¿Cómo ha cambiado el diseño gráfico de los Juegos Olímpicos?
Los logos, las tipografías y los carteles han sido desde el inicio protagonistas de los Juegos Olímpicos. Del art déco al minimalismo, la autora nos lleva por esta retrospectiva a descubrir cómo el diseño de la imagen del certamen nos traza un recorrido por las tendencias visuales con las que hoy recordamos su historia.
El diseño es una parte esencial de la imagen y la memoria de cualquier evento. Si bien los Juegos Olímpicos tienen una historia compleja debido a los acontecimientos históricos del siglo XIX y XX, sus múltiples diseños en pósters, uniformes, logotipos, fan art y otras piezas permiten rastrear las diferentes tendencias visuales que caracterizaron cada época y cómo se acoplaban a las novedades como la fotografía, el collage o los programas nacientes de diseño digital como Photoshop e Illustrator.
La primera Olimpiada: un renacer más allá de Olimpia
En 776 a.C., se disputaron los primeros Juegos Olímpicos en Olimpia, Antigua Grecia. En estos encuentros podían participar solo ciudades-estado griegas y se realizaban en honor a Zeus. Los Juegos Olímpicos tuvieron lugar durante doce siglos, hasta que en el 394 d.C. el emperador romano Teodosio I prohibió la histórica celebración, considerándola pagana y propia de pecadores. Pero no fue hasta el 23 de junio de 1892 que el historiador francés Pierre de Coubertin revivió el certamen deportivo, y propuso crear el primer Comité Olímpico Internacional.
Coubertin, además de pedagogo e historiador, era un filántropo que buscaba promover la paz y la unión de las naciones a través del deporte. Fue el creador de los aros olímpicos, el logotipo transversal de esta celebración. Su idea era que cinco aros entrelazados representaran la unión de los cinco continentes, además de seis colores —incluyendo el blanco de fondo—, pues estos reunían las banderas de todos los países del mundo.
La iniciativa de Coubertin tuvo frutos solo cuatro años después, en 1896, cuando se celebraron los primeros Juegos Olímpicos Modernos en Atenas, conmemorando el peso histórico de los mismos en la actual capital de su originaria Grecia. Aquí es donde comenzaremos, pues, además de representar un renacer, el evento tuvo diferentes diseños, pero uno de los más curiosos —y del que se tiene registro— presentó una iconografía particular para evocar los orígenes distantes.
En tonalidades beige, azul y café, esta pieza contiene una ilustración en su costado izquierdo de una mujer como figura alegórica de Grecia, sosteniendo una corona de laurel en una mano —uno de los premios dados a los ganadores en los Juegos Olímpicos de Olimpia, símbolo de honor y victoria— y ramas de olivo en la otra. Con una mirada hacia lo que parecen las ruinas de la ciudad y el templo de Zeus.
A sus pies y entre ramas, se encuentra lo que parece una tumba, representando la muerte y resurrección de esta celebración, trazando una continuidad de la Grecia clásica a la era moderna. En la franja superior están el año de los primeros juegos "776" y el de los nuevos "1896". A la derecha de estas fechas, hay una serie de figuras humanas que simbolizan las disciplinas deportivas que compitieron en la reinauguración de los juegos.
Durante los años 20, el diseño vivió un apogeo de elegancia, estilizado con patrones orgánicos sobrios, creados muchas veces por medio del uso de figuras geométricas propias del art déco. Su influencia fue visible incluso en la línea gráfica de los diplomas de los Juegos Olímpicos.
En esta edición, la paleta de colores sofisticada, entre el negro, el dorado y el beige, evitó la saturación de colores y priorizó los detalles ornamentales con líneas limpias y simples. Sin embargo, el póster oficial tuvo dificultades de derechos de autor con el Comité de los Juegos Olímpicos. En cambio, se presentó el diseño de Emil Huber. Este muestra un atleta corriendo y sosteniendo una rama de olivo, cubierto parcialmente por la bandera holandesa, la pieza fue una mezcla entre la pintura e ilustración.
Incluso durante uno de los momentos históricos más sombríos, los Juegos Olímpicos siguieron celebrándose. Berlín fue nombrada sede de los Juegos Olímpicos de 1936, en pleno periodo de consolidación del Tercer Reich en Alemania desde que Adolf Hitler fuera nombrado Canciller en 1933.
Ni corto ni perezoso, Hitler aprovechó este evento para descalificar y discriminar abiertamente a atletas, además de promocionar su régimen nazi ante el mundo, incluyendo propaganda en el diseño de la imagen de la XI edición. Esta pieza fue diseñada por el pintor alemán Johannes Boehland, presentando un águila junto a los aros olímpicos. Sin embargo, para el presidente del comité organizador, Theodor Lewald, la pieza era muy simple, por lo que modificó el diseño incluyendo una campana.
Como contraparte, se llevó a cabo el primer boicot de las Olimpiadas como resistencia al fascismo de la época con la Olimpiada Popular, un evento histórico que reunió a deportistas de izquierdas, antifascistas, negros, birraciales, migrantes o judíos de todo el mundo. A pesar de verse afectada por el estallido de la Guerra Civil Española, esta Olimpiada Popular destacó por su espíritu inclusivo, el cual se reflejó en el diseño de su pieza, presentando atletas con diferentes características físicas.
La capital de Finlandia fue la sede oficial de los Juegos Olímpicos a inicios de los cincuenta, una década recordada por la sencillez de su estilo. Muy buena parte de lo que hoy conocemos como estilo retro fue la marca de identidad visual en aquella época. En los carteles de esta edición se presentaron propuestas un tanto diferentes, pero que integraban nuevos estilos de ilustración. Esta pieza fue diseñada por Ilmari Sysimetsä con un corredor estilizado en una pose dinámica y en un estilo de pintura rústica pero clásica. En el costado superior derecho están los aros representativos de los Juegos Olímpicos. El personaje está superpuesto sobre un mapamundi que destaca la región de Finlandia en color rojo. Aquí se utilizaron tonos cobre y azul para destacar detalles.
Por otro lado, el logotipo de esta edición demostraba la sobriedad que querían expresar a través de su imagen. El diseño estuvo a cargo de Paul Söderström, en este incluyó la torre del estadio de Helsinki como símbolo arquitectónico, destacando la identidad nacional y local de Finlandia durante los Juegos Olímpicos. También añadió los aros olímpicos y el año de la edición “1952”.
Con una ilustración representando la estatua de bronce de la loba capitolina o Luperca, este diseño hace referencia a la ciudad italiana desde su histórica leyenda de Rómulo y Remo, los fundadores de Roma, quienes fueron amamantados por la loba. Este diseño fue realizado por Armando Testa, un diseñador gráfico italiano. En el centro se encuentra la loba, y bajo ella, los gemelos alimentándose con su leche. El estilo de la estatua y su representación están inspirados en los modelos greco-iónicos del siglo VI a.C.
Solo dos ediciones después de Roma, México presentó una de las identidades gráficas más icónicas de los Juegos Olímpicos creada por el pintor mexicano Eduardo Terrazas. Con líneas negras, azules, rojas, amarillas, verdes y rojas, los patrones de estas piezas aludían a dos tendencias: por una parte, iniciaba la era new age con espirales propias de la psicodelia que se tomaría la década de los 70. También, la distorsión visual generada por los movimientos y giros de las líneas fue un guiño a las raíces propias del arte prehispánico. Este diseño representó la identidad cultural mexicana y, al mismo tiempo, se adhirió a las tendencias internacionales de la época.
Dando continuidad a las tendencias geométricas, en 1980 Moscú mostró ante el mundo una pieza sencilla pero con una fuerza propia de su historia como nación, influenciada por el contexto político y social de la Unión Soviética. Para llegar a este diseño, realizaron una convocatoria mundial en la que participaron aproximadamente 8500 diseñadores profesionales y amateurs con 26.000 propuestas. Pero fue el joven diseñador Vladimir Arsentyev quien logró un diseño que reunía aquellas ideas colectivas de la Unión Soviética.
El diseño minimalista de esta edición presentó, con líneas rojas, una figura estilizada de uno de los rascacielos estalinistas conocidos también como "Las siete hermanas", un importante símbolo arquitectónico de la ciudad construido entre 1947 y 1957. Ofrecían así una interpretación actualizada de monumentos icónicos del realismo socialista y estalinista, estéticas de Estado algunas décadas atrás. Esta representación simple pero efectiva también es muestra del pragmatismo propio hasta en el diseño. Y configuró una tendencia que sigue vigente en el diseño gráfico de eventos deportivos.
En 1984, Estados Unidos presentó ante el mundo un logotipo tan propio de su cultura, con los colores de su bandera, que se volvería referente visual, instalándose en la memoria de muchos. La pieza de la diseñadora gráfica americana Deborah Sussman, fue una composición con tres estrellas y sus estelas en una serie de líneas diagonales. Además, contiene los colores rojo y azul de las gafas anaglíficas para observar objetos con relieve, dándole más dinamismo a esa representación del movimiento y aludiendo a las novedades audiovisuales y cinematográficas que atravesaban la ciudad entonces. El resto de la línea visual de esta edición se enfocó en una paleta de colores vibrantes propios de los 80 como el fucsia
Anteriormente, Barcelona había estado en el ojo público por su boicot en 1936 contra el régimen fascista de Hitler con su Olimpiada Popular. En 1992 volvió a hacer historia desde el diseño, pues presentó un logotipo e imagen visual que retomaría la esencia humanista de los Juegos Olímpicos. El logotipo fue creación del diseñador gráfico Josep Maria Trias. En este, se presenta una figura humana abstracta saltando. Según Josep, estuvo inspirado en Joan Miró.
Los pósters, íconos y otros elementos visuales seguían la misma corriente desenfadada pero llamativa representativa de los Juegos Olímpicos. La paleta de colores utilizada fue inspirada en España: el rojo como símbolo de fuego, pasión y color nacional, el azul como las aguas del mediterraneo, el amarillo como el sol que recubre los veranos del país, y el verde de las plantas encontradas en sus regiones agrícolas.
Con una pequeña figura llamada el Pekín danzante, el diseño gráfico Guo Chunning abstrajo en un sello lo que representaría el deporte, la cultura y la historia de China. Además de parecer una figura humana, este personaje también tiene la forma del ideograma chino 京 (jing), cuyo significado es "capital".
Este logotipo reúne alusiones a diversas manifestaciones culturales icónicas del país que incluyen tanto la caligrafía china y sus tintas como el rojo de la bandera, uno de sus colores más representativos. La figura fue tan dinámica que logró aludir elementos propios de la cultura china como un dragón volando o un río fluyendo. También, la postura de los brazos abiertos se hizo representativa de la apertura internacional que desde los años 80 en adelante China ha mantenido ante el mundo, y de la cual los Juegos Olímpicos fueron una muestra importante.
Si además de los deportes existiera la competencia por el diseño y logotipo más experimental, la edición de Londres 2012 se llevaría probablemente el primer puesto. La identidad visual de esta edición fue creada por la agencia Wolff Olins , quienes se encargaron de llevar a otro nivel la imagen de Londrés como sede. Utilizaron colores llamativos como un amarillo casi neón, el azul eleéctrico, el naranja y el fucsia.
El estallido de esta línea gráfica estuvo inspirado en el diseño gráfico de 1980 y la cultura pop rimbombante de la época, presente no solo en los colores, también en las formas, pues no siguen un patrón o línea detallada, o siquiera sutil; por el contrario, hasta su logotipo puede parecer complejo de comprender. Históricamente, ha sido uno de los diseños más polémicos, generando opiniones divididas. Sin embargo, destacó por años, rompiendo las convenciones tradicionales de logotipos y diseños presentados previamente en los Juegos Olímpicos.
La creatividad y la experticia fueron notables en el aprovechamiento de un año tan controvertido —pero estético a nivel de composición— como lo fue el 2020. Si bien el diseño de esta edición nos recuerda la temible pandemia del COVID-19, los juegos se realizaron cuando la pandemia lo permitió con la bajada de contagios en 2021.
Entre sus diseños, se destacan el logotipo oficial y otro famoso gracias a las redes sociales: el primero es un diseño de Asao Tokolo, quien presentó un logo con un detalle tradicional del diseño japonés con recuadros organizados en forma circular, también conocido como "ichimatsu moyo". El segundo presenta el 2020 como los aros de los Juegos Olímpicos; el quinto y último aro es completamente rojo, justo como la bandera de Japón.
El diseño de la más reciente edición de los Juegos Olímpicos ha despertado sensaciones contradictorias en la crítica y en su recepción por parte del público. Si bien tiene una línea gráfica moderna, con elementos visuales interesantes y destacables, hay detalles como su logo que aunque tiene diversas interpretaciones propias de la cultura francesa, no son tan reconocibles u obvias para otros países.
Sin embargo, el desconocimiento colectivo no hace menos valiosa su composición. Este rostro logra reunir tres símbolos importantes de esta celebración y de Francia: la antorcha encendida es un elemento histórico y ceremonial de los Juegos Olímpicos, la medalla manifiesta la victoria y la competencia a través del deporte, y por medio de ambos, finalmente, se alude a Marianne, alegoría de Francia como República libre.
El rostro de la Marianne tiene aún más significado en esta celebración, pues París 2024 será la primera edición de los Juegos Olímpicos en que las mujeres dejarán de ser una minoría, logrando un equilibrio exacto de hombres y mujeres atletas, un momento histórico que nos recuerda a la primera participación de mujeres en los Juegos Olímpicos de 1900, que también fue en París.
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