteca, alterno a la sala de lectura principal Rose Main, en el otro extremo del salón 316, está la oficina de Información de Investigación. El que atiende es un hombre calvo con dientes grandes y gafas circulares.

–Buena pregunta –sonríe. Piensa por unos segundos –. Nosotros tenemos el memorial con los títulos, pintores y fechas de creación de las obras que están en el Edna Barnes Salomon Room; es la misma información que está debajo de cada uno de los retratos:

James Whitney Fosburgh (1910-1978) b. America. Truman Capote (1924-1984). Oil in canvas, 1971. Provenance: Gift of the estate of Truman Capote (1986)

–Más allá de esos datos no sé más. ¿Por qué no le preguntas al chico encargado de las referencias en la división de arte y arquitectura? De pronto ellos saben más sobre el autor.

Me explica cómo llegar.

El salón de la división queda cerca, en el tercer piso, en un corredor en el que solo cabe una persona y media (o sea, un flaco y un niño o un gordo o tres niños). La mayoría del espacio está ocupado por una docena de escritorios metálicos, uno sobre otro, con códigos sobre sus manijas, y cajas apiladas, que están en el lado izquierdo. Amontonados. Si usted se encuentra con alguien, de frente, le toca pegarse a la pared y dar un par de pasos de lado, como un pingüino, y decidir si prefiere que su cola roce con la otra persona o su pene o su vagina. Todo es cuestión de gustos. Al lado de la puerta de entrada hay un guardia de seguridad sentado en una silla con un cuaderno: nunca saluda.

El salón es rectangular, tiene dos pisos y en sus paredes hay miles de libros y cientos de cajas con manuscritos organizados en varias líneas horizontales. En el centro, al lado de un par de computadores, scanners y mesas de estudio, está la zona de referencias, donde generalmente hay dos personas:

–¿Cuál es el apellido del pintor? Fosb... ¡Fosburgh! –dice Ryan, un hombre de pelo ondulado, flaco y con gafas. Tiene entre 27 y 35 años –. ¡Tenemos esto! –saca del escritorio la leyenda que está debajo del retrato (la misma información que el calvo con gafas tenía)–. ¿Ya tienes esos datos? –busca un papel y escribe algo. –Lo único que puedes hacer es enviar un correo electrónico a referencias de arte y arquitectura; les dices que quieres saber por qué la obra está en el Edna Barnes Salomon Room y ellos te responderán en uno o dos días después de recibido.

La semana siguiente el puesto de Ryan estaba ocupado por una mujer de pelo liso y castaño; tenía la nariz chata y en la punta una bola... una nariz con forma de bastón.

–¿No te respondieron? –piensa. Coge el teléfono, marca y baja la voz. Cuando cuelga dice que están revisando la información, que en unos minutos se la envían. –Mientras tanto –dice –, puedes revisar el libro de referencias –señala un estante contra la pared que soporta cerca de diez libros con portadas de pasta dura azul. – De pronto encuentras algo sobre la obra. Yo miraré en los archivos si tenemos alguna información de prensa sobre el pintor.

***

5.-Reading-room

En 1971, James Whitney Fosburgh terminó el retrato que Truman Capote le había encargado. La obra acompañaría los otros retratos que el escritor tenía (uno hecho por su amigo Andy Warhol y otro por el mismo Fosburgh). La idea era colgarlo en su apartamento, junto a sus antigüedades, objetos ordinarios (como un perro de porcelana kitsch con el hocico negro y el cuerpo blanco) y obras de arte, en el piso 23 del exclusivo hotel United Nations Plaza, en Manhattan, al lado del Central Park.

Fosburgh estudió historia del arte en la universidad de Yale, en New Haven, Estados Unidos; fue piloto de la Fuerza Aérea estadounidense en la Segunda Guerra Mundial y luego se dedicó al arte, primero como profesor, y luego exhibiendo sus obras con un éxito considerable. Era un hombre elegante que se presentaba en sociedad en traje, con un nudo de corbata pequeño –a la moda– apretando el cuello; su pelo liso y corto hacia atrás, con unas entradas que le daban cierta autoridad. Elegante. Exitoso. Sus cejas pobladas, que contrastaban con sus mejillas afeitadas, caían curvas y provocaban que su cara se alargara. Afeminado. Homosexual. Decían que era el amante de Truman Capote y que se había casado con Mary Benedict Cushing (‘Minnie’), una de las tres hijas del famoso neurocirujano Harvey Cushing, y ex esposa del multimillonario Vincent Astor, bisnieto de John Jacob Astor y dueño de Newsweek, por conveniencia.

Las hermanas Cushing, a mediados del siglo XX, eran las amas y señoras de la sociedad en Estados Unidos. Las fiestas eran un éxito si alguna de ellas asistía. Las revistas de moda las seguían, escribían sobre sus vestidos, vidas y amigos; estaban en el centro de la crème, rodeadas de gente influyente, multimillonaria: políticos, artistas, filántropos, famosos.

Minnie Cushing fue inversionista del Metropolitan Museum, del teatro de danza New York City Center y estuvo en la mesa directiva de la galería de arte de la Universidad de Yale; era coleccionista de arte y en sus manos estuvieron algunas obras de Cézanne, Renoir y Pavel Tchelitchew. Betsy Maria Cushing, la del medio, fue esposa de John Hay Whitney, presidente del Museo de Arte Moderno, el MoMA, y ex esposa de James Roosevelt II, hijo del presidente Franklin D. Roosevelt. Su otra hermana, la menor, Barbara Cushing (‘Babe’) fue la esposa de William S. Paley, presidente ejecutivo y dueño de Columbia Broadcasting System (CBS), una de las compañías de radio y televisión más poderosas del mundo.

James W. Fosburgh forjó una carrera junto al poder gracias a ese amparo familiar (social): retrató al actor estadounidense Zachary Scott; al dramaturgo y escritor de discursos de Franklin D. Roosevelt, Robert Sherwood, y al presidente John F. Kennedy. Precisamente, en 1961, la esposa de John F. Kennedy, Jackie Kennedy, emprendió un proyecto de renovación de la Casa Blanca en Washington y nombró a Fosburgh como consejero en materia de arte; él se encargó, durante cuatro años, de seleccionar y comprar algunas obras para que el hogar presidencial fuera “un reflejo de lo mejor de la cultura e historia de los Estados Unidos”, dijo la primera dama. El esposo de Minnie Cushing colgó en la casa de los presidentes de Estados Unidos obras de Rembrandt Peale, Gilbert Stuart, John Trumbull y Thomas Hicks; artistas que también tienen sus obras en el Edna Barnes Salomon Room de la Biblioteca Pública de Nueva York.

6.-Capote

***

–¿No encontraste ninguna referencia sobre el retrato de Capote? –pregunta la mujer con la nariz de bastón–. Espérame un segundo –coge el teléfono, baja la voz. Cuelga –. Discúlpanos. Mi compañero dice que mañana te enviará un correo con más información.

Al día siguiente el compañero escribió que después de revisar los archivos de arte, no existían datos que respondieran por qué “la propiedad de Capote” (el retrato) terminó en la Biblioteca Pública de Nueva York:

“Por desgracia, parece que seguirá siendo un misterio”, sentencia en el mensaje.

***

En 1954, en medio de una carrera que iba en ascenso, Capote conoció a las hermanas Cushing:

“Truman quería identificarse con la calidad. Él quería saber, con ansias, cómo se comportaba la alta sociedad y la Señora de Paley y la señora de Fosburgh lo educaron”. dijo Oliver Smith, escenógrafo de Broadway y amigo del escritor, en un libro biográfico de Capote redactado por el periodista Gerard Clarke: “Ellas le enseñaron sobre decoración, pintura y otras cosas que son el resultado de la riqueza”.

Babe hacía parte de un círculo de cuatro mujeres, muy cercanas al escritor, llamado Los Cisnes (las que completaban el grupo eran C.Z. Guest, Slim Keith y Gloria Guinness). Todas –las cuatro– fueron íconos de la moda entre los cincuenta y sesenta, y abanderadas de la alta sociedad estadounidense. Millonarias. Exitosas. Capote viajó con ellas y sus esposas a Jamaica o el mar Meditarráneo, planearon fiestas, almuerzos y comidas, se contaban chismes de otros conocidos y penas por sus vidas frívolas, sus maridos, sus amantes, sus preocupaciones, el futuro. Esas conversaciones le sirvieron a Capote para moldear varios de sus personajes y narrar sus historias, con base en las de ellas.

***

El columnista de The New York Times, Russell Baker, dijo en 1966 que “en el pasado los escritores ocupaban una dudosa posición social. Ahora, con un simple movimiento, el señor Capote le dio a los escritores el derecho a la dignidad social”.

Truman Capote no solo era un escritor, era una estrella. No solo era un “raro”, era un genio. Después de la publicación de su primer libro en 1948, Other Voices, Other Rooms, se convirtió en un foco de atención para los periodistas. Era homosexual, pequeño, tenía varios amoríos, su estilo de vida era elegante (viajes, dinero y amistades) y su forma de vestir, hablar y caminar eran peculiar. Le gustaba rodear su cuello con pañuelos de seda, corbatines, corbatas y bufandas; usaba sombreros de ala corta, trajes oscuros, algunos con rombos; también chalecos, abrigos y gafas, generalmente, de marcos grandes. Elegante. Se movía como el viento: delicado, su cuerpo en diagonal, cruzando las piernas y los brazos bailando, tocándose la barbilla cuando escuchaba atentamente, muñecas hacia abajo. Tan mujer.

“Darling...”, le dice Capote al periodista Arthur Bell en una entrevista en 1979, “no me gusta repetirme a mí mismo”, se escucha una voz chillona –aguda– que rebota y salta en el cuarto con miles de colores encima.

Además de lo anterior, el hombre escribía muy bien: sus libros eran un éxito en ventas, colaboraba en las mejores revistas de literatura y periodismo del mundo, lo llamaban y lo buscaban: las cámaras de video, las fotográficas o los diarios para una entrevistas. Para muchos (incluyéndolo), era el creador de un nuevo género literario: la literatura no ficción:

I don't like to repeat myself.

En 1965 Capote no solo se convirtió en uno de los autores más importantes de la época, también uno de los más ricos. Según el New York Times, el periodista recaudó cerca de dos millones de dólares por regalías en ventas, derechos de traducción a quince idiomas y la producción de una película: “Recibió 14.80 dólares por cada palabra que escribió –135.000 en total– en A sangre fría”, dijo el diario meses después de la publicación de la obra.

***

7.-Retrato

“El Edna Barnes Salomon Room es el lugar donde se muestran las obras de arte de las colecciones, incluyendo los retratos de los individuos que jugaron un rol en el desarrollo de éstas”, escribió en un correo electrónico Thomas G. Lannon, curador de la división de manuscritos y archivos de la biblioteca. “Por esa razón el retrato de Truman Capote encontró un hogar allí”.

***

En 1984 Truman Capote murió sin cisnes que lo cuidaran ni amigos de sociedad que lo acompañaran. La publicación de tres capítulos de su novela Answered Prayers en la revista Esquire, en 1975 y 1976, significó “su suicidio social”.

En las páginas se destapaban, con nombres ficticios, las infidelidades, los problemas económicos, los líos legales y la sexualidad de la gente –real– más rica y poderosa de Nueva York. El escritor desparramó los secretos de sus cisnes y de docenas de personajes que hacían parte del elenco privado y creativo de su vida.

Truman Capote murió por un cáncer de hígado que se salió de control por el consumo de drogas y alcohol en exceso; muchos dicen que fue a raíz del rechazo social que sufrió después de los adelantos de su última novela.

Tras la muerte del escritor, el apartamento del United Nations Plaza se quedó sin su dueño. Algunos objetos, incluyendo el retrato que ahora cuelga en el Edna Barnes Salomon Room, terminaron en manos de la Biblioteca Pública de Nueva York. En total, la institución recibió veintitrés cajas que fueron dividas en nueve series. La colección, de acceso limitado, se llamó “Truman Capote Papers, 1924-1984”.

 

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Juan Sebastián Salazar
Periodista, y no comunicador social. Lector, más que escritor. No escribo desde Bogotá (Colombia) para el mundo; escribo desde mí para mí. Ahora, si mis textos generan sorpresas, odios, halagos, desacuerdos, burlas... magnífico; ahí es cuando me doy palmaditas en el hombro.
Periodista, y no comunicador social. Lector, más que escritor. No escribo desde Bogotá (Colombia) para el mundo; escribo desde mí para mí. Ahora, si mis textos generan sorpresas, odios, halagos, desacuerdos, burlas... magnífico; ahí es cuando me doy palmaditas en el hombro.

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